Los personajes de Naruto pertenecen a Masashi Kishimoto.
MI OBRA DE ARTE.
Sasori reflexiona sobre su marioneta.
A media luz pienso en ti, que no llegas. Sé donde estás, pero es imposible traerte aquí conmigo. Sé cómo eres, porque eres a mi antojo; cabello moreno, corto, liso, ojos marrones, tristes, cansados (¿Qué buscas? Si es que buscas algo): un día nublado. Boca fuerte, suaves labios: un día soleado. Son manos delicadas, aristócratas, hábiles, de escultor. ¿Como esculpidas con la delicadeza de un escultor?.
No es posible encontrarte en otro momento que no sea en días nublados o soleados, ni en ningún otro rincón que no sea en mi mente.
Yo te dibujo, te pinto, te esculpo, te escribo, te invento, te creo, te guardo, te velo. Alguna vez de te destruido para seguidamente reencarnarte y volver a besarte.
Huyes, por puedo seguirte. Cuando no te veo y te echo de menos sé donde buscarte. Es un camino largo que recorro justo antes de acostarme, a la luz de las estrellas y justo antes de levantarme, a la luz del flexo. A veces resulta doloroso, pero nada tan grave como para que el orgullo no lo pueda reparar.
Para encontrarte, primero se ha de pasar de largo por los lares de los recuerdos (en ellos no existes). Estos se clasifican de la siguiente manera: los “malos” a la papelera, los “buenos” en cajitas de madera y los “normales” en cajones y archivadores. Pero en mis recuerdos no estás.
Seguidamente atravieso el peligroso camino de la forzada indiferencia hacia ti. He plantado y mimado las espinas con las que protejo la débil farsa de acomodo en la independencia y de satisfacción en la autosuficiencia. En este estado, para ignorarte finjo arrogancia y para ignorar mi soledad, narcisismo y soberbia.
Por último (y si las espinas no han conseguido frenarme), tras una liviana puerta se almacena todo lo demás: imaginación (donde fui a crearte), sueños, deseos y anhelos. Las secciones de mi mente van por ese orden. Por lo que en lo más recóndito de mi ser, donde termina el deseo y comienza el anhelo, ahí estás tú.
Mi anhelo es tu cárcel, tu hogar. A pesar de todo, no te quejas, no puedes, porque yo te he dibujado, te he pintado, te he esculpido, te he escrito, te he inventado, te he creado, te guardo... te quiero.
Pero no importa, el orgullo (y de vez en cuando una brizna de realismo en mi cabeza) actúan de bálsamo para las heridas de mi amor.
Significado: Sasori le habla a una marioneta que ha creado. Le explica que es fruto de su mente, y de los anhelos de su corazón. Lo humaniza, pero lo trata como un objeto. Si hablamos de sentimientos, es el culmen de la posesividad. Se descubren, de esta manera, las antítesis entre su mente, fría aunque artista, y su corazón, único resquicio de su anterior vida como humano.
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CARTA A SUNA (La lejanía).
Esta es la carta que le envía Lee a Gaara cuando éste se va a la villa de la Arena para convertirse en Kazekage.
Mi Querido Gaara:
El comenzar de esta carta me resulta muy difícil, pues, ¿Qué podría yo decirte al intentar hablarte de nuevo tras semanas de forzosa lejanía?
Los sueños se vuelven pesadillas, las pesadillas, reflejos del dolor que me produce tu lejanía. Hay un viento gélido que en las noches sopla y me roza el corazón. El viento me recuerda que la alegría y las ganas de vivir se quedaron pacientemente posados sobre tus labios, esperando nuestro más que deseado reencuentro. En los míos sólo quedó un triste lamento y un suspiro que se empeña en regresar a mi boca una y otra vez. El viento me susurra su nombre: soledad.
Si comienzo mi carta con palabras amables que intenten engañarte, miento; sólo hay truenos en mi alma, relámpagos de angustiosas emociones y tempestades de lágrimas en mi rostro.
Me consuela un barato cuaderno y un mordido lapicero. Ellos son mis más fieles compañeros, que aligeran durante brevísimos espacios de tiempo las tediosas horas que, con saña, se adormecen en el reloj. El tiempo sin ti ya no es tiempo, es una tortura que se prolonga en cada uno de mis alientos, una fusión de amaneceres y atardeceres, una sucesión de crepúsculos rosas y auroras naranjas, la nada y el todo, el todo y la nada; el infinito. El tiempo me parece infinito.
En ese preciado cuaderno he escrito todo cuanto ha desplegado alas frente a mi imaginación: desde dibujos de tu amada sombra a poesías que, como mariposas, han querido posarse en mi cabeza.
Para mi más angustiosa desesperación, tu rostro y tu perfume, recuerdos que yo consideraba grabados a fuego en lo más hondo de mi corazón, se han esfumado, marchándose de la mano del olvido, y me han dejado un oscuro vacío donde guardo mis lágrimas como tesoro y muestra de mi amor por ti.
Tu ausencia es mi más odiado enemigo. Desde hace semanas nos miramos cara a cara cada día y él quiere hacerme caer. Y caigo. Caigo y noto que la muerte, con negras alas, quiere elevarme hasta su reino de oscuridad. Pero en un intento de aferrarme a la vida, imagino el sonido de tu grave voz infundiéndome valor. Imagino tu mano sobre mi hombro, imagino tu mirada buscando la mía.
Y entonces yo le grito al viento:“ ¡Sí, yo seguiré vivo! ¡Seguiré vivo hasta encontrarte! Y si la muerte, antes de verte por última vez, me llevase... ¡Me convertiré en ángel para poder velarte!”