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Sunion Break por Agus y Moony

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Notas del capitulo:

Hola!! Tanto tiempo sin actualizar, kyyyya! Muchisimas gracias por los rr!

Porfin pudimos dejar las drogas (léase series de television con actores preciosos y adictivos) y recuperar nuestra vida, y aca estamos.

Pasó tanto tiempo y un capitulo flashback en el medio que para los flojos de memoria (como nosotras) vamos a poner un "Previamente en Sunion Break", ustedes imaginense la narración con la voz seria de Aioria, divertida de Milo o sensual de Kanon, la que mas les guste, je. Bien, allá va:

(Suena como Kanon para mi)

Previamente en sunion Break: El primer plan de escape falló porque reemplazaron la tubería por una imposible de romper, por lo que  Aioria debe buscar un camino diferente para llegar a la enfermería.

La ejecución casi se lleva a cabo de no ser porque un ayudante misterioso apareció a ultimo momento con pruebas de que el cuerpo encontrado no es el de Artemisa. Por lo que ahora la companía, en manos de Violatte quieren tomar cartas en el asunto y encontrar al salvador, tanto como los gemelos buenos y Seiya.

Hyoga, se volvió la rata de Radamanthys e intenta hacer lo posible para descubrir que traman Aioria y su grupo, pero se le esta complicando bastante.

 Aioria esta decidido a que la solución está en el ala de psiquiatría, asi que roba un uniforme de policia y logra infiltrarse. Pero a la vuelta se topa con un guardia y tiene que quemarse la espalda para evitar ser descubierto, por lo que termina en la enfermería y Shaka se da cuenta que los restos que le sacó de la piel son de un uniforme de guardia.

Una vez en la celda, Aioria se mira la espalda y se da cuenta que parte de los planos que necesitaban para utilizar los tuneles de psiquiatría se borraron con la quemadura.

Y eso es todo. Ojala disfruten el capi y disculpen mil por la tardanza.

Besotes.

Aioria se movía dentro de la celda como un gato enjaulado. Daba vueltas de un lado para otro, preocupado.

-¿Qué pasa? -le pregunté, mientras me estiraba.

No me contestó, para variar.

-¡Aioria! -volví a intentar.

Me miró como si no me viera, con la mirada perdida.

-¿Qué estás haciendo? -inquirí, rápido, antes que volviera a ignorarme.

-Tratando de recordar los planos de la tubería.

-¿Los planos de qué?

-La tubería que se me borró de la espalda. No sé como llegar a psiquiatría sin eso.

No entendía como alguien como el gato se podía olvidar de algo así.

-Pero, ¿no lo armaste vos acaso? ¿Cómo es que no te acordás?

Ahora sí sus ojos se centraron en mí con furia:

-¡Lo estuve memorizando todo por tanto tiempo que ahora se me mezclan las cosas! ¡Es como intentar recordar algo que venís estudiando de hace diez años!

Sus gritos, bah, su voz elevada un tono mas de lo usual, me sorprendieron. Lo que sí, no entendí absolutamente nada lo que quiso decir.
Ni me molesté.

* * *

La hermosa escultura de la pequeña muralla China se extendía como un lazo rojo furioso sobre mi escritorio. Aioria parecía concentrado como hacía veces que no lo veía.
Sus ojos verdes iban de acá para allá, cada tanto lo notaba sacando cuentas mentalmente y me esforzaba pensando como alguien como él terminaba en un lugar como este. Su hermano no podía haber representado tanto en su vida, ¿o si?

-Voy a tener que reforzarlo, -dijo de pronto, incorporándose de golpe y mirándome fijamente.

Parpadeé, estaba tan enfrascado en mis pensamientos que no pude responder al instante. …l se tensó, seguramente malinterpretando mi silencio.

-Sí, sí, está bien. –le contesté al fin.

Se relajó tan visiblemente que me dio mala espina. ¿Seguiría teniendo problemas con los demás internos?
Parecía que estaba asustado de algo, o de alguien.

Un golpe en la puerta nos sobresaltó. El Doctor D’Virgo entró a la habitación después que di la orden. La mirada que se dirigieron no hubiera pasado desapercibida ni para un ciego.

-Señor, ¿podemos hablar? –preguntó educadamente con sus mejillas aún ruborizadas.

Asentí y Aioria se dio cuenta que debía irse.

-Volvé al trabajo de la IP Aioria, estuviste encerrado mucho tiempo acá dentro, -le dije, intentando sonar paternal.

…l asintió, se volvieron a mirar pero no dijeron nada.

Al cerrarse la puerta tras Leo, D’Virgo se centró en mí.

-Usted dirá, Doctor. –le incité a hablar.

Respiró profundamente, nunca creí que fuera tan nervioso, siempre daba apariencia de tranquilo y relajado.

-Es sobre Leo, justamente.

Señaló con su cabeza rubia la puerta, como si todavía Leo estuviera allí.

Ah, con qué por eso estaba tan nervioso.

-¿Qué pasa con él?

-Es sobre la quemadura…Encontré restos de tela sobre el tejido.

Parecía visiblemente afectado. Yo me asusté también, no entendía adonde quería llegar.

-Restos de tela que pertenecen al uniforme de los guardias.

* * *

Cuando nos dijeron que unos "profesionales" se iban a encargar del alfombrado del lugar, casi me muero. Pensé que no iba a ver a Camus nunca mas, lo imaginé con nuestro bebito adoptado, con el traidor de mi primo Crystal, con nuestra casita en el mar, con todos mis sueños rotos.

Pero, como siempre, no contaba con la astucia del gato. Por todos los Dioses, era, de lejos, la persona mas inteligente que conocía, y que seguramente iba a conocer. Era un verdadero placer estar a su lado.

Hay que poner una tabla sobre el hueco, y sobre ella, cemento de secado rápido. Parecerá que es parte del piso y cuando pongan la alfombra, no se van a dar cuenta...
Había solucionado el problema en menos de dos segundos. Y eso que no había estado todo el tiempo con nosotros.

Pero mis adoraciones a mi Dios griego personal se esfumaron cuando el oficial Aiacos abrió la puerta.

-Leo, te llama el director Shion. -ladró.

Aioria levantó la cabeza llena de rulos del suelo y se quedó como ensimismado.

-¿Qué quiere el director? -inquirió. –Acabo de estar con él.

Todos estábamos muy atentos a su conversación.

-No me interesa, cuando te llamo, te paras, y haces lo que se te dice.

Pobre Aiacos, vivir a la sombra de Radamanthys no debía ser nada fácil para él. Seguro había un montón de envidia y tensión sexual sin resolver en su relación. Me reí. Encima tenía que demostrar su poder en cada situación que pudiera. Aun cuando lo hiciera quedar como un ridículo.

-Los demás, afuera de este lugar. -ordenó, nuevamente.

Ahí si nos quedamos congelados.

-Pero, Jefe-- no podía evitar mis excusas desesperadas.

-No terminamos aun -dijo Mu. -El pendejo ese no volvió con los rodillos. -agregó.

-Lo voy a terminar yo si es necesario. -respondió cortante Aiacos. -Afuera.

El gato me miró, llevaba todo el día con los ojos desenfocados, intentando recordar los planos. Pero esta vez se centraron en mi, con su verde esmeralda brillando, estaba desesperado.

Si el gato estaba desesperado, ¿que nos quedaba para los demás?

* * *

Lo primero que me preguntó ya me molestó.

-¿Que información nueva tenes de Leo?

Sentía que sus ojos azules me estaban taladrando. Eran profundos como los de un dragón. Pero los míos también eran oscuros.

Aunque quizás un poco más celestes.

-No tengo idea. -aseguré, intentando parecer seguro.

Frunció el ceño con fastidio. Vi que hizo un gesto con la mano llamando a alguien detrás mío pero no me preocupe en mirar. Temía la respuesta.

-No soy de su grupo de amiguitos. -enfatice, sinceramente.

Me era muy difícil acercarme siquiera a ellos, ni hablar de oír parte de lo que estaban tramando. El viejo era amable, pero con los demás no tenía tanta suerte. El tibetano simplemente me aterraba, y eso sin contar al pervertido de Piscis.

-¿Ves a Tauro? -me hizo un gesto con la cabeza para que me diera vuelta.

¿Cómo podía no verlo? Era, lejos, el tipo más grande de la prisión, sus brazos parecían dos boas gigantes, podría haber estrangulado a un oso si se lo hubiera propuesto.
Tragué saliva, intentando en vano parecer confiado.

Radamanthys me sonrió de lado.

-Tiene cierto interés en compartir celda con vos.

Me miró de arriba a abajo, evaluándome con descaro.

-No puedo entender el porqué. -finalizó, con desprecio evidente en su acento británico.

Creyó que me iba a herir el orgullo, pero no fue así. Estaba demasiado asustado con las consecuencias. Respiré hondo.

-Si me dejara trabajar en la IP...-tanteé. -Estaría mas cerca y sería más fácil poder escuchar lo que dicen.

Asintió, sorprendido que se me hubiera ocurrido algo así.
Se hizo sonar el cuello y se encaminó hacia el cobertizo de los guardias. No se molestó en decirme que lo siga. Sabía que tenía que hacerlo.

Vi como la rubia cabellera de Piscis ondeaba hacia dentro cuando nos íbamos acercando. Era obvio hasta para mi que estaban planeando algo que no querían que los guardias se enteraran.
Pero no tenia idea que podía ser. Y lo peor de todo era que no estaba seguro si iba a poder deducirlo una vez que estuviera dentro del grupo.
Lo importante era ganar tiempo. Y mantenerme alejado de los brazos serpientes de Tauro.

Cuando entramos a la habitación, todos parecían compenetrados en su trabajo.
Sí, como no.
Dohko incluso hacía un gesto de dolor cada vez que se agachaba a lijar la pared, como si hubiera estado haciéndolo por horas.

-¿Qué pasa, Jefe? -preguntó Escorpio tranquilamente.

No se porque sentí un rechazo por él.

-Les traigo un nuevo ayudante. -dijo Radamanthys lacónicamente, sin inmutarse.

Se dio vuelta y se fue, sin dar explicaciones, como correspondía.

Quise decir algo que no me expusiera tanto, que no me dejara tan en evidencia pero no supe qué.
Automáticamente Piscis se acercó. Me miró nuevamente de arriba a abajo, como había hecho Radamanthys, pero sin mueca de asco. No me hizo sentir mejor.

Mu, sin embargo juntó en un balde un montón de rodillos chorreantes de pintura blanca y me los puso en la mano. Logrando también manchar parte de mi uniforme.

-Andá a lavarlos. -anunció, con voz que no admitía replica.

Miré a Dohko, pidiéndole una ayuda silenciosa que yo sabia que no me iba a ofrecer. ¡Tenían que entender mi posición!
El viejo pestañeo y no dijo nada. Creí ver un destello de tristeza en sus ojos verdes, pero nada que pudiera ayudarme. Aioria estaba en la suya, ni siquiera se digno a levantar la mirada.

-Lamento haber arruinado la fiesta. -dije furioso al tibetano que seguía delante mío, esperando que me vaya.

Nadie contestó.

* * *

Tenían varias fotos del tipo. De distintos perfiles, con una calidad envidiable. Solo podía significar una cosa, que había trabajado para la Compañía.

-Mistumasa...-murmuró Violatte con una mezcla de enojo y sorpresa.

-Se fue sin autorización. -agregó, como si eso zanjara la cuestión.

Seguía sin entender nada.

-¿Y que demonios tiene que ver con Sagitario? -interrogué al fin.

-Es su padre. -contestó la mujer con fastidio en sus facciones delicadas y sus ojos delineados.

No podía creerlo. Que tan caraduras podían llegar a ser. ¿Había algún límite para poder cumplir sus objetivos?

-¿Y usaron como chivo expiatorio a su hijo? ¿Al hijo de alguien que trabajo para ustedes?

Me reí, socarrón.

La mujer se quedó en silencio, sin contestar, ignorándome. Me sentí enojado, y traicionado. Hacía quince años que trabajaba para Athena, pero al parecer mis jefes siempre habían sido los de la Compañía. Y lo peor de todo era que esto de Sagitario solo era una movida para vengarse de un tipo que-seguramente- los había dejado en ridículo o no había aceptado algunas de sus órdenes.

-¿Así que todo esto es por una simple venganza? –pregunté, incapaz de mantenerme callado.

El fastidio de Violatte se había convertido en odio.

-Solo sos un guardaespaldas con privilegios. -anunció, saboreando cada palabra.

Me hirvió la sangre, pero ya no conteste. No valía la pena.

* * *

Estábamos tirados los tres en el sillón de la cabaña de vacaciones de Kanon. Mi papá seguía vivo pero solo era cuestión de tiempo hasta que lo ejecutaran nuevamente.
No teníamos idea de donde había salido la ayuda y si iba a ser posible acceder a ella a partir de ahora.
Saga estaba en silencio, así había estado prácticamente todo el día. Kanon tomaba una taza de sopa, era lo único que teníamos para comer en el lugar y ya llevaba tres al hilo. Yo tenía el estómago cerrado, no hubiera podido comer ni aunque me hubieran puesto el mas dulce de los manjares.

-¿Quién podrá ser? -Kanon largó la pregunta al aire dándole un tiempo a la infusión para que se enfríe.

Saga ni se inmutó, era como la décima vez en el día que alguien preguntaba eso, y repetir una y otra vez la misma frase no nos acercaba a ninguna respuesta.

Lo admito, estaba odioso como nunca y la poca paciencia que tenia había dado lugar a un estado de incertidumbre y nervios que me ponía totalmente fastidioso e irritado. Y enojado, muy enojado.

-Alguien en contra de la pena de muerte...-siguió hablando el gemelo menor, como nadie le había respondido, había empezado a hablar consigo mismo.

-Kanon, no digas estupideces. -lo cortó Saga, con la voz ronca de tanto tiempo de no usarla. -Ningún amateur podría acceder a información tan importante, ni hacérsela llegar al Juez. Nosotros intentamos de todo y no pudimos llegar a ningún lado. Tiene que ser alguien con poder.

Kanon no se molestó por el maltrato de su hermano y volvió a beber de su sopa. Al quemarse la lengua hizo un gesto que se me antojó divertido, pero no me reí.

-No podemos ubicarlo, no tenemos ninguna información de él...-al parecer Kanon no podía mantenerse callado. -Si de verdad quisiera ayudarnos se dejaría ver por nosotros.

Saga se encogió de hombros. Luego se sentó mejor en el sillón y se colocó las manos en la cabeza, en el típico gesto de desesperación que venía haciendo desde hacía días.

-Si tuviéramos una pista...-masculló.

Y ahí se me ocurrió.

-La tipa del pozo. -dije de repente.

Los gemelos parecieron recordar que estaba ahí, Kanon se quemó las manos con el líquido caliente al dar un respingo al oír mi voz.

En unos pocos minutos ya estábamos junto al terrible pozo en el que habíamos ocultado a la mujer que había tratado de matarnos.

Saga parecía nuevamente alegre, o lo mas alegre que podía estar dadas las circunstancias. Yo también, la idea de poder hacer algo me revitalizaba. No quería quedarme afuera de la operación de salvar a mi papá.

Kanon corrió la tapa del pozo como si fuera de papel. Tenía mucha fuerza escondida bajo esos trajes de abogado aburrido.
Ambos me miraron, cuatro ojos idénticos diciéndome lo que no querían decirme sus dueños.
Me encogí de hombros yo ahora, desde el momento que me había acordado de esto, sabia que debía ser yo el que bajara junto a la muerta.

Me ataron una soga a la cintura y descendí lentamente sintiendo los jadeos entrecortados de los gemelos al hacer fuerza.
Quizás Kanon no era tan poderoso como había pensado recién.

El olor era nauseabundo, pero no me importo, no me puse a pensar ni en el estado de descomposición ni en el silencio apabullante que existe junto a una persona sin vida.

-Buscá el teléfono rápido así te sacamos -ordenó Saga, sin poder contenerse de decir algo.

Supongo que lo hacia por mi bien.


* * *

-¿Nos podría dejar solos agente? -le ordené en forma de pregunta a mi subordinado, y suspiré con fastidio.

Era tanto el odio que le tenían a Leo que incluso perdían la compostura frente a mí.
Aiacos asintió con una mueca y salio bajando la cabeza.
Aioria me miró con la sorpresa pintada en sus facciones. Pero esta vez no iba a poder ayudarlo.

-¿Qué te pasó realmente en la espalda, Aioria? -inquirí, tranquilo. Hacía menos de dos horas que habíamos estado juntos y no me había explicado ni contado nada. Tal vez no confiaba en mí como lo hacía yo con él.

No mostró ninguna emoción a la pregunta. Aunque me di cuenta que pensaba una respuesta a toda velocidad.

-El doctor Shaka encontró esto en tu piel. -le mostré el trocito de tela antes que me mintiera.

Ahora si abrió grande los ojos, pero no dijo nada. Increíblemente me estaba empezando a irritar su actitud, le tenía apreció, sí, pero también tenía limites.

-¿Fue algún oficial? ¿Un guardia te agredió? –pregunté, directo.

Bajó la mirada, rehusando a la mía.

-Aioria, esto no se trata del código de ética de los presos, esto es importante para mí. Es parte de mi trabajo. Es mi responsabilidad.

Negó con la cabeza, sus rulos se movieron, y me dieron ganas de arrancárselos uno a uno hasta que hablara. Me estaba colmando la paciencia. Era por su condenado bien.

-Si no me contas, te voy a tener que mandar al Solitario. -amenacé.

El asintió ahora. Como dando a entender que eso era lo que quería, o que estaba dispuesto a tomar cualquier designación, pero que no iba a hablar. ¡Qué caprichoso!

Con todo el dolor del alma salí a la puerta y ordené a un guardia que lo trasladara.

* * *

Entré a los oscuros pasillos que conducían al Solitario, gritando, haciendo todo el escándalo posible para que mi hermano me escuchara.
Los guardias parecían sorprendidos de mi comportamiento. Yo solo me retorcía y seguía gritando. Lo cierto es que me estaba desahogando un poco de toda la tensión de las ultimas horas que había ido incrementándose mas y mas conforme los problemas se iban acumulando.

Me dejé caer en la pequeña celda y apoyé la cabeza sobre el piso frío. Tenía que pensar, tenía que solucionar las cosas. Y tenía que hacerlo rápido.
Una voz suave y familiar me sacó de mis pensamientos.

-¿Que haces acá, Aioria?

Mi hermano me hablaba a través de las pequeñas tuberías que conectaban nuestras celdas. Sentir su voz, aunque preocupada y acusatoria me lleno de una calidez que extrañaba. Aunque también de una congoja y una culpa que me hizo sentir nauseas.

-Aioros. -murmuré, pegando mi boca a la rejilla. -Tenemos muchos problemas, Shion me preguntó cosas que no pude contestar y no sé que hacer. Tengo miedo, Aio. Tengo mucho miedo de quedarme estancado en esta situación.

-Tranquilo. -dijo mi hermano, intentando relajarme.

-No, no, no Aioros. No hay forma de escapar. -me estaba entregando a la locura, y lo sabia, pero no podía hacer nada por evitarlo.

-Claro que sí, Aioria. Tenes que inventar algo, tenes que contestarle a Shion lo que quiera oír y tenes que calmarte y dejar de preocuparte por esto.

¿Qué me estaba diciendo? ¿Otra vez con eso? ¿Otra vez con que lo dejara morir?

-Puse todo en esto, todo, mi cabeza, mi cuerpo, mi sangre.

Le di un golpe a la ríspida pared que me hizo saltar la piel enseguida. No importó. Seguí golpeándola con rabia, indefenso y aterrado.

* * *

Ya estaba totalmente desesperado. Nada estaba saliendo bien, y para peor, las cosas se estaban complicando muchísimo. No habíamos podido terminar de tapar el hoyo y los tipos de la alfombra la colocarían mañana.
Estaba desesperado y angustiado. Había tenido que oír la vocecita triste de Kiki al decirle que habían surgido algunos problemas, y que el viaje se demoraría un poco.

Había pensado que jamás tendría que volver a mentirles.
Miré a los que ahora eran mis compañeros. ¿Quién lo habría creído? Europeos. Rubios y bonitos. Que locura. Apenas dos meses atrás planeaba una guerra racial y ahora compartía las tardes con Afrodita Piscis, el mayor discriminador de la prisión. Al menos Dohko era asiático también.
Miré el sector a donde se dirigían sus miradas. Mime desplegaba sus encantos en la otra punta del patio. Era bizarro. Era tan afeminado que incluso llevaba maquillaje y el rojo cabello atado en una pomposa coleta.
Todos lo miramos a Afrodita. Después de todo, Mime no debía llegar a los 20 años.
Este hizo una cara de asco.

-Soy sociable pero no tanto.-se defendió.

Me reí. Incluso aunque lo odiaba tenía que admitir que sus remates eran buenos.

El chino pidió concentración y todos los ojos se volvieron a él. No era tiempo de bromear.
El viejo miró directo a Milo.

-Me enteré de que Aioria está en el Solitario.

-¿Qué?

La cara del griego, como la de todos se desencajó de preocupación. Se suponía que él arreglaría todo al final. …l se las ingeniaría.

-Pero no entremos en pánico-aclaró el viejo-Si el Gato no puede, alguien mas va a tener que hacerlo.

Ahí me dí cuenta de porque miraba fijamente a Escorpio. También él.

-Ah no, no no no no…-empezó el rubio retrocediendo instintivamente.

-Escuchá Milo-le explicó, como si tuviera cinco años- vos sos el único que puede salir de la celda. Sos el único que tiene el inodoro móvil. Es tu responsabilidad.

No hubiera querido estar en los zapatos del griego.

-Pero…-no encontraba las palabras-…supongamos que llego a la sala de guardias…si tapo el hoyo…¡Me voy a quedar encerrado en la sala!¡No voy a poder volver!

-Tenes la rejilla-le recordó Afrodita con su acento sueco más notorio que nunca, supongo que también estaba nervioso.

-¡Si me atrapan corriendo por ahí me van a dar diez años!-protestó.

-Que no te atrapen-le dije entonces, con una voz que no reconocí como propia.

Con todos en su contra Escorpio puso cara de abatido. Me dió un poco de pena.

-Esta noche Milo-le recordó Dohko antes de que sonara la chicharra para volver a las celdas.

* * *

Necesitaba recordar.
Recordar los planos.
Respiré con dificultad. La cabeza me daba vueltas, y los nudillos me ardían por el golpe a la pared.
Necesitaba dibujar.
Sí, eso.
No servía de nada trazar las líneas en la mente.
Pero no tenía nada para hacerlo. Se llamaba solitario por una razón.
Miré a ambos lados del pequeñísimo lugar. Nada, no había nada. Sentía la voz de Aioros como si me hablara del cielo, o de la tumba más bien, ya que la rendija estaba en el piso y el sonido se elevaba fantasmagóricamente.
No había tiempo para prestarle atención a lo que decía.
Necesitaba pensar. Recordar.

Tuve una idea. Me saqué el buzo gris reglamentario y le dí un mordisco intentando romperlo, como un auténtico felino. Para mi suerte no lo hacían de un algodón muy resistente.
Una vez que tuve el punto de inicio el resto fue fácil. Corté pequeñas tiras, de manera que pudiera dibujar con ellas.

Aioros me llamaba. Pero ahora que podía liberar mi palpitante cabeza llena de información no había tiempo para nada más.


* * *

Me transpiraban las manos. La última vez que lo habían hecho estaba recitando los significados de las palabras junto a mi padre y sus amigos. Le gustaba presumir mi inteligencia. Le gustaban muchas otras cosas de mí también.

Me las froté y usé mis pantalones para dejarlas secas.
Como todavía era muy respetado en mi círculo interno, cuando pedía tranquilidad, mis nenes me dejaban solo.
Pensaba en Milo y si ese griego inútil podría llevar a cabo el plan. No temía que nos dieran muchos años más por intentar huir, yo tenía una condena perpetua, así que era maso menos lo mismo para mi.
Lo que temía era justamente eso. No poder cambiar la realidad y quedarme allí para siempre.
Volví a secarme las manos en el momento en que Escorpio entraba a mi celda con una cara que no me gustó nada.

-No-dije rotundo.

Milo me había contado lo que necesitaba de mi. No pensaba hacerlo.

-Oh vamos, te gustan los nenes, no te hagas…-mi picoteó.

Hacía unas horas estaba por mojarse encima del miedo y la responsabilidad y ahora ya estaba haciéndose el Gato, ideando planes e impartiendo ordenes.

-Ya te dije que a ese no.- levanté la voz.- Soy demasiado lindo para él.

Escorpio me miró como evaluándome. Al parecer no tuvo nada que desmentir.

-Más a mi favor. Llegar a lo que te pido va ser pan comido.-

Me guiñó un ojo.

Quería estrangularlo. Pero lo necesitaba para que tapara ese estúpido agujero.

-Tenes que ayudar Afrodita-me dijo mas serio cuando vió que yo no cedía- Yo voy a hacer mi parte, pero vos hacé la tuya.
-Una para el equipo, ¿te acordás?-

Odié tener que hacerle caso. Lo odié todo el tiempo que me tomó bajar hasta la celda de Mime, seducirlo y acostarme con él para obtener lo que Milo quería.

Todavía olía a la colonia barata con que el chico se bañaba cuando le entregué el encargo al griego.

-Ni una palabra a nadie, ¿esta claro?-lo amenacé con mi voz mas fría.

Lo agarró sonriendo.

-Förbannad-mascullé por lo bajo mientras caminaba con odio de vuelta a mi celda.

* * *

Cuando salí del pozo con la cara sonriente, Kanon y Saga me sonrieron a la vez. Por lo menos habíamos conseguido algo.

Ahora era momento de hacerlo valer.

Repetí rápidamente la palabra leída en la pared. Mors no significaba nada para mi, pero al parecer sí para los gemelos que tardaron los mismos segundos en fruncir sus ceños, y scanear en su cabeza. Al mismo también, murmuraron con extrañeza: “Mors es el dios romano de la muerte tranquila, el equivalente a Tanathos en nuestra religión.”

Se miraron y no pudieron menos que lanzar una carcajada.

Estábamos de vuelta en la casa, con un nuevo teléfono, una nueva pista y una nueva necesidad de vengarse de parte mía. Saga y Kanon parecían ansiosos por seguir investigando, pero yo necesitaba más.

Saga hizo unas búsquedas en la computadora y sólo obtuvo una persona con el nombre Mors. Anotamos su dirección y su teléfono pero otra vez nos estábamos quedando con las manos vacías.
Kanon volvió del comedor donde había estado intentando despachurrar un viejo cargador de teléfono para hacerlo encajar en el celular que le habíamos sacado a la mujer.
Sus largos y despeinados cabellos se agitaron cuando negó con la cabeza.

-Vamos a tener que ir al centro a comprar uno para éste equipo. –anunció, resignado.

Saga se veía preocupado.

-No deberíamos…

¿No deberíamos? ¿Cómo que no deberíamos? ¿Acaso se había rendido? Teníamos que seguir luchando. Haría lo posible para salvar a mi papá, o moriría intentándolo.

Los gemelos se fueron a discutir afuera, como hacían siempre que no querían que yo me enterara. Me senté en el sillón, enojado. Sin querer le di un golpe a la notebook y la pantalla de esta parpadeó, mostrando nuevamente la imagen donde habíamos estado buscando el nombre de Mors.
Por impulso marqué el número de teléfono que figuraba y esperé. No sabía que iba a decirle, pero no podía quedarme con las manos cruzadas.

Lamentablemente me entró el contestador, pero la voz que escuché me paralizó. Era la misma que se había reído de mí, días antes: ¿Te crees que podes apretar cuatro teclas antes que yo apriete una? Jamás me olvidaría de esa voz, y de esa cara, la que había matado a mi madre.

Me anoté la dirección en un papel y fui a la alacena intentando no hacer ruido. Ahí estaba la pistola que Kanon tenia para protegernos. Reluciente como el ébano parecía desafiarme desde su escondite.
Sin pensarlo mucho mas, me guardé el papel en un bolsillo y el arma en el cinturón del pantalón, como en las películas.
Cuando Saga gritó que nos íbamos, respiré profundo y puse cara de póker.

* * *


-Los encuestadores de ambos partidos dan un empate en las elecciones próximas. La candidata Athena se presentará—

La puntada que sentí en la cabeza me hizo desconcentrar. Roté el cuello intentando que la sangre llegara de manera mas limpia al cerebro pero tampoco pasó.
Respiré profundamente, intentando relajarme.

-Mucho trabajo. –sentenció Shiva, cuando llegó junto a mí en el barcito en que habíamos quedado en encontrarnos.

Sonreí. No tenía mucha vida social y mi enfermero me asistía, incluso cuando estaba fuera de horario.

-Gracias por venir. –logré decirle, cuando las puntadas iban cediendo.

…l sonrío. Era joven y guapo.

-Deberías salir más. –siguió, mientras pedía una cerveza. –menos trabajo y mas novios. –me guiñó un ojo lleno de pestañas.

-Tuve malas experiencias. –negué con la cabeza mientras mordisqueaba una de las galletitas que había pedido.

-¿Malas experiencias o malos chicos? –inquirió, burlón.

Me reí.

-Un poco de los dos. Me gustan los chicos con problemas emocionales, así cuando me enamoró de ellos, puedo pegarme en su síntoma. –dije sonriendo con resignación.

-¿Cómo con Leo? –preguntó Shiva mordaz mientras destapaba su cerveza recién traída de manera profesional.

Sentí como me ponía colorado al instante.

-Es un preso. –me defendí de manera pobre rápidamente.

-Pasas ochenta minutos enrollándole la manga. –agregó.

Y me hizo un gesto con el dedo, como que me había pescado.

No pude decir nada.

* * *

Las tiritas no ayudaban. Se doblaban. No quedaban como yo querían. ¡No servían!
No había podido hacer nada mas que una cosa inentendible que no representaba ni medio mapa y ya se me habían acabado los pedazos de tela.

-¡Arrggh!-grité y de un manotazo destruí lo que había creado.

Aioros ya no hablaba. O yo no escuchaba.

Había dejado toda mi vida en llevar a cabo ese plan. Toda mi sangre, como le había dicho a mi hermano minutos antes. ¿O eran horas? ¿Cuánto tiempo llevaba tratando de descifrar ese rompecabezas?
Toda mi sangre…repetí mirando mis nudillos inflamados y ensangrentados. Sangre, esa era la solución, la sangre no se acabaría rápidamente como la tela. Una persona adulta llega a tener de 4,5 a 5 litros de sangre en su cuerpo.

Volví a golpear la pared y esta vez la sangre manchó mucho más que antes. Si podía utilizarla como tinta…
Golpeé la pared tantas veces como fue necesario para tener un pequeño charquito de maravillosa tinta escarlata para dibujar el plano.
Eso era todo lo que necesitaba y lo tenía adentro mío. Había perdido preciado tiempo para darse cuenta. Supongo que el fuerte dolor era el castigo que me merecía por mi estupidez.

* * *

Había llegado el momento. Era la hora en la que usualmente salía el Gato. El período más largo entre control y control.
Corrí el inodoro y dando un último vistazo a la celda me metí dentro.

Tardé un siglo en salir por la abertura de la sala de guardias. Estaba oscuro y sentí miedo de que al prender la luz alguien me viera, incluso aunque el lugar no tuviera ventanas.

Quizá Aioria era ingeniero, pero seguramente nunca había preparado cemento en su vida. Tapar el pozo fue lo más fácil de todo. No me topé con ningún guardia, lo que simplificó las cosas. Si me agarraban, tenía que ser afuera.

Transpirado y sucio salí por la puerta. La temperatura había bajado bastante y un escalofrío corrió por mi espalda.
Tomé aire y corrí hacia la rejilla que estaba en el medio del patio. El Gato solo había podido salir por ahí porque llevaba puesto un uniforme de poli.
Así había terminado también.

Con el corazón palpitándome locamente llegué a la rejilla. ¿Acaso todo saldría bien?
Por supuesto que no.
La luz me enfocó en seguida y una alarma chilló de manera ensordecedora. De repente tenía a todos los francotiradores sobre mi cabeza.
Alcé las manos instintivamente.

-¡No disparen! ¡No disparen!-grité mas asustado de lo que había estado en mi vida.


* * *

Era increíble lo estúpido que era Escorpio. ¿Qué demonios pretendía?
Temblaba como una hojita cuando los guardias lo escoltaron hasta mi oficina.

-No tengo mucha simpatía por los que intentan escapar-le dije en voz muy tranquila.

Disfrutaría esto.
…l no dijo nada.
-La prisión va a presentar cargos-le comenté a modo de rutina- Ahora te trasladan, tenes un juicio y volves en tres meses con una condena de diez años.

Milo abrió sus ojos increíblemente celestes con terror.

-No intentaba escapar- balbuceó cuando le volvió la voz.

Me reí con una carcajada y los otros dos policías sonrieron. Luego y en un rápido movimiento estampé a Escorpio contra la pared, agarrándole el cuello. Ya estaba harto de sus mentiras y sus secretos.

-Empezá a hablar-dije despacio pero con los dientes apretados.

-Me-me iban a pasar algo…-respondió como pudo el preso.

Eso me dejó perplejo unos segundos. ¿Qué?

-Por droga son cinco años, griego- le aclaré.

-No era droga señor- me corrigió, y se soltó de mi agarre para agacharse hasta poder hurgar en su media.

No entendía nada.
Le abrí la mano y le arrebaté un paquetito. Lo abrí con ansiedad.
Lo que había adentro me sorprendió.

-¿Un mechón de pelo?-pregunté estúpidamente a pesar de que lo tenía en la mano.-¿te arriesgaste a diez años de prisión por un mechón de pelo rojo?

Definitivamente era un estúpido.

-Es de mi novio-me aclaró-Quería que cuando…usted sabe…pensara en él, que pudiera tocar una partecita suya. Tiene miedo de perderme.

No sabia si reírme o pegarle.

-Lo hizo por amor-dije en tono de burla y mis colegas rieron.

Dioses, que situación más absurda.

-Llevenlo al Solitario.-ordené- Y le devolví el cabello, recordando al pelirrojo que venía a visitarlo.

-Griegos…-murmuré.

* * *

Estaba oficialmente desesperado.
Mi hermano no me contestaba y lo oía balbucear cosas que no llegaba a entender.
¿Qué le pasaba? ¿Por que no me respondía?
Miré por el ventiluz que había en la puerta blindada. Todavía era de noche. O eso creía. Odiaba estar allí porque las horas del día apenas se notaban.
Movimientos extraños sucedían afuera y me incorporé para ver mejor.
Venía un poli con un preso.
Reconocí los rulos rubios.

-¡¿Milo?!-grité y este buscó quien lo llamaba con la mirada.

Me dirigió una sonrisa enigmática y rápidamente desapareció de mi visión.

-¡Guardia!-llamé ahora, seguro de que había alguien dando vueltas por ahí.

No era Garan pero serviría.

-¿Qué queres Sagitario?-me preguntó algo molesto.

-¿Puede ir a ver si mi hermano esta bien? No me contesta cuando lo llamo…-no sé como tomaría eso ultimo, pero no hizo ningún comentario.

Oí ansioso como los pasos del guardia se dirigían a la puerta de Aioria.

-Leo, voy a entrar, no intentes nada, ¿me oíste?-

Como en una película de terror sentí las vueltas que daban la llave antes de que al fin se abriera la puerta.
En segundos que parecieron horas, oí la voz nerviosa del policía dar un grito a su radio:
-Traigan un médico al Solitario, ¡es urgente!-

Una asfixiante angustia se apoderó de mí. ¿Acaso era otro plan de mi hermano? ¿O era en serio esta vez?

* * *

Esa mañana cuando nos llamaron a la IP para trabajos en el patio, me sentí raro y triste.
Solo estábamos Afrodita, Mu y yo. Se sentía como si hubiésemos perdido compañeros en la batalla.
Me arrepentí de haber sido duro con Milo.
A través del alambrado vimos como llegaban los instaladores de alfombras. Si el chico lo había logrado lo sabríamos en unos minutos.

-Asi que agarraron a Escorpio-comentó lo obvio Mu.

Piscis le dirigió una mirada asesina.

-En un rato van a levantar esa alfombra y si ese griego no lo hizo, todos vamos a estar muuuy jodidos-comentó el sueco

Le dí un codazo para que se callara. Hyoga rastrillaba muy quieto unos metros más allá.

* * *

Me encontré con el Dr. Shaka por el camino hacia el sector de los aislamientos.
¿Me daba la impresión o estaba nervioso y asustado? Era la segunda vez que lo veía así en el día y había terminado de comprobar que se ponía de esa manera cuando tenía que ver con Aioria.
Me habían comunicado de su estado, y había decidido ir verlo para resolver que hacer a continuación.
¿Qué había pasado con ese chico? Los extraños acontecimientos que lo rodeaban no tenían ninguna explicación.

O quizás si, habíamos estado a punto de ejecutar al hermano, e íbamos a hacerlo dentro de unas semanas. Supongo que eso afectaría a cualquiera. Durante la mañana mientras trabajaba en la muralla había estado concentrado, pero parecía que simplemente era la calma antes de la tormenta.

No le hable a Shaka, parecía a punto de gritar así que lo dejé tranquilo.
Llegamos al lugar donde un par de guardias bloqueaban la puerta abierta.
Me quedé de piedra al mirar el interior. No me lo esperaba.

Las paredes estaban llenas de líneas inentendibles dibujadas con sangre. Y en el piso sentado y con la mirada perdida, Aioria. Con las manos lastimadas e inflamadas.
Había gotones rojos esparcidos por el suelo.

El médico también se quedó estático por unos momentos, pero reaccionó rápidamente y se agacho junto a él. Su largo y rubio cabello hizo un movimiento gracioso cuando lo alcanzó la gravedad.

Le revisó las manos y luego le apuntó una linterna a las pupilas desenfocadas.

-Vas a estar bien-le susurró muy dulcemente mientras sacaba vendas de su maletín.-

Para cuando terminó, me encontraba pidiendo un lugar en el ala de psiquiatría.
Le avisaría al hermano a la mañana.
Egoístamente pensé en mi muralla y lo poco que faltaba para mi aniversario.

* * *

-Me dijiste cualquier cosa, ¿te crees que soy estúpido, pendejo? -la voz grave de Radamanthys no dejaba lugar a replicas. El rubiecito balbuceaba incoherencias mientras el jefe lo arrastraba hasta mi celda. Hasta mis brazos expectantes.

-Pero algo tiene la alfombra, señor, lo juro. -seguía.

Radamanthys se le acercó al oído y le dijo algo que no pude escuchar.

Tampoco me interesaba. Yo solo quería tenerlo conmigo y el jefe había aceptado a traérmelo. El como y el por que me importaban muy poco.

-Otra oportunidad, por favor. -imploró Hyoga.

Se veía tan asustado y delicioso que me provocó una puntada en la entrepierna.

Ahora si los ojos de Wyvern hicieron contacto con los míos y sin palabras me dijo lo que quería escuchar: "acá lo tenes, hace lo que quieras con él".

-No, jefe, por favor. -intentó Hyoga una vez mas.

Por supuesto no sirvió de nada, lo abracé por la espalda. A todos los internos les llevaba como una cabeza, pero a él, como dos. Lo envolví completamente y su cuerpo se puso rígido, al igual que mi miembro -pensé riéndome.

-Disfrutalo. -agregó Radamanthys con su acento inglés bailando de superioridad.

Usted es quien manda. Pensé, y me reí de mi propio chiste.

* * *

Llegué a mi casa distraído, lo averiguado a la tarde todavía me seguía dando vueltas por la cabeza. Al final, mi Athena no tenía mas poder que cualquiera de los peones que trabajábamos para ella. Todo estaba tan desnivelado...

Cuando estaba por entrar, mi entrenamiento me señaló que alguien había irrumpido en mi casa. La ventana junto a la puerta estaba rota y los vidrios estaban en el piso formando una pequeña pila.
Mis sentidos se pusieron en alerta, ¿quien podría ser? ¿Hypnos?

Entré con decisión, no tenia miedo, nadie podría acabar tan fácilmente conmigo. Los sobres que se apilaban en una de las mesas estaban desacomodados. Entonces era alguien que me conocía, o que quería conocerme.
Ciertamente me sorprendí que fuera Seiya Sagitario el que me apuntaba con un arma.

Su cabello castaño estaba sucio y desaliñado, como si hiciera mucho tiempo que no se lo lavaba. Sus pupilas estaban dilatadas y temblaba como una hoja.

Pero la pistola la sostenía firme, con las dos manos. No sé que estaba tratando de demostrar pero por las dudas no le dejaría comprobar hasta donde era capaz de llegar.

-No sos un asesino, Seiya. -fue lo primero que le dije, intentando calmarlo.

Sus ojos marrones relampaguearon con odio, parecía mucho mayor de lo que en realidad era.

-No quiero escucharte. -murmuró con voz temblorosa.

Ya era mío.

-Seiya, Seiya, las cosas pueden ser--

El disparo me rozó la oreja. Me dolió como un demonio, pero no grité, simplemente me reí, para ponerlo mas nervioso.
¡Waw! Se había animado y todo. Debía estar muy enojado porque había matado a su madre y había colaborado para encerrar a su padre. Pero yo tenía muchos problemas hoy como para intentar razonar con un tipo que quería matarme.

-Adolescentes, -dije. -Siempre la culpa la tiene el otro.

No me contestó. Me di cuenta que estaba intentando darse maña para recargar la pistola. Ah, con que no era tan fácil.

-Seiya, hay otras maneras--comencé nuevamente.

Pero el inconfundible sonido de una sirena de policía cortó mis palabras. Seguramente algún buen vecino lo había visto entrar y había querido hacer su buena acción diaria. Gracias a Dios por las buenas intenciones.

Su cara se puso pálida y ahora si los temblores le llegaron a las manos. La pistola se movía peligrosamente.

Los policías entraron haciendo un espectáculo, como siempre. Lo redujeron en segundos y me alcanzaron un trapo para que me pusiera en la sangrante oreja.

Empezaba mi show ahora.

-¿Señor Mors? ¿Se encuentra bien? ¿Qué sucedió?

-Entré a mi casa y encontré a este chico, seguramente es un ladronzuelo intentando conseguir algo para drogarse. -mentí, mirándolo con una sonrisa de pena.

El agente asintió.

-Los chicos de hoy en día, -proseguí. -los padres los abandonan y se vengan contra el mundo, menos mal que no llegó a mayores.

Seiya no daba crédito a lo que yo decía, se debatía entre los brazos de la policía con verdadera fuerza.

-¿A que se dedica, Señor Mors? -me preguntó uno de ellos al ver el descuido general de mi casa.

-Vendo repuesto para piezas de ajedrez al exterior. -contesté, perfectamente planeada mi mentira.

Los policías se miraron sorprendidos. Me acerqué despacio a una de las cajas del suelo y saqué unas mas pequeñas.

-Aca tiene, llevele a su familia. -le entregué.

Los polis se fueron contentos con Sagitario junior.

Me senté y me saqué el trapo de la oreja. Ya había dejado de sangrar y tenia cosas más importantes en que pensar.
Por ejemplo, ¿como había podido Seiya encontrar mi dirección?

* * *

El lugar era iluminado y bonito. Muy bonito. Era tranquilo y silencioso, como el río Estigia. No había mas que fantasmas blancos que apenas se movían.
Paz y tranquilidad absoluta.
Un ruido extraño perturbó el perfecto silencio y dirigí mi vista hacia la intromisión.

Un nuevo fantasma al parecer. Lo traían casi a rastras. Tan muerto como los otros. Lo dejaron cerca mío.

Lo miré fijo. Alcancé a ver como sus ojos muertos y desenfocados cobraban vida en un parpadeo. Me asusté un poco. No había lugar para gente viva en aquel río de paz.
El me miró fijamente y sonrió. No entendí porque.

Se acercó aun mas, y aunque estaba vestido igual que el resto de los fantasmas, me dijo con una voz llena de vitalidad:

-Hola compañerito de celda-

Lo miré extrañado. ¿Había visto a ese no-fantasma antes? Sus ojos verdes tan brillantes no me sonaban para nada.

-¿Quién sos?
Notas finales:

*Lo que dice Afrodita significa Maldita en sueco.

Gracias por leer!


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