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Fly me to the Moon por BleedingLips

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Supongo que antes de comenzar con mi historia debería presentarme, contaros algo de mí.

 

Me llamo Aiko, un nombre raro e inusual, lo sé. Mi padre vivió unos años en Tokio, en el barrio de Shibuya, cuando terminó la carrera, y fue él quien me puso el nombre al nacer. A mi madre no la recuerdo, yo tenía tres años cuando nos dijo que se iba porque padecía una enfermedad mortal y no quería ser una carga para nosotros, ni siquiera mi padre consiguió convencerla de que se quedara, ni siquiera yo…

 

Tengo 17 años y vivo con mi padre en Madrid. Tengo el pelo castaño oscuro, ojos grises, labios carnosos y una nariz pequeña algo respingona, tengo las curvas exactas, nunca quise ser un espagueti pero me he cuidado siempre, tonifico músculos pero me aseguro de que siempre haya donde agarrar. Mi piel es clara y contrasta con mi pelo y mis ojos.

Mi padre es ingeniero de robótica y con el mes de vacaciones que le dan en verano podría decirse que acabaremos por recorrernos el mundo entero. El verano pasado empezamos en Barcelona para visitar a la familia que tenemos allí y nuestra pequeña escapada terminó en la gran Nueva York, un día en Barcelona llegó con dos billetes de avión en la mano, a casa a renovar el equipaje y al día siguiente a la ciudad que nunca duerme, una semana entera, fue genial.

Supongo que habréis notado que me llevo muy bien con mi padre, por lo que no os sorprenderá que conozca a la perfección mis tendencias sexuales. Y es que nunca amé a un hombre que no fuera mi padre, siempre fuimos nosotros: Aiko y Óscar. Para la edad que tengo mi padre es bastante joven, tiene ahora 36 años, y es un gran amigo y padre.

La vocación me viene en la sangre, nada religiosa, pero muy científica. Me encanta la física, siempre me gustó. Mientras mis compañeras hablaban del tío bueno de turno de la portada de la revista más leída por las adolescentes del país, yo me dedicaba a inventarme problemas de física de movimiento rectilíneo uniformemente acelerado o a calcular la fuerza de rozamiento del columpio del parque utilizando la masa de mi mejor amigo que se lo pasaba como nadie tirándose por allí para ayudarme.

Estudiaré Ingeniería de Telecomunicaciones en la facultad, y supongo que también algo de informática. No soporto hackear webs universalmente conocidas solo para avisarlos de que su sistema de seguridad no sirve para nada y no conocer cada chip y cada placa que lleva la torre del ordenador por dentro. Supongo que por eso hay tantos ordenadores en casa, tanto mi padre como yo los utilizamos con regularidad y a veces alguno deja de funcionar porque yo milagrosamente le he quitado la carcasa y la vida al extraer ventilador, disco duro y puertos USB.

Vivimos en una casa de dos pisos, siempre hemos sentido que el espacio nos sobra pero así es más fácil la convivencia, y mantenemos un nivel de intimidad personal más que aceptable. Además, mi perra, una Golden Retriever de un año y medio preciosa llamada Yuri (sí, es con doble sentido), goza del espacio que tenemos, al menos que le sirva de algo a alguien. Duerme conmigo en mi habitación, en una mullida camita de color rojo sangre, al igual que mi edredón. Mi habitación es… friki, es la única palabra que se me ocurre. Una estantería plagada de CD y vinilos que van desde Frank Sinatra hasta Iron Maiden, otra con mi colección de novelas románticas, de vampiros, históricas, best sellers de la historia, grandes escritores, poesía, fantasía, suspense, aventuras…

Mi vitrina llena de figuritas de colección: Hermione Granger, Harry Potter y Ron Weasley, personajes de Love Hina, Strawberry Panic, Death Note, Naruto, Sakura Cazadora de Cartas, Pokemon, Nana, Elfen Lied, Evangelion, etc.

Mi ordenador de sobremesa y mi portátil ocupando mi escritorio junto a (cómo no) mi cuaderno y mi libro de física abierto dos temas por delante del que damos en clase, mi impresora-escáner, altavoces, CD vírgenes, juegos de ordenador…

Las paredes son blancas exceptuando las zonas cubiertas de pósters y los kanjis que dibujé yo misma la última vez que pintamos. Estuve una semana haciendo un diseño de un dibujo que quería alrededor del marco de la puerta de la habitación, así que ahora tengo un dragón rojo y uno negro enfrentados alrededor de mi puerta con mi nombre en japonés, enlazado con el fuego que escupen mis dos fantasías hechas pintura.

En otra estantería tengo katanas, dagas, una copia de la espada de Excalibur y una pieza de coleccionista de la segunda guerra mundial, una Arisaka (japonesa claro) con lanzagranadas incorporado.

Otra vitrina de cinco estanterías llena de mangas y algún cuaderno con mis creaciones: dibujos, poemas, historias, relatos…

Mi equipo de música, mi mesa de noche y mi armario, también forrado de pósters de arriba abajo. La mayor parte de la decoración de mi habitación es madera oscura o negra, blanco, cristal y rojo. No cambiaría mi pequeño mundo por nada, me ha costado mucho dejarlo como está, y eso no me lo quita nadie.

Supongo que ya puedo comenzar con la historia, no hace mucho que pasó, fue este invierno de hecho, y aún no tiene final. Yo, personalmente, no quiero conocer su final nunca.


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