Había acabado una larga sesión en la biblioteca como era de costumbre. Se sentía muy agotado y lo único que necesitaba en ese momento era descansar. Salio cerrando la puerta tras de si. El panda había ido hablar algunos asuntos con Komui por lo que se encontraba solo por el momento.
Camino lo más rápido que pudo, no aguantaría tanto estar de pie. Pasando por un pasillo solitario pudo ver a dos personas tomadas de las manos, eran Allen y Kanda…Vio como marchaban rumbo hacia la habitación de alguno de ellos. Se detuvo quedando pensativo un segundo. Todo lo que pasaría si el no se habría reprimido.
Sí, como buen bookman tenía que soportarlo. El no necesitaba sentimientos, solo le estorbaban en su camino. Se sentía tan mal cada vez que lo veía tan feliz con otra persona. No podía dejar de pensar en Allen…
Aquel niño de cabello raramente blanco lo había cautivado. No sabia cuando había pasado, solo lo empezó a sentir. ¿Que era exactamente sentir?, no sabia muy bien como describirlo o explicarlo pero siempre seguían esos pensamientos…
Observo de reojo como se besaban, y luego la sonrisa tan peculiar del pequeño. Esa sonrisa era la que mas le encantaba y mas si era especialmente para el, aunque solo durara por segundos. Siempre habría querido sentir sus labios rozar con los suyos…
Ahora volvía a oír esas hermosas lamentaciones en su cabeza. No dejaba de repetirla cada vez que lo veía, o que lo recordaba mentalmente. El había sido su distracción por mucho tiempo por eso decidió que lo mejor era que estuvieran separados (aunque eso no sirvió de nada). En los respectivos lugares que a cada quien le tocaba: Allen Walter como el protagonista de su registro, y el como el bookman que llegaría a ser…
Lo único que podía hacer en su situación era observar. Solo mirar y registrar. Siempre se había preguntado que se sentiría estar registrado en la historia, poder causar sensación. Pero algo que de seguro jamás pasaría para el…
Ahora el pelinegro jalaba al otro para entrar a la habitación. Discutían mientras entraban, pero todos sabían que eso era algo normal entre ellos. La puerta se cerró tras Allen. Pudo observar otra sonrisa de el antes de irse. Le dio tanto coraje que no fuera para el. Que ahora la felicidad que el pudo tener la tiene alguien mas por lo estúpido que es.
Enojado siguió caminando hacia su destino. Quería poder descansar aunque ya sabría que no lo haría. Otra vez esos pensamientos sobre el peliblanco volvían hacia el. Pasaría otra noche en vela tratando de sacárselo de la cabeza estudiando, pero al final acabaría llorando en silencio sin consuelo alguno.
Llego a su habitación cerrándola de un portazo. Ya se encontraba harto de su asquerosa vida monótona. Registrando, escondiendo sus sentimientos, obedeciendo. Necesitaba un cambio. Corrección quería un cambio. Sabía que tenia que actuar si lo quería, las cosas no caen del cielo.
Se sentó en la silla enfrente del escritorio de madera. Tomo algunos papeles y comenzó a leerlos. Leyó y leyó hasta la desesperación. Cuando llego a su punto los tiro todo al suelo y se recostó encima del escritorio. Otra noche pensando en Allen. ¿Qué acaso en algún momento no dejaría de pensar en el? ¿Por qué sentía esto?, eran preguntas que nadie podía contestar, ni el mismo.
Siguió en sus pensamientos hasta caer en el sueño. Ese era el único lugar donde podía ser feliz, o al menos tener lo que el quería. Por eso cada vez que despertaba deseaba poder no hacerlo nunca. Quería quedarse en ese mundo irreal, seguir mintiéndose a si mismo para no poder visualizar la realidad.
Los primero rayos del sol de la mañana se posaron sobre el. Y volvió a despertar roto…