FELIZ DÍA, MI AMOR
Me puedo olvidar de todo, menos te ti y de cuando por primera vez cruzaste las rejas del orfanato.
…ramos muy pequeños y la curiosidad nos empujaba a observar y averiguar desde lejos quién era esa nueva personita que había llegado. Desde el instante que te vi bajar de la limosina, me quede un poco desubicado por la impresión que me habías causado. Me quede muy quieto mirando como todos seguían al director entrar contigo a la mansión, sujetando tu mano. Después de un breve momento regresé en mí y seguí el mismo recorrido para reunirme con todos.
Cuando te dejó solo, mis compañeros se te abalanzaron para hacerte muchas preguntas, en cambio yo solo me quede mirándote muy curioso y muy maravillado por lo bonito que eras. Aunque era pequeño podía sentir mis mejillas arder cada vez que accidentalmente me mirabas. La ingenuidad de mis compañeros no los dejaba reconocer una pregunta dolorosa, por eso no se habían medido al momento de insistir en saber por qué tus padres te habían abandonado y aun peor cuando esa pregunta reflejo la muerte. Un sollozo se te escapo cuando la pregunta insistente de cómo habías perdido a tus padres te comenzó a agobiar.
Todos se convirtieron en horribles demonios que atacaban a mi ángel. No pude soportar ver cómo, a pesar de tus lágrimas, seguían insistiendo, así que sin pensarlo ni un segundo más, te tome de la mano y te separé alejándote de los demonios que mi imaginación había creado.
No te negaste en seguirme, al contrario, seguiste cómodamente mi paso muy agradecido por el rescate. Al fin Llegamos a mi desordenada habitación. Por primera vez sentí mucha vergüenza de que alguien mirara el desorden y de inmediato empecé a poner todo a su sitio sin dejar de ser observado.
–Mi nombre es Mello–Te dije sin poder evitar sonrojarme cuando me miraste profundamente.
–Yo me llamo Near.
–Near, desde ahora tú serás mi amigo.
–Yo también quiero que seas mi amigo.
Nuestra presentación fue increíblemente rápida. Los niños suelen hacer las cosas tan sencillas cuando lo desean, no como sucede cuando crecemos y nuestro torpe orgullo se inmiscuye entre nuestros sentimientos.
Desde la primera vez te separé de todos y a ti no te importaba. Cada día te sentía más mío y las miradas de otros compañeros que querían ser tus amigos me inquietaban y hacían que me alejara de ti muy molesto, pero siempre preferías estar conmigo. Nuestro lazo era muy fuerte de pequeños, y aunque no sabíamos que era ese sentimiento que nos tenía atados, nos hacía sentir muy bien.
Por nuestra edad, parecíamos dos hermanitos que no se podíamos separar ni por un momento. Las señoritas encargadas de nosotros nos miraban con mucha ternura y no podían evitar separarnos cuando yo me escabullía a tu cuarto para sentí el calor que emanabas cuando dormías.
Todo era tan perfecto para nosotros. Nos teníamos uno al otro, pero la ternura se acabó cuando dejamos de ser unos infantes y pusimos en primera instancia nuestras metas a tal punto de hacer que todos se olvidaran de aquellos dos niños que no podían separarse por nada.
No quiero hacerte llorar nunca más, no quiero recordar ni hacerte recordar los momentos más difíciles de nuestra indiferencia. Sé que fue difícil. A pesar que teníamos claro que era lo que queríamos, por dentro estábamos muriendo. Moríamos por sonreírnos y tomarnos de la mano como lo habíamos hecho de niños.
Todo se había vuelto tan monótono en mi vida vacía y sin sentido, pero tus reprimidos sentimientos me sorprendieron cuando rompiste el silencio y despertaste en mi aquel niño que te abrazaba cada vez que lo deseaba; cada vez que se escabullía en tu cama para sentir tu calor, sin temor y sin reparos en hacer berrinches escandalosos cuando intentaban separarte de mí.
Tu torpeza y sonrojo me hicieron sonreír cuando trataste de ocultar tu rostro muy avergonzado. Nunca te había visto tan nervioso hasta aquel día que sentí tus labios. Pronto mi sonrisa se desvaneció y lo único que me intereso fue sentir tus labios nuevamente. Las preguntas no existieron ni mucho menos las palabras cuando quise sentirte. Empecé a deslizar mis manos dentro de tus ropas deseando saber que ocultaba. No escuche de ti ni una sola palabra cuando rosaba tu piel con la mía, solo gemidos y deseos por descubrir aquello nuevo que nos dejaba sin aliento.
No necesitamos decir nada más después de aquel día. Los besos llegaban solos y aunque nunca nos decíamos palabras concretas, sabíamos que nos volvíamos a pertenecer y también descubrimos que nunca nos habíamos dejado de pertenecer , pues aunque mi orgullo no me había dejado distinguir , sé que te cuidaba con mi mirada disfrazada de odio falso , pues si alguna vez te hubiera visto en peligro , cosa que afortunadamente nunca paso en el orfanato, yo hubiera roto esa barrera invisible que había armado para ir en tu ayuda y para decirte lo tonto que había sido por darle la espalda a mis sentimientos.
Muchas gracias por haber dejado que tus labios me dieran libertad ese día. Fue por ti que puede superar ese maldito deseo de quererme solo a mí.
A pesar de todo, se que aun soy dominado por el maldito orgullo y que si aún no te he dicho nada, creyendo que los roces; mis besos cariñosos y abrazos son suficientes, quiero que sepas que estoy equivocado, que las palabras también son importantes y antes que me arrepienta por dejar que me siga dominando, aunque no como antes, quiero decirte que te amo y que agradezco tenerte todos los días a mi lado.
Y…Dios santo, no puedo creer lo cursi que debo haber pareció en todo lo que te escrito, pero así es el amor y ya no pienso callarme cada vez que tenga deseos de decirte mi amor y cada vez que tenga muchas ganas de decirte mi pequeño, porque eso es lo que eres, eres mío, eres mi pequeño.
…………………………………………………………………………………………………………………………………Mihael Keehl.
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