Tengo miedo…
Dos palabras de uso común que son tan insignificantes como se oyen. Y sin embargo, describen realmente lo que siento.
Hoy me levante a la mitad de la noche con más temor que el de costumbre, algo que me logro alarmar muchísimo. Aunque bien, hay demasiadas cosas que pueden responder el “¿Por qué?” del asunto.
La cantidad desmesurada de deberes y estrés que me agobian es una posible y muy considerable causa, y otra es mi consumo excesivo de azúcar -no malentiendan lo que digo, porque aunque la glucosa sea la base de mi alimentación, creo que ahora estoy excediendo mis propios límites-.
Y bueno, ¿Para qué mentir?, hay una tercera cosa que también me está incomodando. Corrigiendo, esa “cosa” es, más bien, una persona- tremendamente bella y encantadora-. Y esa persona, a su vez, es la principal sospechosa de ser “Kira”, el asesino serial más buscado en el mundo.
-Ryuzaki- me llamas, aún dormitando. Duele, y aunque haya sido yo quien te obligó a llamarme así, cada vez que lo haces cierta punzada dañina inunda mi corazón. Como desearía que me llamaras por mi nombre.
A veces es demasiado tentativo gritarte nombre, ¿Pero que ganaría con decírtelo?, seguro un pase directo a la tumba. Y mírame, aún sabiendo de lo que eres capaz estoy aquí, sentado frente a ti, esperando que un milagro nos ilumine y nos deje vivir felices. Que estúpido puedo llegar a ser a veces, ¿No?
-Ryuzaki, préstame atención- exiges, poniendo tu frente sobre la mía, desganado- ¿En qué piensas?- cierras los ojos concentrándote; Incluso tengo la sensación de que intentas leerme el pensamiento de esa forma.
Cierro los ojos casi por instinto, mientras aspiro tu delicioso aroma, hueles igual que pastel de fresas. Suspiras, sabes que es mi forma de evadirme. Acorto la distancia que nos separaba y te regalo un dulce y corto beso en los labios. También eres consciente de que esa es mi forma de disculparme.
-Nada- respondo al tiempo que tomo tu mejilla, esta tibia; Sumando ese hecho a tu irresistible olor, me veo tentado a besarte de nuevo y no dejarte ir nunca de mi lado.
-Dime la verdad- exiges mirándome serio, ambos somos infantiles, sé que no me dejaras hasta que te cuente lo que me inquieta. ¿Pero cómo explicarte que tengo miedo… y que una de las cosas que más temo es de ti?
-En serio no tengo nada- aclaro rápido, mientras beso la punta de tu nariz, tratando de hacerte sentir seguro.
-Mhn…- te apartas de mi labios, enojado. Después acercas los tuyos a mi oreja, y susurras sensualmente- ¿Qué tengo que hacer para que me digas?- Como lo esperaba de ti, comienzas con tu actitud de niño berrinchudo. Hasta cierto punto luces cómico y un tanto sexy con tus pucheros.
-No lo sé, ¿Quieres jugar a adivinar?- beso tu mejilla, aceptando indirectamente que te escondo algo.
-Eres malo, ¿Sabias?, lo que haces se llama chantaje- lames el lóbulo de mi oreja, y no puedo evitar gemir levemente, eres bueno en eso encontrar mis puntos débiles.
La luz de la luna es nuestro testigo… Testigo de que cada noche nos pertenecemos un poco más, de que cada vez somos más como un mismo ser y no dos personas independientes. La acompañante de las estrellas quien también es espectadora de nuestro pecado nocturno… de nuestra mentira creciente y dolorosa.
Acabas de morderme el cuello, me distrajiste de mis pensamientos, a propósito.
-Nhh...- un suspiro leve sale de mis labios pesadamente, me cuesta mucho controlar mi aparato respiratorio cuando se trata de ti y de tus acciones.
-¿Me vas a decir ahora, o tengo que hacerte sufrir más?- aprietas el pequeño bulto que se ha formado debajo de mi pantalón levemente.
-Pues…- digo mientras busco tus labios una vez más- Tengo miedo.
-¿Uhm?- gimes confundido, tratando de no quitar tu total concentración en lo que haces. A veces creo que eres algo así como un adicto al sexo- ¿Miedo?
Asiento, mientras comienzo a desabotonar la parte superior de tu ropa de dormir.
-¿A que le tienes, miedo, exactamente?- apartas mis manos de tu pijama rápidamente, me miras dubitativo y un tanto enojado.
-… A ti ...- mi susurró pudo fácilmente haberse perdido en el silencio de la noche, pero desafortunadamente para ti no puede ser así.
-¿A mí?- la turbación en tu timbre de voz es evidente, así como el dolor de tus ojos.
Asiento, y antes de que puedas hacer nada, me aferro a tu cálido pecho semi descubierto.
No dices nada, tampoco yo lo hago.
Al principio te has resistido, pero finalmente, te aferras a mi espalda. Con lentitud, volvemos a acurrucarnos entre las sabanas.
-¿Qué será de nosotros?- pierdo mi mirada en la tuya, esperando vanamente una respuesta que me tranquilice y haga que la angustia que siento me abandone y la tranquilidad le reemplace.
-Mejor, pensemos en lo que es hoy de nosotros…- susurras, mientras acaricias mi cabello y vuelves a acomodarte para dormir.
Te imito, no hay nada más que pueda hacer más que resignarme a que la palabra “futuro”, no debe estar en mi vocabulario o en mi mente nunca.
Muy a mi pesar, volvemos a ser tres en tu cama: Tú, yo, y el miedo.
Buenas noches, Light Yagami.