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Los Ángeles de Carcinoma por katzel

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Creí que lo único que necesitaba para tener una vida llena de significado era defender lo bueno, lo bello y lo verdadero...

Como representante del poder de la justicia en este mundo siempre intenté hallar la inocencia por más que estuviese aprisionada por el pecado y la inacabable maldad de las personas, así, liberándola hacia el cielo sentía la felicidad más pura y juntando las manos agradecía al cielo haberme dado el don de conocer el bien y el mal.

Ser el Conde de Lautremont, defender las frágiles almas, delicadas como flores, castigar con el peso del oprobio y la venganza a los criminales, limpiar con el fuego azul a este terrible y caótico mundo...

...definitivamente esa era la felicidad.

Hasta que le conocí.

En la delgada superficie de cromo de mi espejo apareció el hermoso Dazet.

Al inicio era tan sólo un tibio resplandor que me hacía temblar a la expectativa manteniéndome absorto por su calidez luminosa.

Pronto, hecho de las olas de un mar dorado, disuelto en las múltiples ondas de fantasmales velos, en el tul de la bruma surgió la divina imagen de Dazet.

Una sensación confortable y cálida tomó mi cuerpo recorriéndolo por completo.

Sus alas blancas se agitaron apenas un poco, podían ser comparadas con las de una suave mariposa nocturna. Los cabellos alborotados y de un color albísimo como una estrella divina, aparecían y desaparecían según los gráciles movimientos de su señor.

Por fin me permitió ver su rostro.

Casi podía sentir el aire que exalaba al otro lado del espejo.

Sus ojos hechiceros fueron llenando los míos hasta darme la sensación de que acababa de despertar y él era lo primero que veía en este nuevo mundo...

Sus labios murmuraron algo suave...

Arrancaba de mí la energía vital... pero aunque significase mi ruina no estaba dispuesto a perderle...

Posó la palma de una mano blanca y al otro lado, con la inocencia del niño que sabe que es imposible pero desea intentarlo, coloqué la mía en un intento inútil de sentir la suavidad de su piel.

¿Eso que hizo correspondiendo a mis esfuerzos fue una sonrisa?

Apenas un delicado mohín hacía arder el sol dentro de mí.

Y esos ojos de plata me seguían torturando con su perfección.

Yo empecé a recitar unos versos antiguos que fluyeron en mi boca a manera de río, imposible de detener, y que sólo eran para él y su ardorosa mirada.

 Ojos hidrópticos creo,
 que mis ojos deben ser
 pues cuando es muerte el beber
 beben más y de esta suerte
 viendo que el ver me da muerte
 me estoy muriendo por ver...

 
Agitó un poco la cabeza creando olas continuas en sus cabellos e hizo un gesto misterioso, acariciando sus pupilas con un haz de luz... parecía encantado con mis palabras...

 Pero véate yo y muera
 que no sea rendido ya
 si el verte muerte me da
 el no verte qué me diera

 
Admiraba mi desesperación por tocarle y la impotencia frustrada de no poder hacerlo...
 
 fuera más que muerte fiera
 ira, rabia, dolor fuerte
 fuera muerte
 de esta suerte
 su rigor he ponderado
 pues dar vida a un desdichado
 es dar a un dichoso la muerte.

 
Al terminar estaba casi arrodillado ante él y ansiaba por completo su piel al otro lado de nuestra frontera.

- Soy Dazet... - dijo entonces.

- Yo soy...

- El Conde de Lautremont... lo sé... la Iluminada Justicia de Dios en el mundo...

- No... no... apenas un simple y pequeño mortal...

- Eres humilde en cuanto a tu lugar dentro del amplio universo... a través del espacio y el tiempo... yo no... yo soy orgulloso y pérfido... cruel y tirano... a mi paso las flores del dolor crecen y se doblan torturando a los seres que caen entre mis sutiles hilos...

- Hermoso... - susurré.

- Yo soy la inagotable fuerza capaz de destruir aquello por lo que tú tanto luchas...

- Siendo así... igual te amaré, como ya te amo desde la primera vez que vi tu mágico resplandor - dije arrobado, perplejo ante su esencia inalcanzable.

- Hum... - hizo aparecer ese inocente mohín de triste sonrisa -... yo no puedo ser amado de esa forma... - alzó el brazo dando a toda su figura una estilizada posición - ... soy un Ángel de Carcinoma... el azote del mundo... el fin de tu especie...

- Imposible siendo tan bello... imposible...

La virtud, la bondad trataban de detener mi contemplación pues continuaba precipitándome a un abismo irreversible.

- ¿Es que la belleza está reñida con la maldad? - dijo dando un giro y soltando una cascada de hielo con la risa más adorable que hombre alguno pudiera tener. Luego se volvió a mí con dulce expresión -... eres apenas un niño que ignora la verdad... pero al mismo tiempo me pareces tierno... nunca había visto un espíritu como el tuyo... por eso he venido... atraído por el suave aroma que emana de ti...

Enrojecí.

- Dazet...

- Para que exista alguien tan preciado como tú, debo existir primero yo. Yo que destruyo todo lo que toco... la maldad primigenia... la justicia final...

- Imposible... alguien tan perfecto como tú... un vaso de maldad...

- Somos complementarios... al final todo terminará en el silencio de la muerte... y mañana temprano empezará otra vez... soy la sombra que se necesita para continuar el ciclo... sin mi la vida no tiene significado... ¿Qué sucedería si os dejara vivir eternamente?... perderían el ánimo que les impulsa a seguir adelante...

- Pero destruir la vida existente...

- A eso he venido enviado por el Altísimo... sólo sobrevivirán los que crean verdaderamente... los que no posean las sombras de la duda...

- No...

Mis antiguas creencias rendidas ante él aparecían en la defensa de millones de inocentes.

- Es tu completa elección... puedes tenerme, abrazarme, tocarme, sostenerme contra tu pecho... si destruyes el espejo que nos separa, por un instante fugaz, seré tuyo enteramente... luego morirás... pero aquel recuerdo de un beso detenido en el tiempo acompañará tu ser a donde quiera que éste vuele en la inmensidad... y sólo a ti amaré... y luego de haber cumplido el propósito para el que fui creado, iré a la Mansión Eterna... y me uniré a tus restos brindándote sentimientos prohibidos por mi maligna naturaleza... te he elegido, Conde, por que de todos los seres de la tierra, eres el único que tiene derecho a tener mi corazón... es tu mano la que debe abrir la puerta pues es justa y sincera... y por que es tu dulce aroma el que no puedo resistir... y quiero que seas mío... mío más allá del cuerpo mortal y las falsas creencias... quiero que mueras, para que vuelvas a nacer en mí...

Tendía sus manos llamándome.

La decisión estaba tomada desde que me atrapase en su mirada.

"¿Te entregarías al amor aunque te cause la muerte?"

Sonreí... el mundo se volvería un desierto plagado de corazones puros...

Tomé una moneda de plata y la lancé mientras mis ropas flotaban en la habitación y el viento salido del espejo agitaba mi ser por entero.

Los finos cristales se lanzaron a través mío destrozando mi cuerpo y liberando el suyo.

Y yo, absorto, abrazado por fin a mi ángel de carcinoma esperaba en su amor asesino el dulce abrazo de la muerte.

- Isidore... - dijo mostrándome su verdadera naturaleza de verdugo sensible y diáfano... su dolor al tener que ser un instrumento de destrucción, su orgullo... sus encontradas y diversas emociones.

Mi nombre... mi verdadero nombre... Isidore... dicho por fin.

Era tan... tan... tan arrebatador que condenaría a mil mundos por él...

Sus labos se deslizaron sobre los míos y pude probar lo que era la pasión hecha ángel.

Apreté su cintura y me sentí cobijado por el calor de su cuerpo de nieve, de sus delgados brazos, de sus blancas alas.

"¿Despertarías del más hermoso de los sueños?"

- Tú eres mi destino... sólo tú...

Y luego de eso, bañado en sangre caí lentamente al piso.

- Adiós, Dazet...

- Te veré en la Eternidad, Isidore... espera por mí...

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No poseo un don...

... desconozco que es la bondad y qué es la maldad...

... a cambio de mi pecado poseo el amor de Dazet, el malvado, bello y contradictorio Ángel de Carcinoma...

Y ahora le espero tranquilo y sosegado en las mansiones de la eternidad...

Notas finales:

Isidore Ducasse fue un escritor nacido en Uruguay, descendiente de franceses radicó allí en su juventud y adolescencia. Posteriormente en Francia bajo el pseudónimo de "El Conde de Lautremont" publicó "Los cantos de Maldoror", una revisión de la maldad humana. Su mejor amigo era Dazet, un joven bueno. En este caso e invertido la esencia de los dos para realizar el fic.

El poema recitado es parte de un diálogo de Segismundo con Rosaura para la obra "La Vida es Sueño" de Pedro Calderón de la Barca.


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