Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Ángel por Seiren

[Reviews - 266]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Capítulo final, ¡al fin! Más palabrería al final! xD

A veces soñaba con Kei. No. Casi siempre soñaba con Kei.


Cuando esto sucedía, quería salir a buscarlo. No lo hacía.


Soñaba con Kei y se sentía feliz, pero cuando despertaba no se sentía triste. Aunque era un sueño, lo que le hacía sentir Kei era real. No sabía cómo se encontraba él en la actualidad. Seguramente más alto y guapo, ya había dejado la adolescencia atrás, y esto se notaría en su cuerpo y en su forma de ser. ¿Lo seguiría queriendo? ¿Querría ahora a Sara más de lo que alguna vez lo quiso? ¿El bebé estaría bien? Ya no sería un bebé, claro, pero Alex no podía dejar de pensar en las cosas desde ese tiempo. Recordaba la llamada que le hizo a Kei y se sentía mejor. ¿Se habría enterado Kei de algo, lo habría buscado? El escándalo había llegado a las noticias. De pronto ya nadie acusaba a Alex de ser un niño malcriado en busca de atención. En los noticiarios habían pasado los vídeos de las cámaras de seguridad del hotel (una acción ilegal pero efectiva, Rafael se había encargado de esto), y siempre resaltaba, aunque censuraban, el del pasillo, cuando él salió desnudo y ensangrentado, sin saber qué hacer. Habían cubierto su rostro y sus genitales, y no se preocupaba porque alguien lo reconociera. Y con tantos años pasados, sólo podía esperar que todo el mundo ya lo hubiera olvidado.


Alex se levantó de la cama. Su apartamento era grande y cómodo. Sabía que aunque Rafael se lo había dado, jamás lo iría a buscar ahí. Al inicio temió que mandara a matarlo, pero con tanta cobertura mediática no era de extrañar que pensara que tal acción resultaría contraproducente. Además, no tenía planeado quedárselo para siempre, aunque estuviera a su nombre, sólo mientras su vida se estabilizara, a partir de ahí, se iría a otro lugar.


Se pasaba los días sin hacer mucho. Por el momento contaba con una buena suma de dinero, y esto ajustaba y sobraba, pero sabía que el dinero algún día se acabaría, y entonces él tendría qué hacer algo. Pero se pasó toda su infancia tan preocupado en evitar ser abusado que nunca pensó que quería ser de grande. Nunca creyó que llegaría a grande. Y ahora estaba mejor, pero un poco confundido.


Cuando tenía pesadillas era lo peor, porque despertaba sólo, en una habitación oscura y silenciosa, y por un momento creía que seguía teniendo doce o catorce, y que la puerta se abriría de pronto. Cuando sucedía se escondía bajo las sábanas y lloraba. No podía seguir así, pero no encontraba la fortaleza suficiente para buscar ayuda. Ya la había recibido, en el centro, pero no había sido tan personalizada, no sintió que fuera para él.


Por suerte ese día había soñado con Kei. Estaba de ánimos para hacer muchas cosas.


Tomó un baño, desayunó y salió de casa. Llevaba su bicicleta, iría a pasear por el parque y luego a dar unas vueltas por el centro de la ciudad. Era una ciudad parecida, bastante familiar, pero era otra, algo lejos de Kei. El frescor de la mañana siempre le hacía bien. Lo animaba. Y entonces paseaba y se maravillaba incluso con cosas que veía todos los días. Y es que era libre al fin, aunque le costara.


 


***


La pequeña Sara lloró. Kei sonrió y la cargó. Estaba tan menudita todavía, pero lloraba con ganas.


—Deja dormir a mamá —le dijo—, que ha tenido un turno bien cansado.


Comenzó a agitar a la pequeña entre sus brazos. Se parecía más a él que a Sara, todo el mundo lo decía. Kei pensó que, aunque no tenía mucho derecho, de haber sido niño lo habría llamado Alex, pero no sucedió así. Quiso entonces llamar Alicia a la bebé, y en parte se le cumplió. Sara Alicia fue sido nombrada. Y por alguna razón, Kei miraba algo de Alex en ella.


—Es que te amo tanto, tanto, mi Alicita. No sabía que podía tener un corazón tan grande.


Las cosas no habían sido fáciles ni lo eran ahora. Cuando Alicia cumplió el año Kei y Sara decidieron buscar su propio lugar. Ambos habían dejado los estudios para responsabilizarse de lleno de sus errores, y eso seguían haciendo, sólo que ahora sólo lamentaban el no haber sido responsables, les dolía someter a su hija a tantas carencias, y se esforzaban el doble para darle lo mínimo de los que, ellos creían, la pequeña merecía. Por eso terminaban cansados. No se sentían jóvenes, y no siempre podían afirmar que eran felices, pero estaban vivos y tenían que seguir, sino por ellos, por ella.


—¿Tiene hambre?


—Yo la tengo, tú duerme.


Eran amigos. Se besaban de vez en cuando, y menos de vez en cuando tenían sexo. El cariño que se profesaban era amor, pero ya no de ese tipo. Sara lo comprendió, pero sintió que no quería cambiar las cosas. Ni el mismo Kei quería cambiar las cosas. Quizá habían encontrado tantas decepciones que sólo se sentían seguros el uno con el otro. Y es que, a pesar del tiempo, Kei no había logrado perdonar del todo a sus padres. No quería seguir cargando ese pequeño rencor consigo, pero al notar que no lograba apagarlo, resolvió seguir llevándolo.


—Leche.


—¿Leche? Está bien, leche —sonrió Kei —. ¿Con cereal?


—Tibia.


—Está bien. Tibia.


—¿Helado?


—Eso será hasta más tarde.


La pequeña hizo un puchero. Kei sonrió.


—Más tarde.


Kei creía que tenía que pasar algo realmente enorme para que él y Alex se volvieran a encontrar. No había pensado más allá de esto, así que no sabía qué haría de presentarse la oportunidad. Sabía, eso sí, y lo creía así también, que Alex estaba mejor. Alex nunca estaría bien del todo después de lo que había sufrido, pero sí mejor. Esto lo hacía feliz. Aunque no lo tenía a su lado, le daba fuerzas y esperanzas. Sabía que se volverían a ver.


 


***


Cuando Alex se enteró de la muerte de su madre, no sintió pesar alguno, sólo la obligación de acompañarla en sus últimos momentos. Esto implicaba regresar a esa ciudad, regresar, aunque no directamente, a Kei, y los recuerdos ahí construidos.


No entró en la mansión. El servicio fue ahí, pero él permaneció todo el tiempo en el jardín. Asistió tan poco gente, pero Alex ni se sintió triste ni sorprendido. Su madre se había hecho una reputación y muchas otras cosas malas que quiso ahogar en alcohol, hasta que el alcohol la ahogó a ella.


El camino al cementerio fue solitario y silencioso. Y Alex sólo sintió paz hasta que vio el féretro completamente enterrado. Suspiró. Permaneció ahí unos minutos. No había nada que perdonar, se dijo, porque los muertos están muertos y ya no se enteran de nada. Era su madre, la mujer que por una suma de dinero había decidido darle la vida. No podía reprocharle nada porque no quería.


—Adiós al fin, mamá.


Se volteó y quedó helado. Había tenido razón todo ese tiempo. Cómo era posible que alguien creciera tan hermoso, quiso preguntar, pero la sorpresa fue demasiada.


—Sabía que vendrías —sonrió Kei —. Cuando me enteré de su muerte, sabía que, a pesar de todo, estarías con ella.


—Yo nunca aprendo —sonrió Alex a su vez.


—Y a pesar de todo este tiempo, yo tampoco he aprendido.


Kei se acercó. Alex no sabía qué hacer o adonde mirar. Comenzó a sentirse tan pero tan nervioso que el rostro se le tensó y no sabía si estaba sonriendo o a punto de llorar. Se relajó por completo cuando sintió cómo los brazos de Kei lo envolvían.


—Te extrañé tanto —susurró el mayor.


—Te amo, Kei —dijo, aunque en el fondo creyó sentir ya no tener ese derecho.


—Y yo a ti —respondió el otro —, no he dejado de quererte ni un tan sólo día.


—¿Cómo estás...? ¿Cómo está todo? —sonrió.


—Es difícil pero por el momento estamos bien —contestó.


—Me alegro.


Kei no le preguntó a Alex cómo estaba, o por qué no lo había visitado antes. Supuso que las cosas seguían siendo difíciles para el menor, y ni siquiera podía imaginar la clase de traumas con las que le tocaba lidiar. Sólo habría querido que recurriera a él para ayudarlo un poco. No le gustaba el imaginar a Alex sólo tratando de sobreponerse a todo lo que había sufrido.


—¿Quieres venir a mi casa para charlar mejor?


—Pero... ¿y Sara?


—Oh. Ella está trabajando. Tenemos turnos dispares, para que así siempre haya alguien en casa para cuidar a Alicita. Ahorita la he dejado con la vecina, pero nunca la tiene por mucho tiempo, no nos gusta abusar.


—Comprendo.


—Además —continuó—, Sara y yo hemos madurado. Nos llevamos bien y sabemos lo que hay y no hay entre nosotros. Alicita nos ha hecho madurar, y por alguna razón, todo se dio para bien. Nos queremos mucho, sí, y podemos estar juntos sin pelear y sin odiarnos, pero sólo eso.


Antes de que Alex dijera algo, Kei lo tomó de la mano, y así lo sacó del cementerio y lo llevó hasta su casa. Lo dejó ahí en la pequeña sala mientras Kei iba por la niña, y cuando regresó, y cuando Alex por fin la vio, algo dentro de él se derritió.


—¡Es tan bonita! —exclamó con mucho ánimo. Se dibujó una enorme sonrisa en su rostro, y por primera vez en mucho tiempo se sintió auténticamente feliz —. ¡Se parece tanto a ti!


La niña lo veía con recelo, era, después de todo, un desconocido. Kei se arrodilló a su lado, y sin más preámbulo, inicio la presentación:


—Sara Alicia, él es Alex. Alex, Sara Alicia.


Alex se arrodilló frente a la niña y le tendió la mano.


—¿Cómo se dice? —inquirió el orgulloso padre.


—'ucho gu'to —dijo la pequeña, con la boquita hecho un pucherito adorable. No se llevaba bien con los extraños, y aunque ya hablaba con bastante claridad, se hizo la desentendida.


—¡Está preciosa! —continuó Alex, sólo que esta vez, en lugar de ver a la pequeña y esperar que ésta le estrechara la mano, dirigió su mirada a Kei. Kei estaba feliz. ¿Habría creído alguna vez que Alex no se tomaría bien lo de su paternidad? Ninguno de los dos lo sabía.


Kei alargó la mano y acarició el rostro de Alex.


—Tú también estás precioso.


Alex rió.


—Te extrañé tanto —continuó Kei.


Alex pareció incomodarse un poco.


—Mataría por besarte —dijo ahora Kei.


—La niña... —balbuceó Alex.


—Ella sabe, ¿no es así, mi amor? —Se dirigió a ella —. ¿Sólo a quienes tenemos permitido besar? —le preguntó.


Sara Alicia se quedó en silencio, todavía intimidada por la presencia del extraño.


—Sólo podemos besar a aquellos que queremos...


—Mucho, mucho —completo Sara, sonriendo ahora un poco. Kei la tomó en sus brazos y la abrazó con fuerza.


—Yo... —titubeó Alex —. Yo no quiero apresurarme ni adelantarme a... nada. A nada. Sólo quiero que sepas que... que no quiero, no busco una vida inestable. Ya tuve mucho de eso. Y... no estoy bien Kei, sufro mucho todavía, no siento que soy feliz. Y tengo miedo constantemente, y pesadillas, y siento que no estoy sólo aunque nunca hay nadie en mi apartamento. Y estoy mal, en verdad muy muy mal. Lo intento, eso sí, a veces hasta duele, pero lo intento, porque quiero vivir, siempre quise vivir por eso soporté tanto, por eso... por eso no te busqué. Sabía que estaban con Sara, que tenían un bebé y... pero el psicólogo, el psicólogo... porque estoy solo, porque no tengo apoyo... pero, ¿cómo podría? ¿Cómo...? Lo siento... lo siento... Esto, esto no...


Kei lo detuvo, no con un beso, sino con una sonrisa. Sara miraba a Alex, la niña estaba algo asustada, Alex se veía tan sólo y triste, tan temeroso. Había crecido, notó Kei, mientras intentaba abrazarlo. Ya no era un niño. Y más bien parecía que al haberse liberado de parte de su tormento su cuerpo había recuperado sus ánimos de vivir y había crecido, se había desarrollado bien. Cuando Kei por fin tuvo en sus brazos a Alex, sintió otra vez la firmeza de su cuerpo. Ya no se sentía frágil aunque se viera así, estaba marcado por el ejercicio, por esas eternos paseos en bicicleta que Kei no sabía que Alex cumplía con extrema rigurosidad. Tantas cosas que no sabía. Alex prácticamente había perdido su apetito. Se obligaba a comer, porque sabía que tenía que hacerlo, pero nada le sabía bien. Con el tiempo decidió que lo mejor era dormir con la luz encendida, así, cuando tenía una pesadilla, le resultaba más fácil reconocer la habitación en la que se encontraba. Se golpeaba, cuando sentía que el pasado lo arrastraba o que el presente lo hundía, se golpeaba la cabeza, las piernas, aunque no tan fuerte como para dejar marcas. Lo que Kei menos sabía, era lo mucho que se había contenido Alex, el Alex que sólo había querido buscarlo y abrazarlo, porque no tenía a nadie más, no podía pensar en nadie más, y cuando se sentía sólo y atemorizado, cuando veía la puerta de su habitación fijamente porque pensaba que alguien entraría y lo violaría... Su cuerpo no quería eso, él no quería eso, se contraía, se retorcía, se volvía como roca, porque su cuerpo recordaba, a veces sentía asco de él, de lo bien que le hacía el ciclismo y esa tan balanceada alimentación que no disfrutaba. Quería dejarlo, para que su cuerpo se deteriorara y desapareciera, pero al mismo tiempo... ¡Y cómo iba a agobiar a Kei con sus problemas! Kei, quien ahora lo abrazaba, tenía a Sara, la niña que yacía medio apretujada y algo incómoda entre ellos. Alex deslizó sus dedos, acarició el suave cabello de la niña. Era tan bonita, tan delicada, tan inocente... retiró la mano enseguida, ¡qué demonios estaba haciendo! ¿Cómo demonios no había notado lo sucia que estaba su mano, que esa niñita no merecía ser ensuciada? Se retiró rápidamente. Kei se asustó al notar el horror en la mirada de Alex. «He sido tan tonto creyendo que todo mejoraría así, sin más...». Kei tomó a Sara en sus brazos.


—Espérame, ya vuelvo —caminó un poco, se volteó y repitió —: lo digo en serio, no te atrevas a marcharte.


Cuando Kei regreso de donde la vecina, encontró a Alex en el sillón de la sala, apretujado contra uno de los extremos, como temiendo abarcar más espacio del necesario.


—Lo siento —balbuceó Alex —. No quería esto...


—Descuida.


Kei se sentó al lado de Alex. Se acercó y acercó, tanteando el terreno, y sin más, tomó la mano de Alex. Alex temblaba y estaba extrañamente frío.


—Pensé que verte me daría fuerzas —masculló, apenado —, no que me derrumbaría así.


—Está bien —lo acarició —sólo estás cansado.


—Volveré cuando esté mejor —agregó Alex —. Estoy recibiendo ayuda, el medicamento funciona la mayoría de las veces, ¡el ejercicio también! —agregó rápidamente, incomodándolo —. Lo que digo es que... cuando sea una mejor persona, volveré. Es mejor así. Ha sido muy bonito verte de nuevo, y Sara es en verdad una niña muy linda, se nota que te quiere mucho, aunque siempre supe que serías un buen padre. Se ven muy lindo los dos.


—No quiero presionarte, Alex, pero no quiero que te vayas.


Al ver que Alex no decía nada, Kei preguntó:


—¿Puedo abrazarte?


Alex asintió. Kei lo abrazó con fuerza.


—¿Tienes a alguien? —volvió a preguntar Kei. Alex negó. Por supuesto que no tenía a nadie. ¿Cómo? Apenas podía con él mismo. La había pasado solo, al inicio, rodeado de abogados, doctores, gente de protección infantil, derechos humanos, doctores, enfermeras... y después: nada. Sólo una única persona a la que visitaba tres veces a la semana. Nada más.


 


***


Kei visitó a Alex, la pequeña Alicia quedó con su madre, quien ya estaba enterada de todo y se mostraba de acuerdo. A Kei le pareció que el apartamento de Alex era bonito, pero le generaba una sensación de vacío. Estaba muy limpio y ordenado, casi ni parecía natural.


—No pienso quedarme aquí para siempre —comentó Alex. No le había comentado Kei que el apartartamento había sido cosa de Rafael, ya se sentía suficientemente sucio —, quiero algo más hogareño, y pequeño.


En el porch, antes, Kei había visto tres bicicletas, cerca colgaban los cascos. También estaban sumamente limpias. Alex le dijo que eran suyas, que siempre salía a pasear.


—A mí esto me resulta algo acogedor —comentó Kei, sin saber muy bien qué decir.


—Pues no lo es —sonrió Alex.


Llegaron a la habitación de Alex. Una cortina blanca casi transparente, ondeaba. La ventana era enorme, pero del otro lado no había nada más que los edificios lejanos que de alguna manera eran enmarcados sin dejar una impresión persistente del entorno, era todo demasiado simple, demasiado inexistente. La cama le resultó de lo más insípida, sin almohadas, sólo cubierta por un cubrecama y el edredón con el que Alex solía arroparse aunque hiciera calor cada vez que sentía mucho miedo. Igual, fingiendo naturalidad o tal vez sintiéndola, Kei se sentó en la cama, y se consoló al notar que al menos era suave. Alex seguía en la entrada, y al verlo, se percató en la cantidad de pasadores y seguros que tenía la puerta. No había notado así en la puerta principal o en alguna otra puerta, sólo en esa.


—¿A qué te dedicas? —preguntó tratando de iniciar una conversación.


—A nada en realidad —respondió Alex, apenado. Se adelantó unos pasos y pronto alcanzó a Kei en la cama. Se sentó a su lado y suspiró —. Todavía no sé qué quiero hacer.


—No hay prisa —sonrió Kei al tiempo que pasaba su brazo sobre los hombros de Alex.


Alex se acomodó, sintió la presencia de Kei, que poco a poco lo fue reconfortando.


—Quiero besarte, Kei —susurró.


Desde que se encontraron, a pesar de haberse visto en distintas ocasiones, habían mantenido las muestras de cariño y aprecio al mínimo. Alex no quería separar a Sara y a Kei, pero quería un espacio al menos, por pequeño que fuera, unos brazos que lo reconfortaran cuando sintiera que no podía avanzar más.


—Hazlo —fue lo único que dijo Kei, y lo dijo de una manera tan dolorosa que Alex perdió la determinación por completo. Se deshizo del abrazo y se levantó de la cama. Kei lo detuvo tomándole la mano —. También lo necesito, Alex, quiero hacerlo, pero...


—No quiero ser yo quien inicie las cosas —murmuró —, no quiero volver a ser culpable de nada.


Tal vez Kei no quería a Sara de la misma forma que lo quería a él, pero la seguía queriendo, tenían un hogar estable y por mucho tiempo fueron el apoyo el uno del otro. Y estaba la pequeña Sara Alicia...


—Sara lo sabe, se lo dije. No lo tomó mal, ya no es una adolescente. En el fondo lo sabía, sabía que estaba esperándote. Me dijo que no debimos hacer las cosas de la manera en que se dieron, pero que ya no había vuelta atrás. Ambos maduramos, Alex, podemos llevar esto por difícil que parezca. Y si no —agregó rápidamente —podemos ser amigos, como siempre. No voy a permitir que te alejes, ya lo hice una vez y lo he lamentado, Alex, ¡cómo lo he lamentado!


Alex retomó su lugar, acercó su nariz al cuello de Kei, y luego de unos segundos, lo besó ahí.


—Tócame, Kei —pidió—. Tócame, por favor.


Kei así lo hizo, con sus manos, de manera delicada, delineando el rostro de Alex, la curvatura de su mentón, sus mejillas, sus labios, los que seguían ser besarlo, sin ser besados. Llegó al cuello, acercó sus labios ahí, pero no lo besó, sólo fue un roce. Alex levantó los brazos y permitió que Kei le quitara la camiseta. Le dio un pequeño empujoncito y lo acomodó sobre la cama. Comenzó a pesar los labios por su pecho, pero sin besar, seguían siendo sólo roces, roces cálidos y vivos. Pronto le aflojó el cinturón, y sin mucho esfuerzo terminó de desnudarlo, para luego desnudarse él. Se tendió al lado de Alex y comenzó a acariciar ese abdomen tan firme por el ejercicio. Kei sintió que su estado físico era lamentable, pero aparte de una sonrisa, no le provocó más nada.


Alex, por su lado, no quiso decirle a Kei que le había pedido eso porque tenía miedo. Creía que su cuerpo ya no sería capaz de aceptar la cercanía de otro cuerpo, mucho menos caricias tan tiernas. Pero fue así, aunque más parecía que era cosa de Kei. Al sentir la erección del mayor contra su pierna, se incomodó un poco. Su pene seguía flácido. ¿Y si no podía? No había planeado tener sexo, pero algún día tendrían que tenerlo, si se volvían a juntar, eso era, pero...


—No te preocupes —le susurró Kei al oído —, esto que nosotros dos somos es mucho más que lo que nuestros cuerpos dicen. Te amo, Alex, nunca más te dejaré solo.


Alex se volteó y lo miró. Kei sonreía. Parecía tan seguro de sí mismo, tan feliz. Alex llevó una mano al rostro de Kei, lo acarició. Estaba tan guapo, tan él.


—Quiero besarte —dijo Alex. Kei recortó un poco la distancia. Alex lo pensó un poco más. Se acercó al inicio, casi se rozaron sus labios, pero retrocedió. La manos de Kei estaba ahora en su cintura, estaba tibia. Volvió acercarse, cerró lo ojos, se le cortó la respiración, y se vio en la necesidad de retroceder una vez más para recobrarla. Su respiración estaba acelerándose. Sentía su cuerpo tensarse. ¿Cuántas veces había besado a Kei? Quizá no las suficientes, entonces, ¿por qué seguía perdiendo el tiempo?


En el instante mismo en que dejó de pensar en todas estas cosas, sus labios y los de Kei al fin se encontraron. Habían pasado casi cuatro meses desde que se encontraran en el cementerio, y hasta ahora se atrevían a besarse. Pero una vez lo hicieron, no se soltaron. Los labios de Kei poseían una familiaridad arrebatadora. Alex se sintió a gusto enseguida. Que bueno que el monstruo no lo había besado, no tanto, ¿lo hizo? No lo recordaba. No quería recordarlo a él, pero a veces la bestia se colaba, con fuerza sobrenatural se hacía camino dentro de sus recuerdos. Era una batalla inmensa el alejarla, el mantenerla al margen, pero tenía que hacerlo... Jadeó. Alex sentía su cuerpo reaccionar. Se sintió feliz, confundido, un poco, pero feliz, siempre feliz, a gusto, cómodo, en paz.


Tomó el rostro de Kei con ambas manos, se colocó encima de él, vorazmente, al tiempo que seguía devorando sus labios. Podía tocar y ser tocado. El miedo fue desapareciendo. En verdad podía. Su cuerpo comenzaba a reaccionar, no quería forzarse pero tampoco quería detenerse. Ahora era Kei quien se encontraba sobre él, había comenzado a frotarse contra su cuerpo, ese calor que desprendía cada roce le gustaba, comenzaba a volverlo loco. Pero seguía sin saber si debía seguir, o si quería ser penetrado. Había sido un tremendo esfuerzo todo hasta ahora, si lo dejaba hasta ahí, estaría bien, ¿no? Soltó los labios de Kei y se fijó en otras partes de su cuerpo. Kei sí estaba muy excitado, hasta parecía a punto de correrse. Alex sintió culpa, pero ya no quería seguir, si le pedía que se detuviera... ¿se le notaría? No quería decirlo, no... Pero Kei se detuvo. No dijo nada, sólo sonrió. Abrazó a Alex, y aunque éste seguía sintiendo su erección, no se sintió amenazado.


—Descuida —susurró Kei. Alex se alivió por completo.


—Está bien, termina —dijo.


Kei se apartó un poco y comenzó a masturbarse. Alex lo veía, casi sin parpadear. Sabía que tenía que reconciliarse con su cuerpo y con el de los demás, el de Kei sobre todo. También sabía que tenía que reconciliarse con su sexualidad, con el sexo mismo, con las personas en general.


Cuando Kei por fin terminó, Alex se acercó y lo beso. No se dijeron mucho, sólo permanecieron acostados hasta que se quedaron dormidos. Alex pensó que no tendría pesadillas, pero no fue así; al menos, esta vez, al despertar, Kei estaba a su lado, y el miedo que usualmente sentía esta vez apenas fue perceptible.


***


 


Sara Alicia ya tenía siete años y corría tan veloz como el viento, siempre que le llevaban al parque, pensaban que se iba a perder entre el gentío y que jamás la encontrarían. El personaje favorito de la niña era Flash, y siempre llevaba camisas a juego, combinando los colores del súper héroe. Se veía graciosa y adorable. Tenía la habitación llena de muñequitos de súperhéroes (figuras de acción, por favor) y posters. Así permanecía, incluso cuando el fin de semana pasaba y tenía que irse a casa de su madre.


—¿Sabes, Alex? La otra semana es mi cumpleaños.


Alex sonrió. Sara Alicia siempre pronunciaba la «x» casi silbada, lo que sonaba tiernamente adorable.


—Deja de andar de pedigüeña —le llamó la atención su padre.


—Pero si Alex tiene dinero —refunfuñó.


Sí, seguía teniendo dinero, dinero sucio que igual utilizaba, pero si quería comprarle algo a la niña, buscaba un trabajo a medio tiempo, el cual conservaba hasta reunir la cantidad adecuada, y luego dejaba, porque todavía encontraba dificultoso tratar con personas constantemente.


—Sabes qué quiero, ¿verdad, verdad? —inquirió la niña.


—Claro que lo sabe —intervino Kei —. Lo sabemos todos desde hace dos meses —rió.


El timbre sonó, llamaban a la puerta. Kei fue el primero de levantarse del sillón: era Sara. Sara que venía por su hija porque habían acordado que mientras estuviera en clases ella la tendría. En las vacaciones se repartían mejor el tiempo. No les resultaba pesado este tipo de arreglo, y aunque Sara todavía no se reconciliaba con Alex, tampoco tenía ganas de seguir odiando gratuitamente. Se llevaban bien, cuanto mucho, pero por el momento funcionaba. La niña no parecía percibir un ambiente desagradable y eso era bueno.


—¿Cómo estás?


—Cansada —suspiró Sara.


—Pues Alicia parece agotada, se dormirá enseguida. También intenta dormirte temprano —se acercó a ella y le dio un beso en la mejilla —. Cuidate mucho, ¿sí?


—Claro que me cuido—sonrió ella —. No te preocupes tanto.


—Imposible.


Sara Alicia apareció, acababa de despedirse de Alex.


—¿Te portaste bien? —preguntó Sara, adelantándose para coger las cosas de la niña.


Sara Alicia sólo sonrió, y pasó a un lado sin decir nada, apresurándose para subir al auto.


—Esta criatura...


Se despidieron. Cuando Kei encontró a Alex, este estaba medio dormido.


—Alex —susurró —, vamos, amor, a la cama.


—Tengo que irme...


—Es demasiado tarde. A esta hora no hay transporte. No seas necio, vamos a dormir.


No vivían juntos todavía. A Kei le resultaba un tanto tedioso, por no decir sorprendente, eran una pareja hecha y derecha, se querían tanto y llevaban el tiempo suficiente como para considerar cosa de locos el que ninguno se hubiera mudado con el otro.


Se dejó cargar. Kei era fuerte. Lo llevó hasta la cama, lo desvistió y lo arropó. A los pocos minutos se le unió, pero Alex estaba más dormido que despierto.


Cuando abrió los ojos la habitación estaba totalmente oscura. Había tenido una pesadilla, su pecho martilleaba insistentemente y su cuerpo estaba empapado de un sudor espeso y frío. Tentó el otro lado de la cama, sintió el cuerpo cálido de Kei, y se alivió un poco. Estaba mejor, pero a veces, cuando dormía demasiado, tenía pesadillas.


—¿Alex? —murmuró Kei — ¿Todo bien?


—Una pesadilla —respondió secamente —. Vuelve a dormir.


La cama se agitó, Kei se reincorporó lo suficiente para alcanzar la lámpara y encenderla.


—Ven aquí —le dijo a Alex.


Alex obedeció. Se limpió el sudor de la frente con el brazo y se acercó a Kei, hasta casi abrazarlo.


—Tranquilo, todo está bien, estás conmigo —lo consoló.


—Odio hacerte esto, ha pasado tanto...


—Y por lo mismo soy el único que sabe lo mucho que te esfuerzas cada día, ¿no creo que al menos puedo hacer esto? Dejame, ¿sí? No seas terco.


Kei enterró sus dedos en el húmedo cabello de Alex. Alex se sintió en paz, y se quedó dormido casi enseguida. Cuando se dormía así, con su cabeza descansando sobre el pecho de Kei, escuchando su respiración y los latidos de su corazón, creía que el mundo era un buen lugar para vivir. Sentía más que nunca que quería vivir en serio en ese mundo. Vivir de verdad. 

Notas finales:

Este ha sido un largo viaje. Cuando pensé en escribir esto, era una critatura terriblemente inmadura (lo sigo siendo) y había concebido esto como escape porque por alguna razón comencé a recordar cosas de mi infancia que comenzaron a lastimarme como no pensé que podrían llegar a hacerlo. Entonces, había que desahogarse.

 

No es mi mejor historia, tal vez no tenga tampoco la trama más original y mejor llevada. Pero es que era tan inmadura y planeé tan poco, que me dejé llevar completamente por mis ánimos, y por eso hay capítulos tan dispares. Sí creo que mi estilo de escritura ha mejorado un poco, pero más de eso, creo que sigo algo estancada xD

 

El final fue así, abierto, entre alegre y triste, porque no creo que una persona se puede reconciliar con la vida después de haber atravesado tantas dificultades tan traumáticas. Y es un final abierto. No dije nada sobre lo que pasó con la bestia, ni con los padres de Kei, ni con Rafael y su familia, porque a veces así son estas cosas, uno las olvida (no olvidándolas en verdad) y reaparecen o desaparecen por completo, una cosa que parece más bien al azar. O no sé. Y sí, Alex sigue recibiendo ayuda psicológica, va a terapia, está en medicación, etc. No creo que llegue a olvidarse de todo, pero ha decidido esforzarse, aunque le sigue costando un montón.

 

Y... no sé qué más decir.

 

Muchas gracias a todo por haber esperado TAAAAAAAAAAAAAAAAANTO Joder, soy irresponsable. MUCHAS GRACIAS por sus comentarios y mensajes de apoyo y por haber estado conmigo tanto tiempo. Prometí que terminaría Ángel a pesar de todo y aquí está. Me demoré siglos, pero aquí está. 

 

MUCHAS GRACIAS. 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).