Todo comenzó cuando te conocí, no sé como pasó, pero miles de sentimientos atravesaron mi corazón y mi mente. Todos esos sentimientos venían de ti, “Hiroto” quien eres la persona que cambió mi vida.
Te conocí cuando Nao, Shou, saga y yo buscábamos un guitarrista. Paseábamos entre las grandes calles de Tokio, pero un pequeño galpón llamó nuestra atención en el cual se efectuaba un pequeño live donde participaban varias bandas.
Al entrar, todos apreciamos una agradable canción, miramos hacia donde estaba y ahí te vimos. No podíamos dejar de observarte, tu gran dedicación con la que tocabas la guitarra era irreemplazable, tus dedos moviéndose acostumbrados sobre las cuerdas y tu dulce rostro, el cual reflejaba tu pasión hacia la música.
No paso mucho y tu ya eras parte de nuestra banda llamada Alice Nine. Te llevabas muy bien con todos, en especial conmigo. Siempre me pedías que ensayáramos juntos y que inventáramos nuevas estrofas.
Pasabas en mi casa y yo en la tuya.
Con el tiempo me di cuenta que para mí eras muy importante y que eras una muy buena persona.
Un día, en mi casa, llegaste llorando de repente, yo estaba muy preocupado, nunca te había visto en esas condiciones.
Estábamos sentados en el sillón, los dos, yo abrazándote y tu, tratando de no seguir llorando.
-¿Por qué estas así?- Te pregunte muy calmadamente.
-…- tu seguías llorando. No sabías la pena que me daba verte en esas condiciones.
.dime- te dije tomando tu rostro y levantándolo a la vez-…por favor- te lo pedí con preocupación
-…- paraste de llorar de repente, me miraste a los ojos, como dudando, pero finalmente…- te…te amo, tora-.
Esas palabras, esas simples y deseosas palabras que alegraron mi corazón y mi vida en menos de un segundo.
Sin esperar, junté mis labios con los tuyos, eran tan dulces y delgados que me sentí la persona más afortunada del mundo. Por la culpa de la maldita falta de aire, nos separamos.
Me miraste, nos miramos.
-Yo también te amo, no sabes cuanto- le dije pasando una de mis manos por sus hermosos cabellos desordenándoselos.
Me abrazaste. Te sentías protegido.
Volví a mirarte. Te bese una vez más. Un fuerte calor invadió mi ser. No se como paso, pero ya estamos en mi habitación, en mi cama, besándonos el uno al otro.
Luego de un tiempo la ropa desapareció, hacía frió, sentí como empezabas a tiritar. En realidad pensé que tenías frió, pero me di cuenta que era por otra cosa.
-Pon…-
-mmm….?-
-eres virgen, verdad?-
-…- te miré, distinguí entre la oscuridad como agachabas la cabeza.
- seré delicado, si?- en realidad estaba felíz, por ser el primero en hiroto. El tenía recién 19 años. Me lo esperaba, el era solo un niño recién saliendo del nido. No era como yo que tenía 23 años-
-…- asentiste con tu pequeña cabeza.
Seguí inspeccionando tu cuerpo, en verdad tenías un ahora especial, nunca lo había olido, era un fragancia que me enamoraba mas de ti. Tu piel tan delicada tocándose con la mía me hacía estremecer.
Esa noche fue tan especial, fui el hombre más feliz del mundo, me entregaste tu virginidad y eso para mi era lo más preciable, pero lo más importante era que me amabas y que yo también a ti.
A la semana le comentamos lo nuestro a los de nuestra banda. Todos se alegraron, recibimos felicitaciones, e incluso festejamos. Todo iba bien, hasta que…
Era un día de lluvia, despertamos abrazados en nuestra cama en nuestro departamento. Hacía frió y como el día era nublado, decidimos ir a desayunar a un restaurante.
Nos bañamos, nos vestimos y nos fuimos en mi auto. Íbamos por la lluviosas calles de Tokio, yo manejaba y tu ibas al lado mío.
- Tora, tengo frió- dijiste sacándote el cinturón de seguridad y acercándote más a mi lado.
- Amor, no deberías hacer eso, podemos tener un accidente- le dije con preocupación, pero poco te importo. Yo tampoco le tome importancia y le abracé atrayéndote más a mi.
- Te amo- me dijo mirándome y dándose un rápido beso en la mejilla.
- Sabes que yo también te amo- le dije mirándolo también y dándole un beso. Pero…
Un gran ruido, un gran golpe, un gran dolor. Todo se volvió negro…
Abrí los ojos, sentí un dolor en mis piernas, rápidamente me empezó a doler mi cabeza, llevando una mano hacia ella, después miré mi mano notando un líquido rojo entre ellas, sangre.
- Hiroto- de repente un temor invadió mi ser, ¿dónde estaba hiroto?, me arrastre por el mojado cemento, había humo, mi auto estaba dado vuelta, no distinguía a mi pareja. Se escuchaban muchos ruidos, entre bocinas y ambulancias.
En realidad me dolían mucho mis piernas, pero eso no me importaba, buscaba a mi guitarrista. Al fin, pude divisar algo tirado en el suelo, pude distinguir la figura de pon. Sin esperar, ya estaba arrastrándome hacia el, al llegar…
Su rostro, su cuerpo, todo cubierto de sangre. De la nada empecé a llorar, se veía tan horrible así, no se movía, no respiraba. Me empezó a faltar el aire, me acerqué mas a él, tomándolo de sus suaves manos, pero nada, no había reacción.
-Hi-hiroto, háblame, hiroto, por favor- le dije penosamente, lloraba sin parar. Si el me hubiese hecho caso, si el se hubiera colocado el cinturón de seguridad, no podía cambiar nada- Tu no tienes la cumpla pon- le dije tocándole delicadamente el rostro- tu no eres el culpable, soy yo… yo tengo la culpa, perdóname- le decía, pero era como si se lo estuviera diciendo al aire, no había reacción por parte de él, el seguía con su rostro pacífico, sin expresión.
Sin más, vi como al lado mío había unos cuantos pedazos de fierros de mi auto. Rápidamente tomé uno con dificultad entre mis manos y rápidamente me lo enterré cerca de mi corazón, prefería morir a estar sin él, todo por ti, amor.