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El número 3 por katzel

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Hace un año me convertí en el editor más joven de la compañía Koten. Trabajé muy duro para lograrlo aunque mi vida personal andaba un tanto a la deriva.

A pesar de todas las citas grupales a las que había acudido y a las presentaciones formales, no lograba encontrar a nadie que calzara conmigo o siquiera despertara mi interés.

No sólo por ser demasiado joven para tener un cargo importante, sino por pertenecer a una familia aristócrata venida a menos, algunas muchachas se sentían intimidadas por mi apellido.

Solitario en verano, invierno, primavera y otoño incluso llegué a considerar la posibilidad de volverme monje budista.

Sin embargo mi vía crucis empezó el primer día del año.

Como la mayoría fui al templo para formular mi deseo y esperar a que se hiciese realidad.

Tomé la moneda con gran determinación antes de lanzarla al ánfora y pedí un amor de mil, dos mil, tres mil millones de años en múltiples reencarnaciones hasta el fin del mundo.

Un pedido como ese debía ser formulado con un lanzamiento enérgico. Lo hice con tan mala suerte que la moneda se escapó unos segundos antes y fue a dar directamente a la cabeza de un hombre alto con enormes gafas oscuras que saboreaba un helado.

Luego de chocar contra su cabeza, mi moneda aterrizó directamente en el dulce.

Yo, con la cara que se me caía de vergüenza fui haciendo "gomen" "gomen" "gomen" "gomen" hasta que llegué donde él estaba y mi último "gomen" terminó de echar por tierra su bola de helado de lúcuma.

De él sólo salió un breve:

- Oh...

- ¡Lo siento! ¡Lo siento muchísimo! ¡Le compraré otro! ¡En verdad lo siento!

Extendí mis bolsillos y me di cuenta de que no tenía ni un solo centavo.

Por toda respuesta el hombre sacó un pañuelo blanco y lo colocó extendido sobre mi cabeza.

- Límpiese. - dijo - Se ha ensuciado usted.

Cuando jalé el pañuelo ya no estaba.

Me sentí vacío y un poco ridículo por la forma en que el destino me había avergonzado.

Por eso fue que cuando le tuve en frente no supe cómo comportarme.

Seis meses después nos entregaron como proyecto el lanzamiento de un nuevo escritor, el prometedor Isaka Murayama, quien había logrado atraer a todos los públicos con sus brillantes historias de terror.

Recibí la nota de su anterior editor que decía: "cuidado, este hombre es frío como el hielo, trátelo con mucha formalidad"

Pasé por alto las calaveritas y el mensaje adjunto de "sálvese" y "peligro" y me decidí a convertirme en la persona que presionase a Isaka-san hasta lograr explotar todo su talento.

El jefe me acompañó a nuestra entrevista en un hotel lujoso donde me iba a ser presentado.

Allí estaba, de pie mirando a través de la ventana la calle llena de personas que hormigueaban afanosamente en todas direcciones.

Sólo tuvo que girar el rostro para que me diese cuenta de quién se trataba.

Si tenía que darme un paro cardiaco ese era el momento adecuado.

Reprimí en mucho mis impresiones de nuestro encuentro y me concentré en el trabajo, en la explicación de los beneficios de la editorial y en supuestamente convencerlo de que el lanzamiento iba a ser lo mejor que podía sucederle a su carrera.

Él parecía provenir de las lunas del planeta Venus sin hacer un gesto de agrado ni lo contrario.

El jefe estaba tan desconcertado como yo ante el iceberg que teníamos delante y se limitó a palmear mi espalda y decirme: "Houjo-san, te lo encargo", acto seguido se levantó y me dejó en el enorme salón de reuniones con el muñeco de nieve.

Éste no parecía prestar la menor atención a mis palabras.

A decir verdad yo tampoco, ignoro por qué estaba más concentrado en observarlo mejor. Sí que era alto y aunque había leído sus historias de horror no me parecía una persona siniestra, sino todo lo contrario, sus cabellos eran claros y su rostro regular bastante limpio. Los ojos eran también demasiado claros lo que les daba un aspecto de inexpresivos y profundos, casi no se movía y no hubiera notado mucho la diferencia si me hubiesen traído un robot sino fuera por ese aire de "yo soy el rey absoluto del universo" que se traía con él.

- Mi pañuelo - dijo interrumpiéndome de pronto.

Hasta ese momento ignoraba si él recordaba nuestro encuentro o no. Me limitaba a pensar que no era algo de importancia y seguramente lo había dejado pasar.

De inmediato abrí mi portafolios y de un empaque especial saqué el pañuelo.

- ¡Lamento tanto lo de la moneda Isaka-sama!

Fue lo único que se me ocurrió decir. Estábamos algo sujetos a sus caprichos y si se le ocurría no lanzarse con nosotros sería una gran pérdida.

Bajé la cabeza y sentí la suavidad del pañuelo nuevamente sobre mí y su fría mano mientras desordenaba mis cabellos.

- Qué estaba pidiendo Houjo-san con tanta energía.

Seguía siendo frío.

Si lo hubiera dicho con voz apasionada como en los mangas románticos no me habría impresionado tanto como lo hizo.

Que alguien como él me pregunte aquello...

- Amor... - lo murmuré completamente rojo y sin saber cómo había llegado a semejante situación.

- Los deseos de Houjo-san serán cumplidos - susurró.

El toque de sus dedos fríos sobre el pañuelo blanco llegó a mis mejillas y cerré los ojos.

Estuve un momento así y luego al abrirlos me di cuenta de que se había ido.

Me agarré mechones de cabello tirando de ellos fuertemente.

- ¡No entiendo! ¡Incomprensible! ¡Completamente incomprensible! ¡Qué tiene Isaka-san!

¿Estaba enojado por que se había retirado sin decir nada?

"¿Y qué esperaba... una declaración?"

Bajé por el ascensor golpeando mi cabeza contra la superficie de metal.

"¡Claro que no!" "¡De mister frozen!" "¡Además prácticamente lo acabo de conocer!" "¡Y AMBOS SOMOS HOMBRES!"

El humo terminó de salir de mi cabeza convirtiéndome en un tren de vapor.

Los días subsiguientes fui a trabajar con un ánimo indolente, sabía que el fin de semana tendríamos otra entrevista para ver los avances y programar la agenda.

Pensé que le encontraría en las típicas casas amplias y acomodadas o por lo menos en un departamento inmenso de lujo.

Pero estaba en el cuarto piso de un edificio normal, común y corriente.

Me permitió entrar sin aspavientos y con la misma parsimonia de siempre.

- Houjo-san.

- Isaka-san.

Adentro quedé impresionado por la limpieza, el buen gusto y la disposición. Era increíble como el cuarto piso de un edificio mundano parecía un palacio.

Quizás debí ocultar un poco mi admiración ya que a Isaka-san pareció enfadarle.

- Espero que no crea que por el hecho de vivir en un departamento de este tipo tendría que estar en una deplorable situación económica.

Se me pusieron los pelos de punta. Temía molestarlo de cualquier manera.

- Nnnno... disculpe si le ofendí... es sólo que el orden... las cosas...

Movía las manos desesperado.

- No todos podemos descender del clan Houjo.

- ¡Claro que no Isaka-san! ¡Perdóneme! ¡Ha sido inapropiado mirar de esa manera su departamento!

- Lo más importante es, Houjo-san, cómo piensa compensarme por esta ofensa. Por que esta es una de aquellas faltas de respeto que me incomoda en extremo a la hora de publicar.

- ¡Haré lo que usted desee! ¡Isaka-san! ... y prometo ser mucho más respetuoso...

- Entonces me acompañará a pasear ahora mismo.

- Pero la agenda... los libros...

Señaló una pila de objetos, allí estaban ordenados los componentes de una nueva saga de terror y el itinerario de su publicación, incluso los lugares donde podríamos realizar las conferencias.

- Um.

Me sentí un poco dejado de lado por que ese era mi trabajo. Pero no pude hacer más ya que se estaba colocando el saco para salir y la fuerza de los acontecimientos me forzaba a seguirle.

"La fuerza de los acontecimientos"

Mientras avanzábamos entre la gente estaba nervioso y cortado. No imaginaba de qué podía conversar con alguien así, menos me atrevía a hablarle de manera directa sobre nuestro primer encuentro y ya estaba descartado preguntarle por qué me habia dicho que tendría romance tal y como lo había pedido.

Las cabezas de las personas, como una marea iban en dirección contraria en medio de la fría tarde.

Adelante, Isaka san iba tan gélido, tan alejado del mundo.

Dos pasos más atrás, yo.

Por momentos me parecía que volvía imperceptiblemente la cabeza para fijarse si yo le estaba siguiendo.

Así, llegamos por fin al puente con el sol del atardecer sobre él.

- ¡Kawaii! - dije sujetándome a las barandas para ver cómo moría en la lejanía el disco naranja.

Isaka me observaba sin que pudiese adivinar en qué estaba pensando.

Unos niños que se encontraban allí se habían sujetado de la misma manera que yo.

"¡Waaaaaaaaaaaaak! me estoy comportando igual que uno de ellos, qué vergüenza"

Bajé de la baranda y al cruzar mis ojos con los suyos vi que hacía un mohín de indulgencia como si fuera una sonrisa.

Esta vez fui yo quien sin pensar en lo que hacía extendió la mano hasta su barbilla rozándola con mis dedos, luego me volteé traumatizado por lo que acababa de hacer.

- ¡Gomen nasai Isaka-san! ¡Go...!

Sólo atiné a echar a correr dejándolo allí, sin mirar atrás, tenía miedo, alegría, dolor, todo al mismo tiempo.

Yo y mi confusión no pudimos apartarnos de la imagen de Isaka san. Atreverme a dejarle plantado, ofenderle en su apartamento... era demasiado... ¿podría trabajar con él?... nuestro proyecto abarcaba tantos volúmenes y tendríamos que pasar mucho tiempo juntos... si es que aún existía tal cosa.

Al día siguiente acudió a la editorial como si nada, ni siquiera mencionó el hecho de que le abandonara a media cita. Tomamos el ascensor para ir a mi oficina.

- "Fui un cobarde por dejarle en nuestra cita..."

- Cita - dijo él intrigado mirándome.

- "¡aaaaaaaaaaaaaaah! ¡Estoy pensando en voz alta!"

- ¿En voz... alta...? - me interrogó levantando una ceja.

"¡Noooooooooooo! en serio que lo estaba haciendo en voz alta"

Otra vez ese mínimo mohín que moría en sus labios rápidamente.

Ese era el género de nuestras relaciones.

La serie de libros de horror que íbamos publicando se convirtió en un verdadero furor y se volvió muy famoso.

Todos decían que yo era la persona más cercana a él pero para mí también era un cofre cerrado.

Claro que fui impecable en lo concerniente a mi trabajo. No había momento en que le dejase en paz y a pesar de que era muy cumplido a veces dejaba a medias los episodios. Entonces no me movía de su apartamento hasta que los terminaba, e incluso le daba ideas de todo tipo para ver si elegía alguna para su obra. En lo que tocaba a sus manuscritos era muy terco y casi no admitía correcciones aunque fuesen en favor del idioma o de la presentación.

Nunca discutimos pero hasta eso me hubiera gustado alguna vez.

Secretamente trataba de encontrar una diferencia entre el trato que tenía conmigo y el que daba a los demás. El gesto de complacencia... o de agrado... ¿Por qué demonios Isaka-san tenía que ser así? Tan cercano y tan lejano. Los días en que se hundía en el trabajo y apenas tenía tiempo para mí, me sentía desalentado y malhumorado por entero.

Estaba hartándome de la situación.

Si movía un dedo me ahogaba.

Y una sola mirada suya de aprobación me llevaba al cielo.

Hace mucho que había dejado de intentar tener vida social. Durante nuestra temporada de publicación me concentraba sólo en él, en sus presentaciones, en sus firmas de ejemplares, en ver como una multitud de personas se dedicaba a admirarlo con todo su corazón.

No es que estuviera celoso...

... claro que no...

... por qué lo estaría si no teníamos ninguna relación... si él podía hacer lo que se le pegara la gana y convertirse en el amor ideal de toda esa caterva de personas que morían por él...

Además eso querría decir que estaba enamorado de él y no había nada más lejos de la verdad...

... o no...

Por ese tiempo encontré una novela romántica que seguía con singular interés donde había una serie de clasificaciones de personajes.

"El número tres - rezaba- ... se trata del amante frío que no exterioriza sus sentimientos por nada del mundo y tortura a quien ama hasta la muerte con una dulce indiferencia y una completa indolencia de la situación. Así, el amado no se siente propiamente suyo, pero tampoco puede ser de nadie más, siendo aplastado por un conflicto interno que lo lleva a la desesperación"

Leí ese párrafo y hasta lo subrayé por que me parecía que resumía la miserabilidad de mi existencia.

"Um... desesperación... la mas completa desesperación..."

Quizás en el fondo sólo me sostenía una mínima esperanza. Isaka me había dicho mientras completaba el último libro de la serie:

- Cuando acabe te ofreceré la oportunidad de invitarme el helado que arruinaste en año nuevo, Houjo, me llevarás a Hokkaido.

- ¡Qué!... ¡Isaka-san! ¡Por qué no intentamos algo más normal como ir a una heladería!

- He dicho Hokkaido.

- Pero qué tiene que ver Hokkaido... el hecho de que haya frío no quiere decir...

- He dicho Hokkaido.

Y con eso quedaba cerrada la cuestión.

Por eso ya no cabía de felicidad la noche de la presentación del libro final.

De hecho que ya lo tenía todo planeado, hasta me había comprado una guía de Hokkaido y había fijado todos los destinos que podíamos visitar.

En el fondo todavía mi conciencia me preguntaba qué rayos estaba pensando al ir de viaje solo con un hombre y por qué andaba tan contento. Si me hubiera puesto exigente con eso de las definiciones lo hubiera etiquetado como "compañeros de trabajo" o "amigos" o alguna cosa así, no quería pensar en la palabra correcta, sólo sabía que después de la ceremonia Isaka-san sería todo mío.

Estábamos sosteniendo las copas en el brindis.

Otro editor le felicitó.

- ¡Por la culminación de la serie! ¡Y por el inicio de la variante B de seis libros más!

El director asintió diciendo que era todo un éxito.

- Ahora el sensei Isaka-san va a trabajar con Ueda, espero que saquen lo mejor de esa colaboración. Claro, sin desmerecer el trabajo de Houjo-san.

Yo bajé completamente desalentado mi copa.

Isaka san iba a sacar seis libros más y no sólo eso, sino que iba a cambiar de editor. Ya no nos veríamos. Apenas nos cruzaríamos un par de veces en la editorial y le encontraría igual que siempre, frío y formal... entonces... ¿por qué no me dijo que iba a extender la serie? ¿por qué pedirme que lo lleve a Hokkaido? ¿por qué decirme que iba a hacer que mis sueños de romance se hicieran realidad? ¿qué se había creído ese tonto?

- Me retiro - dije escabulléndome de la reunión sin dejar ver mi enfado - ... felicitaciones a Isaka-san...

- Hojou...

- Espero que le vaya bien con su nuevo editor...

- Hojou... Kamui...

Si seguía hablando me iba a poner a llorar ridículamente delante de todas esas personas así que hice lo que sabía hacer mejor y escapé. No sabía a dónde ir a esa hora de la noche y sólo se me ocurrió llegar hasta el puente y quedarme allí.

Esta vez era la luna llena la que flotaba sobre el agua.

- Kamui-chan...

Apenas le vi hice la señal de la cruz con mis dedos.

- ¡Atrás número tres! ¡No te me acerques! ... estoy seguro de que la muerte por desesperación no es lo mío - le dije además de otras incoherencias.

- ¿Número tres...?

- ¡Así es...! ¡Te he reconocido de inmediato! - le dije en pose aguerrida - ... y déjame decirte que estuve a punto ¡así tantito de caer en tus trucos!... pero gracias a dios me di cuenta a tiempo, antes de dejarme engañar por tus actitudes pseudo-románticas que han sido muy pocas por cierto...

Luego me giré subiéndome a la baranda.

- Kamui-chan.

- ¡No me llames!

- Kamui-chan - repitió insistiendo con toda su glacial aura.

- ¡Si te atreves a acercarte saltaré! ¡Te juro que lo haré!

Sacó un cigarrilló tranquilamente y lo encendió.

- Si saltas iré tras de ti y te rescataré.

Me puse rojo ¿cómo se atrevía a decir algo así de una manera tan impersonal?

- Baaaaaaaaaaaaaka... ¡Por qué no me dijiste que ibas a hacer más libros! ¡Acaso no confías en mí! ¡O era por que los ibas a hacer con otra persona!... hasta ahora a pesar del tiempo que llevamos juntos no comprendo nada de ti... no entiendo nada...

En la vida le habría hablado así si no fuese por que estaba a punto de saltar y completamente fuera de control.

Ni se inmutaba. Dio una bocanada fuerte y un suspiro.

- Extendí la serie por que vi que se estaba acabando y entonces ya no podría ver a la persona que me gustaba. Con seis libros más me aseguraría de estar junto a él, por lo menos hasta que ese cabezota se diera cuenta de mis sentimientos. No contaba con que el presidente deseara cambiar de editor tan repentinamente.

- Yo... pero... qué... y quién ha dicho que me gustan los hombres...

Cada palabra suya sacudía mi corazón con la fuerza de mil ciclones.

- Estabas muy ilusionado con ir a Hokkaido y permanecer conmigo... has sido muy paciente... esperando... siempre esperando... sin reclamar nada... eres sin duda muy especial... mirándome de reojo mientras trabajábamos, adivinando qué cosas necesitaba, pensando todo este tiempo en mí... ¿Le gustaré a Isaka-san? ¿Isaka-san será feliz conmigo?

- ¡Cállate!... mira que ufanarte de esas cosas en un momento como éste... además yo sólo hacía mi trabajo...

Se acercó empujando efectivamente mis piernas hacia atrás haciéndome caer en sus brazos.

- ¡Isaka-san!

- Siempre supe que eras como un niño pequeño...

Yo forcejeaba a medias, debatiéndome entre huir nuevamente o quedarme con él.

- Gritando por cualquier cosa, pidiendo deseos con una moneda, enfadándote graciosamente en secreto si te llevaba la contraria... conservando mi pañuelo como algo preciado... cuando te vi sacándolo en nuestra primera entrevista... pensé que tus deseos se habían dirigido hacia el lugar correcto...

Yo lo escuchaba sorprendido por todo lo que decía, no se me había ocurrido que él prestase atención a esas cosas y menos que semejantes ideas rondaran por su cabeza.

- No...

- Eres muy curioso, Kamui-chan, si me comporto con normalidad, hiero tu corazón y si me rindo ante ti ni siquiera quieres aceptar que te gusto... estás hecho todo un caprichoso...

- Isaka-san...

Estaba listo para reclamarle, pero su rostro emanaba una paz y una felicidad tan grandes, tan grandes por tenerme entre sus brazos... que no pude hacerlo, me limité a quedarme callado.

- Ya hablé con el jefe... sólo hay una persona con la que quiero trabajar... además ahora mismo estoy de vacaciones, tengo que hacer un viaje a Hokkaido...

Frío... frío... frío... al límite de congelarse y sin embargo... diciendo que mis deseos serían cumplidos con un amor de siglos y siglos... que yo era la criatura más tierna que había conocido...

Mientras me besaba yo cumplía la ambición de acariciar su rostro gélido de ojos celestes tan hermoso.

- Creí... que eras el número tres y sin embargo...

Me besó largamente.

- Lo soy...

Comprendí entonces que el hielo más frío también puede quemar y encender en vivas flamas azules y que las marcas que quedan son incluso más profundas y duraderas que las dejadas por el fuego más ardiente.

Bajo la luna, a principios del invierno, empezó el romance que me había sido prometido.


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