Hasta que la muerte nos separe, amado mío.
Sasunaru by: Su-chan
Es de noche y hace un poco de frío. Puedo sentir como tus manos, entrelazadas con las mías, tiemblan ligeramente mientras caminamos por una de las tantas calles de esta bella ciudad, Tokio. Detuvimos nuestros pasos para comprar un poco de chocolate caliente en un pequeño puesto ambulante.
Continuando con nuestro andar, un fugaz recuerdo llega a mi mente, el día en el que te conocí. Ambos cursábamos el tercer semestre del bachillerato, ambos en clases distintas, pero tan cercanas que chocábamos frecuentemente al entrar o salir de ellas; uno de esos tantos días me decidí a entablar una conversación contigo, por que ya no era suficiente para mí el solo observarte charlar con tus compañeros de aula; necesitaba saber tu nombre, tus aficiones, tus metas y más importante aún: necesitaba saber si alguna vez podrías sentir lo mismo que yo sentí por ti desde la primera vez que apareciste en mis sueños.
Temeroso, me acerqué a ti, tragándome todo el orgullo que alguna vez tuve frente a los demás, y te pregunté tu nombre. “Uzumaki Naruto”, fue tu respuesta mientras mostrabas aquella blanca sonrisa, preguntándome ahora por el mío. “Sasuke Uchiha”, respondí lo más amable que pude, ya que la verdad, no era muy bueno con las muestras de afecto. Después de eso, comenzamos a hablar más seguido, hasta el momento de convertirnos en amigos casi inseparables.
Seguíamos caminando por aquellas concurridas calles, aún faltaban tres horas para la media noche. La gente salía de sus empleos por montones, desde edificios, subterráneos, auto-buses y demás medios de transporte público, apurados para poder llegar a la comodidad de sus casas.
Noté como algunas de esas personas nos observaban: algu-nas con curiosidad, otras con extrañeza y muchas otras con gesto de asco; sin embargo, eso no me importó, por que estar a tu lado era lo que más deseaba en el mundo, aunque me costara demasiado admitirlo y dejar que estos sentimientos fluyan con toda su fuerza.
Esa tarde, habíamos quedado de reunirnos en el centro, hacía tiempo que no nos veíamos a causa de mi viaje a Kyoto, por cuestiones de trabajo. Estaba muy nervioso por que aquel día estaba decidido a declararte lo que siento, sin importar si me correspondías o no, sin importar el que te marcharas para siempre. Este día llegó y con el mi confesión, confesión a la que correspondiste con el beso más dulce que alguien me había otorgado.
Pasamos por un callejón no tan concurrido. Te aferraste a mi brazo. Tenías miedo y me pediste que pasáramos por un lugar con más gente; te ignoré y sólo susurré a tu oído que te protegería.
El lugar se hacía cada vez más oscuro. Lo único que alcancé a observar fue a cuatro hombres acercándose velozmente hacia nosotros: nos ordenaron que les entregáramos todo lo que traíamos. Uno de ellos se te acercó sonriendo perversamente. No pude controlarme y en un arranque de furia me arrojé sobre él. Se escuchó un disparo e instantáneamente caí herido sobre el frío asfalto, sentía como la sangre comenzaba a drenarse desde mi interior y el dolor agudo en mi pecho comenzaba a debilitarme. Oí tu llanto, te encontrabas recostado sobre mi abdomen. Aquellos hombres seguramente han huido al escuchar el sonido de patrullas acercándose. Con la fuerza que me queda levanto un brazo y te acurruco mejor sobre mi pecho sangrante. Lloras en silencio y con mi último aliento te digo que te amo. Cierro los ojos y recuerdo por última vez la promesa que nos hicimos “hasta que la muerte nos separe, amado mío” y así fue…
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