Madara tenía algunos problemas en su vida, no lo negaba. Tenía a toda Konoha pisándole los talones, tenia al falso líder de Akatsuki criticando las veces que por poco llegaba a revelar su identidad, tenía a todos los akatsukis que trataban de desenmascarar al mentiroso “Tobi”, tenia algunos problemas con la captura del zorro de las nueve colas y el jodido Sasuke que deseaba aniquilar a cada Akatsuki.
Obviamente era una persona ocupada. Pero había algo mucho más problemático y no era político o de vida o muerte, ni estaba relacionado con la captura de Naruto, aquello que le acomplejaba y le daba insomnio era una estupidez ya que ese gran problema que le distraía a numerosas horas del día, le comenzaba a ganar batalla.
Dos personas habían hecho custodia de los hemisferios de su cerebro, dos personitas se divertían y regocijaban pateándole su orgullo y prepotencia, dos personas que a cada minuto le hacía enloquecer sus hormonas como si fuese un adolecente, esas dos personitas que se la pasaban jactándose de su belleza y carismas innatos.
Una de ellas eras Deidara, soy sempai por asi decirlo. Este hombre tan esbelto y hermoso, de ojos azules como el eterno cielo, de piel blanca como las perlas, de cuerpo perfeccionado que haría crecer la envidia de los dioses, de cabellos largos y rubios como si fuesen rayos de sol materializados y de sonrisas dulces y cándidas .
Madara tenía el privilegio de estar siempre a su lado pues al tener el alias de Tobi podía lograr muchas cosas y entre ellas estaba la capacidad de auto nombrar al rubio como su sempai y asi tener todo el permiso del mundo de estar encima de él y poder observarle hasta en sus momentos más íntimos sin que este tuviera sospecha.
Madara tenía el deseo fervoroso de pegarlo contra la pared y comérselo vivo, añoraba sentir su piel contra la suya, saborear el néctar de su dulce boca, oler el añorado cuerpo en medio del acalorado éxtasis, oírle gritar su nombre verdadero hasta terminar con la garganta destrozada y verle lleno de placer y locura absoluta.
Pero había otro problema….
Y ese problema era la otra personita…
Y esa personita era su nefasto estudiante y seguidor. Itachi Uchiha el cual era casi como su hijo, después de todo le había protegido desde que era un pequeño niño de 13 años hasta ahora que ya era todo un hombre de 20 años de edad. ¿Cuál era el problema con su alumno? Era el siguiente: al principio Madara se babeaba por los rasgos infantiles e inocentes de Itachi y casi termina violándoselo el día que asesino a su familia entera, en esos días cuando Itachi tenía una cara melancolía y herida por haberse deshecho de sus parientes, esa carita que el mayor no soportaba y ni sabe como la soporto. Pero ahora que ya era todo un hombre y los rasgos nocentes habían cambiado a un cuerpo y rostro completamente masculino, esos ojos que eran unos pozos fieros y perversos junto con ese cuerpo que casi le gritaba “¡Follame de una puta vez!”
Madara tenía problemas, graves problemas: no sabía a quién violar primero.
¿Violaba al encantador e inocente rubiecito de ojos azulados? O ¿Violaba a la excitante bestia que no paraba de retarle?
Deidara era hermoso, era dulce y encantador, adoraba verle enojado y observar cómo se sonrojaba por idioteces, quería que se sonrojara por sus besos desalmados, quería penetrarle hasta llegar a lo profundo de su cuerpo, quería decirle cochinadas al oído y enredar esas hermosas piernas largas a su cadera. Solo deseaba ser aquel que se adueñara de la virginidad intacta del rubio, poseer a un cuerpo inocente era tan…tan…
Itachi era un fruto prohibido. Nadie se atrevía a dominarlo por temor a salir herido pero la simple idea de atarle a su cama y romper esa mascara de prepotencia que siempre utilizaba era demasiado tentadora como para dejarla pasara a un lado. Quería tanto de él, hacerle gritar y llorar, verle avergonzadito y lleno de pudor por sus nefastas acciones y oír de su boquita “sensei…por favor…no me hagas daño” ¡aahhh! Era demasiado excitante para Madara.
Pero Madara ya tuvo una solución.
Una muy buena ¿Por qué no violarlos al mismo tiempo?
Y esa noche en la cueva de los akatsukis, varios gritos y gemidos salieron de la habitación de Tobi, algunos eran bastante agudos y sonoros mientras que otros eran roncos y ahogados, con muchas palabras y oraciones desvergonzadas e impúdicas
“Sensei…no mas… ¡maestro!”
“¡ahhh! ¡Tobi….no Tobi!
Toda la noche fue presa de placeres carnales y gritos orgásmicos, Incluso los leves rayos de sol golpearon al cuerpo de Madara y a los dos jóvenes que eran sometidos por el legendario Uchiha y fue hay cuando un último agotado orgasmo se dio y Madara dejo que ambos chicos cayesen desplomados contra la mullida cama.
Madara sonrió mientras miraba como Itachi jadeaba sobre el pecho de Deidara y este lo imitaba. La bella imagen de ambos jóvenes con sus largos cabellos desparramados sobre su lecho, llenos de sudor y semen fue demasiado satisfactoria y perfecta. Otro gran logro en su vida.
Ahora tenía otro problemita ¿Quién sería su novio?
FIN