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No Te Vuelvas A Marchar por AthenaExclamation67

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No Te Vuelvas A Marchar
By AthenaExclamation67

Corrieron los tiempos y los caballeros de Athena residían felices por distintos lugares del mundo.

Algunos, donde se habían criado y entrenado. Otros en el lugar en el que se encontraban estudiando. Y el resto. Cinco de ellos en concreto vivían en la mansión Kido donde Saori les daba alojamiento por ser sus caballeros preferidos al haber sido ellos la que la sacaron de tantos entuertos.

Estos cinco, se habían instalado allí permanentemente y vivían acomodados trabajando en la Función Graude después de terminar sus estudios todos ellos con excelentes resultados.

Como cada año, las vacaciones de verano habían llegado y en esta ocasión, fue a Ikki al que le tocaría quedarse cuidando tanto de la mansión como de la casa tal y como habían acordado.

Durante años, uno a uno, cedía la diversión a sus compañeros y se quedaban solos en la mansión cuando el mes de agosto llegaba y seguía marchando en solitario a la Fundación Graude para poder organizar todo en ausencia de sus compañeros así como cuidando de la casa ya que incluido Tatsumi se marchaba.

Feliz ya que le encantaba pasar largos ratos a solas, Ikki vio como todos se ponían nerviosos, como todos preparaban sus bártulos y corrían ansiosos cuando no encontraban todas las cosas que se querían llevar a la preciosa península griega que era lo que visitaban cada agosto buscando la paz y la tranquilidad que le proporcionaban los aledaños del santuario y esa preciosa casa de campo que Saori tenía en el lugar.

Cada agosto buscaban relajarse en esa “casita” que Saori tenía en su haber. Casita perfectamente acondicionada en la que solían coincidir con alguno de los caballeros dorados que se tomaban en ocasiones alguna semanita sabática para olvidarse de sus obligaciones aunque estas ya casi ni eran necesarias en los armoniosos días de paz que se vivían.

Y lentamente, más para unos que para otros, los jóvenes caballeros de Athena dejaron todo arreglado y esperaron ansiosos a que llegara el primero de agosto para poder disfrutar de diversiones, amores y pasiones que crecían desmesuradamente bajo el sol griego que iluminaba sus corazones.

-¿Está seguro que no le hace falta nada?- preguntó Tatsumi a Ikki un día antes – quedará aquí solo y no vendrá nadie a cuidar de la casa ni a cocinar – añadió arqueando una ceja extrañado por la despreocupación de Ikki.
-No será necesario “Calvito” – sonrió ampliamente Ikki cuando le respondió – me las puedo apañar muy bien solo – acabó y se marcho al salón para ver un partido de futbol en la televisión.

Tatsumi le miró extrañado y frunció el ceño puesto que no le creía capaz de cuidarse por sí mismo aunque bien era cierto que era el que menor trabajo les daba en la casa puesto que siempre se ocupaba a la perfección de las cosas. Siempre tenía su habitación arreglada e incluso alguna vez cuando su humor estaba en el punto más alto de amabilidad les cocinaba sorprendiendo sus paladares dejando todo en perfecto orden cuando terminaba.

Decidió confiar en la destreza del Fénix en lo que a cuidarse solo se refería y corrió apresurado cuando oyó como Saori le llamaba a gritos puesto que necesitaba ayuda para cerrar sus maletas repletas de cosas completamente innecesarias. Cosa que Saori negaba y él no entendía.

Finalmente llegó el día esperado. El ansiado 1 de agosto en el que desde bien temprano las carreras en la mansión retumbaron por los pasillos sin dejar descansar al que por esos días sería el único inquilino.

-¡Jodidos! – renegaba el fénix desde la cama – ¡ya basta con tanta carrera! – masculló mordiendo la almohada mientras las carreras no se detenían y hasta que alguien llamó insistentemente a su puerta. Llamada que sabía que no podría obviar y que sabía perfectamente de quien provendría – Shun, estaré bien… - susurró abriendo la puerta aunque no encontró al otro lado a quien esperaba.
-Este… Ikki – se ruborizó el caballero del cisne cuando se encontró con el fénix frente a él medio desnudo ya que solo dormía con un pantalón corto o incluso menos cuando hacía calor – yo… este… - murmuraba sin saber que decir – si necesitas algo solo tienes que llamar y vendremos a ayudarte – decía lentamente sin querer mirarle a la cara para que no descubriera su sonrojo cuando en realidad quiso decirle “puedo quedarme contigo y amarnos hasta desfallecer”- no será problema – añadió más tímido aún, muriendo de vergüenza.
-¡Vaya! – Exclamó mirándole de pies a cabeza – no te esperaba pato – quiso provocarle porque no tenía la menor idea de cómo abordarle y decirle “quédate conmigo” - ¿y tú en que podrías ayudarme? – añadió metiendo la pata, logrando la provocación, aunque no era la que él precisamente esperaba.

Desde hacía tiempo se provocaban mutuamente. En realidad Ikki hacía rabiar a Hyoga, y Hyoga se enfadaba, se sonrojaba de ira, de rabia porque en esos instantes una llama les mantenía unidos pero de una forma diferente a la que ambos esperaban. Aunque por todos era sabido que cuando el pollo provocaba al pato, era para ver si la situación les daba una pista para poder saber así si el otro le amaba.

Ninguno de los dos había sido capaz de declararse, de demostrar sus verdaderas intenciones, sorpresivamente para los demás residentes de la mansión que lo veían claramente y que ya empezaban a cansarse de la situación estúpida a las que les llevaba la falta de decisión y su mayor orgullo.
-¡Estúpido! – renegó Hyoga mirando fijamente a los ojos del fénix que brillaban incandescentes pero ese brillo no fue apreciado por él - ¡que te den! – añadió marchándose a su habitación que estaba justo al frente, chocando con Shiryu cuando se giró.
-Tan valientes para unas cosas… - miró al fénix – y tan cobardes para otras… - añadió Shiryu desviando su mirada a Hyoga que ya se adentraba en su habitación y les regaló con un fuerte portazo.

Shiryu siguió caminando y pasó de largo la habitación de Ikki para bajar hasta el salón donde estaban todas las maletas y se sorprendió cuando vio semejante montaña de ellas puesto que salvo un bañador, alguna muda de ropa interior y su mp3 para evadirse del resto del mundo, todo lo demás le parecía innecesario porque tenían ropa de sobras en la casa de verano.

Se sentó y esperó que todo el ritual que conllevaba el viaje terminara hasta que debieran subir al auto y sonreía viendo los nervios de Seiya y Shun que discutían para saber del lado de la cama en el que dormirían o a quien le tocaría la ventanilla en el avión aunque había asientos suficientes para que ambos pudieran apreciar el maravilloso paisaje, aunque eso implicaría que deberían estar ese rato separados y ninguno de ellos dos estaba dispuesto a aceptarlo.

Después, lentamente tras deshacerse con mucha dificultad del achuchón que Seiya le estaba dando, Shun fue a ver a su hermano para despedirse de él y asegurarse de que todo estaba bien porque le angustiaba que su hermano se quedara solo tanto tiempo innecesariamente.

-Ikki… - llamó varias veces interpretando ese toque especial que solo Shun hacia cuando llamaba a la puerta de su hermano – hermano… ¿puedo pasar? – sonrió y entró sin esperar respuesta, viendo a su hermano misteriosamente mirando a través de la ventana.

Shun corrió y le abrazó, deseándole una agradable estancia en la mansión, viendo que seguía cada movimiento que Hyoga hacia e insistiendo una y otra vez en si quería alguna compañía. Compañía que tenía un nombre propio, la única que el fénix deseaba y aunque nunca lo había dicho. Se le notaba en la mirada.

Finalmente, tras los últimos nervios, se marcharon y dejaron solo a Ikki en la casa. Soledad que se prolongaría por un mes y que le mantendría alejado de Hyoga más tiempo del que él deseaba. Pero se sentía incapaz de demostrarle sus sentimientos porque su orgullo se lo impedía y las veces que se decidía, Hyoga reaccionaba de un modo inesperado y toda buena intención desaparecía y acababan discutiendo un buen rato hasta que Hyoga, dolido y enfadado se marchaba agotado de la prepotencia que Ikki le demostraba.

Día a día, se marchaba a la Fundación y durante horas revisaba informes, estadísticas y toda clase de cosas necesarios para que esta funcionara a la perfección para después regresar a casa y maldecirse a sí mismo por no ser capaz de decirle a Hyoga que se quedara. Por atreverse a morderse la lengua que le perdía y que le hacía mostrarse ante Hyoga justo al contrario de cómo él quería.

Envuelto en la rutina, se fue sintiendo agobiado, incapaz de dormir, incapaz de llamar a Hyoga para pedirle que fuera a su lado y se fue encerrando en su mundo mientras los días pasaron y sin darse cuenta llegó el día en el que regresarían su hermano, el burro con alas como él solía llamarlo. Hyoga al que había extrañado demasiado. Shiryu y finalmente Saori que traería a un Tatsumi estresado en lugar de relajado tras un mes de vacaciones.

-¡¡IKKI!! – Abrió la puerta de la mansión Shun y se fue corriendo al salón donde esperaba encontrar a su hermano - ¡¿Ikki?! – dijo asombrado sin encontrarle allí y salió con el rostro angustiado corriendo a la habitación de su hermano donde tampoco lo encontró.

Shun se asustó. Era domingo, y su hermano no estaba en la casa. Ya le había preocupado el tono de voz que Ikki tenía cuando lo había llamado para interesarse por su estado. Y no encontrarlo en casa un domingo a las doce del mediodía cuando era habitual que se encontrara sentado en el salón leyendo o viendo televisión le angustió demasiado. Y esta misma angustia fue la que le llevó a preocupar al resto que salió apresurado a buscarlo por los jardines de la mansión.

Cada uno por un lado distinto, buscó a Ikki adentrándose en el bosque que llevaba al precioso lago. En el gimnasio que se encontraba en una pequeña casita que estaba al lado de la mansión y por el resto de la casa por donde Shun no había mirado, y fue una casualidad inesperada la que hizo que Hyoga fuera el que le encontrara.

-Aquí estás – sonrió el rubio feliz de encontrarle – todos te estábamos buscando – se acercó un poco más mientras se adentraba en el gimnasio y veía como Ikki golpeaba el saco de arena con una fuerza descontrolada – estaba preocup…
-¡Qué rayos haces aquí! – Le interrumpió Ikki haciendo que Hyoga abriera sus ojos de par en par - ¡estaba perfectamente solo! – renegó frunciendo el ceño, mirándole fijamente con una mirada que Hyoga conocía perfectamente. La misma que tenía cuando regreso de la Isla de la Muerte.

Hyoga no supo reaccionar. Le miró sorprendido y salió corriendo con su pecho lleno de dolor mientras lloraba sin que el fénix se diera cuenta. Maldiciendo el momento en el que lo encontró en el gimnasio al que entró con una esperanza que Ikki se encargó de borrar con una sola palabra. Con ese recibimiento que más que alentarle a seguir con su firme decisión y decirle que le había extrañado muchísimo, hizo que se sintiera más dolido y huyera del lugar sin saber siquiera enfrentar esa provocación que fue muy diferente a las demás.

Sus compañeros le vieron correr. Le vieron entrar en la mansión llorando. Corriendo precipitado tropezando con todo mientras subía a su habitación en la que se encerró y de la cual no salió.

Shiryu le siguió, temiendo que algo que no esperaban hubiera pasado mientras el resto se quedó a saludar a Ikki que salía caminando sin pena o preocupación del gimnasio y actuó con completa naturalidad cuando los encontró, saludándoles animado, justo el saludo contrario que Hyoga recibió.

Decepcionado ante la negativa de Hyoga a hablar. Y también porque no logró entrar en su habitación para tratar de consolar a su amigo al que escucho llorar amargamente, regresó al piso inferior al mismo tiempo que todos sus amigos, incluido Ikki entraban riendo y explicando anécdotas del viaje haciendo que Shiryu se confundiera y pensara que nada había sucedido entre ellos aunque estaba seguro de que Hyoga había sido el que le encontró primero.

-¿Qué le has dicho? – preguntó Shiryu a Ikki antes de saludarle, interrogándole con la mirada.
-Nada… - refutó irónico – solo le dije lo que pensaba – añadió Ikki sin desviar sus ojos de los de Shiryu, dejándole ver que esa misma mirada había cambiado. Mirada que creyó reconocer y que después de que Ikki se fuera a su habitación para ducharse y cambiarse después del ejercicio comunicó a sus amigos.
-Algo le ha pasado, estoy seguro… ¿es que no lo habéis notado en sus ojos? – Dijo preocupado – seguro que han discutido – afirmó Shiryu tratando que sus compañeros vieran ese brillo de rabia en los ojos de Ikki.

Sus amigos analizaron la situación y no le dieron demasiada importancia. Cosa que no agradó a Shiryu que como siempre, sin querer hacerlo, adivinaba lo que sucedía antes que el resto de ellos.

Esta situación, les mantuvo entretenidos en una pequeña discusión en la que Shun negaba que su hermano fuera el mismo chico distante que cuando regreso de la Isla de la Muerte mientras el resto escuchaba como Shiryu trataba de hacerle ver algo que entendieron cuando Ikki regresó del relajante baño y pasó de todos ellos, sentándose en el salón y prendiendo el televisor a todo volumen para no tener que oír las cosas que se hablaban.

Ese gesto les extrañó a todos excepto a Shun que no quería creer algo que veía ya que no le agradaba que su querido hermano volviese a ser el chico tan distante e hiriente que antaño había sido. Chico que había cambiado tanto y para bien. Simplemente Shun, se negaba a creer.

Decidido en no aceptar las palabras de Shiryu. Shun se fue al lado de su hermano y se sentó a una distancia prudencial para poder observarlo mientras disimulaba leer o ver la televisión sin molestarlo.
Mientras lo hacía, veía como efectivamente la mirada de Ikki volvía a ser fría, distante de todos, sin posarse sobre los ojos de los que le fueron hablando. Solo se limitaba a contestarles las preguntas tajantemente, sin mirarles y renegando si demoraban más de lo que Ikki creía necesario en marcharse.

Sintiéndose triste, no era capaz de imaginar lo que podía haber cambiado a su hermano. Pensaba y pensaba sin hallar el motivo por el cual Ikki había vuelto a encerrar en su mundo de soledad, de oscuridad y amargura del que tanto les costó a todos hacerle salir.

Desesperado, sin hallar la respuesta a las preguntas que recorrían su cabeza, se fue a dormir después de agotarse todo el día comiendo, acompañando a su hermano. Tras observarle durante todo el día sin obtener un resultado a lo que necesitaba saber. Y lo que era peor aún. Sin poder preguntarle a Hyoga lo que había sucedido por qué no salió de su habitación ni siquiera para comer.

-Buenas noches amigos – susurró decaído, mirando únicamente a su hermano el cual ni se giró para ver lo que Shun decía – yo me voy a dormir ya – siguió mientras Shiryu le dedicaba una sonrisa y se levantaba con él para retirarse a descansar – buenas noches hermano – insistió viendo que Ikki ni se inmutaba cuando él abría la boca – Ikki… - trató de llamar una vez más la atención de su hermano.
-¡Hay Shun! – Espetó un furioso fénix – ya deja de molestar… - renegó – buenas noches… ¡ya vete a acostar! – se quedó callado mientras cruzaba sus brazos sin importarle lo más mínimo que su hermano pequeño saliera corriendo llorando desconsolado para encerrarse en su cuarto en el que Seiya ya dormía y fue el mismo Pegaso el que trató de consolarlo mientras Shiryu aporreaba la puerta algo desesperado por la situación que se veían envueltos en tan corto periodo de tiempo.

Pero a Ikki poco le importaba dañar a su propio hermano al que adoraba. Todos ellos eran conscientes de eso porque lo habían sufrido en su propia piel hasta que lograron sacar a Ikki de ese estado de necedad en el que vivía y en el que no cabía nada más que su propia vida.

El fénix quedó tranquilo al fin cuando los golpes que Shiryu le propinaba a la puerta de la habitación de los pequeños cesaron y suspiró aliviado, mascullando sandeces que ni él mismo sentía, pero sandeces que cuando se sumergía en la oscuridad en la que ahora se volvía a ocultar creía firmemente hasta que se daba cuenta del daño que les hacía a todos y trataba de reparar sus faltas y malos modos disculpándose.

Esta vez sin embargo era diferente. Cuando a Ikki le patinaba la neurona, no tardaba demasiado en darse cuenta de su error, pero en esta ocasión, no se había disculpado con Hyoga al que amaba en silencio y además había lastimado a su pequeño hermano y se había quedado tan tranquilo sin inmutarse viendo la televisión hasta que ya fue demasiado tarde y se fue a acostar deseoso de que las vacaciones que para él empezaban después de que todos regresaron, fueran lo más tranquilas posibles y sin molestos amigos incordiándole.

Se desnudó, quedando solamente en ropa interior. Y tal cual estaba, se metió en la cama algo agobiado por el calor del intenso verano que estaban soportando y que no le había dejado dormir por las noches en las que estuvo solo en la mansión.

Por otro lado. Cansado y dolido. Hyoga salía al fin de su escondite para tomar un poco de jugo y tener así algo en el estomago que empezaba a dolerle y apresuradamente regresó a su habitación no sin antes mirar la puerta del dormitorio de Ikki con rencor hasta que escuchó unas fuertes respiraciones que le extrañaron. Y curioso, le llevaron a tratar de averiguar lo que sucedía.

Con sigilo. Se apoyó sobre la puerta blanca y escuchó atento como Ikki balbuceaba y renegaba palabras que no lograba entender. Palabras que hicieron que su curiosidad aumentara aunque temía que le volviera a regalar con esas lindas palabras.

Con más sigilo aun del que se había apoyado en la puerta. Hizo girar el pomo de esta y se asomó por la abertura que le dejaba meter su cabeza y mirar en la oscuridad lo que allí pasaba.

Asombrado. Comprobó como Ikki zarandeaba sus manos como luchando contra algo. Algo que Hyoga no lograba ver y que quiso comprobar asustado sin comprender lo que estaba pasando.

-Mmmnnn… que has hecho, que has hecho… - repetía una y otra vez dormido. Viendo directamente la máscara de su antiguo maestro Guilty – le has matado – seguía mientras los brazos de Ikki empezaban a moverse más descontrolados. Como queriendo golpear algo sin lograrlo.
-Ikki despierta… - tomo con suavidad los brazos del fénix que se movían enloquecidos – despierta… - seguía repitiéndole para que saliera de esa pesadilla en la que sospechó que había regresado al pasado. Más concretamente cuando su maestro mató a su propia hija en la Isla de la Muerte donde Ikki se estaba entrenando – tranqui…

Hyoga se callo de repente y le solto los brazos cuando Ikki más sobresaltado aún se sentó de un salto en la cama con el terror reflejado en sus ojos cosa que Hyoga vio perfectamente cuando se cruzaron sus miradas en la oscuridad de la noche.

-¿Qué haces aquí? – renegó Ikki mirándole fijamente, sudando mientras trataba de recobrar el aliento.
-Lo siento, te oí a través de la puerta y me preocupe… yo… no volveré a entrar, no te preocupes – contestó Hyoga reconociendo el tono de voz que Ikki estaba empleando.
-Todo es culpa tuya – renegó Ikki – ¡todo! – espetó viendo a Hyoga enfurecerse.
-Pero yo que hice, lamento que Esmeralda muriese de esa manera. Y más que tuvieras que presenciarlo, pero yo no estaba ahí, no tengo la culpa de nada – se levantó y se dio media vuelta dispuesto a irse pero una sola palabra lo dejó estático en medio de esa habitación que era vagamente iluminada por la luz que entraba de la luna.
-Todo es tu culpa… todo… si no te hubieras marchado esto no estaría pasando – le retuvo del brazo derecho, sujetándole de la muñeca aunque no era necesario ya que Hyoga harto de todo se giró para refutar esas palabras que no entendía.
-Suéltame – forcejeó al tiempo que se giraba - ¡qué me sueltes! - espetó perdiendo el equilibrio y cayendo sobre Ikki sin querer. Cosa que quiso evitar apoyándose en sus hombros. Pero lo único que logró fue resbalar con el sudor lo que le hizo precipitarse más de la cuenta y sin saber muy bien como, sus labios se unieron por unos segundos.

Instintivamente se separaron y miraron. Sonrojándose más de la cuenta cuando sus miradas se cruzaron, y sin saber contenerse ambos volvieron a besarse impulsivamente, tomándose de las mejillas, profundizando el beso simultáneamente al tiempo que sus cuerpos se dejaban caer suavemente sobre la cama. Mientras Hyoga, que se encontraba sobre Ikki. Se acomodaba y dejaba que sus manos se apoyaran en el torso del fénix que se erizó al sentir las caricias que le regalaba, y él ya más tranquilo dejó que sus manos se deslizaran a la cintura de Hyoga que ejerció una suave presión sobre el humedecido pecho del fénix para separarse de esos labios que mantenían cautivos los suyos, para no morir sin el aire que el fénix le robaba con ese beso.

Hyoga se dejó caer emocionado y confundido sobre Ikki. Queriendo saber que si lo que sucedía era un sueño, el mejor sueño de su vida. No deseaba que este terminase y volviese a la amarga realidad del día a día en el que creía que Ikki no solo le rechazaba, sino que además se burlaba de él sabiendo que le amaba y le provocaba constantemente haciéndole sufrir.

Los dedos de Hyoga se crisparon lentamente presionando sobre el pecho de Ikki. Alertándole de que algo no iba bien.

Ikki se giró despacio. Dejando que Hyoga quedara mirándole de frente sobre su costado y con el brillo amable que solía tener en la mirada salvo ese día, se aseguró de que nada sucedía.

-Hyoga… - acarició muy suavemente la pálida mejilla del cisne - ¿estás bien? – preguntó viendo la confusión que dominaba el rostro de Hyoga.
-La amas a ella… - susurró encogiendo un poco su cuerpo, queriendo esconderse, deseando desaparecer – eso soñabas, por eso sufrías de esa manera… - calló frunciendo el ceño sin importarle ya que Ikki se burlase de él.
-La amaba… sí – inspiró fuerte, tomando el valor necesario para seguir – pero no soñaba con ella – miró hacia otro lado queriendo ocultar la vergüenza que le daba demostrar lo que le pasaba – era contigo – sopló a un lado sintiendo algo de alivio – era a ti a quien lastimaba mi maestro – tomó el mentón de Hyoga y le obligó a mirarle, queriendo que entendiera lo que le estaba diciendo – cada vez… - volvió a tomar aire – cada vez que te vas a alguna parte regresan esas horribles pesadillas – confesó –no me dejan dormir por las noches. Y yo… -se sonrojó ante la mirada asombrada de Hyoga – yo no quiero que vuelvas a marcharte – quedó completamente callado. Dejando que los segundos pasaran. Esperando a que Hyoga le contestara.
- Yo no quería irme Ikki… no sé de donde saque las fuerzas para tocar a tu puerta – mordió su labio inferior mientras recordaba como lo recibió – pero me atacaste y no su…
- Lo sé – puso sus dedos encima de los labios de Hyoga para acallar las palabras que iba a pronunciar - no sabía cómo abordarte, quería… - se sonrojó más al fénix cosa que a Hyoga le gustaba ver – quería pedírtelo, pero como siempre me perdió el orgullo como siempre – calló unos segundos al ver el brillo resplandeciente de los ojos de Hyoga – estas disfrutando con esto – frunció el ceño y torció sus labios haciendo un puchero - ¿verdad? – arqueó una ceja y le miró.

Hyoga solamente asintió. Sonrió ampliamente comprendiendo todo y se lanzó sobre los brazos de Ikki que lo abrazó tranquilo sin perder el sonrojo y renovaron ese efusivo beso que a ambos tanto les había gustado.

-Mmmnnn… vamos a dormir…- susurró Hyoga separándose despacio – no quiero que mi novio tenga arrugas por no dormir – empezó a reírse.
-¡Oh! ¡Ves que te gusta que te provoque! – refutó Ikki empezando a hacerle cosquillas a Hyoga que rió a carcajadas mientras trataba de alejarse de Ikki inútilmente – me gusta oírte reír… - cesaron las cosquillas inmediatamente cuando Ikki pronunció estas palabras ya que los labios de Hyoga secuestraron los suyos y le robo todo el aliento que había en sus pulmones – te amo… - susurró cuando Hyoga se separo dejando libre su boca – no vuelvas a irte nunca de mi lado – le pidió abrazando a Hyoga, cobijándole en su pecho.
-Te amo Ikki – contestó el cisne – nunca jamás volveré a separarme de ti… - le abrazó quedándose completamente relajado, sintiendo como Ikki cubría su cuerpo con las cobijas y después, debajo de ellas le rodeaba con sus brazos, sintiéndose inmensamente feliz porque esa terrible agonía había al fin terminado.

Felices. Durmieron abrazados, descansando tranquilamente toda la noche en la que se acostumbraron rápidamente al cobijo del cuerpo del otro que le daba un calor anhelado hasta que entrada la mañana, tocando el reloj del salón casi la una de la tarde, un estruendo musical despertó a los habitantes de la casa que dormían en sus habitaciones.

Shiryu había pasado media noche sin dormir. Pensando un plan para lograr un acercamiento entre Hyoga e Ikki, y también pensando en cómo hacer que Shun volviera a sonreír después de cómo su hermano, lo había tratado en la noche aunque sabía que Seiya se encargaría mejor de eso que él.

Pero finalmente se durmió. Agotado después de darle tantas vueltas a la cabeza y cuando despertó, corrió primero a ver como se encontraba Hyoga al que sorprendentemente no encontró en su habitación y sin imaginarse lo que había pasado en la noche, se acercó a ver a Shun que dormía plácidamente en los brazos de Seiya antes de salir en busca de Hyoga para saber cómo se encontraba después de no dar señales de vida durante todo el día anterior.

Algo cansado y agobiado. Camino por el largo pasillo de la mansión que separaba las habitaciones hasta que se detuvo sorprendido frente a la puerta del fénix que extrañamente estaba medio abierta y se asomó curioso para ver si Ikki se encontraba allí pero tras recorrer escasos segundos con la mirada la habitación, salió y tras inspirar fuertemente. Tanto que las aletas de su nariz se abrieron ampliamente, bajó al salón e hizo algo que nunca jamás, ni él mismo hubiese imaginado.

-¡¡JODIDOS CABRONES!! – Se oyó renegar a Shiryu – con la noche que he pasado sin dormir, preocupado por vosotros y os encuentro durmiendo abrazaditos, tan tranquilos como si nada hubiese sucedido – dijo muy enfadado - ¡¡SI YO NO HE PODIDO DORMIR, VOSOTROS TAMPOCO LO HAREIS!! – subió más el volumen del reproductor de CD y se sentó cruzándose de brazos y piernas frente a la escalera, dispuesto a arrearle una somanta de palos al primero que bajara a quejarse. Pero el pobre dragón, quedó sentado esperando ya que solo se escucharon risas salir de las habitaciones…

-Fin-

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