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Day & Night por AvengerWalker

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Notas del capitulo:

¡Holas, qué tal! Aquí AvengerWalker subiendo el fic que estamos escribiendo AishaWolf y yo :)

El primer capi habla de Dante di Arcangelo y de su vida, y el segundo hablará de Aisha y así sucesivamente ^^


Espero lo disfruten

A la gente le pueden parecer extrañas muchas cosas.

¿Una de ellas?

Que dos hermanos estén tan unidos.

No sé porqué, siempre ví que la gente miraba feliz a dos hermanos juntos, como si no fuese normal, como si fuese un milagro.

Antes no lo entendía, pero ahora sí.

Mejor aprovechar lo que tienes, porque si lo pierdes, puede ser terrorífico...


...Muy terrorífico.



- NIX & CHAOS -

- Capítulo 1 -



Volterra, un bonito lugar de Italia, el cual no llamaría la atención de nadie en particular.

Un lugar común, con historia, con fauna, flora, con gente.

En tiempos como aquellos, por el siglo 14, los castillos estaban en mejor estado.

Eran blancos, increíbles para entonces.

Grandes, tan grandes que no podías imaginarlo hasta que lo veías.

Con ventanas, cientos de ventanas.

Y gente, mucha gente especial a los ojos del rey.

Un bosque rodeaba la zona del castillo, el cual servía para delimitar el territorio "noble" del "vulgar".

Por el límite es donde merodeaba un muchacho.

Tenía la tez clara tan clara como la nieve, y vivaces ojos carmines.

Inimaginables

A pesar de ser un muchacho, su aspecto a veces sugería femeneidad, debido a su menudez y sus curvas andróginas.

Bello

Su cabeza estaba adornada por largos y rizados cabellos azulados, los cuales le llegaban a la altura de la cintura.

Prohibido

¿Su nombre?

Dante.

¿Qué hace?

Intenta escapar de su presente, mirar hacia su pasado, y mejorar su posible futuro.

Tiene 15 años de edad.

14 años de búsqueda.

Mejor aprovecha lo que tienes

Un 21 de Marzo, en otoño, cuando las ojas comenzaban a caer y el cielo se tornaba más oscuro y el clima, frío, nació un bebé.

Era especial, pues sus ojos eran atrapantes e hipnotizantes.

Había traído alegría a toda la familia, conformada por una madre, un padre y una hermana.

No obstante, un año después, Dante perdería lo llamado "familia".

Su madre y su hermana se habían ido a un lugar desconocido para el, y su padre murió a los 4 años siguientes.

¿Resultado?

La nada.

Nunca supo nada

Es extraño como uno en el presente no recuerda lo que pasó los años anteriores.

Pero esto es único

Dante no perseguía un sueño

No persigo un sueño

Ni buscaba buena vida

No busco buena vida

Buscaba a su hermana

Busco una identidad

Su hermana mayor.

Estaré contigo, antes de mi último suspiro

Su rostro no tenía forma, sus ojos no tenían color, ni su aliento aroma, ni sus manos textura.

Porque sabía que existía, pero no la recordaba.

Luego de la muerte de sus padres, Dante había sido adoptado por una familia que no tenía hijos, por lo cual hacían lo posible para darle lo que necesitaba.

El muchacho siempre agradecía, parecía satisfecho y los dejaba contentos.

Pero nada de lo que le daban le llenaba.

Quiero a la hermana con la que me crié

Era de noche.

Llovía.

El cielo estaba oscuro y las nubes parecían combatir unas contra otras.

El muchacho peliazul se encontraba sentado contra un árbol, triste.

Siempre soñaba lo mismo: una joven que le llamaba.

¿Qué joven?

No lo sabía.

Sin embargo, sabía que era su hermana.

Pero siempre que quería ver como era, no podía.

Estaba viendo a alguien, pero no la veía.

Siempre ocurría lo mismo.

En su sueño, estaba con alguien, pero cuando quería VER a esa persona realmente, esta... era nada, no podía verla.

Su voz, oía su voz, pero no tenía ningún sonido.

Estas cosas enloquecían a Dante, pues no todos se encuentran con semejante contradicción a esta corta edad.

Comenzó a caminar, ignorando que las ropas se rompían a cada tironazo de una rama, o que su rostro se ensuciaba.

Camina Dante, camina

Se detuvo a unos metros de un sendero.

Contrastaba con el oscuro pasto porque era de un color más claro, y parecía llevar a algún lado.

Saltando infantilmente, Dante apoyó ambos pies sobre el y comenzó a correr casi, pero hubo de detenerse.

La gente pronto comenzó a gritar, todo se revolvió

Cuando quiso darse cuenta, Dante se encontraba en el territorio de nobles.

Prohibido.


Y el castigo, era la muerte.





Ese día me ataron, me manosearon.

Me encerraron en una habitación oscura, húmeda.

Esperé.

Esperé.

Y abrí los ojos.



- Buenos días, muchacho -saludó una voz potente.


Por unos momentos, Dante no quizo contestar.

Quizo hacerse el dormido, o simplemente hacer como que no escuchó.

La otra persona, ignorando esto, continuó llamandole, hasta que el menor se movió.

Casi no pudo abrir los ojos, pues el sitio estaba muy iluminado.

Sus pupilas se achicaron ante tanta luz, y sus sentidos se agudizaron.


- Buenos días -repitió la persona.


Dante giró el rostro.



- Qué extraño -fué lo primero que pensó.



Delante, o más bien al costado suyo, un hombre muchísimo mayor, pero no más alto, le miraba atento.

Casi no tenía cabello, lo poco que tenía era gris, y portaba pequeños ojillos negros.


- ¿Cómo te llamas?


- Dante di Arcangelo... señor -respondió el peliazul educadamente, pues SABÍA que estaba en territorio NOBLE.


- Bonito nombre -elogió el anciano.


- Gracias.


Estuvieron en silencio durante un rato.

Dante con la mirada clavada en el edredón y las sábanas, y el anciano admirando el perfil del menor.

Por unos instantes, algunas cosas pasaron por la mente del peliazul, y su cara se contrajo a una serie de gestos de los cuales el viejo no perdía detalle.


- ¿Eres bipolar? -le preguntó al cabo de un momento.


- Un poco...


No se hicieron más preguntas, pues era mejor no hacerlas.

Luego de que Dante durmiese unas horas más, el viejo le despertó para darle una noticia: no lo matarían.


El rey estaba formando un ejército.

Creí que para pelear contra otro país y ganar tierras, por lo cual acepté.

En pocas palabras, vendí mi libertad a cambio de buena vida, que era lo que no buscaba.

Supongo que no me importa, y no la aprovecharé.

No es eso lo que busco, yo quiero encontrar a mi hermana.

A mi hermana.



Aquel anciano con el cual había estado hablando se llamaba Gatsu.

Gatsu sería su maestro, le enseñaría a manejar la espada, la alquimia, le enseñaría textos, a leer, y muchísimas cosas más.


Me enseñó a controlar el fuego con mis manos, cosas que solo pocas personas podían hacer.

Me enseñó a leer. Eso si que fué agradable.

Me enseñó alquimia; a cambiar las cosas desde el interior hacia afuera.

Me enseñó tantas cosas a lo largo de cinco meses...

Incluso, fué el que me develó contra qué me enfrentaba: no era contra temibles mil hombres, o contra cuatrocientos rinocerontes... eran seres demoníacos, que ni la Iglesia actual se imaginaba...

Es increíble pensar que ahora...



Al cabo de unos meses de ser designado como maestro de Dante, Gatsu murió.

Al peliazul esto le causó una depresión muy grande, pues era su único amigo en aquel enorme castillo.

Claro que tenía que convivir allí, por lo cual se aprendió los sitios de memoria.

Residencia de nobles, algunos burgueses que trabajaban para ellos y los hombres y niños de pelea.

Era 4 de Abril cuando Dante fué asignado a escoltar a una persona que llegaba del norte, muy lejano (actual Inglaterra).

Era un hombre mucho más alto que el, de cabello rubio crema y muy bien cuidado, y perspicaces e impresionantes ojos celestes.

Su complexión era fuerte y atlética, bastante admirable, y tendría fácil más de 20.

En silencio, Dante lo admiró mientras lo acompañaba hacia el castillo, aunque el otro parecía que conocía mejor el camino.

Ya en la entrada de la puerta, un heraldo fue el encargado de llevarlo hasta el rey.


Yo no sabía para qué estaba ahí.

Creí que tenía que ver con mi maestro, pero no en ESE sentido.

Pensé que movería el cuerpo, o algo.

Creí que era un amigo, o que le quería dar algo.

No sabía que sería mi maestro.





Ese día hacía mucho frío.

El viento azotaba con fuerza las puertas de las habitaciones de los soldados, impidiéndoles dormir.

El joven peliazul, quien ya llevaba unos 5 meses en aquel lugar, se levantó a ponerle traba a la puerta, ya que nadie lo hacía.

Sin embargo, apenas se hubo acercado a la puerta, una sombra apareció del otro lado.

Dante casi da un respingo, pero no lo hizo cuando vió de quien se trataba.


Cradle, mi mejor amigo.

Lo conocí cuando Gatsu me enseñaba, que lindos recuerdos.

Está enamorado de mi, no sé cuantas veces me lo dijo.

No sé cuantas veces me tomó de la cintura, ni cuantas otras beso mis mejillas.

Es algo incómodo, pero siempre insiste en que me deje querer.



- ¿Qué haces aquí, Cradle? Esta no es tu zona -le recordó el peliazul al peliplateado.



Y era cierto. Cradle era un guardia del castillo, y como era su deber, debía quedarse a las puertas a vigilar.


- Quería verte -susurró el otro.


Por el tono de la voz, parecía estar apurado, urgido.

En menos de un parpadeo, Dante se vió contra la pared, siendo besado por todo el cuello y manoseado.



- Cradle... ahhh Cradle basta... para... ya ahhh... -Lo separó de un empujón para nada delicado.


- No me importa si no me quieres, Dante -aclaró el mayor relamiéndose los labios-. Quiero que te dejes querer...



Y así como llegó, se fué, y Dante muy feliz, puso la traba y se fué a dormir.




Al día siguiente, le esperó un día de arduo trabajo.

Le dijeron que su sensei sería Kannon, el rubio que acababa de llegar Volterra, y que parecía ser la mano derecha del rey.

Tenía 23 años de edad, era probablemente el mejor de todos los guerreros y, además, el más guapo e inteligente.

Dante tomó a Niké, su katana, ya que esta era su arma, y en aquel lugar, los guerreros solían ponerle nombres a sus armas para inspirarse.

Kannon le conduzco fuera del castillo, el cual era inmensamente inimaginable.

Lo llevó a una zona de práctica, cerca de otro bosque, detrás del castillo.

Allí, le ayudó a perfeccionar sus técnicas de combate con el arma, ya que la utilizaba por inercia, y eso tenía sus puntos debiles.


- No Dante, a veces no agarras bien el arma, es así... -le correjía de vez en cuando.


El peliazul asentía.

Su maestro anterior le había enseñado a leer, filosofía, el arte del fuego, y muchas cosas más, y a su actual maestro le tocaría hacerle moverse.


- Espera, se te va a caer la katana si la agarras así... -Se colocó detrás de el y tomó sus manos, obligándole a poner correctamente el arma.



Aquella cercanía incomodaba en gran medida al peliazul.

No solo porque sentía que su espacio personal estaba siendo invadido, si no porque... se sentía vulnerable.

Con un movimiento sutil, para que su maestro no lo notase, le empujo, avanzando y lanzando un movimiento de ataque hacia adelante.


- Muy bien, vas mejorando, al menos la tomas bien ahora - y sonrió, dando a mostrar una perfecta y blanca sonrisa.


El peliazul asintió, pero no le devolvió la sonrisa.

Al contrario, estaba más bien extrañado.


Esos sentimientos de incomodidad ante su maestro y el poco espacio entre ellos que a veces habían, comenzaban a dar a notar un cuadro de enamoramiento.

Cada vez que Dante regresaba de entrenar, su mejor amiga Mana, novia del futuro rey, le veía completamente sonrojado y desarmado.

Siempre que le preguntaba de su maestro, hablaba muy poco y despacio, como si estuviese prohibido mencionarlo.

Mana tenía el cabello lacio, largo y castaño.

Su piel era morena y sus ojos del mismo color, por lo cual solían decirle "morenaza" o "morocha", términos que molestaban al rubio príncipe.


-20 de Abril-


- Dante, ¿me estás oyendo?


- Sí, señor.


- ¿Qué acabo de decir?


- ¿Eh?


- Que ¿qué acabo de decir? -repitió.



Dante se quedó callado. Se ruborizó al verse descubierto.

Ahora sí que estaba desarmado.

Y había que admitirlo: con semejante cuerpazo escultural, torso desnudo y sudoroso frente tuyo, no podías estar escuchando una aburrida clase de filosofía (que aunque a Dante le encantaba, el cuerpo de su maestro le superaba).


- Yo...


- No me oíste.


- No señor, lo siento.


Kannon suspiró.

Su alumno llevaba con ese comportamiento desde hacía mucho tiempo: el darle más importancia a el que a las clases.

Al rubio también le parecía interesante su alumno, de hecho, era aún más interesante que dar clases: sus ojos, sobretodo sus ojos, eran lo más llamativo, sacando su comportamiento visiblemente bipolar y su miedo a los espacios pequeños.

Le daba gracia cuando Dante reaccionaba a sus acercamientos, ya que parecía que le faltaba el aire.

Y se sonrojaba, era adorable.

Pero el nunca le daría lugar a nadie en su vida, ni siquiera trataría de tomar cariño por su alumno.

Estaba seguro, que de cualquier manera saldría herido.

Y era que había tenido algo fuerte, con una bella muchacha llamada Laetitia.

Ambos iban a tener un hijo, pero una enfermedad acabó con la joven de cabellos castaños claros y ojos grises.

Esto terminó por derrumbar al rubio, quien decidió no tener ningún acercamiento amoroso o íntimo con ninguna otra persona.


Cuando ya estaba atardeciendo, Dante se fué a merendar en el salón de los guerreros, en donde ya había unos cuantos comiendo en las mesas.

Pidió su alimento y se sentó.

Apenas estuvo por probar su exquisita parte, una mano le agarró del brazo.


- ¿M-Mana? -preguntó desviando el rostro, pero no era ella.


Era un hombre mucho más grande que el (y cualquiera lo era, teniendo en cuenta que Dante era bastante bajito), mucho pero muchísimo mas forzudo.

El peliazul gimió de dolor, pero el intentar contener la queja le hizo utilizar una voz grave.


- ¡Suéltame, me lastimas! -gruñó como un animal siendo atacado.


- Tú, te vas a enfrentar a mí. No puede ser que la gente ande diciendo que eres el mejor espadachín de aquí si llevas a penas 5 meses y unos tantos día. ¡Yo te venceré!


Y sacó su espada, muchísimo más grande que la que tenía Dante, pero no más potente.

Dante con gusto habría aceptado pelear, pero no tenía a Niké consigo.


- Lo siento, pero... -una mano en su cuello le obligó a dejar de hablar.


- ¿Tienes miedo? ¿Insinúas que no puedo ganarte? ¡Cagón! -escupió el otro.


- Ya veremos quien es el cagón...


IGNIS...








- ¡Ahhh! ¡Auuhh! ¡Duele! -se quejaba Dante lleno de quemaduras por todo el cuerpo y postrado en una camilla.


Mana se encontraba con una tela y aguardiente, atendiendo las heridas del pobre muchacho que se retorcía de dolor en la cama.


- A tí también, ¿cómo se te ocurre hacer eso? ¡Estaba lleno de gente!


- Lo siento... Je, pero valió la pena -sonrió al recordar lo sucedido.



A penas el hombre ese le había insultado, Dante había utilizado el fuego para derrotarlo, pero como no tenía el control total sobre este, había explotado todo.

Por suerte, los únicos heridos habían sido él y el atacante, quien se llevó la peor parte.


- Me duele ahí... -susurró señalando la mejilla.


- Sí, te raspaste y como si fuera peor te quemaste.


- Estaba defendiendo mi honor... -se excusó.


- Oye... -comenzó Mana luego de unos momentos-, ¿porqué no admites que te gusta tu maestro?


- Mi... ¿qué? No me gusta Kannon-sensei -mintió Dante, insultándose en mil idiomas por ser tan obvio.



Unos pasos apurados se escucharon por el pasillo, y una cara sorprendida y asustada se asomó en la habitación.


- ¿M-maestro...?


- Dante... Escuché del accidente... ¿estás bien? -preguntó visiblemente preocupado.


- ¡Jo! Si estará bien, nomás mire las quemaduras que tiene -se quejó la muchacha.


- ¡Oye! ¡¡Te dije que estaba defendiendo mi honor!! No tenía a Niké conmigo y tuve que usar el fuego, ¡ya sé que soy un piromano, pero solo me defendí!



La pelea de los jóvenes continuó, mientras Kannon se detenía a visualizar a los muchachos.

Por un momento, la escena de una discusión entre él y Laetitia llegaron a su mente, haciéndole temblar un poco.

Y fué entonces cuando lo notó.

Dante tenía un gran parecido con su Laetitia.

No por su físico, si no por su carácter: tranquilo, pero si se enojaba, podía estallar como un volcán.

Luego de que su maestro le dió la clase de filosofía en ese mismo lugar, a su retiro, Mana volvió a atacar al menor con preguntas:


- ¿Te gusta sí o no? ¿Porqué no lo admites?


- Admitir ¿qué? Si me lleva como 8 años, nunca se fijará en mí -Clavó la mirada en la ventana, divisando la noche.


- Cradle te lleva 6 y se fijó en tí.


- Cradle es Cradle...


Esa noche, Dante no pudo dormir.

Más allá de las heridas que dolían como los cojones, tuvo dos sueños exttrañísimos.

En uno, una muchacha le hablaba.

"Corre Dante, corre"

Y el corrió.

"Corre, sigue corriendo, persigue la luz, síguela..."

Y el la siguió.

Pensó que quizás, al final de ese oscuro lugar, cuando por fin alcanze la luz, daría un salto y podría tomarla entre sus manos, y así desentrañar el misterio que escondía su pasado.

Porque su pasado era desastroso, su futuro incierto y su presente doloroso, y no había nada que pudiera cambiar eso.

Por ahora.

" Corre Dante, corre, quizás así, al final, puedas descubrir qué haces aquí "

¿Qué hago?

" Ahora Dante, abre los ojos. Ilumina también a los demás. "

Pero todavía debo llegar.

No alcanzé la luz.

Y yo, tengo que...



" Parpadea una vez, y verás la luz cercana, tan cercana que podrás tocarla. Parpadea una última vez, y despertarás. Y si vuelves a parpadear, se prenderá la luz. "


Y así.

Parpadeó una vez, y un destello cegador se hizo presente.

Tanto que cuando cerró los ojos para cumplir el segundo parpadeo, seguía viendo la luz con la misma intensidad.

Cuando abrió los ojos, distinguió en penumbras una habitación clara, que quizás era clara, pero el la veía oscura.

Entonces parpadeó por última vez, y divisó un rostro precoupado a centímetros del suyo.

- Aura... -susurró extendiendo los brazos y tocando con las manos aquél rostro preocupado.


Pero, cuando abriera los ojos ¿no vería la habitación donde se encontraba, y el rostro de la persona que estaba con el?

Estaba viendo, y al mismo tiempo no veía a su hermana.

La veía, pero no sabía como era.

La tocaba, pero no sabía como se sentía su piel bajo su frío tacto.

- Aura... -susurró.


No sabía que color tenían sus ojos, pero era probable que haya heredado los suyos.


¿O el heredado los de ella?

Sabía que ella era mayor.

¿Pero lo era a ciencia cierta?

Mana nunca le mentiría, ¿verdad?


¿Y si todo lo que había descubierto era una mentira?


- ¿Aura? -preguntó el peliazul, sin saber si verdaderamente era o no ella.

- No - susurró una voz violenta, y de repente ese rostro que no veía, se convirtió en el suyo propio, con el cabello negro negro como la noche y los ojos blancos como la luna misma. - Pandemonium...





- ¡¡AAAAAAAAAAAAAAHHH!!


Puff.



- ¡¡AAARRGHH!!


Se quedó quieto, llorando en voz baja.

Se había caído de la cama, una situación graciosa, excepto para alguien que se encontraba en su estado.

Las heridas de sus quemaduras se abrieron nuevamente, comenzando a sangrar y a manchar su pijama.

Unos rápidos pasos alertaron a Dante sobre la presencia de alguien más.


- ¡Dante! ¡Dios mío!



Entre cuatro pares de brazos fué levantado.

Estaba medio perdido por el golpe, por el sueño y por el cansancio, pero lo único que supo es que alguien lo baño, volvió a limpiar sus heridas y lo vistió con ropa limpia, mientras el no dejaba de quejarse.

Pudo ver el rostro de su maestro recostándole antes de terminar de dormirse.



- Dante...



El segundo sueño que tuvo fué aún más extraño.

El anterior al menos sabía quién se dirigía hacia el, pero en este, la persona era completamente desconocida.

Tenía el cabello largo, muy largo, rubio casi blanco, y tez bronceada...

Poseía unos rasgos suaves, femeninos, delicados...

Cada vez que hablaba, sus labios despedían un aroma a madreselva.

Durante unos momentos, Dante se perdió, intentando descifrar lo que aquella joven en ese sueño le decía.


- Ayúdame...
Notas finales:

Espero que les haya gustado xD en especial a Aisha, quien todavía no lee el primer cap :]

(está esperando nerviosa xD Mechinha!)

 

en fin, espero que les haya gustado este primer capi -3-

 

nos vemos =D!

 

AvengerWalker*


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