La noche extendía su manto negro. Hacía dormir a los niños. Podía ser benévola y traerles lindos sueños; entonces serían piratas o princesas y lucharían contra dragones. Pero, a veces, esto no sucedía. Ella, perversa, mala, vengativa, podía también llenar sus sueños de monstruos, y convertirlos así en pesadillas. Y, en algunas ocasiones, dejaba personas en vela, sin nada; ni pesadillas, ni princesas, ni piratas. Los ojos de aquellas personas quedaban abiertos, para que la mirasen, para que la admirasen. Para que viesen en ella a la gran dama del vestido negro con destellos.
En la Wammy´s House todos descansaban. Niños y adultos yacían acurrucados en sus camas, abrigados de la fría noche y de su viento ululate. Sus ojos estaban cerrados, soñaban. Mas en alguna habitación, un muchacho se revolvía entre sus mantas. No podía conciliar el sueño. Los pensamientos se agolpaban en su mente, como un torrente desbordado de ideas y pensamientos. Cuando el reloj de la mesilla marcaba las 3:59am decidió levantarse, sin hacer ruido para no despertar a sus compañeros. Sabía debía tener cuidado con los guarda pasillos. Ellos recorrían por la noche la casa Wammy´s y debía evitarlos o, de lo contrario le asignarían un castigo ejemplar. Transitó los corredores hasta llegar al inmenso baño de la segunda planta. Como esperaba, el lugar estaba desierto. Se deslizó hasta una ventana y la abrió sin mucho esfuerzo.
El aire cortante de la noche le golpeó en el rostro. A fuera, la luna brillaba como nunca; las estrellas palidecían a su lado. Mello sentía simpatía por la noche, le gustaba cómo ella transformaba las cosas. Le divertía el ver cómo los objetos inofensivos se tornaban amenazadores cuando ella cubría con su manto la Tierra. La luna le había parecido hermosa desde niño. Tan blanca, pálida, pura. Pero a la vez, lejana. Era inalcanzable, nadie podía tocarla ni alcanzarla.
De pronto sus pensamientos volaron hacia Near. No le gustó aquello, no le gustaba ese niño, siempre con la mirada ausente, tan blanco, tan pálido, tan puro. ¡Quién se creía él! ¡Se creía inalcanzable! Como la luna…Toda la ira formada en su interior se disolvió. Se convirtió en un vago recuerdo. Para llegar a la luna, los humanos crearon un camino. Y para Near también existiría, ¡Seguro que sí! Y él, Mello, iba a encontrar aquel camino. De un modo…u otro.
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Near caminaba por los pasillos de la Wammy´s House al mediodía. Bajo su brazo cargaba una caja que contenía un puzzle blanco. Los niños hablaban, correteaban y jugaban a su alrededor. Ninguno parecía verle. Se habían cansado de hablarle a un chico que les contestaba con voz fría y ojos vacíos. Tan sólo cuando entregaban las notas de los ansiados exámenes, todos querían estar cerca de él. En cuanto llegó a la tercera sala común se sentó en el suelo, sacó el rompecabezas y lo esparció por el suelo. Lo empezó a armar con tranquilidad, como si se tratase de algo solemne, un ritual. Apenas notó que Mello entraba en la sala. Éste se acercó a Near y se acuclilló a su lado. En el momento en el que Near giró su rostro se encontró con el de Mello a poca distancia, tan solo le susurró una frase.
-Near, ¿crees que existe una escalera a la luna?