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Lo efímero de la vida por chibiichigo

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Notas del fanfic:

DISCLAIMER: NARUTO ES DE KISHIMOTO. FIN.

Notas del capitulo:

Hola personas.

Bien... no sé cómo comenzar con a explicar lo que ocurrirá a continuación. Creo que tengo que explicarles el porqué de este fic y a quién va dedicado con todo mi corazón y toda mi alma.

El sábado, desafortunadamente, una amiga murió. Tenía tan sólo 18 años y, aunque sé que en esto de la extraña relación vida-muerte no hay edad me parece verdaderamente injusto que en un segundo una de las mejores personas que tuve el placer de conocer hubiera perdido la vida. Son de esas cosas que... no se pueden asimilar fácil.

Este fic va dedicado a ella: Esthela de la Luz Valles Vindiola, una gran persona, gran amiga e incomparable ejemplo a seguir. Nunca la vi molesta por algo ni quejándose de la gente. Siempre con un espíritu de amistad y de ayuda que no cabía en su cuerpo...

Señorita, que Dios la tenga en Su Santa Gloria.

 

Era un juego. Tenía que serlo…

Pero no, desafortunadamente no lo era: Esa persona especial ya no era parte de su vida, ni de ninguna otra. En un segundo la luz de una de las estrellas más brillantes que había conocido se había apagado…para siempre.

Había sido un accidente, algo tan causal que para fines prácticos  pasaba a ser simplemente el número de una estadística de casos fallidos de una de las frases más típicas de los jóvenes: No me va a pasar a mí. Según las estadísticas, miles de personas – sobretodo adolescentes – morían a causa de accidentes de tránsito pero… Vaya, eso a él no le podía pasar. No era posible…

Le habían informado el día anterior, justo cuando dormía la siesta. De malas, había contestado su móvil esperando escuchar la clásica llamada que efectuaban los amigos para alguna quedada; no obstante quedó totalmente sorprendido por el tono tan serio y solemne que tenía su interlocutor. Estaba todavía adormilado, pensando en alguna manera de contenerse para no gritarle “te odio” a aquel que había osado despertarle, y extrañamente expectante sobre la noticia que no podía esperar.

Está muerto.

 Eso es todo lo que lograba resonar en su cabeza mientras intentaba asimilar la situación. Estuvo a punto de decirle que no le había escuchado bien, que posiblemente seguía medio dormido y las palabras por el teléfono se habían distorsionado, pero de su boca sólo atinó a salir un leve “¿Qué?” que no pedía la repetición, ni una respuesta concreta. Era tan sólo una efímera exclamación que pedía, no: Exigía una negativa.

Quiso gritarle que era broma, que era un bastardo por hacer bromas de esa índole y que, de ser una persona medianamente normal se habría percatado de que eso no era posible; que no podía ser posible.   Sin embargo, sólo se mantuvo callado. Parecía que las palabras habían escapado de su boca y que flotaba en el mar de la irrealidad, que estaba experimentando un sueño desagradablemente vívido; se quedó escuchando el silencio que también se experimentaba por el otro lado del auricular. Comprendió que ni siquiera el chico que le había llamado quería creer que fuera cierto.

Desconcierto.

Lo primero que pensó fue “pero si hablé con él ayer”. Nada parecía congruente… ¿Qué había ocurrido? ¿Cómo había fallecido? ¿A qué hora? ¿Fue rápido? Miles de preguntas se agolpaban en su garganta, y en su cabeza mientras que dentro de su pecho se entablaba una terrible batalla entre la confusión y el miedo: Gaara sabía que era verdad.

Colgó rápidamente. No quería escuchar a nadie en ese momento, ni siquiera el sonido vacío de su propia consciencia que le pedía a gritos que llamara por teléfono a su amigo para que él le dijera que no era verdad. Era lo único que necesitaba, pero experimentó  un miedo paralizante… ¿y si era verdad? Era algo que no podría soportar.

Se quedó suspendido, inmerso en un coma emocional que todo mundo podía percibir, pese a que no era un hombre que expresara con frecuencia las parcas emociones que tenía. Parecía un zombie, un hongo, una piedra que yacía a las orillas del río mirando a la vida pasar pero siendo completamente ajeno a ella. Letargo.

Su celular no paraba de sonar. Muchas personas le preguntaban, tan pronto picaba el botón verde para recibir llamadas, si era cierto; él contestaba que sí aunque ni él mismo creía sus palabras. Tuvo la certeza que estaba viviendo una vida que no era suya, una realidad alterna a la cual había caído sin saber cómo. Su voz no era suya, sino la de un ave de mal agüero. Pero sabía que era verdad... Sencillamente no podía tratarse de una broma masiva, por mucho que quisiese que de pronto su amigo saliera por la puerta gritando: Fue broma, caíste.

Podía ver por la ventana, casi como si estuviera en el cine, las cosas que acontecían sin sentirse verdaderamente parte de ellas. No podía dejar de darle vueltas en la cabeza la sonrisa reluciente de su amigo, la forma tan feliz que tenía para referirse a todo y lo verdaderamente improbable que era verlo molesto. Pudo recordar perfectamente, casi impregnándosele en la nariz, el olor a ramen que despedía casi siempre. Sintió arcadas sólo de recordarlo… No estaba listo.

Nunca había tenido muchos amigos, y se caracterizaba por ser una persona de carácter solitario pero algo en el rubio le había hecho verdaderamente feliz. Era un muy buen amigo y, de un momento a otro, estando en la flor de su vida… se había extinto toda la luz que irradiaba.

 

Un accidente de tránsito. Eso era lo que se había llevado la vida de una de las personas más allegadas a él: Un automovilista colisionando accidentalmente contra su bicicleta. Ninguno de los dos había podido parar y en menos de un segundo todo había ocurrido. Murió al instante, víctima de las desafortunadas circunstancias.

Verdaderamente desafortunadas.

 

El cuerpo no fue entregado hasta la mañana siguiente, y de ahí se fijó el sitio para el velatorio. Llegó por la mañana, esperando encontrar a pocas personas ahí pero asombrándose de la enorme cantidad que había sentados alrededor del féretro u ofreciendo sus respetos al chico que había partido antes que ellos. Miraba la cara consternada y los ojos llorosos y rojizos de sus amigos y compañeros allegados a Naruto, nadie decía nada o se referían al hecho como “lo que pasó” y no como “la muerte de su amigo”. Nadie podía creerlo todavía, o mejor dicho, nadie deseaba hacerlo.

Le dio un fuerte abrazo a Sasuke Uchiha quien había sido el mejor amigo del rubio y había estado con él en cada momento de la vida, desde su más tierna infancia. Pudo notar en la mirada del chico que él estaba intentando ser tan estoico y sereno como siempre, pero que estaba completamente roto por dentro. Sabía que el Uchiha quería llorar, quería blasfemar contra el universo en pleno, quería retroceder el tiempo y poder proteger a su amigo, quería olvidar que lo había conocido siquiera, quería creer que todo eso era un mal sueño. Quería una infinidad de cosas que sabía no podría lograr, porque no estaba en un sueño… ésa era la cruda realidad.

Le tomó un poco de tiempo para poder comprender la situación en que estaba, sabiendo que la madre del difunto, Kushina, sería quien más necesitaría ayuda. Minato no estaba, según habían dicho otros asistentes había salido a comer porque no podía estar ahí.

La madre parecía feliz, negándose todavía a la idea de que su único hijo no volvería jamás a sonreírle o a discutir con ella sobre tal o cual asunto. Comentaba con algunas personas, pero su mirada parecía distante, no perdida en el espacio sino en el tiempo. Estaba pensando en su primogénito, quien había partido en un viaje para no volver más.

Pensó con nostalgia y pesar en todo lo que había vivido con Naruto, esforzándose por no derramar una lágrima: tenía que ser fuerte para la familia y para Sasuke, pero tan pronto como se acercó al ataúd, todo el mundo se le vino encima.

Esa dura cubierta, era la que envolvía el cuerpo inerte de una de las pocas personas importantes para él.

Tan cerca y tan lejos… en un lugar donde las palabras carecen ya de sentido, donde todo es luz y oscuridad al mismo tiempo, donde el tiempo se acelera y ralentiza. Donde la eternidad y la efimeridad compartían un solo espacio.

Sabía que detrás de esa tapa se encontraba la delgada línea entre la vida y la muerte. Naruto estaba ya en un lugar mejor, cosa que tenía la finalidad de confortar a los allegados pero que no hacía más que aumentar el dolor.

Y en ese momento, entre un par de lágrimas que corrían por sus mejillas por primera vez en años comprendió, a sus dieciocho, que en ocasiones el destino decide tomar la vida de personas que apenas van iniciando en este mundo, y que lo efímero de la vida sólo puede ser comprendido en ese corto suspiro que es la muerte.

Notas finales:

Bien, para finalizar quiero pedirles un favor a todos ustedes... cuídense. Ayer yo me di cuenta de lo rápido que da vueltas todo y de cómo aunque en un minuto estás...al siguiente puedes no estarlo.

Desgraciadamente yo perdí a una amiga en un terrible y trágico accidente. Su familia perdió una hija, una nieta, una sobrina, una prima... todos perdimos algo en un sólo instante.

No quiero que ustedes o que alguno de sus amigos o familiares pase por lo mismo, ni mucho menos que ustedes sean la causa de ese dolor y desasosiego. Cuídense mucho... por favor. 

c.


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