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Lo que nos une. por Kariitooxpnd

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Notas del fanfic:

Aunque no lo crean, me inspire en este tema viendo la pelicula "El Aro", pues los personajes, la reportera, tenia un hijo de un novio de cuando era mas joven.

Aqui es lo mismo, porque ellos no compárten nada mas, que su hijo. Pero quiero aclarar que el pequeño no tiene mucha participacionen la historia, pues lo rpincipal es sus padres y como el niño cambio sus vidas, asi que no esperen gran participacion del pequeñito. Ademas es muy joven para hacer gran cosa.

Notas del capitulo: Comenzamos. estoy escribiendo tan inspirada que tengo esperanzas de terminarlo.
Sus pequeñas manos intentaban con lentitud amarrar los ásperos cordones de sus zapatos negros. Alistándose para ir a la escuela como cada mañana, con tiempo, como si fuese algo normal, pero el poco sueño que le dominaba a su pequeño cuerpo en las noches no le hacia difícil la tarea de levantarse antes que el despertador. Terminando finalmente su tarea de amarrar sus cordones, tomo su mochila y con algo e esfuerzo se la colocó sobre la espalda. Salió de la habitación en silencio, mirando hacia el final del pasillo que era donde se encontraba la habitación de su padre, que, a juzgar por el silencio que reinaba allí, se había quedado dormido de nueva cuenta. Avanzó con la intención de despertarle marcada en la cabeza.


Al entrar al cuarto, el típico olor a lilas que emanaba del cuello y pecho de su padre estaba llenando el ambiente, cálido. Y sobre la cama, aun con los vaqueros puestos y el torso descubierto, sobre un mar de sabanas revueltas estaba durmiendo su padre. El rubio y largo cabello le caía al durmiente por la espalda, por el cuerpo escondido de la luz por las cortinas en la ventana. Acerco su pequeña manito y, con solo el dedo índice extendido, toco la mejilla de su padre. Apenas si consiguió que se diera vuelta. Lo volvió a intentar.

-Papi. – llamó, consiguiendo nada mas que el mismo efecto anterior. – ¡Papi! – dijo con algo mas de fuerza, tomando un mechón rubio. -¡¡PAPI!! – jaló con fuerza el cabello. Logrando el efecto deseado.

-¡¡AAAUUCCHH!! - se quejó aun contra la almohada y tomo la mano pequeña que sostenía el mechón de su cabello, y levantó con pereza sus ojos azul cielo, mirando al pequeño. –Cinco minutos más, Sano-chan, por favor. – la voz somnolienta de su padre le indicaba, que otra vez se había acostado tarde, trabajando lo más seguro.

-No, papi. Tengo que llegar temprano, recuerdas? – le decía el pequeño Sanosuke. – Hoy es la premiación. –

Con solo esas palabras fue como si a su padre le hubiese dado una corriente eléctrica en la espalda. De un bote se sentó en la cama, jalándose el cabello que aun su hijo no soltaba. ¡Se había quedado dormido! Se levanto con prisas y lo mas que pudo hacer con su apariencia fue una ducha tan corta que apenas si se había mojado antes de poner jabón en su cuerpo. La ropa repartida en el piso paso a sus manos en busca de algo que estuviese limpio, mientras el pequeño buscaba en el armario algunos zapatos, entre los tres pares que tenía su padre, y que estaba seguro le serian cómodos. Encontró el único que no estaba repartido en la casa. Las zapatillas deportivas que parecían haber recorrido el mundo entero. Con aun el cepillo de dientes en la boca se amarro las zapatillas su padre, bajo la atenta mirada del pequeño.

-¿Ya desayunaste? – pregunto en el baño limpiándose la boca e intentando amarrarse el cabello como siempre. El pequeño negó con la cabeza. –Bien, veamos… - tomo la mano de Sanosuke y lo llevó a la cocina.

Sanosuke tenía la sonrisa en los labios de un poco de burla, le hacía gracia que su padre fuera tan desordenado, pero así era como vivían, y era así como eran felices los dos juntos. Su padre abrió el refrigerador y saco de allí la leche y un vaso enorme. Los ojos azules del pequeño lo miraron con sorpresa cuando lleno el vaso y se lo paso, no podría tomarse todo eso tan rápido. El rubio salió con prisa.

-Bébete eso, Sano-chan. – le decía mientras revolvía el montón de papeles que había sobre la mesa del comedor. - ¡Diablos! ¿Dónde está ese maldito teléfono? –

-Está sobre la mesita del recibidor, y el ordenador en el baño y tu billetera dentro de la chaqueta. – dijo con paciencia el pequeño, riéndose luego de su padre.

-De acuerdo. ¿Terminaste? – el pelinegro asintió con las mejillas llenas de leche que trago con dificultad. – Bien, nos vamos. – tomo la mano de su hijo y se fueron con prisas.

Hasta el ascensor del edificio parecía jugarles en contra del tiempo. Se lamentaba internamente no haber puesto la alarma para despertar. No. La verdad si la había puesto, pero la había apagado. Tres veces seguidas. Miro a su lado y el pequeño estaba allí de su mano, expectante y serio. Se parecía tanto a su padre cuando estaba así de serio. Eran casi idénticos, pero las facciones de Sanosuke eran más suaves, con el deje de la infancia, y el color de la piel no era tan pálido. Hoy era la premiación de su pequeña razón de vivir. Y ya tenía cinco años. ¡Su adorado trozo de vida tenía ya cinco años! Y se le había premiado por ser muy inteligente y habilidoso a su corta edad. Su orgullo.

Se subieron al coche, que en el asiento trasero reinaba el mismo desorden que en toda la casa, lleno de papeles que para el pequeño de ojos azules no tenían el menor sentido. Partieron con a una velocidad que para Sanosuke le hizo aferrarse al asiento. Llegando a la escuela, justo al mismo tiempo del toque del timbre. Ambos bajaron del coche, el maestro de su pequeño hijo estaba allí, y al verlos bajar del vehículo mal estacionado les sonrió con ganas.

-Lo siento, Iruka-sensei, me he quedado dormido. – dijo con un poco de sonrojo en sus mejillas.

-Nunca cambiaras, verdad, Naruto? – su ex alumno bajo la vista con una sonrisa algo avergonzada. –No te preocupes llegan a tiempo. Hola, Sano-chan. – saludo al pequeño quien le respondió con la misma hermosa sonrisa que tenía su rubio padre.

-Hola, Iruka-sensei. –

-Bien, creo que ya es hora de despedirnos. – el tono de Naruto siempre se afligía a la hora de separarse de su pequeña razón de vivir. Se acuclilló frente a su hijo, quedando a la misma altura. – Te quiero, Sano-chan. –le dijo a su pequeño en un abrazo contra su pecho que el pequeño correspondió. – Nunca jamás lo dudes. – Se puso en pie y acarició la negra cabellera de su hijo. – Vete ya a jugar. – pero a pesar de la recomendación de su padre el pequeño le quedó mirando con los ojos azules llenos de expectación. - ¿Qué pasa, Sano-chan?. –

-¿Va a venir mi padre, papi? – le pregunto el pequeño y tanto a Iruka como a Naruto se les quedo un deje serio de pronto en los rostro y en los ojos, y muy a pesar de que el pequeño Sanosuke se dio cuenta, los siguió mirando esperando la ansiada respuesta.

-Te prometo que vendrá, aunque tenga que golpearlo hasta traerlo. – la sonrisa de Naruto fue tan sincera que su hijo se ilumino de alegría con ella y pronto fue hacia el interior de la escuela.

-Naruto…- le comenzaba a reprender Iruka una vez se hubo alejado su precioso hijo.

-No, Iruka-sensei. – le corto Naruto con enfado. – Mi hijo quiere que ese imbécil venga y yo se lo he prometido, así que aquí estará. –

-Pero sabes que Sasuke está siempre muy ocupado, y ahora que trabaja en la compañía es peor. – intentaba persuadirlo el castaño, no quería que entre esos dos se llevasen peor, y menos ahora que Sanosuke comenzaba a necesitarlos a ambos.

Naruto suspiro. Gracias a Iruka y a su marido Kakashi estaba ahora con su hijo saliendo adelante de forma increíble. Y aunque su trabajo no era nada de lo que se podría esperar el mejor, era algo de lo que estaba orgulloso. Tenía solo veintiún años y su único hijo de cinco era además de su razón de vivir, la razón por la que crecer le había costado un poco más. Se había saltado pasos muy importantes en la vida, de eso no había duda, pero había crecido internamente hasta endurecer lo que alguna vez había sido un inocente niño. Y el padre de su hijo, Uchiha Sasuke, era el hombre soñado de todas las mujeres de la ciudad de Konoha, tenia más dinero del que pudiera gastar en toda una vida y su vida perfecta, con una prometida perfecta, y un trabajo perfecto, prefería Naruto mantenerlo apartado de su hijo. Pero el mismo Uchiha había pedido formar parte de la vida de su hijo. No tenía nada que reclamarle, era un padre presente y ayudaba económicamente, pero eso no quería decir que a Naruto le hiciera gracia que compartiera con aquel pelinegro el amor de su hijo, por ende también compartían varios momentos.

Hoy era un día importante, así que nadie, ni siquiera el muy prepotente de Sasuke iba a arruinarle la ilusión a su bebé. O si no, no tendría problema en dejarle otra hermosa cicatriz en ese cuerpo con el que tan engreído iba por la vida. Sonrió mentalmente por recordar la primera vez que hizo llorar a su hermoso niño de ojos azules, una cicatriz que cargaría de por vida.

-¿A qué hora es? – pregunto Naruto.

-A las 11. – respondió reticente Iruka, no se le había pasado por alto que el rubio no le había dejado en claro que no fastidiaría a Sasuke si este no se presentaba. – Se entregaran los premios a la mitad de la presentación, así que pueden retrasarse un poco. –

-Ni en broma, el amor de mi vida se subirá al escenario y yo estaré allí para verlo. – sonrió y se despidió de Iruka.

Se subió al auto y lo hizo andar. No alcanzo a avanzar mucho cuando el sonido del teléfono móvil le llamo la atención. Demonios. No estaba en su bolsillo y sonaba bajo el desorden monumental que se apoderaba de la parte trasera. Suspiro con resignación. Era temprano, pero de seguro habría algún trabajo que le estaría esperando. Y había dormido tarde. Lo dejo pasar. Sai le esperaba con una flamante taza de café caliente que le espabilaría. Con un presentimiento algo extraño en el pecho se acaricio la coleta que le caía como siempre sobre el hombro, larga hasta la cintura. Al parecer, ver al Uchiha no le haría muy bien a su humor. El muy maldito al que había quedado unido por el resto de su vida. Porque lo único que lo unía a él, era lo que más amaba en el mundo.
Notas finales: Gracias por leer, no sera muy largo.

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