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El lago Azul por RoisinDubh_92

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Notas del fanfic:

Bueno, aquí llego yo con un nuevo fic, cuando todavía no he terminado "Los besos de Minerva". Pero bueno, se me ocurrió la idea y no pude dejarla marchar... Espero que os guste y que tenga igual o mayor éxito que "Los besos de Minerva".

¡Espero vuestros reviews!

Notas del capitulo:

Espero que os guste tanto o más como el anterior relato largo que escribí... En este capítulo simplemente aparecen los personajes y no hay prácticamente lemon, yo lo advierto... no quiero empezar fuerte xD

Ya me diréis qué tal os pareció...

¡Gracias por leer!

Era un día especialmente caluroso de principios de Septiembre. El autobús estaba lleno de gente y el olor a sudor impregnaba el limitado espacio en el vehículo. Scarlet pegaba la cara contra el cristal de la ventanilla, pensando que quizá así podría librarse un poco de la sensación de cuarenta grados que la abrasaba la piel. Lo único que quería en ese momento era bajarse del autobús, aunque eso significara entrar, de una vez por todas, en el internado.

Llevaba cinco años de internado en internado. Su madre se había cansado de tenerla en casa, de luchar contra lo que ella llamaba una "causa perdida", con lo que le había mandado a un internado muy recomendado. Pero como Scarlet no había aprobado los exámenes finales, la habían expulsado. Y así llevaba cinco años. Su madre ya estaba harta y tenía la ligera esperanza de que este internado fuese el último. Si todo iba bien, pasaría sus dos últimos años escolares en ese centro.

Pero Scarlet pensaba hacer lo mismo que años anteriores: estudiar para las recuperaciones de Septiembre y no volver a estudiar en todo el año. Le iba bien así. El hecho de cambiar de internado no le molestaba. Era un persona más bien cerrada y no le importaba cambiar de lugar cada año; nunca hacía amigos, con lo que no había ningún motivo para quedarse en un centro más de un año. Por lo que seguiría así hasta que se graduara.

El autobús llegó a su destino. Scarlet esperó a que el resto de los pasajeros bajaran y después se apeó ella. No le gustaba esperar de pie viendo cómo la gente se apelotonaba en el estrecho pasillo del autocar. Cuando pisó el suelo de la calle, sintió una ráfaga de aire caliente lamerle la cara. Se recogió el pelo para que no le diera calor y después cogió su equipaje del maletero del autobús. Se puso en marcha.

Su madre le había dicho que el internado estaba en el mismo pueblo, que sólo tenía que caminar hacia la izquierda de la parada del autobús y llegar hasta las afueras. Así dicho, parecía fácil.

Scarlet no tuvo ningún problema para encontrar el internado. Una vez delante de la verja, estuvo pensando la posibilidad de escapar de allí, buscarse la vida en algún lugar lejano de su madre, de cualquier internado. Tenía algo de dinero en la maleta. Finalmente, llamó al timbre.

Cuando le abrieron y entró en el amplio jardín del internado, ya no hubo vuelta atrás. Tendidas en la hierba había algunas estudiantes leyendo, charlando o escuchando música. Pero no se veía ningún chico por ningún lado.

Por la puerta del edificio salió un hombre con barriga, embutido en un traje negro y con el escaso pelo engominado.

-Tú debes de ser Scarlet -dijo.

-Si, señor -dijo la chiquilla.

-Bien, acompáñame.

Scarlet siguió al hombre hasta un despacho en la planta baja del edificio. Por el camino sólo se cruzó con chicas. ¿Pero dónde demonios estarían los chicos? ¿Estarían en clase, en la biblioteca? Cuando entraron en el despacho, el hombre le ofreció asiento a la joven y él se sentó en un sillón de apariencia bastante más cómoda que la silla en la que estaba Scarlet.

El hombre, que resultó ser el director del centro, soltó un discurso a Scarlet sobre las reglas, que por supuesto tenía que respetar, del internado. Nada de tabaco, ni alcohol, ni droga. Respecto al mobiliario y todas esas chorradas. Y la regla más importante para el director: no mantener relaciones de ningún tipo con ninguna de las alumnas.

-Porque supongo que tu madre ya te lo habrá dicho...

-¿Decirme qué?

-Este es un internado femenino.

A Scarlet se le cayó el mundo a los pies. ¿No iba a ver a ningún tío bueno en, por lo menos, un año? ¡No podía ser!

-No, no me había informado.

-Siento que te hayas tenido que enterar por mí.

Se hizo un silencio incómodo, tras el cual, el director se ofreció a llevarla a su habitación. Las habitaciones estaban en el tercer piso, mientras que las clases estaban en el segundo y el comedor y la biblioteca en la planta baja. No había ascensor.

Subieron y tomaron el pasillo de la derecha. Al fondo estaba la habitación 60 , la última habitación. El director llamó a la puerta y recibieron un grito que les animaba a pasar. Dentro del cuarto había una chica y dos camas.

-"Genial -pensó Scarlet-. Habitación compartida".

-Scarlet, ella es Sophia, tu compañera de habitación.

Scarlet sonrió y su compañera la devolvió la sonrisa. Era guapísima.

-La dejo en tus manos, Sophia.

El director se marchó de allí y la dejó a solas con la chica, que estaba doblando ropa sobre la cama. Scarlet dejó la maleta sobre la suya y empezó a sacar prendas, para después guardarlas en el armario.

-¿Ya tienes el uniforme? -dijo en un momento Sophia.

-No... -murmuró Scarlet.

-Toma -Sophia le tendió un uniforme perfectamente doblado-. Me han dicho que te le de, pero pensé que, quizá, ya le tenías.

El uniforme consistía en una falda de tablas azul y verde, una camisa blanca y unos calcetines largos blancos, finos.

-En invierno nos dan una americana a juego, para que no pasemos frío -Sophia sonrió, pero Scarlet no le devolvió la sonrisa. Cogió el uniforme y le dejó sobre la cama. Guardó lo que le quedaba en la maleta en el armario y después la ocultó debajo de su cama. Pensaba irse a cambiar al cuarto de baño cuando de repente vio a Sophia desnudarse en sus narices

-¿Pero qué haces? -exclamó Scarlet, sorprendida.

-Cambiarme.

-Eso ya lo veo. Me refiero... ¿no te da vergüenza cambiarte delante de mí?

-¿Vergüenza? Créeme, después de cuatro años duchándome después de Educación Física en las duchas comunes, ya nada me da vergüenza.

Scarlet tembló al saber que después de la clase de Educación Física tendría que ducharse delante de todo el mundo. Era extremadamente vergonzosa para ese tipo de cosas y no le gustaba desnudarse delante de nadie; incluso lo pasaba fatal cuando se desnudaba yendo al médico, sabiendo que tenía que hacerlo.

Siguió apretando el uniforme contra su pecho, pensando en que tendría que superar su vergüenza algún día. Hoy era un buen momento para empezar. Pero no. No quería. ¡Ni siquiera la conocía!

No pudo evitar pasar sus ojos ante la maravilla de cuerpo de Sophia. Tenía unas curvas marcadas, pero no exageradas. Sus caderas estaban proporcionadas con la cintura. Tenía las piernas largas y delgadas, aunque no demasiado. Tenía buenos pechos, ni demasiado grandes ni demasiado pequeños. Su pelo estaba teñido de rojo y cortado en una melena que le llegaba por la mitad del cuello. Sus ojos eran verdes, con pequeñas motas marrones. Scarlet se sorprendió deseando a Sophia.

-"Bueno -pensó-. Un desliz lo tiene cualquiera. Al fin y al cabo, las mujeres nos fijamos en otras mujeres para poder criticarlas o envidiarlas."

Al contrario que Sophia, Scarlet tenía unos pechos más bien pequeños. Sus ojos eran marrones, nada del otro mundo. Y su pelo negro, largo y ondulado no llamaba la atención. No era demasiado alta y, aunque tenía un buen cuerpo, los hombres no solían fijarse en ella.

Las manos de Sophia la sorprendieron mientras estaba absorta en sus pensamientos.

-¡Vamos, a qué esperas!

Sophia empezó a intentar desvestir a Scarlet, pero ella no la dejó.

-¡Déjame!

-¡Venga, no tengas vergüenza!

Las manos frías de Sophia se metieron por dentro de la camiseta de su compañera de habitación, rozando su piel. Scarlet forcejeaba, no quería que Sophia la desnudara. El uniforme se le cayó de las manos al suelo y la pelirroja consiguió derribarla sobre la cama. Scarlet siguió luchando para que Sophia no la desnudara, pero la pelirroja se salió con la suya y consiguió, por fin, quitarla la camiseta.

Se sentó a horcajadas sobre sus caderas, inclinándose hacia delante mientras sujetaba con fuerza las muñecas de Scarlet.

-Eres muy guapa... -susurró.

Sophia se acercó lentamente a ella y cuando estaba a diez centímetros de su boca, alguien llamó a la puerta.

-¡Sophi, vamos, tenemos que ir al examen!

Sophia se levantó de las caderas de Scarlet. La chica, todavía sonrojada, se puso la camisa y la falda. Ella también tenía que ir al examen que le permitiría pasar de curso. Cuando se estaba poniendo los zapatos, alzó la vista y contempló a Sophia de nuevo y pudo ver, con asombro, que la falda que llevaba era demasiado corta y la camisa estaba demasiado desabotonada. No le dio mayor importancia.

-¿Lista?

-Si -Scarlet se levantó y Sophia la miró de arriba abajo.

-Ah, no, tú así no sales.

Quitó un botón, dejando ver el canalillo de Scarlet. Sonrió.

-Mucho mejor.

Abrió la puerta y Scarlet se encontró con una chica de su edad, de color y con el mismo uniforme. También tenía un cuerpo de infarto, quizá con menos pecho que Sophia. Su pelo negro caía en finas trenzas sobre sus hombros y sus ojos negros destilaban sinceridad. Scarlet no pudo evitar dirigir su mirada hacia su escote.

-Scarlet, ella es Beverly, pero nosotras la llamamos Bee.

Bee saludó con la mano mientras sonreía. Después, las tres se dirigieron hacia una de las clases del piso inferior, donde se haría el examen de acceso a Bachillerato para las alumnas que no habían aprobado los exámenes finales del curso anterior.

En el camino hacia la clase, Scarlet pudo comprobar que todas y cada una de las alumnas llevaban el uniforme de la misma manera: una falda demasiado corta y una camisa demasiado desabrochada. ¿Por qué? No lo sabía.

El examen no fue difícil. Ahora sólo tenía que esperar a los resultados, así que decidió no preocuparse demasiado por ellos hasta que se los dieran. Salió al jardín y se tumbó sobre la hierba, mientras el sol le acariciaba cada parte del cuerpo y le acariciaba cada uno de sus cansados músculos; después de un viaje largo en autobús, lo mejor es descansar.

-¿Qué, descansado después del examen? -oyó decir a Sophia. Abrió los ojos y la vio tumbada a su lado, con los brazos y las piernas totalmente extendidas al sol.

-Si... -volvió a cerrar los ojos y a procurar no preocuparse por la presencia de Sophia.

-Lo siento por lo de antes -dijo la chica-. Pero es que me pareces demasiado guapa como para dejarte marchar... Además, con esa pinta de inocentona me pones muchísimo.

Scarlet abrió los ojos de nuevo.

-¿¡De qué vas, tía!?

-¿No está suficientemente claro?

-¡Hola chicas! -gritó Bee, desde el otro lado del jardín. Venía corriendo y sus grandes pechos botaban a cada paso que daba. Scarlet sintió un calor subirle por el cuerpo que nunca había experimentado al ver a una mujer. ¿Qué estaba pasando?-. María dice que vayamos a su habitación si hemos terminado el examen ya.

En contra de su vergüenza, Scarlet preguntó:

-¿Quién es María?

-Es la listilla del grupo. Es sudamericana y especialmente guapa. Ya lo verás.

Scarlet estaba preocupada. Estaba empezando a sentir cosas que no sentía por ninguna otra chica y las dos chicas que acababa de conocer parecían estar más interesadas en las mujeres que otra cosa. Además... ¿estaban todas las alumnas obsesionadas con calentarse unas a otras o a los profesores? Cada vez estaba más "asustada".

Subieron al piso de las habitaciones y entraron en la habitación diecinueve, la de Bee y María, al otro lado del pasillo. Cuando entraron, Scarlet se quedó petrificada. Se había imaginado que María sería guapa, pero no más que Sophia. Pues bien, se había equivocado. María tenía algo... algo que la hacía ser muchísimo más guapa que la pelirroja. Era de un rubio intenso, con unos ojos verdes, también intensos. El cuerpo era el mismo que el de Sophia, quizá también con menos pecho. Tenía la piel tostada por el sol. Parecía de lo más dulce.

-¿Qué quieres, María? -dijo Bee, sentándose en su propia cama.

-Nada, sólo quería veros. Estaba aburrida aquí sola -sonrió con dulzura. Tenía un inglés perfecto y una sonrisa realmente bonita.

Las cuatro chicas estuvieron hablando hasta que llamaron a comer. Durante el camino, María no hizo más que sonreír a Scarlet. Ella le devolvía las muecas, ya que no había otra cosa en el mundo que le gustara más que sonreír.

La comida y la tarde pasaron con facilidad. Estuvieron la mayor parte del tiempo tumbadas en el suelo del jardín haciendo bromas y riendo. Scarlet todavía no había superado su timidez para con los demás, pero tenía el ligero presentimiento de que con aquellas tres chicas conseguiría librarse de esa traba de una vez por todas. Cada vez hablaba más y, si ella sólo quería escuchar, las tres chicas no le presionaban para que hablase.

Pronto llegó la hora de la cena y, con ella, la hora de irse a la cama. Las cuatro chicas se reunieron en la habitación de María y Bee para charlar un rato antes de irse a dormir. Hubo un momento en el que Sophia dijo que estaba cansada, así que se iba a la cama. Bee la acompañó. Scarlet se quedó a solas con María. Se hizo el silencio entre las dos chicas, que estaban sentadas la una al lado de la otra. Pero María rompió el momento, creando otro nuevo. En un momento de despiste de Scarlet, aprovechó para juntar los labios a los de ella. La morena, en un principio, no se resistió. Incluso respondió al beso de María. Pero una vez cayó en lo que estaba haciendo, se separó bruscamente de la chica.

-Esto... esto... -se levantó de repente y la miró, colorada. Después se marchó corriendo de allí.

-"¿Pero qué es esto? -pensó, escandalizada-. ¿Acabo de llegar y una chica va y me morrea la primera noche? Esto no me puede estar pasando a mí..."

A mitad del pasillo, a la altura de las escaleras, aminoró el paso. Pensó que quizá Bee y Sophia estaban hablando de algo importante, porque la morena todavía no había vuelto a su habitación. Así que cuando llegó a la puerta de la sesenta, se quedó quieta, apoyada en la pared. Pensaba esperar hasta que Bee saliera, pero no oía ningún murmullo; al contrario, no oía nada.

Aguzó el oído y pudo distinguir un pequeño y monótono ruido, como si fuera una respiración forzada. Escuchó un poco más. ¡Si! Era un jadeo. ¿Un jadeo? No, no podía ser.

Entreabrió la puerta con cuidado, lo justo para ver la cama de Sophia. Cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad que reinaba en la habitación, pudo vislumbrar dos sombras. Una estaba sentada en el borde de la cama de Sophia y la otra estaba arrodillada en el suelo, justo enfrente de su entrepierna. Los jadeos empezaron a aumentar de intensidad y Scarlet cerró con cuidado la puerta y se sentó apoyada en la pared.

-No... esto no me puede estar pasando a mí... -murmuró.
Notas finales:

¿Os ha gustado? Espero que si...

Muchas gracias por leer y por vuestros futuros reviews jejeje


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