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Tesoros por Kitana

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Notas del capitulo: Gracias a toda la gente que se toma la molestia de leer esta historia, al principio tenía mis serias dudas sobre continuarla, pero bueno, me decidí y aqui hay un nuevo capi, espero les guste y ya puse detalles sordidos de Julien XD
Capítulo 3. Marcus Feherbach

Mire, querido compañero:
llevo estas ropas de hombre
solo por usted.
A veces soy hombre,
a veces soy mujer.
Oh Señor de los ríos que se encuentran
Haré guerras por Usted
pero seré la esposa de sus devotos

Marcus suspiró hondo al sentarse en el mullido sillón que le ofrecía una visión panorámica de su habitación. A penas comenzaba a digerir lo que estaba ocurriendo. Julien estaba en su cama, dormido, o más bien, inconsciente. Estiró un poco el cuello, como para verlo mejor, las rubias cejas que enmarcaban sus poco expresivos ojos verdes se enarcaron al descubrir que, en efecto, Julien no era el mismo al que había dejado de ver hacía poco más de seis años.

El “pequeño” había crecido. Lo que tenía en su cama en esos momentos no era un chiquillo, sino un hombre, un hombre hermoso que le resultaba demasiado atractivo y tentador, mucho más que hacía unos años, cuando se dejó llevar por lo encantador que podía llegar a ser el entonces adolescente.

Le miró con cuidado. Su espalda parecía más ancha, aunque seguía siendo delgado, los músculos se marcaban por todo su cuerpo. Se había dejado crecer el cabello y ahora le llegaba casi a los hombros, se atrevió a recordar el suave aroma que siempre tenían los negrísimos cabellos del muchacho. Seguía siendo la cosa más hermosa que recordara haber visto en toda su existencia, con los rasgos más maduros, con ese leve matiz oriental fruto de la diluida herencia de su abuela. Definitivamente Julien tenía lo mejor de los dos mundos, los finos rasgos vagamente orientales, aderezados con esa poderosa mandíbula que sólo podía ser alemana. Julien se había convertido en todo lo que un día había prometido ser. Era la mezcolanza perfecta entre su padre, mitad alemán, mitad japonés, y su madre, una gloriosa belleza rubia nacida en Francia, de quien había heredado esos preciosos ojos azules. El resultado de esa mezcla, que habría horrorizado a más de uno de sus ascendientes, era perfecto. Julien, en definitiva, no desmerecía ante nadie.

La tarde parecía oscurecerse más y más, a pesar de que sólo eran las tres. Empezaba a ponerse nervioso. Estaba seguro de que su viejo discípulo no habría tomado la decisión de buscarle solo por nostalgia. Era evidente que Julien no estaba cierto de salir con bien de lo que estaba haciendo. …l mismo no entendía como es que el joven había llegado tan lejos. Ese espíritu que no se apartaba de él era muy fuerte, más de lo que le había parecido en primera instancia y parecía verdaderamente combativo.

Decidió que era mejor comenzar a estudiar el problema, quería tener algo que ofrecer a Julien cuando éste despertara. Se dirigió a la puerta, decidido a abandonar el lugar. En ese momento, su huésped despertó, a tiempo para verle salir.

Al abrir los ojos, lo primero que Julien vio fueron las anchas espaldas de quien alguna vez fuera su amante. El enorme Marcus salió de la habitación, Julien sonrió levemente, recordando el pasado.

Había amado a ese hombre, más de lo que se podía describir siquiera con palabras. Marcus Feherbach, el favorito de su abuela, el ampuloso joven alemán que había conocido la primera vez que dejara Brasil, donde había vivido casi toda su infancia y parte de su adolescencia. Luego de la muerte de su abuelo y cumpliendo su última voluntad, su abuela, le llevó a Colonia, ahí conoció a Marcus.

De acuerdo con lo que su abuela le dijo, Marcus había sido discípulo de su abuelo, el primer Julien Arhendorff, por lo que fue muy bien recibido por la mujer cuando se presentó a visitarla. La primera impresión que Julien guardaba de Marcus era tremendamente vívida. Lo recordaba muy bien, en cuanto lo vio, le pareció demasiado atractivo. La personalidad de Marcus era verdaderamente arrolladora, era uno de esos hombres encantadores a los que se les puede conceder todo a cambio de sólo una sonrisa. Era alto y fornido, rubio, dueño de unos perfectamente hermosos ojos verdes. En suma, Marcus era el perfecto espécimen de la raza aria, si quitabas de en medio el detalle de que era abiertamente homosexual. En aquel entonces, Marcus contaba con veintiséis años, y él con diecisiete. Decir que fue amor a primera vista por parte de Julien era tremendamente acertado, como también lo era decir que para Marcus, Julien representó un prodigio de belleza. El chico poseía un atractivo peculiar, ese extraño conjunto de rasgos que quizá si se pensaba bien desentonarían, en el caso de Julien daban como resultado una belleza exquisita.

Marcus se volvió asiduo visitante de la familia de su fallecido tutor, tanto que Makoto llegó a pedirle que se hiciera cargo de entrenar a Julien en las mismas artes que él había aprendido de su fallecido esposo. Lo demás fue quizá un poco fruto de las hormonas adolescentes de Julien y un poco también del complejo de Casanova que Marcus arrastraba por aquel entonces. Se enredaron en una relación un tanto tormentosa que tuvo un mal final casi un año más tarde. Julien descubrió una parte de su personalidad que no le agradaba demasiado y Marcus descubrió el verdadero significado de los celos. Cada vez que peleaban era horrible, llegaron, inclusive, a agredirse físicamente. Fue tras una de esas peleas que Marcus decidió dar por terminada la relación, no sólo como pareja, sino también como maestro y alumno. Nunca olvidaría la gélida mirada que Julien le dedicó al día siguiente, cuando fue a despedirse de Makoto, tal como Julien no olvidaría las duras palabras que le dirigiera la tarde anterior ese hombre al que prácticamente idolatraba.

Luego de ese día no volvieron a verse, ni siquiera cuando Makoto murió. Julien había decidido cumplir cabalmente lo que Marcus le había pedido y no buscarle a menos que se tratara de algo relacionado con las enseñanzas del primer Julien. El joven estaba realmente dolido con él, no entendía, no quería entender en ese entonces que en gran parte las cosas habían terminado así porque él era incapaz de controlar sus celos. A la distancia, Julien, entendía que había sido lo mejor, de alguna manera, Marcus era capaz de sacar lo peor de él, aquella relación no beneficiaba a ninguno de los involucrados.

Luego de lo sucedido con Marcus, Julien había cambiado tremendamente, para sorpresa de Makoto, decidió aceptar ser instruido por ella y por cualquier persona que ella designara, excepto Marcus. Fue así como completó la formación que ni su padre ni su abuelo tuvieron tiempo de darle. Para cuando murió su abuela, era capaz de hacer las cosas tan bien como las habían hecho sus predecesores, sólo que sin la convicción de éstos. Julien había tomado una decisión, él no formaría parte del grupo al que todos sus ancestros habían estado integrados, él haría sólo aquello que le beneficiara, él no actuaría a menos que hubiera dinero de por medio.

Entendía que aquello no le hacía nada de gracia a nadie, pero era la manera en que había elegido vivir. Nada iba a hacer que cambiara de idea, no después de conocer los detalles de la muerte de sus padres y su abuelo.

Notó que Ai estaba cerca.
—Sé que estás ahí, así que deja de esconderte —dijo entre dientes.
—No me escondo, sólo espero —dijo Ai apareciendo frente a sus ojos.
—Tengo muchas cosas de que hablar contigo, ¿sabes?
—Será después, ahora tenemos que irnos.
— ¿Por qué?
—Porque no confió en ese hombre… no tiene buenas intenciones, ¿sabes?
—Su única intención es follarme, eso hasta yo lo sé —dijo Julien mientras daba vueltas por la habitación intentando dar con sus zapatos.
—Busca cerca del sillón —dijo Ai, de mala gana, Julien hizo caso y halló sus zapatos. Se tomó un minuto para pensar que decirle a Marcus, ahora entendía que había sido un error buscarle. Entre él y Marcus aún quedaban demasiadas cosas que resolver. Ahora todo lo que tenía que hacer era salir de ahí y olvidarse que lo había visto, era lo mejor. Marcus siempre lo había hecho sentir tremendamente inseguro…

Todo lo que tenía en mente era alejarse, lo antes posible, tenía que volver a casa y hacer lo necesario para salir de ese lío en el que estaba metido hasta las orejas. Tenía que haber alguna forma de librarse de aquello, especialmente de Ai.

Cuando salió de la habitación, se encontró con que Marcus lo esperaba, hasta ese momento no había reparado en que se hallaba fuera del bar del que su ex amante era propietario.
—Julien, no puedes irte ahora —le dijo con voz firme cuando pasó a su lado sin mirarlo.
—No permitiré que me detengas —respondió Julien mientras se ponía el abrigo y verificaba que todas sus pertenencias estuvieran en su sitio.
—Esto es más grave de lo que supones siquiera…
—Lo sé y por eso voy a renunciar a ello, ¿entiendes? No te necesito.
—Te equivocas… —siseó Marcus, estaba molesto, no entendía como era posible que Julien desperdiciara su talento metiéndose en asuntos semejantes sólo por dinero.
—Te he dicho que no te necesito, no te he necesitado en estos años, creo que no es momento de comenzar a extrañarte, ¿sabes? Dijiste que no querías volver a verme, he cumplido, hasta hoy, y no pienso volver a romper mi promesa —dijo mientras ajustaba los guantes en sus dedos.

Marcus avanzó hacía él, sujetándolo del brazo lo obligó a mirarlo.
— ¿Tienes una puta idea de en qué estás metido? —le dijo siseando, estaba furioso.
—No te incumbe, Feherbach —le respondió Julien con una frialdad que habría rivalizado con la de su madre —. Mis asuntos no te incumben más, tú mismo lo dijiste.
— ¡Me vuelves loco! No puedo creerlo… —dijo Marcus apretando con fuerza el brazo de Julien, tanta, que éste pensó que iba a quebrárselo —. Estás loco… si, ¡estás completamente loco! No puedes liberar a un ctónico así como así, no tienes idea de lo poderoso que él es, de lo que ese ser es realmente.
—Sea lo que sea, es mi problema, no el tuyo, ni de tu grupo de idiotas que se piensan que pueden salvar al mundo de su propia podredumbre —soltó Julien con estudiado cinismo. Marcus liberó un poco la presión y el joven aprovechó la oportunidad para zafarse, pero su libertad fue efímera, Marcus estaba decidido a retenerlo —. Marcus… no vas a detenerme con sexo, ni siquiera si es buen sexo.
—No me culpes por intentar —dijo el rubio mientras intentaba alcanzar los labios de su ex amante. Las manos enguantadas de Julien intentaban apartarlo, pero Marcus tenía argumentos para hacerse escuchar. Sus labios se prendieron del cuello pálido de Julien y comenzaron a recorrer ese mismo camino que habían andado incontables ocasiones en el pasado. Julien se sintió flaquear, no había mucho que hacer respecto a todo lo que seguía sintiendo por ese hombre. Seis años eran demasiado para estar separados, pero relativamente poco para olvidarse por completo de todo lo que había descubierto en brazos de Marcus.

Las enormes manos del rubio se libraron del abrigo y decidieron posarse en su cintura, pegando más y más los cuerpos. Julien estaba a punto de perder la cabeza, los labios de Marcus se habían vuelto más agresivos y, sin que él supiera explicar como, tenía la camisa abierta y la lengua de su ex amante recorría libremente su pecho.
—Marcus… no—alcanzó a decir antes de que un suave gemido escapara de su garganta. Marcus fingió no escucharlo, siguió acariciándole, maravillándose de que ese cuerpo siguiera cautivándolo de esa manera. Las manos de Julien seguían en sus hombros, suaves, sin fuerza, aparentemente. Creía haber vencido todas las defensas del más joven y se aprestó a seguir con el embate. Aferró la nuca de Julien y lo aplastó contra un sofá, buscó sus labios y los besó con premura. Nunca iba a olvidar las largas sesiones de sexo entre ellos, nunca, mientras le quedara un instante de vida. Presa de una profunda desesperación, desnudó a Julien, el joven sólo le miraba, parecía tan indefenso, tan vulnerable como la primera vez.

Julien se miró en aquellos ojos y supo que si seguía con eso, sería más que difícil lograr escapar de lo que se desataba en él estando con Marcus. Sacando fuerzas de no sabía donde, se incorporó e hizo a un lado a Marcus.
— ¡Julien, por Dios! —dijo Marcus intentando atraparlo nuevamente entre sus brazos.
—Marcus, no. Yo no vine aquí por esto —le dijo mientras recogía sus ropas. Marcus suspiró, intentando recobrar la serenidad perdida. Julien lo miró pasarse la mano por encima de los cortisímos cabellos rubios y resoplar, signo inequívoco de que le había hecho perder la paciencia —. Tengo que reconocer que necesito de ti — dijo el más joven apartándose.
—Bien… ¿qué tienes en mente?
—No sé que voy a hacer, pero necesito deshacerme de ella… —susurró Julien mientras recomponía el gesto. Ver a Marcus medio desnudo y con una erección entre los muslos no le ayudaba a aclarar su juicio —. Descuida, no tengo pensado seguir con esto.
—Te lo dije, si no sigues adelante, ella se ira por donde vino.
—No lo has entendido…
— ¿De que hablas?
—Al tomar el collar de su custodia, la dominé, una vez dominada, su obligación es guiarme para conseguir el resto de las llaves que harán que El Oscuro vuelva de su exilio, o al menos eso es lo que dice el libro, lo que ella me ha dicho… para dejar esto atrás, tengo que librarme de ella —dijo Julien con aire disgustado.
—Tienes que traer ese libro aquí, o al menos dejar que lo vea —dijo Marcus luego de acomodarse la ropa.
—Eso no. No puedo permitir que veas ese libro.
— ¿Por qué no?
—En parte porque nunca revelo a nadie los secretos de mi trabajo y en parte, porque sé que intentarás hacer que vaya con ese hato de viejos inútiles a los que sirves.
—Ya no estoy con ellos, deberías saberlo.
—No confío tanto en ti como para creerme eso.
—Deberías creerme, a mí tampoco me gustan muchas cosas de la organización.
—La última vez, me pareció que estabas encantado de colaborar con ellos… —masculló Julien acomodándose los guantes.
—Julien, por todos los cielos…
—Los cielos no tienen nada que ver en esto, créeme. Ahora, necesito saber si puedo contar con tu discreción en este caso. Sé que a tus amigos de la logia les encantaría saber de esto, pero entre menos gente lo sepa, será mejor.
—Estoy de acuerdo contigo, y francamente, creo que deberías acudir a ellos, al menos tienen experiencia en estas cosas.
—No lo creo.
—Necesito ver el libro para poder ayudarte.
—Bien, pero no lo sacaré de mi casa, tendrás que ir allá si quieres verlo. ¿Te parece justa mi oferta?
—Supongo que es la única manera en que me dejaras ayudarte… —dijo Marcus con aire derrotado —. Julien, me temo que, de acuerdo a tu traducción, este no es un problema sólo tuyo, sino que, básicamente, le incumbe a todo el mundo —dijo—. Deja de lado el papel de chiquillo malcriado y escúchame, por favor. Ellos son tu mejor opción.
—A mi no me lo parece —dijo Julien mientras se cerraba el abrigo y miraba el reloj con gesto impaciente.
—Sólo ellos han tratado con un ctónico antes—dijo Marcus con tono resuelto.
—No. Si sigues con esto, no verás él libro, no verás nada, lo único que verás será mi espalda cuando salga por esa puerta.
—Julien, por Dios, no puedes ser tan necio…
—Soy como me da la gana, y si decidiste aceptar mis condiciones, ven conmigo.
—Julien, veo que no has entendido la magnitud de esto —dijo Marcus suavizando el tono —. Ese ser que intentas despertar, no es algo que un ser humano pueda manejar.
—De acuerdo con el libro, sí, el juro que obedecerá como un esclavo al que lograra despertarlo.
— ¿Qué crees que pasará después de que transcurran los siete años? —Julien enmudeció, en realidad, no había pensado en nada como eso —. Tienes que acudir a los ancianos, es todo lo que puedo sugerirte. …l no te dejará escapar, una vez que estés en sus manos, no va a dejarte escapar —añadió el alemán con pesar.
—Te agradezco el consejo, ahora, sí no te importa, es mejor que vayamos al aeropuerto. Iremos a mi casa y después decidiré que hacer —dijo poniéndose de pie. Marcus lo miró y quiso detenerlo ahí mismo, pero ¿qué argumentos podía darle a alguien con la cabeza tan dura como Julien si no tenía una solución práctica a lo que estaba sucediendo? Se dejó arrastrar, cumpliendo, una vez más, la voluntad de su pequeño amante.

Mientras se dirigían al aeropuerto, Julien se sentía incómodo, no tanto por los intentos de Marcus de iniciar una charla, de sacarle información, sino por el silencio de Ai, desde hacía un buen rato que no la sentía cerca, no comprendía lo que estaba pasando con ese espíritu demente, pero, sin lugar a dudas, sentía que debía ser motivo de preocupación.

Así las cosas, dos horas más tarde, volaban rumbo a Brasil, el único sitio que Julien siempre había considerado su hogar. Marcus estaba decidido a detenerlo, a costa de lo que fuera. No se permitiría dejarle caer en ese abismo que parecía dispuesto a devorarlo a la menor provocación.

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