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Perfecta Ironía por Etnol

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Notas del fanfic:

Sé que es algo tarde pero esto era por el cumpleaños de Paris owo
sólo que el estúpido server me botaba a cada rato ¬¬#
En fin....

Notas del capitulo:

....
Creo que no empieza como quería en un principio...
Quisiera hacerlo cómico, espero que me salga bien, o que al menos se entienda un poco de mi humor (u.ú)


Capítulo 1
Sin Punto de Partida.

La tarde después de las horas de clases era siempre bien aprovechada por los estudiantes del equipo de soccer, donde el capitán de quinto año de la Secundaria, Alberto, diecisiete años, bastante popular destacaba entre cualquier otro estudiante en la escuela. Era suficientemente alto, poco más del metro ochenta, su piel era blanca, ligeramente tostada por el sol, ojos marrones, y sus lacios cabellos castaños claros se acomodaban perfectamente. No había nadie que no le admirase, inclusive su primo, no menos guapo que él, Samuel, estaba muy contento de que fuesen novios. Por supuesto, nadie debía saberlo.
Ambos chicos caminaban hacia las canchas y antes de llegar, Alberto se interpuso frente a Samuel, dejándole su chaqueta y bolso.
—Lo siento, hoy también entrenaré hasta tarde —se disculpó el capitán, dando un rápido beso a la mejilla del moreno—. Nos vemos a la hora de la cena —saludó, yendo deprisa hacia donde su equipo calentaba.
Samuel, quien últimamente se sentía reemplazado por aquel deporte, asintió y se iría a entretener en otra parte. Aunque amara a su primo, un hecho innegable por infinitas razones, también tenía la necesidad de que le atendieran como era debido. Su figura era bastante esbelta, piel nácar, ojos y cabellos oscuros. Demasiado lindo para ser sólo un angelito de dieciséis años. Luego de despedir a su primo dio media vuelta para dirigirse al laboratorio. Su excelencia en cualquier asignatura era también admirable. Química era su favorita, lamentablemente no por lo que se enseñaba sino por quien enseñaba, el Profesor Tavera, que a sus treinta y siete años, olía como un veinteañero, y por lo que el pelinegro sabía por experiencia propia, se movía muy bien.
La puerta del laboratorio estaba abierta, pero fue cerrada por Samuel una vez estuvo dentro. Sonrió malicioso al divisar a su profesor favorito en una de las mesas con todo aquel papeleo. Antonio Tavera había entrado a trabajar a esa institución al mismo tiempo que su hermano renunció para dedicarse a ser novelista, un trabajo sin retos y que cualquiera con un poco de investigación podía ejercer, nada del otro mundo. El profesor era más dedicado a su estudio, y aunque muchas arrugas se hubieran juntado en su blanca frente y las bolsas debajo de sus azules ojos ya no tuvieran remedio, no eran impedimento para que se viera tan bien con su cuerpo fuerte y su cabello azabache como el de su hermano. …l continuaría diciendo que la investigación científica era lo mejor para el mundo. Con tantos pensamientos ni siquiera se había dado cuenta de que alguien estaba en el aula con él. Samuel se acercó lo suficiente, con sigilo hasta quedar a espaldas de Tavera. Sacó su lengua peligrosamente hacia la oreja del mayor. Cuando este sintió la humedad dio un salto en la silla. El chico soltó las carcajadas.
—¡Qué despiste, profesor! —le señaló divertido.
—¡Sam! ¿Qué demonios quieres ahora? —contestó el mayor claramente malhumorado por la pésima broma.
—No me felicitó el otro día por sacar la nota más alta de la clase —le recordó. Su picardía florecía con cada paso que daba alrededor de la mesa donde, de un brinco, sentó sobre ésta apoyándose con los brazos detrás de sí y separó las piernas.
—¿La quieres ahora? —bromeó el profesor. Sólo esperó a que su alumno asintiera para arremeter contra él sobre la mesa, quedando entre sus piernas. Susurró despacio en los labios del menor—. Estamos encima de las prácticas que debo tener calificadas para mañana.
—¿A quién le importa? —enarcó una ceja.
—A mí. Baja ya —se separó el profesor, acomodando su postura. Lo cierto es que poco le faltó para dejarse llevar. Aquel demonio lo tentaba fácilmente.
—Bájame —desafió el otro. Tavera sonrió de lado y no lo pensó dos veces para tomar a ese chico por los costados para atraerlo hacia sí. El chico también reaccionó y rodeó al mayor con las piernas—. Así me gusta —y comenzaron el juego que tanto les fascinaba.
El beso devorador no se hizo esperar. El profesor, caminando torpemente hacia atrás hasta sentarse en la silla, acariciaba a Samuel con una mano y con la otra se quitaba la bata blanca en tanto que se acomodaba mejor, mientras su alumno desabotonaba la camisa de este y la suya propia. En un minuto se deshicieron de ambas prendas. Las manos de Tavera enloquecían con el roce de esa piel fresca. Cada uno de sus dedos disfrutaba de tocar la espalda, el pecho, el abdomen de aquel jovencito que por años le pareció tan inocente, ahora, sobre sus piernas, actuaba como una fiera cachonda. Soltó una risilla por lo último.
—Pareces tan pervertido cuando te ríes de la nada —habló el chico, dejando en claro que no le gustó la risilla tan repentina. Eso no evitó que continuara besándolo. Bajó por su cuello hasta el pecho y se entretuvo con los pezones para rápidamente bajar más. Abrió la cremallera de su pantalón y sacó el miembro erecto del mayor. Comenzó con pequeñas lamidas, muy despacio, desesperante para el profesor pero se lo compensó al introducirse todo el miembro en su boca, succionando ávidamente, demostrando lo mucho que le apasionaba tener a su querido profesor dentro de él como fuera.
Tavera lo gozaba más. Ya al punto de venirse, separó a Samuel y lo atrajo para besarlo profundamente otra vez, bajando los pantalones del menor y su ropa interior, y acomodándolo sobre sí para meter su miembro en el chico. Samuel también ayudaba y separaba sus nalgas para dar espacio a que el pene entrara completamente. Cuando estuvo todo dentro el chico empezó a moverse, primero despacio, luego subió de tono. El mayor lo agarraba fuertemente de las caderas, haciendo que el chico subiera y bajara más rápidamente, sin mencionar que las entrañas del chico se sentían tan calientes, lo excitaban de sobremanera, casi enloqueciéndole.
—¿Quieres… que te llene? —jadeó más que habló el profesor, pero el chico volvió a tomar posesión de sus labios, saboreando su boca.
—¿Tú no quieres? —finalmente habló el menor, moviéndose lenta pero amaestradamente sobre el profesor. Sí lo quería, después de todo, Samuel era lo que más deseaba, más cuando éste suplicaba con sus ojos—. Por favor…
Eso bastó para hacer aquellas embestidas mucho más duras y profundas. El joven se sorprendió un poco, y el dolor era mínimo hasta verse llenado por el semen de su profesor.
—Gracias… profesor —le tomó por el cuello y lo acercó para besarlo una última vez—. Me esforzaré para sacar la nota más alta y recibir más de estas felicitaciones.
—Yo también lo espero, Sam —le acarició la mejilla, acomodando los cabellos negros del chico y le besó la frente. Cuando el chico se hubo quitado de encima y terminaron de reacomodar su vestimenta, volvieron a charlar—. Todavía me sorprende que no tengas una novia o novio —por alguna razón, sabía que lo perdería si se enamoraba de otra persona.
—Oh, lo tengo —confesó como si nada, ajustando la corbata del uniforme, y dedicó una sonrisa al mayor.
—¿Qué? ¿Y por qué viniste a tener sexo conmigo si puedes hacerlo con él? —Tavera estaba más que confundido, contrariado por no haber sabido antes que su primer alumno ya había entablado una relación amorosa.
—Ah, eso… —rodó los ojos antes de devolver la mirada hacia el mayor y le dedicó otra sonrisa—. Es porque mi novio es un idiota al que sólo le importa él mismo. Además —caminó lentamente hacia el mayor, alcanzando su pecho con la mano, acariciándolo sobre la tela de la camisa—. Nadie se mueve mejor que tú.
—Tú sí eres pervertido —se defendió y apartó la mano del chico—. Te advierto que tu novio sabrá que lo engañas. Esas marcas en tu cintura se notarán de inmediato.
—Como sea, no creo que él lo note. Simplemente no se atreve a tocarme, me desespera que sea tan tímido. Seguro piensa que soy virgen —bufó y sentó en otra silla, recargando su mejilla en una mano. Tavera rió por el comentario.
—Sí, una virgencita que sabe a qué horas puede encontrarme a solas para saltar encima de mí —Samuel le sacó la lengua, y el mayor rió más fuerte.
—Búrlate, pero si él es mucho mejor en la cama, olvídate de mí —le advirtió. Esta vez el comentario no tuvo gracia y la risa de Tavera se esfumó. Ya lo sabía y le parecía tan extraño que durante tantos años no se hubiera atrevido a confesarse con el menor, pero era lo mejor para los dos.
Horas después, Samuel regresó a las canchas para ver si su primo ya había acabado su entrenamiento. Por suerte así era. El castaño corrió nada más ver a su novio de pie al otro lado de la cancha de soccer. El menor le tendió sus cosas para que las recogiera.
—Gracias —tomó su chaqueta y su bolso, además de tomar el bolso del menor y darle otro beso a en la mejilla— ¡qué atento!
—De nada —se sonrió Samuel, y abrazó a su primo.
—¿Te entretuviste en algo bueno?
Si Alberto supiera que bueno era poco para describir lo que hizo, pero eso jamás lo diría el chico.
—Sí, estuve ayudando a Tony, calificando las prácticas de los chicos de primer año ¡Y adivina! Nuestra linda niña tuvo una nota decente esta vez.
—¿De verdad? Hum… supongo que la recompensaré con algo —se prometió el castaño—. Por cierto…, ya va a ser hora de ir por ellos ¿no? Necesito ir a comprar unas cosas para hacer una exposición ¿me ayudarás?
—Claro —“Es lo único que hacemos juntos”, recabó el chico, suspirando de cansancio. Los dos jóvenes salían del campus y caminaban tranquilamente por la acera, abrazados sin temor de ser criticados pues entre ellos era natural. Nadie pensaría que esa parejita era más de lo que mostraban a simple vista.
Notas finales:

Paris.... te aseguro que luego entenderás de dónde saqué todo esto :p


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