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El Contrato por shibarisama

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Things get damaged,
things get broken
I thought we'd manage,
but words left unspoken
made us so brittle,
there was so little left to give...


No estaba seguro de si eran sus ojos o el mundo lo que estaba falto de color, pero todo a su alrededor estaba teñido de un oscuro matiz gris: el cielo, las calles adoquinadas, los edificios, incluso los mínimos rectángulos de hierba que se las arreglaban para extenderse entre el pavimento se veían como si hubieran sido quemados con lejía. Ni siquiera una pobre mancha de color, una flor, un envoltorio de caramelo en la basura. Nada.
Por uno o dos segundos le inundó el pánico, y se frotó los ojos furiosamente apretando con fuerza los párpados, asustado de que algo pudiera estar mal con su propia visión. Pero enseguida se dio cuenta de que su piel estaba sonrosada por el frío, y un colorete suave le adornaba las yemas de los dedos.
Así que era tan sólo todo lo que le rodeaba.
Perturbado, caminó unos metros por la calle hasta acercarse a un banco de madera junto a la parada del autobús. Se suponía que tenía que esperar a un guía pero no sabía exactamente de quién se trataba - él tenía su propio propósito y aún así se sentía inseguro. Era esa atmósfera, tan... depresiva.
Con el pasar de los minutos, fue notando como la escena estaba completamente tiesa, como si estuviera sentado en el medio de una maqueta de cartón en vez de el mundo humano real.


'¿Sabe usted cuánto le costará esto, cierto?'
Ruki bajó la vista. Ciertamente, lo sabía. Pero al estar desesperado, no podía importarle mucho de todas maneras. Era un trato arriesgado, de eso se daba cuenta - pero estaba decidido. Totalmente decidido. Apenas oír de aquella encontrada posibilidad, de esa última oportunidad - su mente y corazón se decidieron en un abrir y cerrar de ojos. Eso era todo. Sin vuelta atrás.
Así que simplemente asintió, firmando el contrato con un movimiento seco de su muñeca.



Un rugido grave rebotó de repente en las frías paredes que rodeaban la angosta calle; lo hizo despertar violentamente de su profundo ensueño. Un autobús blanco, sin número ni identificación alguna dobló una esquina a dos cuadras de distancia y se fue acercando lentamente.
La ansiedad le latía dolorosamente en las sienes.
La apariencia del conductor permaneció oscurecida por las sombras, y no tuvo necesidad de forzar mucho la vista para notar que el vehículo estaba totalmente vacío excepto por él. Aún así, al acercarse, el coche se detuvo, y la puerta trasera se enrrolló automáticamente.
Una larga y esbelta figura envuelta en holgadas ropas negras descendió suavemente los escalones, y dio un pequeño saltito hasta la acera.

El reconocimiento le golpeó en el pecho como un puño de acero.


El teléfono seguía sonando, su timbre histérico y exasperante, pero Ruki no podía siquiera levantarse para contestarlo. No podía hablarle a sus amigos, familiares o conocidos nuevamente - no servía de nada. En su lugar, lo dejó sonar, no queriendo desconectarlo por miedo a preocupar a todos aún más. Si llegaran a obtener una línea muerta de repente, de seguro se aparecerían en su puerta y comenzarían con las preguntas.
Preguntas que ni siquiera él podía responder.
Una tibia luz dorada asomaba a través de las cortinas carmesí a medio cerrar, tiñendo todas las superficies blancas de un suave color naranja. Era extraño cuán hermosamente vacío se veía el departamento ahora - lujosamente decorado pero demasiado impersonal, como una foto recortada de una revista de diseño de interiores.
En cierto modo, era gracioso, porque hubo un tiempo en que dejar esa casa detrás equivalía a dejar una parte de él encerrada tras esa puerta. Era extraño porque hubo un tiempo en que el departamento había sido más que un techo y cuatro paredes - había sido un hogar para dos.



Se hallaba de pie, estupefacto, con la boca abierta y las manos temblorosas. En el borde de sus ojos comenzaban a reunirse las lágrimas, borroneando la increíble visión frente a él. Bloqueándolo todo.
El otro estaba cerca ahora, quieto y hermoso, pero lo más importante es que era real. Tangible.
Tragando fuerte, alzó una mano inquieta para posarla sobre la mejilla derecha.
Tibia.
Dedos enguantados encerraron la mano que había levantado con tanto esfuerzo y acariciaron los nudillos gentilmente, un movimiento suave que hizo que su corazón se salteara un latido y su respiración se entrecortara.
Pensó... No era cierto. No podía serlo.
Parpadeando para enjugarse las lágrimas, miró al otro directamente en los ojos color miel, que estaban llenos de emociones, todas ellas discordantes y caóticas; pero más que nada, estaban llenos de confusión.
Y sin poder soportarlo màs, se dejó caer en el abrazo acogedor del otro, sintiendo sus brazos sujetándole la cintura y un par de labios presionándole la sien.


Pero todo estaba arreglado ahora, aquel mundo y aquel cuarto y aquellos recuerdos que eran demasiado para soportar - se evaporarían. Tan sólo tenía que esperar a ser llamado, y que le dieran las instrucciones necesarias, y entonces...
Ruki cerró los ojos y respiró profundo, su mente vagando en varias diferentes direcciones. Su resolución flaqueaba constantemente ahora, el arrepentimiento acumulándosele dentro como veneno amargo cada vez que pensaba en lo que había aceptado. Pero había firmado, había quemado todas sus ataduras y no podía volver.
Por momentos, sólo deseaba deshacer lo que había hecho.



Los minutos pasaban y aún no se desenredaban el uno del otro - simplemente no podían. Encontrarse de nuevo, abrazarse de nuevo, besarse de nuevo - para ambos era como respirar por primera vez, como renacer..
Y en cierto modo, quizá era renacimiento.
Sus labios parecían estar pegados, las manos explorando piel familiar, acariciando, apretando, arañando, amando. El más alto tenía al más bajo envolviéndole la cintura y los brazos, la mezcla de alientos demasiado sobrecogedora para ambos partidarios.
Luego de un largo, largo rato, se las arreglaron para desabrochar sus cuerpos y acomodarse en el banco, nunca rompiendo el contacto visual, nunca soltándose las manos.
El más alto no pudo evitar sonreír, acariciando el cabello sedoso y los labios del más bajo. Inclinándose, depositó dos besos sobre los párpados cerrados. Y suspiró.
'¿Por qué estoy aquí, Ruki?'


Así que sucedió. Había sido seleccionado. Luego de la tortuosa espera que había tenido que soportar, alguien finalmente se había apiadado y le había enviado la carta que ahora sostenía entre las manos. Era insulsa y blanca, excepto por tres líneas garabateadas: un lugar, una hora y una nota.
Eso era todo - nada más. Habría de esperar un poco más, pero no le importaba. Ahora sabía a dónde iría, cómo se desarrollaría todo, cuándo, bajo qué circunstancias. Lo sabía, y ahora tenía un motivo para no dormir, para no comer, para no volver a vivir como un humano.
Porque la carta era una confirmación, un regalo - algo que lo aprisionaba y lo liberaba a la vez.
Era una carta diciéndole dónde y cuando iba a morir.



'No me dijeron que llegarías enseguida... Me dijeron que esperara a un guía. Supongo que su intención era darme una sorpresa...'
Las mejillas de Ruki estaban ligeramente teñidas de rosa por el frío, las caricias y los besos, y le hacían ver como una colegiala más que nunca.
El más alto se sentía contento, pero algo lo inquietaba, algo que no lograba definir.
'Ruki, ¿por qué estoy aquí?'
El más bajo sonrió y se apretujó más contra el otro.
'Yo te traje aquí, Uruha. ¿No te alegra?'
El tono de su voz era alegre pero Uruha supo (diablos, siempre podría darse cuenta) que había otro detalle y Ruki no le estaba contando la versión completa. Acariciando la barbilla de Ruki con los dedos, le alzó el rostro y lo miró a los ojos con intención.
No intercambiaron palabras, pero Ruki finalmente suspiró pesadamente.
'Creí que te haría feliz...' Su voz parecía llena de decepción, casi incierta - asustada.
'Lo hace, Ruki. Es sólo que... Tú sabes. Esto no es normal. No se supone que esté aquí de nuevo. Cuando me fui...'
Ruki se estremeció. Uruha le abrazó con más fuerza.
'... dijeron que nunca podría volver.'


Mirando la fotografía en la pared, Ruki no podía contener sus lágrimas, que ahora viajaban por sus suaves mejillas hasta estrellarse en la pulida superficie del pequeño altar. Había encendido velas de vainilla y reemplazado los brezos marchitos con frescos nomeolvides, siempre asegurándose de que el arreglo quedara hermosamente armado y que la cera no se escurriera fuera de los candelabros.
Cada vez que se paraba allí, los recuerdos lo amedrentaban, pinchándole los ojos, generando un dolor incómodo en la boca de su estómago.
Ahora, sin embargo, era distinto. Sus lágrimas no eran sólo de miseria y soledad, sino también de alguna extraña clase de insana alegría, la felicidad de saber que el fin estaba cerca, al igual que su mayor sueño, su fantasía: volver a ver a Uruha, sólo una vez antes de partir para siempre. Para siempre...



El ceño de Ruki se fruncía en una expresión pensiva, pero lo que los envolvía no era un silencio incómodo. Los brazos de Uruha le rodeaban la cintura al tiempo en que él apoyaba su peso contra su pecho, el calor y la suavidad del abrazo suficientes para satisfacer su necesidad de cercanía.
Demasiado perdidos en su comodidad como para notar el tic tac del reloj, se abrazaron más fuerte (si es que eso era posible) cuando una brisa fría sopló sobre ellos. Habían conversado, reído, y se habían besado muchas, muchas veces ya. Lo que más amaban estaba justo allí y no había preocupaciones, molestias ni dolor.
Excepto, quizá...
'Ru, por favor. Dímelo. Quiero saber. Quiero comprender...'
Y Ruki, dándose cuenta de que se les acababa el tiempo, se dio vuelta entre los brazos de Uruha para poder verle a la cara, e inhaló profunda y trágicamente.
'Uru, te lo diré, pero promete no enfadarte.'
Al oír aquello, la preocupación de Uruha no hizo más que aumentar. ¿Por qué habría de enfadarse? Su Ru... Se las había ingeniado para encontrarlo de nuevo y ahora permanecerían juntos para siempre... ¿Cierto?
No.
Una fría sensación le recorrió la espina, inmovilizando cada músculo de su cuerpo.
'Ru... Tú... Tú no estás... Oh, Ru, por favor dime que no estás...'
Una sonrisa triste contorsionó los finos rasgos del más pequeño.
'No te preocupes, Uru, no estoy muerto...'
Uruha tragó fuerte.
'... aún no.'


Cuando Uruha falleció, fue repentino. Inesperado. Como ser atropellado por un camión de frente en un desierto, insólito. Como pisar una víbora venenosa y ser mordido en un segundo. Para Ruki, fue... demasiado pronto.
Un accidente, eso le dijeron. Algo que tuvo que ver con un tipo borracho, la moto de Uruha, las luces rojas del semáforo y un peatón. El oficial hablaba y hablaba pero la mente de Ruki estaba en otro sitio, los detalles del discurso de aquel extraño demasiado crudos y ordinarios como para colarse en sus pensamientos. Un accidente... para Ruki, era más una catástrofe.
Muerto, muerto... Su novio estaba muerto. Tan sólo así. Como si alguien hubiera aplastado una mosca contra un vidrio - Uruha estaba muerto.
Lo que sucedió luego estaba aún borroso, el viaje a la morgue, las palabras desesperadas del manager, las lágrimas de todos, la lástima de todos. Todo había desaparecido, excepto por el momento en que vio el rostro pálido de su amor, aún pegoteado de sangre, su cabello castaño una maraña de sustancias que no podía ni quería identificar.
Había besado los labios helados y acariciado la piel rota con tal dulzura, que parecía que estaba tocando una muñeca de cristal en lugar de un cuerpo muerto. Tuvo que ser retirado de su lado por dos enormes guardias de seguridad e inyectado con un líquido que le durmió todos los sentidos, excepto aquel dolor latente en su corazón.
La muerte de Uruha había sido también su propia muerte - y por eso, cuando se le ofreció la oportunidad de intercambiar su ahora insignificante existencia por una tarde más con el amor de su vida, tuvo que aceptar inmediatamente; sin importarle las consecuencias, o el castigo, o el dolor. Sólo una vez más, y luego oscuridad.
Con un movimiento seco de su muñeca, firmó - para luego arrepentirse.



La cara de Uruha se contraía de dolor mientras Ruki explicaba, cada palabra desgarrándole el pecho como con alambre de púas y clavos. Quería gritarle a Ruki por su estupidez, quería llorar y protestar y correr lejos para que su sacrificio no contara - porque no quería esto.
No quería que Ruki también muriera. Era demasiado cruel e injusto, como si alguien se hubiera aprovechado de la debilidad de su amado sólo para robar su alma. En realidad, estaba convencido de ello - un demonio se había metido en la miseria de Ruki, lo había seducido para que renuncie a todo. A todo, ¿por qué?
La gentil expresión en el rostro del más pequeño le impedía reaccionar violentamente, pero el furioso temblor de sus manos era obscenamente evidente. Al verlo, Ruki tan sólo sonrió tristemente y reposó su rostro cansado en la curva del cuello de Uruha.
'Sabía que te alterarías al enterarte. Pero no puedo perder mi tiempo, ni tampoco mentirte...' Plantando un beso en la hendidura de la clavícula de su novio, suspiró. 'Cuando vuelva ese autobús, te subirás y te irás por siempre. Y yo... Bien...' Otro suspiro. 'Tengo un negocio que atender.'
Ruki se asustó cuando Uruha lo tomó de los hombros y lo alejó de su cuerpo bruscamente. Las lágrimas de ira y el sonido de dientes apretados le tomaron por sorpresa, pero no tardó en comprender. Sabía qué tan profundo era el amor de Uruha, al igual que el suyo, tal y como el amor que le había hecho renunciar a su vida a cambio de aquel momento.
Y sonrió, una vez más.
Un rugido grave, dolorosamente familiar para Ruki. Se arrastraba por la calle hacia ellos, y ninguno quiso pensar nada más, en cambio volvieron a colapsar en los brazos del otro - por última vez, para compartir otro aliento, más dolor, y algo de amor.
El sonido de una puerta automática enrrollándose, y todo sucediendo tan rápido - otro beso, lágrimas, perdón, una insoportable cantidad de dolor, risas ahogadas, caricias, otro beso, otra lágrima.
Una despedida como ninguna otra. Pero esta vez, habían tenido tiempo para concretarla. Habían tenido la oportunidad de mirarse a los ojos y realmente decirse todos esos pensamientos que habían quedado mudos - sin importar cuán duros fueran.

Ruki se quedó allí parado, observando al vehículo desaparecer en la distancia, aún rugiendo con sonido metálico. Parado, observó, y luego se dio media vuelta, listo para cumplir su propia parte del contrato - listo para intercambiar.
La única diferencia era que el cielo se había abierto un poco, la luz del sol bañaba las superficies de concreto - y todo estaba nuevamente en movimiento.


FIN

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