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Rutina por Hisue

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Rutina



Me siento como un animal enjaulado.
No hay otra forma de poner en palabras mi situación. Doy vueltas una y otra vez por la habitación, estoy seguro que si las contara acabaría mareándome. No es que no pueda salir, no.

Es que no puedo escapar. ¿De que sirve abandonar esta casa si de igual forma mis movimientos están controlados? Si de cualquier manera solo puedo actuar de la manera en que supone que soy e incluso menos que eso.

Cualquier intento por escapar de la rutina solo ocasionaría que mi jaula se vuelva mas pequeña, asfixiante, casi claustrofóbica.

Incluso creo haber sobrepasado mi consumo diario de cigarrillos, aun cuando me había planteado seriamente reducir el número, pero es una de las pocas formas que encuentro de calmar mi compulsiva ansiedad. Aun cuando, siendo sinceros, hace tiempo que no ayuda mucho, ni siquiera es suficiente.

Odio esta broma irónica del destino. Porque incluso cuando soy una de las personas más famosas del país, cuando debería estar por encima de cualquier simple mortal, no tengo ni siquiera un retazo de libertad.

Que buena broma. Tener que controlar cada una de mis acciones, tener que modular mis palabras al momento de contestar, siempre con una amble sonrisa que es completamente falsa, tener que ocultar mi vida para no tenerlos aquí, mas de lo que ya están, pegados como moscas a la miel.

Como extraño los escenarios ahora. Es uno de los pocos lugares, o tal vez el único, donde me siento libre, donde puedo correr, gritar, saltar, hablar de cualquier cosa en los MC porque todo eso quedara como un espectáculo mas. Y sin embrago, se que incluso eso ahora es insuficiente.

Otro cigarrillo más, otra vuelta más a la habitación y una mirada ansiosa y frustrada al reloj.

Debe ser por eso que ansió tanto lo que llevo esperando estos últimos quince minutos. Porque es como sacarle la lengua a la broma en la que se ha convertido mi vida.

Al fin, el timbre suena, saboreo el cigarrillo, porque se que es el ultimo que podré fumar esta noche y cuento hasta tres para tranquilizarme y no correr hacia la puerta, que es lo que quiero hacer.

Y allí estas tú, enfundado en un abrigo negro, con la imagen pulcra y perfecta de siempre, me aparto de la puerta y te dejo pasar, aunque mi ansiedad me grite que me lance sobre ti allí mismo, dejando atrás los preámbulos de rutina. Rutina, como odio esa palabra.

Te quitas el abrigo y lo dejas sobre el sofá antes de regresar a mirarme, una mirada que dura poco, porque luego la desvías de mí y la centras en el cenicero, lleno de colillas de cigarro, enarcas una ceja y esbozas una sonrisa.

Te juro que si empiezas a hablar te partiré la cara a golpes. Es obvia la razón por la que te llame. Yo la se, tu la sabes. Los únicos que la ignoran son esos sabuesos de la prensa rosas. Tal vez es por eso que lo hago, que lo hacemos.

Me acerco a ti y reclamo tus labios en un beso ansioso y desesperado, mientras mis manos te quitan la ridícula chaqueta que llevas (¿Por qué demonios traes una chaqueta cuando ya llevabas abrigo?) y se cuelan de inmediato bajo tu camisa. Tú, un poco mas calmado, te apartas de mi boca y pasas una mano, en una caricia lánguida, por mi espalda.

-¿Ansioso, Doihachan?- preguntas con tus labios sobre mi cuello.

Dejo pasar el hecho de que odio que me llames así y en respuesta me aparto lo suficiente para agarrar tu camisa, polera o lo que sea y desgarrarla. Si, estoy ansioso, muy ansioso.

Tu frunces el ceño, odias ver malograda tu ropa, pero no estoy con ganas de esperar, solo quiero deshacerme de esta sensación de control que todo el sistema (social, musical) pone sobre mi vida.

-Te la pagare- digo a la par que acaricio tu pecho.

Me apartas un poco de tu cuerpo y tus hábiles manos retiran mi camisa.

-Así lo hace la gente civilizada- dices con una sonrisa, esa sonrisa adorable que deberías patentar, ya que es logrado convertirla en una parte tangible de tu personalidad.

Eres tu quien empieza el beso esta vez, pasando una mano por mi nuca para acercarme mas a ti, con algo tan simple como eso terminas de excitarme y ya solo quiero que me arrastres al cuarto y termines de poseerme.

Es sexo sin compromiso, pasión deseo, lujuria y también una burla, es reírnos de ellos, los que han jugado con nuestra supuesta relación casi desde principios de la banda, pero aun así han asumido que es solo un juego, parte de la publicidad, fanservice.
Incluso nuestras mas alocadas fans se resignan a pensar que lo nuestro no existe mas allá de su imaginación. Y nos burlamos de ellos haciendo real (o casi real) la broma. Porque una relación jamás ha existido.

Tus besos desesperados en mi cuello, junto al roce de tus dedos sobre la piel desnuda de mi espalda me arrancan de mis pensamientos.

Ahora estas tan ansioso como yo lo he estado desde antes de que llegaras y una sonrisa satisfecha se forma en mis labios. Mi arrogancia, mi ego se complace en saber que puedo excitarte tan rápido, que puedo hacer que dejes lo que sea con tal de venir a mi lado para satisfacernos mutuamente, que incluso puedo hacer que te olvides un poco de lo que es mas importante en tu vida, el trabajo.

El roce frenético de nuestras caderas acaba por hacerme gemir, me diriges al cuarto sin dejar de besarme, sin que tus dedos dejen ni por un instante de enviar señales eléctricas a lo largo de mi espina dorsal cuando rozas de esa manera desesperadamente lenta la línea de mi columna.

Me tiras sobre la cama, me apoyo sobre mis codos para observarte con una sonrisa maliciosa, mientras lamo mis labios al ver tu torso desnudo, tú te acercas y te sientas sobre mí, arrodillado, con tus piernas a ambos lados de mi cuerpo, pero sin rozarme. Me arqueo, desesperado por sentirte, desesperado por perder el control de una vez, por ahogar esta sensación de agobio en tu cuerpo. Tus manos firmes toman mis caderas, dejando quieto sobre la cama. Odio tu manía de hacer pausa, cuando sabes bien que es lo que quiero.

-Calma, Haido- sueltas una risilla y yo hago un mohín.

-Envidio tu autocontrol, Líder- me incorporo y dirijo mis labios a tu cuello, lamiendo, mordiendo, succionado, disfrutando de tu piel- pero yo no puedo.

Termino susurrando, antes de pasar una mano por tu entrepierna, un gemido ronco escapa de tus labios, sonrió complacido y casi al instante vuelvo más rápidas mis caricias contra tu miembro.

-A…akuma- gimes en mi oído, descontrolándome aun mas si cabe. Eres bueno para eso, eres bueno haciéndome perder el rumbo, abstrayéndome de todo, del mundo, de la odiosa realidad, solo con tus gemidos y el ligero roce de tus dedos, dedos que en este momento se pasean por mi pecho, bajando hasta mi abdomen, deteniéndose allí y volviendo a subir.

-Me vuelves loco- digo con la voz partida. Quiero que termines, que me poseas ya, pero también quiero que sigas con esto un poco más.

-Y tu a mi- me concedes, al momento que me recuestas en la cama y tu lengua reemplaza a tus dedos en el camino sinuoso por mi torso. Escucho mis propios gemidos descontrolados cuando llegas a mi obligo, mis manos enredadas en tu cabello te aplastan contra mi cuerpo, no quiero que piensas siquiera en seguir con largas.
Tus manos batallan contra mi cinturón y después con el cierre de los vaqueros que llevo puesto ¿Por qué no me puse algo más simple? Te aparto y los retiro yo mismo, con un suspiro de exasperación.

Tú me miras con una expresión indescifrable en tu mirada, una expresión que no tienes a menudo, pero que en seguida se vuelve ansiosa, lujuriosa. Vuelves a tu tarea en mi abdomen, pero esta vez tus dedos se animan a bajar, acariciándome con esa parsimoniosa lentitud tuya, como si en vez del miembro del vocalista de tu banda se tratara del bajo, pero me gusta, me gusta tu lentitud, tu manía de hacer pausa, es lo que hace que desee tanto verte, sentirte. Y la ansiedad, la sensación de claustrofobia se va alejando de mi mente al ritmo que tu boca, baja hasta mi entrepierna, de nuevo reemplazando a tus dedos, no me di cuenta en que momento terminaste de desnudarme, pero me importa un bledo. Tu lengua moviéndose con la misma endiablada lentitud, arrancando gemidos desesperados. Me tomas en tu boca y… y ya no puedo soportarlo más.
-Tetchan- te llamo por primera vez, gimiendo sin control, pero no quiero terminar aun- Ba-basta- me fuerzo a decir.

Tú me dejas, obedeciendo al instante y yo vuelvo a sentir esa punzada de orgullo. Porque tú me obedeces, me complaces, como no lo haces con nadie más.
Besas mi garganta, mientras yo acaricio tu espalda, tratando de imitar la suave manera en que me hacer perder la razón.

-Doiha- gimes, deteniéndote un instante, que aprovecho para apartarte de mí, incorporándome, tu me miras ansioso y yo prácticamente me lanzo sobre ti, llenando tu pecho de besos, acariciando los costados de tu cuerpo con mis manos.

Yo no puedo hacerlo como tu, de esa forma lenta, lánguida y desesperadamente torturante, bajos mis manos hasta tu entrepierna y casi sufro un vahído al encontrarme con la tela del pantalón de mezclilla, intento quitártelo con una mano, ya que la otra se ha colado bajo la ropa y te acaricia. Tu pareces demasiado abstraído como para ayudarme a desnudarte, me muerdo los labios mientras observo tu rostro transfigurado por el placer, la cabeza echada hacia atrás, los ojos cerrados, los labios abriendo con cada gemido, con cada intento tuyo de tomar aliento. Dios, eres hermoso. Beso tus labios, olvidando momentáneamente mi odio hacia tu pantalón.

Me recuestas de nueva cuenta y me sonríes.
-Quédate quieto un momento- dices con ese tono infantil y amable. Te desnudas delante de mí y yo solo puedo admirarte mientras repaso tu cuerpo, los músculos suaves de tus brazos delgados, el torso bien cuidado, los muslos firmes. Te necesito. Ya. Y esta vez sin ninguna pausa.

-Apresúrate, Ogawa, o tendré que salir a buscar alguien mas que lo haga por ti.

Tu me sonríes en respuesta y pasas tus manos (de nuevo esa paciencia) por mis muslos, yo separo las piernas, impaciente. Por Dios, ya.
Me besas y te siento adentrarte en mi interior. Ahogo el grito en tu boca, cierro los ojos y me dejo llevar por esa sensación, mezcla de placer y dolor que siempre me sorprende por su intensidad, como si fuera de nuevo la primera vez. Tu nombre se vuelve una letanía en mis labios, mientras tus movimientos, lentos primero, salvajes luego arrancan hasta la ultima gota de cordura que pudiera existir en mi cabeza.

Abro la boca para respirar porque de pronto mis fosas nasales parecen haberse olvidado que esa es su función y sintió que me ahogo. Tetsu mantiene su boca en mi cuello, ahogando allí sus gemidos, susurrando mi nombre una y otra vez, moviéndote, una de tus manos acariciando mi erección y la otra sosteniendo mis caderas. Quería que durara, pero ya era incapaz de soportarlo, te abrazo casi desesperadamente mientras grito tu nombre por ultima vez y sintió como tus dientes se clavan en mi cuello.

Reposas a mi lado, con la mirada perdida en el techo, pensando en quien sabe que cosa. Al menos ahora ya no me siento tan enjaulado entre estas paredes que algunas veces llego a odiar. Volteo a verte, algo extrañado por tu silencio. El hecho de que lo que hay entre nosotros sea solo sexo, no quiere decir que no te aprecie. Te aprecio, te admiro, te quiero. Después de todo aun eres mi aniki.

-¿Te pasa algo?

Sonríes tontamente y regresas a mirarme.

-Es que me sacaste de casa cuando estaba componiendo algo y ahora intentaba recordarlo.

Casi me suelto a reír.

-¿Has hecho que me preocupe por ti mientras tú pensabas en un partitura?

-¿Te has preocupado por mi? Doiha, ¿no será que te lo tomas demasiado en serio?

Me sonríes burlonamente y yo ahogo las ganas de retorcerte el cuello, en vez de eso me concentro en la sensación que nace en mi pecho, lejos del agobio existencial, del cansancio que me transmite mi propia vida.

-Nada de eso. Es tu responsabilidad, después de todo- te suelto y tu me miras, extrañado.

-¿De que hablas?

-Es lógico- digo, con tono de obviedad, preparándome para soltar la excusa más infantil que uso en mis habituales discusiones con el- Tu me obligaste a ser parte de esto, por tanto tienes la culpa de mis problemas existenciales, en consecuencia, debes resolverlos.

-Hay que ver. Aun sigues con eso de que te obligue- dices moviendo la cabeza en desaprobación. Casi al instante me miras, mordiéndote el labio inferior

-¡Tetsu!- reclamo.

-Anda, Hyde- me jalas del brazo como si fueras un niño y yo ruedo los ojos, a la par que me volteo, cruzando los brazos para apoyar mi rostro en ellos.

Se lo que vas a hacer y me molesta, aunque no se porque. Siendo sinceros, me gusta, pero me molesta. Siento tus labios recorrer mi espalda, tu lengua delineándola suavemente. Delineando el par de alas que llevo tatuado. Lo haces siempre y nunca he entendido porque te gusta tanto.
Tu lengua en un lado y tus dedos en el otro, estas logrando que vuelva a excitarme, con ese simple roce. Lastima que lo de los dos no sea amor, que no pueda ser amor. ¿Qué clase de amor seria ese? Uno en donde estaríamos siempre ocultos, en donde no podríamos tener derecho siquiera a enojarnos o sentir celos, en donde tendríamos que fingir indiferencia, fingir amistad.
Es mejor así, es mejor tener tu amistad incondicional y de cuando en cuando, cuando a ti o a mi el sistema nos harte lo suficiente, cuando deseemos mas que nada huir, tenernos para refugiarnos el uno en el otro y ahogar allí cualquier cosa que pudiera afectarnos.
Notas finales: Mi primer fic aki. WEE!!!! leanlo, onegai y comente ^^

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