El patriarca dejo correr su orden casa a casa y metro a metro por el santuario: debían alistarse para dar la "bienvenida" a los traidores.
-Excepto Aries, Géminis y Libra todos los dorados han respondido convenientemente al requerimiento de aguardar la invasión-informó un soldado
-Así que Aries y libra no han acudido- musitó frotando su mentón
-No señor... ¿quiere que enviemos algún santo de plata por ellos?
-¿Un caballero de plata a traer un dorado? ¡Que estupidez piensas!... ese viejo no se moverá de allí aunque el mundo se abriera en dos - meditó recuperando la calma-... pero Aries... Mmmm supongo que tendré que ir personalmente por ese traidor- murmuró con malicia a la vez que esbozaba una perversa sonrisa por debajo de su máscara
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Secó el sudor de su rostro. Había trabajado todo el día con esmero en la reparación de destruidas armaduras y armas. Personalmente había moldeado y fundido una bella y filosa espada.
-Kiki, tomare un baño... tu ve a dormir tranquilo
-Si señor Mu, que descanse- se despidió alegre el niño saliendo a los brincos del taller de la torre de Jamir
En la transparente y tibia agua de la bañadera hundió su cuerpo lozano y níveo... inmaculado aparentemente, pero no. Se había sentido molesto todo el día, su refinada intuición no paraba de alertarlo con un mal presentimiento y le traía pensamientos y sentimientos que pensaba haber enterrado hacia mucho, mucho tiempo.
Cerró sus ojos verdes y sintió nuevamente que estaba caminando ese oscuro pasillo.
Recordó el frío húmedo bajo la planta de sus pequeños pies y su necesidad de un abrazo, del consuelo de un padre tras una horrible pesadilla. Él no tenía un padre, no, pero si un maestro amable y sabio que lo cuidaba y protegía como tal. Aunque cierto era que últimamente lo había notado un poco... diferente.
Despertó sobresaltado al sentir la pequeña presencia en su cama, al contacto de los pies fríos bajo la sabana. Afortunadamente la oscuridad de la imponente habitación tagisversaba a su favor las sombras, desteñía los rostros y escondía las facciones acusadoras. Sintió la cálida mano abrazarse a su pecho y un ligero bostezo antes de que la cama y el cuarto quedaran nuevamente en el más profundo de los silencios.
Un morboso escozor trepo por su espina y lo hizo recorrer con una ligera caricia el suave rostro de su falso pupilo. Sintió una fuerte punzada en su cabeza, lo sintió abrirse paso entre sus pensamientos... lo anuló con su determinación a la vez que descendía sus delgados labios a los del menor que abrió espantado los ojos ante la sorpresiva presión de la lengua del mayor sobre su boca. Perturbado pensó en huir pero las manos presionaron su espalda contra el colchón y lo retuvieron. Sintió la mano del que descubrió no era su maestro empezar a recorrer su vientre.
Instintivamente trato de aplicar la técnica que aun no dominaba, la tele trasportación, sin demasiado éxito ya que solo se movió unos metros hacía la salida del cuarto. Iba a abrir la pesada puerta cuando fue tomado con fuerza por el cuello y despedido contra uno de los muros. Luego todo fue oscuridad.
Mu abrió de pronto los ojos extrañados. En el cuarto de baño ya no se hallaba solo él y sus pensamientos. Unos ojos rojos de excitación y una burlona sonrisa lo observaban impasibles desde un rincón. Varias posibilidades y opciones surcaron su mente. Su odio y deseo de venganza, de cobrarle el daño, el ultraje, la herida vieja e imborrable que marco a fuego sobre su cuerpo reclamaban acción pero... pero si lo hería a él... también lo dañaría inevitablemente a... y no quería... al Saga que vivía en el fondo de ese negro corazón no quería dañarlo. Tragó saliva antes de incorporarse en la tina. Su blanquecino cuerpo desnudo y esbelto resplandecía como un diamante bajo el desvanecerte manto de gotas y humedad que dejo el agua sobre su cuerpo.
Con pasos lentos y sigilosos Saga se adelanto hacía él. Mordiéndose los labios atrajo la cintura del más joven hacía si y luego tomo el delicado mentón entre sus largos dedos. Contemplo analíticamente los verdes ojos que no se inmutaban ante su temeraria y maligna presencia. Desafiante forzó los labios a un beso y franqueo sin problemas el camino entre los dientes de Mu. Rozo provocativamente el paladar antes de enredarse con la fría lengua que se negaba a corresponder a sus incitantes movimientos. Molesto presiono sus manos en los glúteos y lo alzo en sus brazos. Indiferente lo dejo caer sobre la cama. La luz lunar entraba como un manantial a la fría habitación. Con un escalofrío Mu observo al mayor dejar caer su tunica, observo como el viento que se filtraba por una de las ventanas se enredaba con la grisácea cabellera.
El viento.
Cuando recobró el conocimiento se hallaba a medio vestir en brazos de un joven peliazul que conocía. Un joven en el que confiaba. Un caballero al que no pudo evitar admirar desde que llegó al santuario. Saga siempre había sido amable con él y más de una vez lo había instruido en ausencia de su maestro, con lágrimas de dolor por las heridas que tenia en su cuerpo se apretó contra el cuerpo del mayor. Despertó al ser zarandeado con fuerza en las afueras del santuario.
-Sa...Saga
-Shhh no me nombres... debes irte ahora
-Pero...
-Quiero que te vayas de aquí y nunca vuelvas... aquí no hay barreras... podrás transportarte sin... problema- el mayor se presiono con fuerza la sien que parecía dolerle
-Pero...
-¡Que te vayas!- grito a la vez que giraba de un puñetazo el rostro del menor por cuya comisura empezó a brotar sangre
Temeroso el pequeño retrocedió. Lo último que pudo observar antes de desvanecer en la bruma fue como los verdes y profundos ojos que siempre había admirado se teñían del color de la sangre.
-Saga...- gimió de pronto mientras sentía como el mayor erguía con sus besos su miembro- Saga...- gimió de nuevo logrando que el mayor se pusiera de piedra
-No lo nombres- lo increpó con rabia presionando el cuello del más joven
-Por... por.... favor...Sa...ga- pronunció casi en un suspiro a la vez que acariciaba el rostro del mayor que se compungió y tembló a la vez que dejaba de apretar- no dejes que te gane- dijo en un tenue murmullo a la vez que limpiaba las lágrimas del mayor con pequeños besos
Poco a poco los espasmos de Saga fueron cediendo. Un cálido beso se gesto entre sus labios. La diamantina luna ilumino las hebras cada vez más azuladas del mayor que no paraban de enredarse rítmicamente con las lilas. Sus cuerpos cedieron, sus almas cedieron, sus corazones cedieron ante el deseo... ante el amor.
El sol penetró suavemente en la habitación de Jamir. Una mancha de sangre yacía resplandeciente junto a la cama. Finalmente tras trece años tenía la certeza de que era lo que realmente había ocurrido esa noche. Finalmente sabía que ese día la mente de Saga fue más fuerte que su oscuro deseo, que lo venció, que esa noche lo salvo de su lado más cruel.
Quizás todavía había esperanza pensó a la vez que se abrazaba a su almohada. El corazón de Saga aun latía bajo ese frío corazón. Cerró los ojos invocando el sabor de los dulces besos de la noche. Se incorporo. Se alisto para partir.
-¿Al santuario maestro? ¿Enfrentaremos a Seiya?- inquirió Kiki preocupado
-No... Solo veremos... solo veremos como salen las cosas... si aun hay esperanza...-murmuró casi para si a la vez que colgaba la caja de Pandora de su armadura en su hombro