Camino por la cuidad aprovechando las ofertas de chocolates, como es 14 de febrero...
Nunca me ha importado demasiado la fecha, pero siento que debería hacer algo para Matt. ¿Debería quizá comprarle chocolates? Dirijo mi vista a las bolsas repletas de ellos que cargo en cada mano... no, mejor no. Quiero que sea algo especial, algo distinto. Veamos, a unas cuadras más de esta calle hay una tienda de flores, ¿qué tal si le compro algunas?, ¿le gustarán las rosas? Como sea, iré a echar un vistazo.
Al llegar y darme una vueltas debatiéndome entre la gran cantidad de opciones, escojo finalmente unas cuantas rosas rojas; algo también típico, pero... no me importa. Espero le gusten; más le vale.
Entro al apartamento y las escondo en mi espalda. Al adentrarme en su habitación lo encuentro dormido, apoyando su cabeza en sus brazos, y éstos en el escritorio, con la computadora portátil encendida y en pleno trabajo. …l sabe que detesto encontrarlo en éstas situaciones y que como castigo le quito sus video-juegos, escondo sus goggles o algo por el estilo. Será divertido verlo tan nervioso.
Me muerdo el labio inferior de la pura risa, respiro profundo y pongo la cara más seria que tengo.
—¡Despierta imbécil! —le digo fuerte, casi gritando. Mi pelirrojo se despierta de golpe y se seca la boca.
—¿Qué? Lo-lo siento, estaba un poco cansado y... uh, me dormí —se excusa mientras se levanta y arregla sus goggles.
—No, nada de excusas. —sentencio y con mi mano libre lo empujo a la pared con un poco de brusquedad— Sabes que no puedes dormirte en el trabajo, ahora te las vas a ver —sonrío maléficamente. Tan solo pensar en como reaccionará me da una risa interna.
—¿Qué vas a hacer? —tartamudea y con la mirada busca nervioso sus video-juegos.
—Sólo haré una cosa... —le advierto. Cierra fuertemente sus ojos mientras yo me acerco a él y junto mis labios con los suyos— Feliz día de San Valentín, Matt —le digo al separarnos.
—Creí que no te importaba esta fecha —dijo aliviado al ser eso y no algo malo.
—Y no me importa, pero por ti... comienza a serlo. Ten. —le entrego las rosas— Te amo. —y él las coge sorprendido. Se queda unos segundo sin habla, mirando el ramo y el minuto me da un abrazo apretado.
—Yo también. —susurra a mi oído. Al separarse me dice divertido— Hey... te invito a comer un helado de chocolate con cubierta de chocolate, porque conociéndote no aceptarías una cena, ¿Sí? —mientras apaga la computadora portátil.
—Está bien —le respondo. Cogemos nuestras chaquetas y salimos tomados de la mano. …l carga en la otra el ramo de rosas rojas.
—Están hermosas, gracias Mello.
—No agradezcas. —vacilo un poco— Nunca creí que conocería a alguien como tú... —susurro apretando su mano mientras caminamos.
Hoy me he puesto demasiado cursi, no es común que me ocurra. Pero él, el chico que me ha acompañado toda mi vida, la persona en que más confío de este mugriento mundo, mi amante; éste día se lo merece más que nunca.
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