La persecución no terminaba nunca, cazador y cazado iban corriendo por una oscura calle de algún lugar de Kioto. Para el que perseguía aquello no era más que un juego, a pesar de que de momentos su presa escapaba, sabía que para ella era una batalla perdida. Conocía el lugar como la palma de su mano, sabía de los sitios que frecuentaban las personas en la noche y aquel definitivamente no era el lugar. Llevaban un buen rato corriendo, sabía que ella ya estaba cansada, pero él no. En su cuerpo no había cabida para el cansancio, sólo ansiedad por el sólo hecho de pensar en el momento en que la tendría en sus manos.
No aguanto más, y aunque quería hacer la tortura más larga, aceleró considerablemente su pasó, alargó al brazo, abrió su mano y cuando la cerró, lo hizo firmemente alrededor de un antebrazo
Un grito horriblemente desgarrador inundó las calles.
- No me gustan cuando gritan tan fuerte.- dijo el hombre, molesto, en su oído. La calló de un golpe, que la dejó inconsciente…
Cuando la joven despertó en el suelo, estaba maniatada y una cinta estaba adherida a su boca. Se encontraba en una habitación. Todavía era de noche. Observó un poco más entornando los ojos, pudo distinguir una cama para dos. El terror se apoderó nuevamente de ella al recordar por qué se encontraba aquí, y aumentó aún más al captar un par de ojos que le devolvían la mirada.
- Pensé que no despertarías, ya no puedo esperar más…-
Quince minutos más tarde habían cesado ya los forcejeos, llantos y gritos, simplemente porque ya se había cansado de luchar contra lo que ya era evidente. El cuerpo de aquel fornido hombre se encontraba semidesnudo sobre el de ella, aprisionando con fuerza innecesaria sus muñecas, mientras que robaba besos a la fuerza de su boca. Tanta era la brutalidad de aquella bestia que llegó a sacar sangre de aquellos labios tan delicados. Los ojos de aquella chica ya no producían lágrimas, y se encontraban inexpresivos apuntando al techo del lugar.
Sin previo aviso, el hombre se separo de ella, quedando a horcadas sobre su vientre, y sin cuidado alguno, termina de arrancar literalmente la ropa que la chica llevaba puesta. Luego se inclina un poco apoyando sus manos entre la cabeza de aquel fino cuerpo, que comienza a temblar ligeramente.
-Cariño, si no pones de tu parte, no disfrutarás en absoluto.- dijo al tiempo que delineaba el contorno de su cara.- Pero, siéndote honesto, creo que inevitablemente lo disfrutaré yo más que tú.- dijo antes de volver a abalanzarse sobre ella, con una perversa sonrisa en sus labios.
Ella, por su parte, tembló aún más al sentir como el calor se concentraba en el cuerpo de aquel hombre, en un punto que se obligó a ignorar, pero que sabía se encontraba frente a sus caderas.
Sus pensamientos la llevaron al momento en que tomó aquella decisión que la puso en donde se encontraba ahora, a ese preciso instante en el que todo pudo haber sido distinto, cuando su inocencia sumada a su mala costumbre de no prestar atención a lo que sucedía a su alrededor la llevaron directamente a una pesadilla, de la cual no sabría cuando iba a despertar.