Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Simpatía por el demonio por Aphrodita

[Reviews - 16]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

El estruendoso ruido de lo que parecía ser una bolsa de papa cayendo del cielo y derribando un árbol, alertó a los inquilinos de la mansión, para cuando Shiryu regresó al parque, los otros ya se encontraban viendo hacia donde se suponía provenía la razón de semejante ruido.

 

—¿Estás bien? —La vocecita de Shun surgió sin fuerza, con duda.

 

El pequeño hombrecito de rasgos occidentales y alas similares a la del Cisne intentó incorporarse en la copa del árbol. Sólo se había enredado en una rama.

Se aclaró la garganta, simuló que nada había pasado y buscó los papeles dentro del pliegue de su escasa ropa.

 

—Me complace informarle, Ángel Caído, Belzebú de Serafín, Hijo del Padre Todo Poderoso, Creador y… bsbsbsbs —siempre era la parte aburrida—… la segunda disposición o condición, dícese clausula, de la Ley Universal ha sido satisfactoriamente cumplida, usted tiene la posibilidad de retornar a los Cielos siempre y cuando cumpla con la tercera y última, la más importante. ¡Enhorabuena!

—¡Espera! —alcanzó a gritar Seiya antes de que el querubín hiciese “plop” y desapareciese.

—¿Sí, humano? —parpadeó, estupefacto.

—¿Podrías decirnos cuál es la tercera? Se nos ahorraría el trabajo, créeme.

—Pues —se rascó la rubia cabellera—aquí no dice nada sobre decir o no decir—susurró, más que nada para sí mismo, cavilando en profundidad al respecto.

—Te pagaré —dijo Belzebú, desesperado. Eso en el mundo humano funcionaba a la perfección, pero el “bicho ese” lo miró con cara de pocos amigos.

—¿Y de qué me va a servir el dinero del mundo humano? —reprochó.

—¿Sabes cuál es la tercera? —cuestionó Andrómeda con una cándida sonrisa, para ver si así conmovía el corazón del ángel.

—No tengo la más pálida idea.

—Haber empezado por ahí —masculló el Pegasus enfurruñado.

—Pero —el mensajero, con su dedo índice en alto, acaparó la atención de todos, incluso de los recién llegados—, dicen los rumores —estiró la cuerda para descender un poco y susurrar cual persona que confiesa un secreto prohibido—que la más importante, es la Ley Universal por excelencia.

—Genial —espetó Seiya con cierto tinte de sarcasmo—¿y cuál es?

—El amor —respondió con una sonrisa, elevó sus brazos, pomposo, y perdió el equilibrio; por fortuna la cuerda lo tenía bien amarrado. —Ahora, si me disculpan, tengo que seguir con el correo —Observó hacia los cielos y silbó—¡Ey, necesito un poco de ayuda aquí abajo, mi traje se atoró con una ramita!

 

La cuerda fue estirada con tanto ímpetu que el ángel desapareció en un santiamén y su “¡aaaah!” de terror fue en degradé.

 

—El amor… —el menor de los Kido rascó su castaña cabellera.

 

Shun se mostraba tan perplejo como él ¿cómo se suponía que debía cumplir con esa tercera parte? ¿a qué se refería con “amor”? ¿Hacerlo, sentirlo, darlo? Movió la cabeza, ninguna explicación era coherente.

 

—Ajá… yo sabía que no lo había soñado —masculló Hyoga de brazos cruzados, quien todavía no dejaba de observar hacia los cielos.

 

Fue recién ahí que el Dragón, a su lado, reparó en el detalle, Saori parecía ser otra que también caía en la cuenta, Ikki por su lado, dio la media vuelta para ingresar a la mansión… eso de recibir visitas del más allá lo hacía sentir un loco.

 

—Hyoga —el Dragón lo señaló, pese a ser mala educación.

—Sí, es Hyoga —bromeó Seiya ganándose una mirada de profunda molestia.

 

El pelilargo se explicó:

 

—Tú eres católico.

—¡Es cierto! —El Pegasus se mostró rebosante de felicidad.

—¡Dime, por favor! —Belzebú lo tomó de los hombros y lo zamarreó como muñeca de trapo—¡¿Qué tengo que hacer, dímelo y te compraré la compañía de cerveza?!

—Ey, tranquilo —se quitó las manos del demonio de sus hombros y acotó—que sea católico no implica que entienda mi propia religión. Además —se defendió ante las miradas de extrañeza que le dedicaron por su acotación—la biblia misma es muy… complicada ¿yo qué sé lo que tiene que hacer?

—El “coso ese” —apuntó Andrómeda sin saber que nombre darle, aún, al querubín—habló del amor, de que es la Ley Universal.

 

Hyoga buscó en su memoria y lo primero que le vino a la mente fue su madre… Siberia, blanco (como su mente) calma, paz… gente.

 

—Pues… —llevó una mano a la barbilla, pensativo—mi madre siempre me decía algo: “La gente mal interpreta las religiones. En toda y cada una de ellas hay algo en común: el amor”.

 

Y silenció. Belzebú quiso comérselo crudo, pero fue el Pegasus quien explotó:

 

—¡Genial Hyoga, nos esclarece muchísimo eso!

—Idiota —se ofendió el Cisne—; ella siempre me decía que hay que amar al prójimo… a tu enemigo como a ti mismo. Que tanto Jesús, como todas las demás deidades buscaron transmitir un mensaje, una Ley Universal: El amor.

—Entonces —concluyó Bel, lo más irónico que pudo—, tengo que convertirme en algo así como el nuevo Mahatma Gandhi y la Madre Teresa juntos para volver al cielo.

—Pues, no tanto —consoló el mestizo—pero algo así, supongo…

—Ya… igual es claro lo que quiso expresar el ángel: Amor —reflexionó Saori, pero no arrojaba nada de luz al asunto, hasta que continuó—: No se trata de repartir caridad ni de darle de comer a los pobres… se trata de algo interior. —Palmeó el hombro del demonio y finalizó—: Suerte, la vas a necesitar.

 

Se marchó, siendo seguida por el Dragón; Hyoga al verse solo con aquellos tres apuró sus pasos, no fuese a ser cosa que intentasen torturarlo para sacarle más información al respecto, porque una parte de él los creía capaces.

 

***

 

Esa noche el ángel caído no pudo dormir, saber que estaba cerca de conseguir el perdón lograba ponerlo ansioso, y esa era otra de las emociones humanas que tanto detestaba, porque la ansiedad lo llevaba a comer como un desaforado, a gritarle a los únicos que lo ayudaban y a mantenerse despierto.

 

Porque claro, el “sueño” era una necesidad humana MUY molesta también. Pero a diferencia de las demás se sentía jodidamente bien, o sea, se quejaba cuando se veía preso de ese sopor pero que placer le causaba apoyar la cabeza en una almohada (o superficie cualquiera).

 

Esa noche no fue así. Seiya lo encontró en la sala, viendo televisión, las imágenes indecorosas que mostraban la pantalla lo pusieron de mil colores. Belzebú, por su lado desconociendo la invasión del Pegasus, trataba de entender las posiciones, por eso su cabeza estaba prácticamente de costado y en su rostro un gesto de profundo desconcierto.

 

—¡Belzebú! —gritó cual padre.

 

Y cual hijo, el mentado intentó cambiar rápido de canal. Ahora lo que se veía en pantalla era un programa aburridísimo de una señora que explicaba con una capacidad somnífera impresionante como batir los huevos.

 

—Siempre quise aprender a cocinar.

—Sí, claro —musitó el castaño con sarcasmo. Se sentó a su lado y lo estudió detenidamente—¿No puedes dormir?

—Sí y no.

 

El Pegasus abrió más grande un ojo que el otro. Azorado es poco decir, al ver el desconcierto de Seiya, se explicó mejor:

 

—Tengo sueño pero no quiero ir a dormir.

—Eres como los chicos —rió el joven con pureza. —¿Por qué no vas a descansar? Mañana tendremos un día largo con eso de la tercera-

—No quiero —interrumpió con un ligero mohín de desánimo. —Prefiero estar despierto y tratar de aprovechar. Cuando cumpla con la tercera condición eso significa que…

 

El castaño sonrió con hondo cariño, creí comprender el sentir del demonio.

 

—Éste no es mi lugar —siguió hablando—, pero es muy interesante y me gustaría conocer más sobre los humanos.

—Bueno, pero en tal caso… —meditó un instante con seriedad—debes tener muy en claro lo que quieres.

—Pues, sí —admitió—quiero irme, debo hacerlo, no puedo permanecer aquí. Además al obtener el perdón tendré la posibilidad de elegir.

—¿Elegir?

—Claro —dijo con cierto tono de obviedad—¿Sabes? Del otro lado te dan la opción de volver a la tierra.

—¿De verdad?

—Por supuesto, es para que termines de aprender lo que sea que no hayas aprendido. Para que tengas una segunda oportunidad, o logres por completo borrar todos los aspectos negativos que empañan tu alma.

—Entonces ¿podrás volver?

—No como me ves ahora —era difícil de explicar, de darse a entender—; será en otra vida, pero podré volver, tendré que hacerlo. Es parte del perdón, es eso o quedar confinado a lo que soy ahora, ni humano, ni ángel, ni demonio, sólo un ente.

—Eso es…

—Aterrador —asintió; debía admitirlo, la idea de quedar atorado por siempre le aterraba.

—No te preocupes, de alguna forma averiguaremos qué carajo debemos hacer para cumplir con la tercera. Por lo pronto creo que mejor nos vamos a dormir.

—¿Juntos? —preguntó con toda inocencia, asombrado en verdad.

—No —frunció la frente—; aunque, si no puedes dormir —meditó, elevando sus cejas en un rictus de resignación y aceptación—te puedo hacer compañía hasta que te quedes dormido —la sonrisa en el ángel no le pudo parecer más tierna, y es que pese a ser un malnacido por momentos, en muchos aspectos Bel era como un crío.

 

Acomodaron lo poco que estaba desacomodado, apagaron el televisor, las luces y subieron hasta las habitaciones, Bel se acomodó en la que había sido su cama durante todo ese tiempo dejando un minúsculo espacio para el joven de cabellera castaña.

 

Seiya se tiró boca arriba y el ángel notó en su rostro cierto semblante circunspecto. Pasaron varios minutos así en silencio. Le pareció extraño, Seiya no era una persona que solía quedarse callada y ensimismada tanto tiempo, por otro lado parecía no reaccionar, o allí en el techo había algo muy interesante por ver.

 

—Ey ¿sucede algo?

 

Seiya lo miró como si reparase en él por primera vez, luego, le sonrió con dulzura.

 

—No, estaba pensando.

—Ya me di cuenta. Hace como cinco minutos.

—Rompí mi record —bromeó. Se acomodó mejor de costado para musitar con duda—Bel…

—¿Qué?

—Nada —negó, era descabellado.

—¿Qué pasa Seiya? Dime —ahora estaba que se moría de la curiosidad.

—Pensaba en esa tercera condición.

—¿Sí? —lo alentó a continuar.

—No importa, deja.

 

Ahora fue Bel quien se incorporó, sentándose en la cama para mirarlo con dureza, como si estuviese diciendo con sus ojos que si no le decía lo torturaría para conseguirlo, a cualquier costo. Seiya tragó saliva y sentándose también explicó:

 

—Es que… No veo como funcione —expuso primero—pero —dudaba en decirlo—si tal vez, tu y yo…

—¿Qué?

—Lo hiciéramos… —un leve tono carmín pobló sus mejillas.

—¿Qué cosa? ¿Hacer qué?

 

Seiya cerró los ojos y negó otra vez para después llevarse una mano a la sien y frotársela.

 

—Déjalo así mejor.

 

El ángel especuló unos segundos las extrañas palabras de su amigo, tardó en caer en la cuenta, pero cuando lo hizo abrió grande los ojos para más tarde arrojarse sobre el chico causándole un sobresalto.

 

—¡Bel!

—¡¿Tú dices de hacer eso que vi en la tele?!

—Quítate de encima —lo empujó apenas, logrando su cometido. —Claro, lo que le quisiste hacer a Shun —murmuró en voz muy bajita.

 

Se produjo un silencio desgarrador, hasta que Bel lo quebró asintiendo efusivo.

 

—¡Sí!

 

Otra vez el castaño se mostraba extraño, negó sonriendo levemente, tocaba ser sincero:

 

—No te va a ayudar en nada, bel… Sólo —no pudo decirlo: que lo había propuesto, en un arranque de egoísmo, para su beneficio personal.

 

Porque sabía que en demonio se iría muy pronto, porque quería tener un agradable recuerdo de él, porque quería dejarle un agradable recuerdo. Pero lo cierto es que no podía ayudarlo en nada, o eso creía Seiya:

 

—¿Cómo que no me va a ayudar? —llevó una mano a la entrepierna—Claro que sí.

—No se trata de eso, Bel —reprochó—Tener sexo no es lo mismo que hacer el amor, y en tal caso tampoco-

—¿Y qué importa? Tú quieres, yo quiero.

 

El Pegasus rompió a reír ¿Qué tenía de malo? Al fin y al cabo Belzebú tenía razón. Lo miró de una manera rara que el ángel no supo cómo interpretar o que calificativo darle.

 

Luego vio como se acercaba con lentitud, hasta su rostro, más tarde sintió una suave caricia en los labios. El Pegasus lo estaba besando, como tantas veces había visto en las películas (no las triple x, las comunes). No supo qué hacer, y el castaño se dio cuenta:

 

—Tranquilo, yo te guiaré —dijo para luego tomar una breve distancia y quitarse la parte de arriba del pijama.

 

Se recostó sobre el demonio, para volver a besarlo. Aquello se sentía bien, muy bien. Poco a poco Belzebú logró contener sus ímpetus, él quería todo rápido, todo ya, pero con infinita calma y ternura Seiya le enseñó a tener paciencia, a esperar, a disfrutar de cada toque y cada caricia.

 

Y quizás esa sería la primera y única vez que un ángel tuviese sexo.

 

Nunca tan acertada la frase “tocar el cielo con las manos”, y cuan equivocado estuvo el Pegasus al respecto; y es que Bel juraba, que si eso no era el paraíso, entonces no existía en verdad, y él, como ángel caído que era, distinguía bien la diferencia.

 

No se comparaba a nada conocido, era estar allí en el Paraíso, dónde quería estar y a la vez no, en el mundo humano, junto al Pegasus.

 

Se quedaron dormidos, abrazados y en profunda paz, por supuesto después de que Seiya le obligase a prometerle que no diría palabra sobre lo sucedido, pedido que desconcertó a Belzebú ¿qué tenía de malo? El castaño no pudo explicarle en una noche ni en una vida porque la sociedad condenaba algunos actos, como hacer el amor, o peor aún, que lo hagan dos hombres.

 

Pero yo no soy un hombre. Soy un ángel” Había sido la respuesta de un desconcertado Bel. Seiya se quedó dormido con esa idea.

 

Hacer el amor…

 

El amor no se puede hacer, como tampoco el odio, pero vaya que sí sentirlo. Eso comprendió Belzebú cuando despertó y lo vio a Pegasus dormido sobre él. El sol asomaba con pereza a través del vidrio repartido de la ventana, dando de lleno en su faz.

 

Recién comprendía muchas cosas que antes no… y frente a la imagen de un Seiya plácidamente dormido sintió como su corazón se ensanchaba en su pecho abarcándolo todo, un sentimiento nunca antes experimentado, que le daba fuerzas, una fuerza interior desconocida que no tenía nada que ver con la de un guerrero.

 

Los puntos, poco a poco, se empezaron a unir y vio que todos los corazones estaban conectados de una manera imperceptible y inexplicable, y que era eso lo que hacía funcionar el mundo… porque todos los habitantes de la tierra eran a la vez el Todo, y los humanos —los más tercos—  eran incapaces de ver esta conexión, invisible, intocable, pero a la vez inalterable.

 

Seiya despertó insultando el inoportuno rayo de sol, encontrándose con la sonrisa del ángel y esa mirada que parecía decir mucho más de lo que era capaz de descifrar, una mirada de infinita sabiduría y comprensión. Los ojos de un ángel, que todo lo ha visto y todo lo ha vivido.

 

Belzebú, así, recordó con perfecta nitidez como había sido su vida antes de ser lo que era, no sintió dolor, porque supo que Seiya tenía un lugar en la tierra y todo lo necesario para triunfar y ser feliz. No lo pudo evitar y ese pensamiento se le escapó:

 

—Sólo deseo que, por sobre todos los humanos, tú seas el más feliz.

—Bel… —musitó el castaño.

 

 Sí que estaba raro el demonio, pero no pudo continuar la frase, el atronador ruido copó la mansión.

Seiya cerró los ojos, esa sería la tercera y última vez que escucharía ese sonido. Entendió, asimismo, que era la despedida.

 

—Me alegro Bel, lo has conseguido —una lágrimas de alegría surcó su mejilla.

 

Escucharon una tos, muy forzada, que tenía el fin de hacerlos volver en sí. El querubín presentó unas solemnes disculpas por molestarlos en un momento tan íntimo pero las reglas le obligaban a aparecerse:

 

—No saben, he visto cada cosa en mi larga existencia —musitó—esto no es nada. Hitler, una vez…

—¡Ya! —lo censuró el ángel—Dime ¿ya está?

—Enhorabuena Ángel Belzebú —decirlo ya lo daba por sentado—: Su título le ha sido devuelto, junto con el Perdón. Tiene la posibilidad de volver a los Cielos para enmendar sus pecados.

 

Y en un segundo la habitación del ángel se llenó de fisgones. Fue Shun el primero en azotar la puerta, alarmado, él también sabía lo que ese sonido implicaba, su corazón latía con furia y en sus ojos brillosos sólo había emoción junto a una alterada sonrisa, pero ese rictus varió drásticamente ante la escena que presenciaban sus ojos.

 

—Seiya… —arqueó las cejas por un leve instante—Veo que has sabido cómo ayudarlo.

—Tsk —bufó Ikki detrás de él, cruzándose de brazo—Que raro ver a un ángel cometiendo el pecado original. ¡Así está el mundo!

—No veo, no veo —se quejaba Hyoga—Ikki, muévete, no veo ¿Qué pasa? ¿Seiya está desnudo? No veo.

—Bueno —musitó la única dama desviando su atención, había otras prioridades. Miró al querubín con un gesto amable en el rostro—¿Se ha terminado? ¿Cómo sigue esto?

—Se abrirá el portal —señaló al frente—; portal ábrete —y un portal de luz se abrió—, tiene siete minutos para atravesarlo, si pasado ese lapso no lo utiliza se cerrará y se dará por hecho que usted ha revocado su petición de Perdón.

—¡¿Siete minutos nada más?!

—Contando desde ahora —releyó el libro que portaba buscando la parte que le competía—Si vuelve solicitar una segunda cita, será con recargo.

—Está bien, está bien…

—Dicho esto, me retiro —jaló de la cuerda y en “plop” desapareció.

—Lo voy a extrañar —murmuró Saori reflexiva hacía donde el querubín se había esfumado.

—Yo no —acotó el Phoenix, aun le daba impresión ese hombrecito.

 

Seiya miró primero el reloj en la mesa de luz y luego al ángel, bajó su vista apesadumbrado, todos notaron que lo mejor era acortar la despedida, y fue Ikki quien empezó:

 

—Bueno, ángel, era hora… Felicitaciones —así, seco. Elevó un brazo en señal de saludo y se fue.

—Me alegro —secundó el cisne—ya no tendré quien me beba la cerveza —el ex demonio le dedicó una mirada que intentaba parecer amenazadora, pero lo cierto es que no sentía enojo, sólo era su papel en el mundo humano que le orillaba a adoptar ese semblante.

—Yo tampoco te voy a extrañar.

 

Hyoga rió apenas, con reserva, y se quedó a un costado de la puerta, era un show que no quería perderse por nada del mundo, no todos los días sucedían esas cosas.

 

—Es bueno que puedas volver a tu lugar —dijo Saori realizando una breve reverencia—, sé que todos los caminos se cruzan y tengo fe que nuestro próximo reencuentro como deidades será lleno de dicha.

—Lo mismo digo —Belzebú se quedó sin palabras.

 

Saori dio la vuelta y se acomodó junto al ruso asiendo su brazo. Fue el turno de Shun, miró el reloj, iban cuatro minutos.

 

—Ay, no me queda mucho tiempo, y odio las despedidas —se secó una lágrimas—encima ya empiezo a llorar y no te dije nada —habló rápido, con desesperación.

—Tranquilo, lo sé.

—Que bueno, me ahorras las palabras.

—Y yo también —dijo de manera inconexa. Shun había entendido de igual modo, el ángel había sabido leer su alma.

 

Se apartó un poco para dejarle privacidad a los otros dos. Seiya, aún desnudo, lo único que pudo hacer fue arrojarse sobre Belzebú para transmitirle con un abrazo todo lo que no podía decirle. El ángel lo consoló, acariciando la castaña cabellera.

 

—Te esperan muchas vivencias agradables, Seiya. Sólo espera y verás —lo distanció un poco para verlo al rostro—Habrá etapas difíciles, sin dudas, pero te espera un gran porvenir.

—Bel…

—Y nosotros tarde o temprano nos volveremos a ver, no como lo que somos ahora, pero lo haremos —asintió—, al fin y al cabo estamos conectados y esa conexión nunca se cortará. Es un lazo creado incluso mucho antes de que existiese la vida en la Tierra.

 

Acarició su mejilla y se puso de pie caminando hasta donde el haz de luz, en medio del cuarto, esperaba por el comenzando a achicarse en grosor, indicio de que pronto empezaría a cerrarse del todo.

Hyoga reparó en que no sólo Seiya lloraba en silencio, Saori a su lado casi lo hacía a los gritos, mocos incluidos. Elevó una mano para apoyarla sobre la de ella que descansaba en su brazo, en son de consuelo.

 

—Ya… Saori —le sonrió, parco como era—; no sabía que te habías encariñado tanto con Bel.

 

Ella negó:

 

—No, es que me recuerda a Ghost, la sombra del amor. Como me hacía llorar esa película.

 

Shun entornó los ojos para musitar luego un “Mujeres” dicho con resignación. Bel partió, sin cortar un segundo el contacto visual con el Pegasus a medida que se desvanecía ante los ojos del chico, en silencio le aseguró que nunca dejaría de estar a su lado.

 

Saori y el Cisne, una vez acabado el show, dieron la vuelta para marcharse, Shun en cambio se acercó hasta la cama que había ocupado Bel, y en donde su amigo se encontraba arrodillado, con las sabanas enredadas en su cintura, asiéndola con fuerza.

 

—Ey —puso una mano en su hombro, imaginó, dada la situación reciente, lo difícil que debía ser para Seiya—, te envidio.

 

El Pegasus posó lentamente la mirada en él, sorprendido por dichas palabras. Andrómeda necesitó expresarse:

 

—Ahora tienes un ángel guardián, personal, y no cualquier ángel —acotó con gracia—, seguro que Bel pateará traseros con tal de verte feliz. La que le espera a Dios o lo que sea que esté allá…

 

Seiya con rió con ganas, era cierto, Belzebú le sacaría canas verdes al Dios de turno. Shun lo invitó a desayunar, el castaño se vistió con calma y lo acompañó, suspiró observando por última vez la habitación antes de abandonarla.

Había sido una época muy loca, pero sin dudas no se arrepentía, para nada, de haber ayudado a un enemigo.

 

El amor es la única fuerza capaz de hacer a un enemigo, un amigo.

 

 

Fin

 

Notas finales:

La última frase le pertenece a Martin Luther King: El amor es la única fuerza capaz de transformar un enemigo en amigo.

 

 

 

Espero que la idea y el mensaje verdadero no sólo se haya entendido sino sobre todo les haya gustado. Fue entretenido escribir esto pero se ha acabado. Muchas gracias por haberlo leído, por sus comentarios que me animaron a finalizarlo y sobre todo la compañía.

 

 

 

 

 

1 de abril de 2010

 

Merlo Sur, Buenos Aires, Argentina.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).