T h e I n t r o d u c t i o n
Matt's POV
@ Simple days, taking everything away
...
Estaba fumando lo que podría ser mi décimo cigarrillo desde que salí de casa. Hacia frío y calculo que sería más o menos las dos de la madrugada.
Este era un trabajo especial, me pagarían bastante bien por él, así que no tenía razón para rechazarlo. ¿Mi trabajo? Pues me dedico a varias cosas: soy espía, detective… y sobre todo hacker (aunque ahora que lo pienso todo es prácticamente lo mismo)… para no explayarme mucho, diría que mi trabajo consiste en recolectar información de cualquier tipo. Pero, yo prefiero dedicarme más que a nada a hackear, porque es más fácil y cómodo, y además, porque no me gusta salir. Sí, soy ese tipo de personas ‘hongo’ que odian salir e interactuar innecesariamente con la gente, además de ser fumador y video jugador compulsivo (está bien, definitivamente mis cualidades no son muy motivadoras). Yo solamente salgo en casos extremos (como cuando se acaba mi dosis de nicotina y deba salir a buscar más) o emergencias (como que olvide un cigarrillo encendido sobre el sofá que incendie mi departamento). Sea cual sea el caso, trato de evitar los trabajos que impliquen ‘ir afuera’.
¿Qué era lo especial en este trabajo para que yo saliera? Primero, que me pagarían una suma casi exagerada de dinero. Y segundo, que este era un caso extraño y hasta ridículo.
Tenía que averiguar acerca de una mafia en Los Ángeles; yo vivía en Chicago (y un tiempo en Queens, Nueva York) pero me pagarían el transponte, la estadía y la comida (¡esta es la tercera razón por la que acepté!), así que me mudé para cumplir el trabajo. Pero eso no es lo extraño… lo extraño son las especulaciones que hay sobre aquella mafia: “Que llegaron a ser los más poderosos y temidos en poco tiempo, que los jefes de las mafias rivales más peligrosas murieron misteriosamente y que todo esto sucedió desde que se unieron unos ‘nuevos miembros’ los cuales son extraños… muy extraños, no parecen humanos comunes”. Eso fue lo que me dijo la persona que me contrató; es más que deducible suponer que es un miembro de una mafia adversaria.
Este caso llamó mi atención desde el principio, aunque me pareció algo estúpido que me llamaran para averiguar (o desmentir) historias urbanas. Pero no podía (y aún no puedo) creer que hay gente tan supersticiosa en la mafia (¡al principio creí que me estaban tomando el pelo!). Lo sé, era un total agnóstico frente a ese tema: ‘Vampiros’. Mi cerebro tenía la respuesta antes de formular la pregunta: “No existen”. Eso es lo que diría una persona común y corriente, y eso es lo que yo hubiera seguido creyendo hasta ahora, si no fuera por lo que pasó aquella noche.
Terminaba de fumar mi décimo cigarrillo. Ya seria las dos y media, hasta que por fin noté movimiento. Seis hombres de negro, armados hasta los huesos, salieron de un edificio que parecía en ruinas. Se dirigían a dos autos blindados que llegaron en el momento exacto, como si todo estuviera cronometrado. Me aseguré de esconderme bien hasta que se fueran. Después de esperar una suficiente cantidad de tiempo para asegurarme de que no volvieran, me infiltré en el edificio (que obviamente tenía más seguridad que un edificio tradicional); me concentré en colocar micrófonos y cámaras ocultas. Pero cometí el error más estúpido que alguien pueda cometer: pensar que estaba solo. Estaba seguro que el edificio quedaba vacio a partir de las dos y treinta de la madrugada. Había venido las noches anteriores del último mes para comprobarlo antes de hacer algún movimiento. Entonces, ¿por qué había cinco personas frente a mí apuntándome con sus armas? Sólo uno de ellos no me estaba apuntando, uno que estaba observando desde el fondo.
Noté que eran los mismo que se habían ido hace rato. ¡¿Habían regresado?!... ¿Por qué?...
En ese momento supe que iba a morir.
Me dispararon. Pude sentir las balas a travesando mi cuerpo. Y la calidez de mi sangre derramándose sobre el suelo. Después, uno que otro se acercó a patearme y a insultarme. Cuando se cansaron, el más corpulento y alto volvió a apuntarme; al parecer él me daría el tiro de gracia, el cual terminaría por fin con mi desdichada vida. Para esto, yo yacía semiinconsciente y sabía que moriría de todas formas.
-Yo me encargaré de él- le escuché decir vagamente al que parecía más joven, él único que no me había disparado, él que estaba observando sin entrometerse, él que juzgaba.
-Bien, te lo dejamos- aceptaron de inmediato y se retiraron con rapidez. Al parecer él hacía algo peor que sólo disparar.
Se detuvo viéndome desangrar. Me miraba de una manera extraña, como quién disfrutaba la escena, pero a la vez, se contralaba para no acercarse.
-¿No vas a dispararme?- alcancé a preguntar, aunque más parecía una súplica. El dolor que sentía era increíble.
-Igual vas a morir- fue su respuesta. Al parecer sólo esperaría a verme morir, al menos ese parecía ser el plan. Pero de repente algo cambió en él. De pronto sentí su rostro cerca del mío. Sus ojos azules profundos de una tonalidad que jamás había visto en mi vida, expresaban una serie de emociones que no podrían ser descritas con palabras. Acercó su diestra a mi rostro y acarició levemente mi mejilla, ensuciándose los dedos con la sangre de una herida superficial que me había hecho una de las balas al rozarme. Después, lamió sus dedos y me miró fijamente.
-Tú nombre- ordenó.
-Matt- respondí.
-No, tu verdadero nombre- no sé cómo supo que le había dado un nombre falso.
-M-Mail… Mail Jeevas- contesté antes de quedarme inconsciente y sentir un agudo dolor en mi cuello.