Aquella noche algo la hizo despertar de sus sueños. Sobresaltada y con el corazón bombeando casi a punto de estallar, se sentó bruscamente en la cama. Todo estaba a oscuras. Silencio. Solo escuchaba su agitada respiración y las gotas de lluvia que estaban afuera. Pero estaba segura que había oído algo que la había hecho despertar. Y, entonces, lo oyó: en la puerta de su habitación, alguien daba pequeños golpecitos intentando no despertar a las demás estudiantes.
Apurada, imaginando lo que podría ser, Ryubi Gentoku se levanto de su cama rápidamente, ella era una chica muy joven, de pelo largo y castaño claro, con unos grandes y lindos ojos verdes. Se puso sus grandes gafas para poder ver y abrió un poco la puerta muy lentamente. Y se le encogió el corazón al ver quién estaba al otro lado de la puerta.
-Kan-san... – susurró Ryubi abriendo del todo la puerta. El tono de voz salió a duras penas de la garganta de la joven. El corazón se le había encogido rápidamente y la visión que tenía delante se le clavaba en el alma como si le hubieran martilleado todo su ser con toda la violencia posible. Kan-u, al ver a Ryubi, sonrió un poco, susurró algo in entendible y desfalleció en el suelo, la lluvia era incesante.
Ryubi desesperada al ver a su compañera y con mucho cuidado, se agachó para que Kan-san se incorporara. Kan-u Unchou era una joven, al parecer un tanto mayor que la pequeña Ryubi, era alta, de pelo bastante largo y de un intenso color morado que cubría una parte de su cara, sus hermosos ojos eran de un color azul profundo y con ella su inseparable lanza. Su bello rostro era un claro espejo de lo que Kan-u había sufrido en la misión a la que había sido enviada para tratar de conseguir el sello imperial, y así lograr que su Instituto tomara el poder.
Su rostro, ropas y cuerpo estaba todo arañado y un pequeño hilo de sangre había salido de su frente hasta encontrarse con su labio inferior, marcando notablemente todo ese dolor. Las lágrimas cubrieron las mejillas de la pequeña Ryubi, que bajo toda la humedad parecían algo aturdidas, quizás por todo el dolor que le causaba verla así.
-¡Kan-san…! Vamos, entra, aquí estarás a salvo. - dijo Ryubi intentando apaciguar a su mejor amiga y protectora. Intentaba no pensar en las peleas y golpes que podría haber tenido con anterioridad, aquellos golpes que dolían más que si fueran en su propia piel.
Ryubi cogió algodón, gasas y un extraño líquido de una cajita que tenía a un lado de un altar y volvió donde la joven la esperaba, intentando aguantar un llanto que si se desataba, se haría incontrolable. Con mucho cuidado, Ryubi empezó a limpiar poco a poco la sangre reseca en la frente y el labio de su amiga. Ryubi intentaba no pensar en el dolor que le producía aquella visión. Sólo ella conocía cuán frágil podía llegar a ser su amiga. Sólo ella.
-Pude haber hecho más – empezó a decir Kan-u -, estuve tan cerca de obtenerlo, tan cerca y no…- el dedo de Ryubi se posó levemente en los labios de la muchacha, haciéndola callar. No quería oír cómo había sido. Si lo hacía, estallaría en llanto y debía ser fuerte para consolar a su compañera. -Gentoku-sama… no te deberías preocupar tanto, solo fueron unos cuantos rasguños…- decía Kan-u, tratando de calmar a la perturbada joven mientras esta seguía limpiándole las heridas.
–Kan-san, ¿¿Crees que esto es un rasguño??-Le replicaba Ryubi, tomándola del brazo y tocándole la herida a propósito para que se retractara de esas mentiras.
–No me importan… son solo heridas pasajeras, pronto sanarán…-Le respondía Kan-san con una dulce sonrisa.
-Como… como puedes decir esas cosas…-Dijo Ryubi sin poder contener las lagrimas que pedían salir-
-¡¡Gen…!!- Exclamó Kan-u al ver sus lágrimas, y al mismo instante la abrazó con fuerza. Ese cálido abrazo había hecho que Ryubi no se resistiera más y explotara en llanto, a lo que no le importó mucho, ya que Kan-san estaba con ella, y solo con ella podría sentirse libre de desahogarse.
Pasó un interminable tiempo y Ryubi había conseguido tranquilizarse y había convencido a Kan-u de que se quedara a dormir. Mientras se cambiaba en el baño, Ryubi, en el dormitorio, intentaba no pensar en nada y alejar la mente de las peleas por sello imperial y de que ella era el pilar de toda esa institución, de que por su culpa, Kan-san había ido contra el cruel dictador del instituto Kyoshou, Moutoku Sousou… solo para tener más poder, pero eso a ella no le interesaba en lo absoluto.
Tras la ducha de Kan-san, Ryubi preparó la cama para que la cansada joven se acostara en ella. La arropó y se quedó mirándola.
-¿Tú no vas a dormir? – dijo Kan-san cuando vio que su líder no se estaba en paz -. Porque, si tu no duermes no podré estar en paz, si quieres te cuido hasta que te quedes dormida…
-Aún no tengo sueño Kan-san… – dijo en un leve susurro -. Duerme tú que yo voy a leer un poco. – dijo mientras le enseñaba la portada de aquel pequeño libro.
La joven pareció tranquilizarse con ese comentario pero seguía insegura, decidió creer las palabras de su joven líder y se dispuso a dormir. Pero Ryubi no era capaz de concentrarse en lo que tenía delate de la vista. Intentaba leer las palabras escritas en esas páginas pero todo lo que veía eran los golpes y sacrificios de su fiel guerrera. Necesitaba despejarse.
Sin pensarlo mucho, se levantó de la silla y, dejando atrás el escritorio, salió al balcón de la habitación. La brisa nocturna le golpeó en la cara, helándole las mejillas, lo que facilitó que brotaran sus lágrimas que corrían rápidamente por sus mejillas de nuevo, como si cada pequeña gotita salada pesara una tonelada entera. Y, casi sin darse cuenta, recordó cómo se conocieron…
Aún recordaba aquella promesa que habían hecho bajo los árboles de cerezo hace 1800 años. Ella, Ryubi Gentoku que estaba destinada a guardar a uno de los 3 dragones regidores de la nación, Unchou Kan-u, su fiel guardiana y protectora ante todas las cosas y Chouhi Ekitoku, otra joven protectora de Gentoku. Se habían prometido lealtad eterna a partir de ese momento, en vez de ser simples compañeras, serían hermanas y siempre se protegerían la una a la otra.
Pasaban los días y la guerra fue tomando forma. Y, sin saber cómo ocurría, Ryubi comprobaba día tras día que, cuando estaba cerca de Kan-san, no existían los momentos tristes ni los malos recuerdos, todo eran risas y alegría. Se sentía totalmente protegida y no le preocupaba la guerra si ella estaba ahí…
Ryubi sonrió con ternura al recordar aquellos días. No sabía exactamente qué era lo que sentía en aquellos momentos, porque los pensamientos y la presión que sostenía ser la líder de la academia la habían trastocado un poco pero Kan-san siempre estaba allí, regalándole sonrisas y regañándola cada vez que lo necesitaba. Y, recordando, su mente volvió a viajar hasta el día que supo sus sentimientos precisamente por el dolor que sintió…
==============FlashBack==================
Esa fatídica noche había festival en el instituto. Se habían reunido un buen número de estudiantes en toda la escuela. Esa noche Ryubi iba a contarle a Kan-san su secreto mejor guardado; iba a decirle que estaba sintiendo algo más por ella. Por supuesto, lo haría en la más secreta intimidad, por lo que no se lo diría a menos que encontrara un momento a solas con ella.
Recordaba que la gigantesca hoguera emanaba calor desde hacía tiempo y el sake ya se había distribuido por quien quería beber aquella noche. Un chico intentaba sacar a bailar a Chouhi, pero ella se negaba rotundamente, con una risa muy desconcertante. Alumnos provenientes de otro instituto cercano habían ido a festejar junto con Seito (Un instituto solo de chicas)
Hacía rato que no había rastro de Kan-san, por lo que Ryubi decidió ir a dar un paseo, a ver si la encontraba. Cerca del viejo templo, escuchó una voz muy molesta y algunos susurros. Algo le decía que siguiera de largo, pero la voz le sonaba y le picaba muchísimo la curiosidad. Poco a poco, se acercó y se ocultó entre unas rocas. Al reconocer a la pareja, se quedó helada. Ante ella, Kan-san y Sousou, su peor enemigo, estaba besándola apasionadamente pero esta solo trataba de alejarlo a lo que la pequeña líder no alcanzo a observar.
El corazón se le había partido en dos. Sentía ganas de llorar y de gritar pero no tenía fuerzas para nada. Bajó la vista y al hacerlo, comprendió entonces lo que sentía en sus adentros. Kan-san le atraía como algo más que una amiga. La amaba. Pero ella seguramente nunca se enteraría de ello. Sin pensar mucho, reunió fuerzas y echó a correr hacia su dormitorio, notando como cada lágrima que brotaba de su alma quemase sus mejillas como si fueran de fuego.
================FlashBack================
-Ah… que momento tan… doloroso…- Ya era pasada la noche, la brisa nocturna volvía a despertar aquel dolor que le producía el recordar aquellos momentos. La pequeña Ryubi intentaba tranquilizar su respiración para no hacer ruido y despertar a Kan-san. Suspiró y, sin poder remediarlo, de sus ojos brotó otra lágrima, producto de una mezcla de impotencia y de dolor por lo que le estaba pasando a su fiel guerrera. Se alejó del balcón y salió cuidadosamente del a habitación para desahogarse en paz.
A sus espaldas y sin que se percatara, la joven de pelo morado se había despertado y, al no ver a aquella jovencita en el cuarto, se extrañó y se levantó para buscarla. Llevaba un tiempo observándola, tratando de averiguar en qué pensaba su líder.
El instituto Kyosho hacía tiempo que había hecho un pacto de no agresión contra Seito y las cosas con la Academia Nanyou eran totalmente pacificas. Pero la pobre Ryubi no podía imaginarse lo que había desencadenado aquel pacto, la “extraña lealtad” de Unchou Kan-u hacia esa escuela y hacia su líder…