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Sunion Break por Agus y Moony

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Notas del capitulo:

Hola!! Actualizamos!! Esta vez hiper largo, porque abarcamos el capitulo ¡¡3!! de la serie entero. Sin cortes ^^

Estamos muy contentas de haber recibido sus maravillosos reviews. Gracias y esperamos que les guste la continuacion.

NOTA: Esta dividido en dos porque no lo dejaba publicar. Tampoco es que fuera taaan largo, pero bueh.

 

 

La enfermería apareció de nuevo frente a mis ojos. El doctor Shaka ordenó que me depositaran en la camilla y se puso a trabajar rápidamente.

La tortura aumentaba y disminuía de a momentos,  recibiendo puntadas de un agonizante dolor para luego no sentir nada, ni siquiera el pie.

No quería gritar frente al rubio, aunque era una tontería, ya que inevitables lágrimas corrían por mis mejillas.

El olor de mi propia sangre, más las puntadas de algo que se podría describir como shocks eléctricos en el pie, me revolvían el estomago produciéndome unas intensas nauseas.

Shaka preparó una jeringa y me inyectó silocaína. El dolor aminoró y la electricidad cedió algunos watts. Luego me desinfectó la zona, y empezó a trabajar en mi pie, aunque dada la posición en que me encontraba, semisentado, no podía ver muy bien.

Conforme aminoraba mi sufrimiento, y mi cabeza pensaba con mas claridad, empecé a mirar al médico.

Ahora colocaba unas gasas con mucha suavidad. Tiró los guantes de látex en un cesto y comenzó a vendarme con sus manos desnudas. Eran blancas y delgadas, de largos dedos. Me sorprendí buscando un anillo que no tenía. Quizá se lo sacaba para trabajar.

Cuando terminó me miró fijamente.

 

-¿Qué pasó? -Me preguntó ceñudo.

 

-Nada –mentí

 

 Negó con la cabeza con pesar.

 

-No parece como nada- repuso-Quedate acá tranquilo mientras hablo con los oficiales.

 

Salió de la habitación, pero su voz contrariada se colaba por la puerta semi cerrada.

 

-Imagino que ya saben quién es el culpable-le decía a alguien que no alcanzaba a ver.

 

La voz de Radamanthys contestó seriamente:

 

-Fue un accidente, se cortó con unas tijeras de podar que alguien había dejado en el piso.

 

Shaka no se lo creyó, y ahora el tono de su voz fue más descortés.

 

-Claro, las tijeras traspasaron la bota, pero no la media, que estaba sana. ¿Raro no le parece?

 

Sentí el enojo en la voz del policía.

 

-No recuerdo haberle pedido opinión al respecto, doctor. Leo sufrió un accidente, nada

 

mas. Haga bien su trabajo, que yo voy a hacer el mío.

 

Shaka, mas irritado, hizo un amago de replicar pero Radamanthys lo cortó.

 

-Díganos cuando este listo, así lo llevamos a su celda.

 

El médico regresó, con sus blancas mejillas teñidas de carmesí. Posiblemente de la irritación Al mirarlo un cosquilleo me  recorrió el cuerpo entero, que no tuvo nada que ver con el dolor.

 

* * *

 

 

 

 

Otra vez la sala de visitas, estaba seguro de que Shaina había venido a buscar lo que quería, después de todo, era una mujer de palabra.

Esta vez estaba sola, ni Manigoldo la había acompañado.

Me senté frente a ella, que lucía impaciente y ansiosa por lo que yo tenía para decir.

 

-No habló. -dije ni bien me senté, para no darle falsas esperanzas. Su cara se deformó por la ira.

 

Era una mujer preciosa, pero ahora parecía una serpiente venenosa.

 

-¿Cómo que no- -? Comenzó con voz aguda

 

Le extendí la mano y le pasé una cajita blanca.

Antes de abrirla me miró a los ojos, tenía suficientes años en el trabajo para hacerse una idea de que había allí dentro.

Igualmente la abrió, su cara se relajó  en una sonrisa malévola. No hizo ningún ademán de asco o repulsión. Bien por ella.

 

-¿Son de él? Preguntó, aunque sabía la respuesta.

 

-Sí, contesté secamente.-No va a hablar

 

Shaina dejó a un lado la cajita con los dedos. Sus uñas repiquetearon en la mesa metálica.

 

-¿Así que no va a hablar? ¿Esa es tu respuesta? -mantenía su voz  serena, pero la conocía lo suficiente para saber que estaba haciendo enormes esfuerzos para controlarse.

-Mira Giovanni, estoy empezando a creer que vos-puntualizó esta palabrita- no querés que hable.

 

-No seas tonta Shaina, ese pibe me puso acá adentro, ¿te crees que no quiero verlo muerto?

 

Ella me miró, aunque no se convenció.

 

-Lo que creo es que ya estás jugado, ya estás adentro, ¿Qué puede ser peor? –su voz se volvió casi un susurro:

 

-Pero si Shiryu declara en la próxima audiencia- hizo una pausa innecesaria – vamos a ser vecinos Death Mask, y no lo digo literalmente, ya que esto cárcel es de hombres, pero vos me entendés, ¿no es así?

 

Esta vez yo sonreí con una mueca. Algo de razón tenía, yo ya estaba adentro, y que ella cambiara sus tacones por las alpargatas blancas reglamentarias, no me importaba ni un poco. Yo tenía a Manigoldo cuidándome mi imperio, ella no significaba nada para mi negocio.

Ella leyó correctamente mi expresión, aunque yo traté de disimular. Hizo un gesto con una mano y las puertas de la sala de visita volvieron a abrirse.

Me quedé de piedra cuando mis hijos entraron corriendo. Ni siquiera pude reaccionar cuando ellos se lanzaron a mis brazos.

 

-Papá, papi, ¡la tía Shaina nos trajo a verte!

 

La miré desolado. Su cara era de completa maldad. Me estremecí, había subestimado sus acciones.

Abracé a mis hijos cuanto pude, ya que de repente me costaba moverme del miedo.

 

-La tia Shaina va a llevarnos al lago este fin de semana. -Me contó mi nene con la carita rebosante de alegría.

 

-Claro que sí-aseguró ella- la vamos a pasar genial, ¿no es cierto, chicos?

 

Ellos vociferaron un si, repleto de emoción.

 

-Mientras papi hace su trabajo, nosotros vamos a disfrutar al máximo.

 

No tuvo necesidad de decir sus amenazas, ya que la imagen en mi cabeza, de mis pequeños solos con ella todo un fin de semana, valían más que mil palabras.

 

Volví a la celda totalmente aterrado. No podía creer de lo que Shaina era capaz. Eso era pasarse una línea. Una que nunca me había pasado y que no toleraría que la pasara ella. Era realmente despiadada.

Enseguida le conté todo a Mei, mi compañero mas cercano.

 

-¿Y si le cortamos toda la pierna, hasta que hable? –sugirió.

 

Debería haberme reído con su comentario, pero estaba trastornado. No esa no era la solución. Era otra y ya tenia en mi cabeza.

 

-Quizás estuvimos equivocados hasta ahora, quizás los Beatles tenían razón…

 

Mire a Mei, a ver si había entendido. Al parecer no. Suspiré con cansancio.

 

-Quizás todo lo que necesitemos sea amor…

 

* * *

 

 

Mi hermano estaba como loco. Me reí, siempre se ponía así cuando me pasaba algo.

Me acordé cuando me iba a buscar a la escuela y se enojaba con mis compañeros cuando me peleaba con ellos. Los chicos lo veían alto y grande y se asustaban, prometiéndome que nunca más se iban a meter conmigo. Traté de hacerle recordar esa época, pero al parecer no estaba de humor. La verdad es que no podía culparlo.

Por culpa de los tratos de firma claramente mafiosa del, -oh, casualidad- mafioso Death Mask, con el que estaba haciendo negociaciones no muy transparentes, me faltaban dos dedos de los diez que venían en mis pies.

Me dolía, si, pero el doctor Shaka me había dado suficiente anestesia como para poder caminar, aunque lo hacia con dificultad.

Y luego de los dos días de encierro, por nada me perdía el recreo al aire libre.

Aioros seguía maldiciendo al italiano. Lo miraba a través del alambrado que nos separaba y le lanzaba amenazas que dudo que llegaran a sus oídos. Pero así él era feliz. Y bastaba para mí.

Aparte yo había demostrado que por mucho que me torturaran no iba a hablar. Y estaba orgulloso de mí. Giovanni debería jugar mi juego a la fuerza.

 

-Vas a terminar mal a menos que yo haga algo. –siguió Aioros. Sus rulos se movían con furia de un lado a otro mientras sacudía la cabeza, y caminaba por su sector, de lo nervioso que estaba.

 

Esta vez salí de mis pensamientos y lo miré con ternura.

 

-No podes hacer nada Aio, tenes que quedarte tranquilo. Yo me voy a encargar de todo.

 

Frunció el ceño, odiaba que lo hiciera quedar como el menor, pero no dijo nada. Seguro porque yo había sufrido hace poco y él no lo toleraba.

Sin embargo preguntó:

 

-Bueno, y como sigue ahora todo esto...

 

-Ahora...-contesté, bajando la voz hasta casi convertirla en un susurro. Tanto fue así que Aioros dejó de caminar y se acercó al alambrado para escucharme.

 

-Viene la parte mas importante.

 

Levantó las cejas en un gesto suyo muy característico.

 

-Pensé que lo mas importante era tratar con mafiosos –me interrumpió.

 

Y ahí estaba otra vez. Seguí sin darle importancia a su comentario:

 

-No, ahora es cuando el plan no puede seguir sin esta persona. Y depende de él si salimos o no.

 

Vi como su mirada se oscurecía, lo había asustado, sin intención, pero tampoco podía mentirle.

 

-¿Y quién es esa persona, Zeus? –preguntó en un intento, muy suyo también, de hacerse el gracioso para ocultar el miedo.

Yo igual reí.

 

-No, es Milo, mi compañero de celda.

 

Y lo señalé con la cabeza mientras al fin lo veía entrar al patio común.

Aioros me miró nuevamente con el ceño fruncido.

 

-¿Escorpio? Es un ladrón...no se puede confiar en esa gente...

 

Puse los ojos en blanco, el no era precisamente un santo tampoco.

 

-Bueno, no importa si se puede o no se puede, el caso es que si él no me acompaña no voy a poder hacer el agujero en mi celda que me permita salir y que finalmente nos permita escapar…

 

Lo dije todo rápido, porque sus labios gruesos se abrían y se cerraban con intenciones de interrumpirme.

La realidad era esa. Necesitaba a Milo conmigo, pero en serio.

 

-¿Y cómo vas a saber si es confiable o no? –preguntó mi hermano abatido, finalmente, entendiendo la situación en la que estábamos.

 

-Ya verás. –le dije misteriosamente mientras sonreía, y me fuí porque nos llamaban al comedor, dejándolo enojado y mirando nuevamente hacia donde estaba Death Mask amenazándolo en voz baja.

 

* * *

 

Al fin estaba libre. Al fin volvía a mi celda común. Era extraño como deseaba volver a estar en un lugar que odiaba. Pero que sin duda, era un millón de veces mejor que el lugar anterior. Vi al gato hablando con su hermano a lo lejos. Me alegré de volver a verlo, Confinamiento en solitario no era solo el nombre del lugar del castigo, también era parte del castigo.

Pero ahora tenía algo más importante que hacer. Hablar con mi chico. Al que no había podido llamar en su cumpleaños, al que extrañaba con locura. Me acerqué a los teléfonos. El día estaba fresco, pero yo estaba tan feliz de estar afuera que no lo sentía. Quería que el sol me diera en los brazos, y que el viento me despeinara los cabellos.

Marqué el número de Camus rápidamente. Era la única persona a la que llamaba y sentía que mis dedos estaban acostumbrados a esas teclas.

Sonreí de solo pensar en que pronto escucharía su voz.

Pero no fue su voz la que me contestó al cabo de varios tonos. Fué la de su madre, Natasha. Ufa. Esa señora directamente me odiaba, igualmente trate de ser cortés.

 

-Señora, ¿cómo esta?

 

-¿Quién habla?

 

Cerré los dientes fuertemente para no lanzarle algún insulto. Respiré profundo y contesté:

 

-Milo. ¿Esta Camus?

 

Era obvio que no. Y así contestó. Luego le pregunté:

 

-¿Sabe dónde está?

 

Con la voz llena de enojo contestó un “por supuesto que sé”.

 

Imagine que me lo quería decir, así que le pregunté.

 

-Esta con Crystal obviamente. Èl sí lo hace feliz.

 

Respiré nuevamente, sintiendo que estaba agarrando el teléfono con tanta fuerza que se me iba a quebrar en los dedos.

 

-Mire, señora, yo amo a su hijo, me voy a casar con él muy pronto—

 

Me interrumpió, al parecer ni había escuchado lo que le decía. O quizás sí:

 

-Mira, Milo, si realmente lo queres, dejalo en paz. Es más feliz sin tus problemas.

 

Y me cortó, obviamente.

Estampé el teléfono al colgarlo y un guardia que estaba cerca me miró.

Negó con la cabeza, pero no dijo nada. Al parecer le importaba muy poco si rompíamos las cosas, total no eran suyas.

Enojadísimo me fuí a cambiar. El gato me había incluido en la IP en el tiempo que había estado afuera y ahora tenia que trabajar. ¿Qué estaría tramando ese gato iluso?

 

* * *

 

-Tenías muy buenas notas, vas a tener que recuperarlas trabajando duro.

 

-Si señorita-respondí monótono.

 

Llevábamos dos horas en ese estúpido lugar al que mi madre me había obligado a ir.

Era como una especie de centro de rehabilitación para jóvenes “perdidos”, ya sea por drogas, maltrato, delincuencia, etc.

Mi madre asentía con solemnidad cuando la tutora que me habían asignado, me obligaba a firmar un contrato de convivencia, de horribles y pesados items como: “respetar a tus adultos”, “Hablar con ellos cuanto sintiera deseos de estimular mi mente”, “mejorar en la escuela”...

Yo asentía sin prestar atención. Tenía ganas de irme de allí.

Pero le había prometido a mi madre que cambiaría, y ahora estaba preso de mis palabras.

La mujer seguía parloteando cosas que no me interesaban, mientras yo trataba de reprimir un bostezo.

 

-Por cierto, esta institución está conveniada con la penitenciaría Sunion, y a los chicos que han tenido acercamientos con la ley, como es tu caso, los incluimos en el programa de recapacitación. Les asignamos un tutor… ¿Me estas escuchando Seiya?

 

Reconstruí sus palabras rápidamente en mi cabeza, había dicho algo de Sunion, acercamientos con la ley, recapacitación...

-¿Tutor? –mi voz sonó levemente alterada.-¿mas tutores? Agregué con desgano para disimular.

 

-Sí, -me explicó motivada otra vez – son convictos que tienen una condena extensa y buena conducta, no te preocupes, no te vamos a mandar con ningún psicópata- se apresuró a aclarar al ver mi cara de horror, aunque por distintas razones

 

Mi madre, por el contrario interpretó mi cara correctamente.

 

-El padre de Seiya esta cumpliendo su condena allí, ¿Cree que podría ser él su tutor?

 

Ahora miré a mi madre con la misma cara que le había dirigido a la mujer, ¿Por qué me hacía esto?

 

-Claro, seguramente el director no va a tener problemas, mataríamos dos pájaros de un tiro, ya que otro de nuestros items...

 

Y siguió hablando con mi madre mientras yo me sumía de nuevo en mi letargo, escuchando sus palabras a medias.

 

-¿Qué sentís por la inminente ejecución de tu padre? -Me preguntó afectada varios minutos después. Así que eso era lo que mi  madre le estaba contando...

Intenté pensar en la respuesta apropiada, ¿Qué sentía? ¿Le decía que mi corazón dolía dentro de mi pecho al imaginármelo, y que el nudo en la garganta no me dejaba respirar?

 

-Que el mundo va a ser un lugar mejor sin él.

 

Ponerme la máscara y creer que no me importaba en lo mas mínimo, era lo único que hacía disminuir mi angustia. Quizá hasta yo mismo terminaría creyéndomelo.

 

* * *

 

Desde que volvió, Milo no me había hablado. Solo me había hecho un gesto con la cabeza cuando nos encontramos en nuestra celda y nada más. No se que le pasaría, quizás estaba enojado conmigo porque no había sido capaz de esconder el arma rápidamente, o quizás solo tenia vergüenza por lo que había pasado.

Como fuera le sonreí un par de veces que nuestros ojos se cruzaron como para darle a entender que estaba todo bien entre nosotros.

Y ahora venia el momento de comprobarlo.

Mis manos temblaban un poco cuando saque cuidadosamente del bolsillo del overol lo que parecía un pequeño celular negro. Y lo escondí en el lugar donde van los fusibles eléctricos, esas especie de cajuelitas con tapa. Estábamos pintando nuevamente esa ala del edificio.

Sentía los ojos de Aioros detrás mío, tan nervioso por la situación como yo.

Si alguien se hubiera puesto a mirarlo fijamente se hubiera dado cuenta que había pasado el rodillo tres veces por el mismo lugar. Pero nadie nos prestaba atención. Los guardias estaban en la puerta o iban y venían dando ordenes y riéndose entre ellos. Mejor así.

Pero a Milo no le pasó desapercibida mi conducta como a ellos. Abrió sus ojos celestes como platos y su cara se oscureció del miedo.

 

-No gato, ¿qué haces?

 

No le contesté, para que siguiera hablando.

 

-Tener un teléfono es el pecado número uno de la cárcel. Sólo por encontrártelo te pueden dar dos años más.

 

Empezó a negar con la cabeza tan rápido que parecía que le estaba dando un espasmo.

Vi con el rabillo del ojo como un par de oficiales se aproximaban.

 

-Shhh...-susurré, muy bajo.

Y me hice el desentendido, cargando pintura en mi ya empapado rodillo.

 

* * *

 

Otra vez me encontré pensando que Aioria esta loco. Que finalmente toda su genialidad lo había superado y había perdido la cabeza. Su idea del celular no iba a terminar bien. Ahí veía a Milo, a través del alambrado, en el medio del patio. Estaba con un grupo de presos que lo escuchaban con admiración. Hacía el típico gesto de marcar y hablar por teléfono. Les estaba contando. Mmmm....No tuve mas tiempo de vigilarlo puesto que Garan me vino a buscar para llevarme adentro. ¿Qué pasaba ahora?

La respuesta me llego ni bien abrieron mi celda para dejarme entrar. El mismísimo Shion estaba ahí, con cara apacible y ojos cansados.

 

-Buen día Sagitario. –dijo con educación. Se notaba que venia de buena onda.

 

-Buen día Jefe. –contesté, inclinando la cabeza. Era alto, pero yo más.

Me senté en mi cama con descaro y lo miré desde abajo.

 

-Acá los chicos me trajeron el formulario...-comenzó con pesar.

 

Ah, era eso. Bajé los hombros derrotado. Toda la alegría y los nervios que me daban estar con Aioria y su plan, se me fueron al tacho cuando Shion tocó ese tema.

 

-Pusiste que no querías que nadie estuviera en el momento de la ejecución...-siguió, con tacto. Se notaba que lo tensaba tanto como a mi hablar del tema.

Seguro Shion no estaba a favor de la pena de muerte. En mi fuero interno su figura se agrandó un poco. Lo miré con respeto ahora.

 

-No quiero que nadie de las personas que amo me vean morir, es simple, señor.

 

Suspiró y se removió, incómodo. Tuve la sensación de que se quería sentar en la cama junto a mí. Parecía que le caía bien. Inconscientemente me moví dejándole un lugar. Pero no lo ocupo. En cambio, me puso una mano en el hombro para que lo mirara.

Sus ojos de color extraño brillaban raros.

 

-Hijo, estuve con personas que hicieron tu elección –dijo apesadumbrado. –Y también con las que prefirieron ver a alguien.

 

Lo miré, ahora mis ojos brillaban raros.

 

-Y te puedo asegurar, -continuó, despacio, aunque yo sabía adonde se dirigía. –Que las primeras lo lamentaron mucho. En el momento de...

 

No dijo nada. Yo lo entendí. Le hice un gesto con la cabeza para que siguiera hablando.

 

-En ese momento se desesperaron y se arrepintieron.

 

Aunque por dentro me sentía horrible, le sonreí. Parpadeó un par de veces, sin entender.

 

-Señor, le aseguro que no me voy a comportar así, y tampoco me voy a arrepentir.

 

Pensé que lo había convencido. Pero estiró la mano hacia uno de los guardias y tomó una copia del papel. Me lo entregó nuevamente.

 

-Por ahora lo vamos a dejar en blanco, cualquier cosa...

 

No me quedó otra que agarrarlo. Mi letra se veía desgarbada entre las de computadora.

Murmuré un gracias de pura educación nomás.

Shion asintió. Y salió, dejándome con muchas ganas de que el truco del teléfono tuviera un buen resultado y de pensar que Aioria no estaba tan loco.

 

Pero no tuve mucho tiempo para quedarme así. Sentí un ruido en la puerta.

Era un guardia. Tardé en reconocerlo. Era rubio y tenía los ojos medio ambarinos. Radamanthys.

El que estaba a cargo del sector de mi hermano. Me asusté, pensando que quizás le había pasado algo. Pero solo me trajo otros papeles de rutina. Me sorprendió que fuera específicamente él. Pero tenía la oportunidad de cumplir mi parte del truco, y la aproveché:

 

-¿Qué pasaría si un preso tuviera un teléfono? –Dije como si nada.

 

Él me miró, al principio con una expresión rara, como tratando de acordarse de algo, o como si no se diera cuenta de lo que le decía.

 

-¿Qué pasaría si te dejaras de engaños y me dijeras que queres? –preguntó bruscamente.

 

Temí que se hubiera enterado del verdadero plan. Pero me dí cuenta que era imposible, solo quería hacerme pisar el palito. Muy bien, jugaría su juego.

 

-Quiero mas horas en el patio...y un par de cigarrillos. –le contesté viendo que del bolsillo de su camisa sobresalía uno.

Sus ojos refulgieron de rabia, sabia que le estaba tomando el pelo, pero su sed de “justicia” era más.

 

-Un cigarrillo y una hora. –anunció. Por su voz me di cuenta que no iba a correrse de eso.

Me acerque a él haciéndome el interesante y le susurre en el oído.

 

-¿Conoces a un preso llamado Escorpio?

 

* * *

Estaba contento. Daba la genial casualidad que Escorpio era el compañero de celda de mi lindo gatito nuevo. No sabía muy bien porque le había tomado tanto fastidio a ese pendejo.

En realidad sí sabía...

Era por la forma en que se creía el dueño del mundo. Tenía esa mirada de que él era una persona y nosotros solo piezas de ajedrez. Me hacía recordar a los arrogantes y orgullosos dioses de Grecia, todos tan pagados de sí mismos.

Leo se movía en la prisión como alguien que no pertenece ahí, alguien que tiene una misión especial que ninguno de nosotros puede ver mientras el se ríe con su sonrisa inocente.

Para colmo se había ganado a Shion en una hora cuando a mi me había costado años. Pero no iba a ser así por mucho tiempo. Estaba seguro que lo del celular era cosa suya, y eso era imperdonable, hasta para alguien con calificaciones altas como ese aristogato. Pero primero debía ir por mi presa pequeña.

 

-Escorpio...-comencé como quien no quiere la cosa. -Ya sabrá usted que las visitas conyugales están destinadas solo para las parejas casadas.

 

Sabia cual era el punto débil del idiota este.

Efectivamente, su cara se puso pálida.

 

-Si, Jefe, pero estamos comprometidos. –se apresuró a añadir.

 

-Esas palabras y un anillo de cebolla que le hayas podido comprar a tu pelirrojito no sirven acá. –le recordé, feliz de haberme fijado alguna vez en su novio.

 

-Por favor, oficial, no me quite las conyugales, son lo único que tengo. –imploró, realmente dolido.

Caminé alrededor de él, tranquilo, saboreando la situación.

 

-Escorpio, Escorpio...nada de eso va a pasar si me decís donde está el celular...

 

 

Notas finales:

 

Sigue al lado xDD


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