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"El Muñeco De Trapo" por AthenaExclamation67

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Notas del capitulo: Death Mask & Milo
 

El Muñeco De Trapo

By AthenaExclamation67

Milo caminaba solo en esa mañana. Se sentía extraño, como que algo le faltaba y él sabía perfectamente lo que era. Le faltaba el amor, esa persona a su lado a la que amar, a la que entregarse incondicionalmente. Más en ese día especial, el día de los enamorados. San Valentín.

Caminaba sin ningún rumbo fijo, solo paseando, pensando en encontrar algo que le quitara un poquito esa pena que sentía que envolvía su corazón por momentos.

Entró en varias tiendas, comprando varias cosas para consolarse en soledad. Chocolates, dulces y toda clase de pasteles que poder devorar si la pena se volvía insoportable.

  • - Me compraré una mascota - pensó y se puso a buscar tienda por tienda algún animalito que le devolviera la sonrisa a los labios, que le colmara de mimos y al que mimar.

Entraba a todas las tiendas que encontraba, mirando los cachorros de gatitos, de perritos, incluso algún hurón que le parecieron muy simpaticos. Pero ninguno de ellos le llenaba, ninguno de ellos hacia que su corazón latiera más deprisa y desistió sin más.

Decidió regresar a su casa, triste y apenado, cabizbajo y desanimado porque lo que él deseaba le seguía faltando y no conseguía encontrarlo. No hasta que casi sin darse cuenta se vio delante de un escaparate, uno muy extraño que pertenecía a la tienda de un anticuario muy anciano que residía en su mismo barrio desde que él podía recordar.

Entró emocionado, casi saltando sin poder dejar de mirar aquello que en segundos había logrado captar toda su atención, sin mirar en la tienda en la que estaba entrando, solo queriendo comprar aquel objeto que ya no podía dejar de observar.

  • - Hola, hola... Buenos días - dijo exaltado - ¡quiero ese muñeco de trapo! - exclamó viendo como se acercaba hasta el mostrador un anciano ataviado con una túnica japonesa y un sombrero de caña del mismo estilo.

El anciano que era muy bajito lo miró de arriba abajo, observándole sorprendido.

  • - ¿No crees que eres un poco mayor para tener muñequitos? - preguntó.
  • - Me da igual, lo quiero, pagaré lo que sea necesario, el precio no importa, de aquí no me iré si no lo llevo conmigo.

El anciano volvió a mirarlo e hizo una advertencia.

  • - Muchacho... - dijo bajito para que solo Milo le pudiera oír - los objetos que se venden aquí, son especiales - los obj... - quiso seguir pero se vio interrumpido.
  • - Señor, lo quiero, lo necesito, ya desde el escaparate puedo sentir que él también desea venirse conmigo... - dijo sin importarle que lo que acababa de decir no tuviera ningún sentido.

Pero así era. Milo en el segundo que paró frente al escaparate después de esquivar a otro transeúnte quedo hipnotizado por aquel muñeco de trapo que permanecía sentado en el escaparate. Sintió una extraña atracción que no pudo entender, atracción que le hizo entrar a toda prisa en la tienda para llevárselo con él.

  • - Pero chico... debes escucharme - decía el anciano - hay algo que deberías saber.
  • - Señor, por favor, démelo, pagaré lo que sea necesario, por favor... por favor... - pedía alargando los brazos tratando de alcanzarlo.

El anciano camino despacio y se situó detrás del mostrador, tapando la vista de Milo, impidiéndole ver al muñeco.

  • - Muchacho... - insistió una vez más - una vez te quedas con él no hay vuelta atrás... - dijo.
  • - Señor, por favor, démelo - dijo casi rogando.

El anciano anticuario suspiró y tomo al muñeco en sus manos, pasándoselo a Milo que se emocionó y le abrazó entusiasmado.

  • - Gracias, gracias - decía una y otra vez - juro protegerlo con mi vida.
  • - Dante es tuyo muchacho, te lo regalo - dijo sabiendo lo que podía pasar con aquel muñeco de trapo tan especial, pero extrañado por la admiración que sentía ese joven muchacho.

Milo corrió a su casa tras salir de la tienda, sintiéndose completo por primera vez en su vida. Feliz e ilusionado con algo aunque fuera un objeto inanimado aunque a él no le importo.

Cuando llegó a su casa, lo abrazó y besó. Podía decirse que adoraba al muñeco del que no se separó un segundo en lo que duró el día.

Desayuno con el muñeco sentado a su lado, cuidándolo, hablándole mientras comía, sonriéndole como si se hubiese enamorado de él, tomándole una de las manitas mientras lo hacía.

  • - No sé que tienes Dante... - susurraba feliz, mirando a los ojitos ojos radiantes del muñeco - pero no puedo ni quiero alejarme de ti - hablaba mientras parecía que el muñeco le escuchaba.

Se tumbó unos minutos a descansar, después de ordenar toda su casa, después de no dejar de mirar al muñequito al que abrazó durante esos minutos que durmió, cayendo en un profundo y extraño sueño que le relato a Dante en cuanto despertó.

  • - No me vas a creer Dante querido... pero soñé contigo, y estabas vivo, corrías a mi lado, tomando mi mano, sonriéndome, diciéndome que me amabas - ladeo su cabeza - ojala eso fuera cierto, porque no entiendo como tú, un muñeco puede llenarme tanto desde el primer segundo en el que te vi... siento que te amo... - finalizó dándose la vuelta unos segundos, sin observar un destello que salió de los ojos del muñeco.

Milo no se daba cuenta, pero Dante, el muñeco, correspondía sus sonrisas con un brillo en los ojos. Tampoco se daba cuenta de que su cuerpecito de trapo se movía para no perderle de vista cuando no alcanzaba a verlo por la posición en la que lo había dejado, sonriendo cuando lograba volver a Milo, estirando sus brazos como queriendo abrazarlo cuando Milo no le miraba. Parecía que Dante necesitaba, anhelaba de los mimos, caricias, palabras y abrazos que le daba Milo al que miraba siempre con ese brillo especial. Más cuando Milo lo abrazaba y lo llevaba con él a cualquier lugar.

  • - Dante... Dante... - decía el nombre del muñequito - por qué no serás de verdad, porque siento que me das amor si no estás vivo, porque siento que muero si no te llevo conmigo... - decía y repetía sin parar.

Ni el mismo Milo se dio cuenta de que el día había avanzado hasta dar paso a la noche que ya sin pena alguna a pesar de estar solo en San Valentín decidió compartir con su adorado y querido muñequito.

Se metió en el baño nervioso para darse un buen baño, llevando consigo al muñeco para que no estuviera solo, mirándolo de reojo mientras se enjabonaba los cabellos, sonriéndole mientras aclaraba su cuerpo, acariciando su cabeza mientras se secaba y perfumaba.

Después se vistió como si de una cita se tratara y preparó algo ligero para cenar mientras la luna llena empezaba a alumbrar toda la ciudad.

  • - Ya está todo listo Dante - le hablo - iré a lavarme las manos y cenaremos - sonrió y se metió en el baño justo en el momento que ocurría algo extraño en el salón donde había preparado la cena.

Dante sonrió una vez más y empezó a cambiar. Comenzó a crecer desmesuradamente tomando la forma de una persona real de carne y hueso. Dejando que sus grisáceos cabellos brillaran con la caricia de la luz de la luna mientras tomaba asiento en una de las sillas de la mesa, esperando a que Milo regresara con sus ojos rojizos cerrados.

  • - Dante ya esto... - callo de repente al verle.
  • - Hola Milo... - susurro con una voz preciosa, suave y armoniosa.
  • - Eres... eres tú... - se acercó - el hombre que vi en mi sueño, el hombre que me llenaba de felicidad - acaricio sus mejillas comprobando que era de verdad. Comprobando que tenia vida al sentir el calor que emanaba su piel, confundiéndose al no poder entender lo que sucedía - como... ¿cómo es posible esto? - preguntó acariciando ahora sus cabellos grises.

Dante respiró profundo, parpadeo dos veces muy despacio y tras tomar la mano de Milo para poder entrelazar sus dedos le habló.

  • - La luz de la luna llena me dio la vida, la luz del sol me la quita, el amor que me procesaba tu corazón a pesar de ser algo sin vida hizo que esto fuera posible, si tu no me hubieses tratado como lo hiciste esto nunca hubiera sucedido - dijo quedando callado unos segundos.
  • - Como... ¿cómo... es posible esto? - dijo una vez más sintiendo que los nervios y la emoción recorrían su cuerpo mientras sentía que el contacto de los dedos de Dante le hacía arder en deseo - porqué... ¿porqué siento que no me hace falta nada más en la vida si te tengo conmigo? - añadió desesperado.
  • - Milo te amo... - dijo sin tapujos, mirándole a los ojos - te amo, jamás conocí un ser tan bondadoso, jamás nadie me había mostrado un poco de afecto a pesar de que el anciano les explicaba mi secreto, nunca nadie me hizo sentir tan querido como tú en tan poco tiempo...
  • - Secreto... ¿qué secreto? - pregunto sin dejar de mirarle.
  • - Vivo encerrado en ese muñeco, solo las noches de luna llena recupero la vida si hay alguien que así lo desee, alguien que lo merezca. Esta es la primera vez que sucede, mi cometido es concederle un deseo al quien lo logre - explicó.

Milo lo miró extrañado, ya era bastante extraño que un muñeco cobrara vida, más extraño aun era esa extraña sensación de paz y tranquilizad que este le transmitía, pero definitivamente lo más extraño del día era que creía todo lo que Dante le decía.

  • - Te amo, es a ti a quien quiero... - dijo -y no puedo vivir si tú no estás... eso es lo que siento... - finalizó acariciando la mejilla de Dante nuevamente.

Dante se levantó y lo tomo en brazos, llevándoselo con él, entrando en el dormitorio de Milo.

  • - Ámame esta noche, ámame en este momento... - susurró - quédate conmigo por siempre, ese es mi deseo.

Dante dejo a Milo de pie sobre el suelo, sin dejar de mirarle, sin dejar de sonreírle. Le desnudo lentamente, dejando que las yemas de sus dedos acariciaran su piel, cambiándolas por sus labios para repartir sutiles besos por todo su cuerpo, sintiendo crecer el deseo mientras Milo le desnudo.

  • - Milo... te amo... - susurró - hay algo que debes saber...
  • - Nada me importa, solo este momento, solo el ahora que estoy aquí viviendo...

Dante accedió sin revelar lo que le estaba carcomiendo por dentro, solo preocupándose de entregarle todo su amor, sabiendo que jamás podría volver a hacerlo.

Beso los labios de Milo, mientras le acarició, mientras con sus dedos buscaba que en Milo creciera la excitación cosa que logro sin demasiado esfuerzo gracias a la entrega de Milo que se estremecía y arqueaba mientras Dante tocaba todo su cuerpo, mientras sentía las caricias que ejerció sobre su sexo, mientras lo lamia y succionaba, mientras lo penetraba hasta acoplarse perfectamente sus cuerpos.

  • - Mmm... Dante... - jadeó moviéndose, enroscando sus piernas a las de él, impidiéndole que se moviera - te amo... te amo... - gemía sintiendo que a pesar de no tener espacio le penetraba con mucha suavidad, dándole un placer desmesurado que lo llevo a la locura.
  • - Mi... Milo... - jadeó sintiendo que el placer le envolvía sintiendo que nunca había sentido algo parecido en su vida mientras se movía tan lentamente que el deseo que sentía, que la necesidad por derramarse en su interior.

Dante se incorporó y levantó a Milo, dejándole sentado sobre su sexo, tomando el de él con su mano, acariciándolo, haciendo que Milo se retorciera y gimiera fuera de sí, moviéndose sobre el de Dante al tiempo que se arqueaba, al tiempo que con sus brazos se apoyaba sobre sus hombros y comenzaba a dejar que Dante entrara y saliera de él.

  • - Mmm... No... No puedo más... lléname... - pidió excitado, sonriendo abrazándose a él, clavando su endurecido miembro en el vientre de Dante cosa que le provoco un gran placer. Placer que le hizo estremecer, placer que provocó que empezara a moverse sobre Dante muy rápido, contagiándole, haciendo que le embistiera muy fuerte mientras permanecía sentado acariciándole.

Ambos sintieron un espasmo, espasmo previo al momento del clímax, espasmo que fue seguido de una corriente eléctrica que dio paso al estallido y al más grande de los placeres cuando terminaron y sucumbieron al intenso orgasmo que sintieron. Sucumbiendo después al cansancio mientras caían rendidos en la cama, diciéndose el uno al otro cuanto se amaban.

Se acariciaron en los momentos posteriores, dejando que sus cuerpos se relajaran, dejando que sus cuerpos se embriagaran con el simple contacto de las yemas de los dedos del otro mientras le tocaban. Sin dejar de sonreírse, de besarse hasta que llegó la madrugada, madrugada en la que la luna empezó a ocultarse.

  • - Milo... debo marcharme - susurro triste mirándole a los ojos - es mi maldición, debo volver a mi forma cuando la luna desaparece.
  • - ¡NO! - gritó - no quiero perderte - se incorporo llevándose las manos a la cabeza - no puedo perderte... te amo... empezó a llorar - quiero estar contigo por siempre jamás...
  • - Milo... - tomo sus manos para apartarlas y así poder ver su cara - solo una vez se me permitía amar, solo una vez podía cobrar forma humana, y solo a ti te puedo conceder tu mayor deseo antes de que la luna se esconda totalmente - le abrazó con mucha fuerza - solo a ti que me has demostrado que sabes amar sin esperar nada a cambio.
  • - ¡¡NO, NO!! - gritaba Milo llorando desconsolado.
  • - Es lo que quise decirte y no me dejaste, no quería que te entregases a mí sin saberlo. Ahora ya es tarde para mí, pero no me arrepiento - tú fuiste mi elección, tú fuiste mi mayor deseo, ahora dime... antes de que desaparezca totalmente la luna... que es lo que tú quieres, que es lo que anhelas... ¿Cuál es tu mayor deseo?
  • - Tú... tú y solo tú eres mi mayor deseo, porque tú eres mi elección, por que a ti es a quien amo, y contigo es con quien me quiero quedar hasta el día en el que muera.

Dante lo miró mientras secaba sus lagrimas, mientras le acariciaba las mejillas con calma, tratando de proponer algo tras las palabras de Milo.

  • - Estás seguro... ¿estás seguro de que eso es lo único, lo que más deseas? - pregunto con una sonrisa triste - yo no puedo quedarme contigo, esa es mi agonía, mi destino. Pero si tu quieres puedes venir conmigo... - añadió provocando que cesara el llanto de Milo.
  • - Que así sea... - dijo convencido, viendo como la luna dejaba de verse en la noche, dando paso al sol, viendo como el cuerpo de Dante empezaba a desvanecerse - ¿duele? - pregunto inconscientemente.
  • - No... es una sensación maravillosa y cálida... - decía cerrando los ojos, abrazándole fuerte.

Sonrió. En su corazón no había ninguna duda. Cerró sus ojos imitando a Dante y se aferro a su cuerpo, empezando a sentir esa maravillosa sensación que le había mencionado, sintiendo la calidez mientras su cuerpo se desvanecía, sintiendo la felicidad más inmensa que jamás sintió y que jamás volvería a sentir ya que en ese momento su corazón se unía al de Dante, uniéndose a él de por vida, convirtiéndose en dos muñecos de trapo que permanecerían por siempre atados, por siempre unidos, por siempre juntos, compartiendo el mismo destino, compartiendo una misma agonía, esa maldición que les hizo encontrar la felicidad. Felicidad que jamás creyeron que hallarían.

-Fin-


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