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Los besos de Minerva por RoisinDubh_92

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Notas del fanfic:

Bueno, aunque no es mi primer yuri, si es el primero que está orientado a fic con argumento... Siempre lo había pensado y despúes de recibir un review con una recomendación para que hiciera una historia larga, decidí lanzarme a intentarlo. Aquí está el resultado... Espero que os guste.

Notas del capitulo: Bueno, esto es el inicio y he decidido que todavía no le voy a dar toda la mecha que quiero... así que en este capítulo no encontraréis lemon... Lo digo por si os decepcionáis, que no quiero ^^ Sólo tendréis que tener paciencia.
Minerva salió por la puerta de su casa y saludó con la mano a su amigo, que le esperaba en el asiento del conductor de aquel coche en el que tantas veces había viajado. Metió las maletas y la guitarra dónde cabían, entre más guitarras, mochilas y demás instrumentos musicales. El coche de su amigo Pedro había sido el elegido para transportar todos los instrumentos. El de Marcos sería el que llevaría a toda la gente, exceptuando a Minerva, que no cabía en el otro coche. Pedro había sido quien había decidido que fuera Minerva quién ocupara el asiento del copiloto. Entre esos dos habían ocurrido ciertas cosas y esa semana de finales de Agosto podían pasar las mismas cosas o más, por lo que Pedro había decidido llevar a Minerva para ir preparando el terreno (o al menos inspeccionarlo para saber qué posibilidades había).

-¿Qué? ¿Preparada para una semana perdidos en la sierra, incomunicados? -dijo Pedro cuando su amiga subió al coche.

-Nunca estuve más preparada -Minerva sonrió.

Esa semana pintaba muy pero que muy bien. Sería una semana en la que ella y otras seis personas se pasarían el día entre música, piscina y tabaco, componiendo canciones que más tarde grabarían. Pero no sólo estaba eso. También estaba Pedro. Y aquello sí que prometía. El chico acababa de romper con su novia y Minerva se había enterado de que quería olvidarla. También la habían dicho que él, en el fondo, nunca había dejado de recordar lo que había pasado con Minerva y que repetiría encantado; ella tampoco lo había olvidado y también estaba dispuesta a repetir o a llegar más lejos, incluso. Pero si sólo fuera Pedro (su principal objetivo, por cierto) la cosa estaría más fácil. La presencia de Coral, una de sus mejores amigas, la preocupaba más. Entre Minerva y Coral había surgido una amistad espontánea en un principio pero que con el tiempo había ido creciendo. El hecho de que vivieran en ciudades distintas había hecho que las veces que las dos chicas conseguían verse fueran más intensas. Hasta ahí la cosa era de lo más normal.

Los problemas habían surgido cuando Minerva empezó a sentir algo más que amor de amiga por Coral. Al principio había pensado que estaría confundiendo la amistad con la atracción sexual, pero una propuesta indecente a tiempo apagó la llama de la duda. Coral era bisexual y Minerva lo sabía perfectamente. Cinco días antes del inicio del "viaje musical" (como lo había llamado Mickey, uno de los compañeros de viaje), Coral había hecho una propuesta indecente a Minerva. Ella sabía que su amiga tenía algunas dudas respecto a sus sentimientos por ella, por lo que había decidido que podía sacarla de dudas. Y la mejor manera de alejar las dudas es con un beso... o algo más.

Ella estaba dispuesta a dárselo si Minerva se lo pedía. Pero sabía que Minerva no se lo iba a pedir. Así que la única manera era proponérselo ella. Y ni había aceptado ni había denegado la propuesta.

Minerva, en ese momento era un amasijo de dudas y sentimientos con los que no estaba familiarizada. Pero no estaba dispuesta a compartirlo con nadie que no fuera Coral. Mientras ella era fuerte y le daba igual lo que el resto del mundo pensara de su condición de bisexual, a Minerva la daba miedo que sus amigos la rechazaran por sus dudas o algo así. En el fondo sabía que no iba a pasar nada, pero eso no disipaba sus miedos a sentirse rechazada.

El viaje no fue excesivamente largo. Pedro puso en marcha su estrategia, que consistía en averiguar de algún modo si tenía alguna posibilidad de acabar con Minerva en aquel viaje. Pero la chica no era, ni mucho menos, tonta e inocente, por lo que a la mínima se dio cuenta de que Pedro tenía las mismas intenciones que ella en ese viaje.

-¿Qué pretendes, Pedro? -dijo Minerva, cuando tan sólo faltaba media hora para llegar a su destino, una preciosa casa perdida en la sierra, propiedad de la familia de Sandra, otra chica del viaje.

-No sé de qué me hablas.

-No te hagas el loco, cielo. Puedo ser todo lo que quieras, pero tonta no soy. Y creo que te conozco lo suficientemente bien como para oler que tú quieres algo más que una semana de música, piscina y tabaco conmigo...

Pedro calló. Y ya se sabe, el que calla, otorga. Minerva se sonrió y, aunque no lo dijo en alto, se alegró de que Pedro callara y la diera la razón.

Cuando llegaron, se instalaron las chicas (Minerva, Coral y Sandra) en una habitación y los chicos (Pedro, Marcos, Mickey y Dani) en la que estaba justo enfrente. Lo primero que hizo Minerva una vez encontró sitio para su equipaje y para su guitarra fue ponerse el bikini y bajar a la piscina, que el padre de Sandra se había ocupado de llenar el día anterior.

-¿Alguien baja conmigo a la piscina? -preguntó ella, que estaba en el pasillo que separaba las dos habitaciones.

-Yo quizá voy luego, pero a lo mejor me pongo a dormir un rato... Esto de conducir me cansa demasiado -gritó Marcos desde la habitación de los chicos.

Tres sonoros "no" salieron de esa habitación, pero las chicas no dijeron nada. Minerva insistió, esta vez asomando la cabeza por la puerta de su habitación.

-¿Y vosotras? ¿Bajáis o me dejáis sola?

-Lo siento, pero yo tengo que supervisar que todo esté en orden. Ya sabes, por si rompéis algo y luego lo tenéis que pagar -dijo Sandra, tras lo que se rió con su risa escandalosa e inconfundible.

-Yo puede que baje. Depende de si los chicos me dan conversación o no...

Minerva suspiró y susurró algo que sonó como "¡qué sosos!" y bajó las escaleras con la toalla al hombro. Tan decidida como siempre, una vez descubrió la puerta que daba al jardín y dejó sus cosas sobre una tumbona, se tiró de cabeza a la piscina.

-¡Joder! -gritó cuando sacó la cabeza-. ¡Está helada!

-¡Normal! -gritó Coral desde la ventana de la habitación-. Si es que siempre tan lanzada... ¡Algún día te pasará algo, ya verás!

Minerva sacó la lengua y se puso a nadar para entrar en calor. Pronto se acostumbró a la temperatura del agua y resultó, incluso, estar a una temperatura agradable para la temperatura de fuera. Fue entonces cuando Coral apareció por la puerta de la cocina que llevaba al jardín, vestida con un mínimo bikini azul y una toalla en la mano. Tenía el largo pelo negro recogido en dos trenzas. En ese momento, el corazón de Minerva dejó de latir y algunas de sus dudas desaparecieron.

-¿Qué, te has decidido a bajar conmigo? -dijo, yendo hacia el borde de la piscina y apoyándose en él.

-¿Cómo iba a dejarte aquí sola? -sonrió. Coral, por primera vez, se fijó en Minerva como algo más que una amiga. Era muy guapa, y pretendientes no le faltaban. Aún así, la chica siempre se fijaba o en los que estaban más lejos o en los que sabía que le harían daño. Pero no podía evitarlo, tenía una predisposición a elegir mal. Tenía que reconocerlo, el físico de Minerva era casi envidiable y muchas veces se había sorprendido pensando cosas que no debería, pero ahora estaba segura que no iba a dejar de pensarlo si empezaba.

-Si es que no te merezco.

Coral se sentó en el borde, al lado de su amiga, y metió los pies en el agua. A diferencia de ella, era menos lanzada en todo, aunque en algunos casos (como en aquella propuesta que le había hecho a su amiga) era ella la que tenía que dar el primer paso y no Minerva, que era la lanzada.

-Si que está fría, si.

-Lo he dicho.

Poco a poco fue metiendo su cuerpo delgado en el agua y sintió cómo el choque de temperaturas la erizaba la piel. Por un momento se imaginó que era Minerva la que la acariciaba y no el agua. Se estaba volviendo loca. Tanto preocuparse por ahuyentar las dudas de Minerva, el deseo estaba creciendo en ella, cosa que nunca había pasado y nunca pensó que pasaría. No era sano, para nada. Y tenía que saciar su sed cuanto antes, preferiblemente antes de que esa sed creciera incontrolablemente.

Una vez Coral estuvo dentro del agua, hizo unos largos, bajo la atenta mirada de Minerva. No sabría decir cómo la miraba la chica, pero parecía muy interesada en lo que hacía. Eso lo único que hacía era aumentar su nerviosismo, cada vez más. Cuando entró en calor, se acercó nadando a Minerva y se colocó a su lado.

-Nos lo vamos a pasar genial, ¿verdad? -dijo Coral para romper el silencio que había crecido entre las dos.

-Creo que va a ser la mejor semana de nuestras vidas...

-Te recuerdo, Minerva, que eres la única menor de edad -Coral tenía razón. Aunque sólo fuera por unos meses, ella era la única menor de edad. La mayor era Sandra, que cumplía los años en Enero. Minerva a veces maldecía haber nacido en Noviembre. Era un mes que la encantaba, porque le gustaban mucho el otoño y el invierno, pero el hecho de que en verano todos sus amigos tuvieran un año más que ella la reventaba. Y ese año, que todos ya tenían la mayoría y ella no, pues la reventaba más todavía. Pero ya estaba acostumbrada.

-Coral, ya me da igual lo que digáis sobre mi edad.

-Si, claro, eso es lo que dices siempre. Pero debes admitir que en el fondo te fastidia muchísimo. Eso de que nosotros podamos entrar en los bares y tú no...

-Como que te crees que tengo mucho interés en entrar en los bares de marcha.

-En los bares en general no, pero en uno en particular si...

Coral sabía lo que se decía. Había cierto bar en el que trabajaba cierto camarero detrás del que iba Minerva desde hacía algún tiempo. Y al camarero tampoco le disgustaba el hecho de que una rubia como Minerva le tirara los tejos. Más bien todo lo contrario.

-Sabes que ese camarero es inalcanzable. Además, tiene novia.

-¿Desde cuándo eso ha sido un impedimento para él? Te recuerdo que se ha liado con media ciudad, ¿no? No hay razón para que tú no seas una de ellas.

Coral y su manera de pensar. Minerva no quería meterse en líos. Sabía que ese chico le había puesto los cuernos a su novia cantidad de veces y ella, aunque lo sabía, seguía con él. ¿Por qué? Eso no lo sabía nadie que estuviera enterado de la historia. Muchos hablaban de que estaba enamorada, pero Minerva no se lo creía. Otros decían que él era el mejor hombre en la cama que cualquier chica pudiera desear. Eso encajaba más en cualquier cabeza.

Los cuerpos de las dos amigas se acercaron. Coral ansiaba empezar con su propuesta deshonesta cuanto antes para así tener más tiempo para evolucionar. Cuanto más tarde empezaran, menos tiempo tendrían y Coral quería aprovechar el tiempo en la casa, ya que pocas veces podrían estar juntas tanto tiempo. Coral acercó su cara a la de Minerva algo más de lo aconsejable. Lejos de asustarse, Minerva se aproximó un poquito más a su amiga.

-¿Qué intentas, Coral?

-Eso te lo tendría que preguntar yo. Has empezado tú a acercarte, yo sólo te he seguido el juego...

La mirada de Coral alternaba entre los ojos y los labios carnosos y rosados de Minerva. Deseaba besarlos, probar el sabor de su amiga, ese sabor que tanto tiempo había estado deseando. Aún así, no sabía si era el mejor momento. Se acercó un poco más a ella y pudo sentir su respiración sobre su nariz y su boca. Su aliento era cálido y incitaba a ser cortado por un beso. Intuía que Minerva tenía tantas ganas de sus labios como ella. Así que sabiendo que su amiga nunca se lanzaba en esos casos y esa vez no iba a ser una excepción, Coral acabó con las distancias juntando sus labios en un beso.

Al principio tan sólo fue un roce, como la chispa que enciende la llama de un incendio. Sus lenguas ni siquiera se rozaron, sus labios ni siquiera se abrieron. Fue algo así como el preámbulo, un espectacular prólogo para una novela aún más espectacular. Se separaron un poco y se miraron a los ojos. Coral se sonrió, sabiéndose ganadora en esa batalla. Minerva era suya y lo sabía. Ella misma se había entregado y había aceptado la propuesta. La chica volvió a acortar las distancias entre las dos.

Esta vez, Coral sintió cómo Minerva abría la boca. Ella no tardó en hacer lo mismo y se apoderó de la lengua de su amiga. Jugueteó con ella y, como si la hubiera despertado de un sueño, pronto tuvo la lengua de Minerva enredada a la suya. Exploró la boca de la rubia y la saboreó como si fuera un manjar. Aconsejada por las pruebas de Pedro, dejó la lengua y la boca de Minerva y mordisqueó sus labios. La chica emitió un leve ronroneo, lo que le encantó a Coral.

Las manos de la morena se apropiaron de su cintura. Aún enredadas en un beso que parecía no tener fin, Coral tiró de su amiga y la acercó más, haciendo que sus cuerpos se rozaran bajo el agua. Podía ser que el agua estuviera helada, pero sus cuerpos ardían como si fueran puro fuego. Coral empezó a ascender por la espalda de Minerva y la acarició lentamente; era el punto débil de su amiga, junto con la nuca, puntos que ella no podía ver. La sensación de tener a la incontrolable Minerva entre sus brazos como un gatito indefenso la encantaba. Pero aunque estuviera sumisa, a la vez era bastante fogosa y esa mezcla volvía loca a Coral.

-¡Minerva! ¡Coral! -oyeron gritar; era Marcos, que iba hacia el jardín.

Enseguida se separaron y se dedicaron una mirada de complicidad que a la vez era una especie de promesa y declaración de intenciones. Justo cuando se alejaron un poco entre ellas, el chico apareció por la puerta de la cocina y se acuclilló junto al borde de la piscina.

-Chicas, hemos decidido que vamos a dar una vuelta por los alrededores para conocerlo un poco. ¿Os venís o preferís quedaros en la piscina?

Las dos amigas se miraron y sus pensamientos coincidieron en que las dos preferían quedarse en la casa, pero no por la piscina. La primera en responder fue Minerva y Coral la dio la razón segundos después.

-Entiéndelo, hemos estado mucho sin vernos y tenemos cosas de las que hablar -dijo Coral.

Marcos sonrió y dijo que estarían de vuelta antes de la hora de cenar. Traerían algo de comida para la cena, así que no tenían porqué preocuparse de hacer nada; las daban permiso para disfrutar de una tarde libre.

Cuando Marcos se marchó por la puerta y oyeron la animada charla de sus amigos en el sendero delantero de la casa, Coral se volvió hacia Minerva. Ni se movió, pero sonrió pícaramente. La morena pasó una mano por la cintura de su amiga y la atrajo hacia sí, reanudando lo que Marcos había roto momentos antes.
Notas finales:

Espero que os haya gustado...  Ya traeré más, con lemon y toda la pesca ^^

Dejad reviews, por favor!! Me gustan ^.^


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