El retratista por sombra de gato negro

Una tarde más en el estudio, se acaba de marchar el protagonista de mi último retrato, un hombre importante de negocios que lo necesita para ponerlo en su gran oficina. Alguien sin importancia verdadera a mi parecer, ni siquiera vale verdaderamente la pena hacerle mención ya que solo una cita más y su pintura queda lista, se la entrego, me paga, se va y no lo vuelvo a ver ni a saber de él. Así de simple es, así siempre es.


Recojo mis pinturas y las pongo en la estantería, muevo a un lado el caballete junto con la pintura para que no ocupe tanto espacio en uno de los dos únicos cuartos disponibles que tengo, este es el estudio y el del otro lado del librero que divide el departamento es mi habitación, no posee más muebles que un catre (lecho de tela o cuerdas entrelazadas) en el piso y una pequeña cómoda donde guardo mi ropa y demás objetos personales. Vivo en el último piso de un edificio de 3 plantas, tengo mi estudio en el ático ya que con lo que gano no he podido pagar nada mejor en esta mísera ciudad.

Ahora que lo pienso no me he presentado aún, bueno pues les aviso que no pienso decirles mi verdadero nombre ya que no lo considero algo clave o que tenga relevancia en mi vida o mi historia, así que simplemente llámenme Mello. Tengo 17 años, seguro que algo joven para vivir solo pensaran ustedes, soy un pintor de retratos y nada más, no gano mucho pero no importa ya que mis gastos son muy reducidos, tengo una vida modesta de la cual se abran percatado ya que como mencione anteriormente, vivo en un ático que rento a una pareja que vive en el primer piso, no conozco a ningún otro inquilino más que de vista en esas de subir y bajar por las escaleras, han de pensar que soy un grosero porque ya nadie me saluda después de que se percataron de que yo jamás les devuelvo la seña, je aunque debo admitir que seguramente tienen razón ya que no me importa ni saludarlos ni lo que piensen de mi. En verdad no me interesesa la opinion que la gente pueda hacerse de mi, si me interesara les hablaria pero son personas muy aburridas y lo que menos quiero es relacionarme con ellos.


Anuncio mi trabajo en el periódico local, está en la sección de anuncios entre las parejas que buscan adoptar y las licuadoras, debajo del cartelito de “si encuentras a mi perrito spunki llama al número…”. Algo es algo, y así si eh logrado conseguir más clientela porque, aunque no lo parezca, la gente en verdad le presta atención a los anuncios de perro perdido y los lee por simple ternura de que una mascota pequeña e inocente se halla extraviado, aunque obviamente no van a prestar más atención a los perros callejeros que se crucen por su camino por si se trata del tal “Spunki”, ¿qué clase de nombre es ese para un perro?.

Retiro todo el sobrante de pintura de la paleta y lavo los pinceles para que no queden rastros de la misma y queden duros, como la última vez que me olvide de limpiarlos. Jalo una mesa plegable, preparo un pan con mermelada y mi chocolatada (leche con chocolate), atraigo una silla hacia mí y empiezo con mi cena, de la cual no me duró mucho el gusto ya que un momento después de que me llevara el primer bocado a la boca alguien tocó a mí puerta.