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El regalo de Grecia por SakuraChan

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Notas del capitulo: oxo
El regalo de Grecia




By SakuraChan





Capítulo 4: ¿Un aliado o un enemigo?




La sirvienta se acercaba cada vez más a Mu, este retrocedía hasta toparse con la pared. Miró hacia sus costados para comprobar si había ruta de escape. En eso, Auphra se acercó a él, agarrándolo del cabello y arrastrándolo hacia la parte trasera del palacio. Mascullando en contra del pelimorado, acusándolo de ser el causante de su pérdida de cabello. Mu podría haberse defendido, pero era una mujer la que lo jalaba y en su cultura, las mujeres debían ser tratadas cuidadosamente, ya que eran muy frágiles.






Tyalu apareció en una ventana, miró fijamente a su sirvienta y al muchacho y sonrió. Si ella se libraba de él, no habría culpa para la reina. La sonrisa de la reina se vio interrumpida al ver llegar a su marido. Este le volvía a preguntar para cuando estaría el heredero. La mujer titubeo al contestar y en eso, escuchó unos gritos. Tranquilamente se dirigió hacia donde se escuchaban. Al llegar una escena curiosa se desarrollaba frente a sus celestes ojos. La muchacha que pocos segundos antes luchaba contra el atlante dejaba de ejercer fuerza sobre él, para salir despedida por los aires unos metros más atrás. El atlante la miraba sorprendido.





¿Qué sucede aquí?- inquirió con firmeza el faraón.



¿No es obvio? Tu concubino atacó a mi sirvienta-




Tyalu, no me hagas evidente lo que no es claro-





La reina calló, pero miró con enfado a Mu y luego miró con curiosidad a Auphra. La sirvienta se levantó y se arrodilló frente al rubio.





Mi señor, él me atacó por que no le hablé en griego- dijo con voz dulce.





No es cierto, tú me estabas atacando- dijo Mu en egipcio.





El faraón lo miró sorprendido. ¿Ya hablaba en su idioma? Vaya que era inteligente.



Tú me dejaste sin pelo- reclamó la sirvienta.



No fui yo-




¡Basta! –interrumpió el rubio- tú, no creo que te haya atacado por no hablarle en griego. Dudo que sepas decir hola en esa lengua. Mu




¿Por qué dejaste sin pelo a la sirvienta de mi esposa?




No fui yo…





Eso es cierto- irrumpió, agitado, el Gran Sacerdote en el lugar- Mu no profesa nuestras creencias y por otra parte, es sospechoso que ella piense que fue su concubino, alteza.





Es cierto- reconoció el rey- dime, ¿Alguno de tus dioses son encargados de ajusticiar a las mujeres?






Señor, mis padres me enseñaron que todos los seres vivos merecen respeto y nuestras deidades, si bien, pueden vengar, no hacen daño porque si.







Dime, Tyalu ¿Por qué tu sirvienta sospecha de mi concubino?






¿Por qué habría de saberlo? Auphra es libre de pensar que la caída de su cabello se deba a quien desee.






Cambiaré la pregunta. Tyalu ¿Mandaste a tu sirvienta a hacer algo en contra de mi concubino?





Por supuesto que no, ¿Quién me crees?-la reina miró con severidad a Auphra y esta solo bajó la cabeza.





Tú, ¿Por qué le echas la culpa a mi concubino de tu desgracia?-preguntó el rey a la sirvienta.





Mi señor, es que el es extranjero y pensé que le tenía odio a los egipcios…




Una ofensa a cualquiera de mi harem, es una ofensa a mi, que no se te olvide.





Si mi señor.





Shaka se retiró, seguido de Mu, quien iba con el ánimo de darle las gracias por defenderlo de esas terribles acusaciones, más el faraón le contestó que él no era que estuviera de su parte, sólo que lo creía inocente de tales acusaciones, pero que se anduviera con cuidado de no ofender a la reina. El atlante se quedó helado por tales palabras. Comprendió que no tenía más amigos que Camus y Milo, y esto lo dejó con una gran tristeza en el corazón. Tristeza que se acrecentó cuando escuchó la frase que le dirigió el faraón a su persona. Un “En la noche te quiero en mis aposentos” lo llenó de miedo. Sus ojos se llenaron de agua que amenazó con derramarse.






No llores, seré delicado…pero no esperes que no haga nada. Tú eres mi regalo y como tal, debes comportarte- el rubio acarició la mejilla del atlante con una dulzura impensada. La piel de ese muchacho era muy suave. Sonrió.







Acercó su rostro al del pelilila y lo besó suavemente. Nos veremos a la noche, le dijo y se alejó. Mientras, el atlante estaba sorprendido. Nunca nadie, a parte de sus padres y su hermano, lo había besado. Pero no era un beso como este. Este le había gustado y sintió temor ante esto. Suplicó a Poseidón que no le hicieran daño junto con preguntarle cual era la ofensa que habría proferido, sin querer, en su contra para merecer esto. Luego, se dirigió a su habitación. Necesitaba hablar con Milo.





Continuará…
Notas finales: oxo...

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