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Irrealidad por Kyssa

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Notas del fanfic:

Instrucciones:
1.- Claramente ya hizo click en esta historia! xP
2.- Lea, en serio... Con confianza! xB
3.- ¡¡Comente!!... Con seguridad, no sea tímida/o x)
4.- ¿Sabe volver? xD

•Cortesía de mi amante XD

Notas del capitulo:

¡Hola! x) Lo que no quede del todo claro, queda a criterio del lector, sólo por si las dudas xD.  Primer GaaLee que logro terminar ¡qué emoción! Tengo que hacer más xD. El lemon es suave, desde mi punto de vista, pero evité poner ciertas palabras, y además hay algo de OoC u_u. En fin, cualquier error que noten me avisan x) ¡Besos!

 

*PoV´s Lee.

 

 

Disclaimer: Los personajes de Naruto, no me pertenecen.

Ahora, después de todos los años que habían transcurrido, volvía a preguntarme innecesariamente cómo habíamos llegado a lastimarnos de aquel modo, cómo habíamos pretendido odiarnos y engañarnos en vano, diciendo tantas mentiras hirientes y denigrantes, rompiendo tantas promesas, pero como siempre, nadie me escuchaba y mis palabras se difuminaban en el aire de la noche.

 

El cielo bañado en un tono rojizo parecía arder, iluminado por las luces artificiales de una gran ciudad. El calor se elevaba desde cada acera y la humedad flotaba en el ambiente, volviendo sofocante la escasa brisa que corría.

Un suspiro audible se escapó de entre mis labios. Esa madrugada era igual a las otras. El silencio, la calma y las penumbras reinantes en el cuarto casi llegaban a reconfortarme, a sosegar mi espíritu y mis pensamientos.
 

—Lee...

 

Podía escucharle de cuenta nueva, susurrando tenuemente contra mi oído, con aquella voz sugerente y pausada, como si estuviera cerca, a mi alcance y tan sólo a un fugaz toque.

 

Y la irrealidad me invitaba sutilmente a abandonarme y a dejarme llevar por un espejismo seductor, dueño de una belleza antinatural.

 

Me quedé contemplándole fascinado. Era la causa de mis delirios, el objeto de mi desvelo y la materialización de mis deseos más oscuros e impúdicos; e irremediablemente me perdía en el abismo de su mirada y en la perfección de cada uno de sus rasgos. Y aunque comprendía bien que todo resultaba ser un engaño de mi aturdida mente y de mi atormentado corazón, lo aceptaba ansioso, cediendo invariablemente ante mis propios instintos reprimidos.

 

¡Dios, se veía exactamente igual a él!

 

La expresión indescifrable de su rostro, los cabellos rojos como el fuego cayendo desordenadamente sobre la frente y a ambos lados de su cara; los ojos turquesa, profundos e enigmáticos, delineados y contrastados por ojeras oscuras. La exquisitez de sus movimientos, de sus imaginarios labios entreabiertos inspirando suavemente, su pecho bajando y subiendo acompasadamente, la ropa deslizándose por aquel cuerpo perfecto y enloquecedor.
 

—Lee...

 

—¿Qué sucede, Gaara-kun?

 

El ambiente a mi derredor pareció tornarse más vacío e insoportable al no recibir respuesta.

 

—¡Contesta!— imploré al aire con desesperación.
 

—Mátame.

 

—No... sabes que no puedo.

 

Pero la culpabilidad de los actos, continuaba resonando y pesando sobre mi consciencia a través del tiempo y aún percibía, como si fuese ayer y como si todo se hubiese detenido repentinamente, la candencia de sus besos, la suavidad de su piel y el sabor adictivo y sublime de su sangre.

 

Sí, esa sangre que se había desbordado de una herida autoinfligida en un juego demasiado peligroso, donde la tentación había vencido y los límites de lo permitido se habían diluido y mezclado junto a una sed que nublaba por completo la razón. Entonces, y recién en ese momento, cuando ya no podía hacer nada más, había entendido finalmente que nuestras naturalezas eran distintas y opuestas, incompatibles la una con la otra, a pesar de lo que sentíamos.

 

—¿Por qué me amas?
 

—¿Cómo no hacerlo?— respondió en un tono frío y vago.

 

Sonreí levemente, entrecerrando los parpados con lentitud y extendiendo la mano en su dirección.

 

—Soy tu perdición.
 

—Sí... lo eres.

 

El silencio se cernió otra vez en la habitación, mientras mis músculos y huesos se estiraban a lo largo de la cama.

 

Unos dedos fríos acariciaron la piel expuesta de mi espalda, haciéndome dar cuenta de que su recuerdo aún persistía como una sombra perpetua e imborrable. Y es que tal vez lo extrañaba demasiado, más de lo que debía realmente, y tal vez, jamás podría dejarlo ir porque cada rincón y cada cosa de aquel lugar parecían estar impregnados de su esencia y me rememoraba a él con una claridad pasmosa.

 

—¿Por qué lo hiciste?— pronunció en mi oído.

 

—Gaara... yo...
 

—No hables.

 

Permanecí callado y me atreví a mirarlo con algo de renuencia, temiendo que la perfecta visión se desvaneciera. Pero en cambio, contuve el aliento al notar el modo ido en que sus labios susurraban mi nombre, al mismo tiempo que los ojos turquesas me observaban largamente y las pupilas se desvelaban bajo un deseo irrefrenable que me estremecía hasta lo más recóndito de mi ser. Y ante la excitante y enmudecida presencia, el calor se incrementaba y se expandía por mis venas, despertando un instinto devorador que era incapaz de controlar.

 

La exaltación de las pasiones y la voluptuosidad de mi alma quedaban al descubierto, rezumadas y desplegadas en un solo anhelo, prorrumpidas a mitad de la noche con una desnudez exquisita.

 

Entonces, lo estreché contra mi pecho, temblando al contacto de ambas pieles, sin alcanzar a comprender la razón.
 

—Sonríe— dijo, casi ordenándomelo—. Quiero verte sonreír como siempre... entrégame una sonrisa verdadera.

 

—Desearía poder hacerlo, pero desearía aún más llegar a odiarte.
 

—Yo también.

 

Los labios helados besaron lentamente mi hombro para continuar hasta el cuello y morderlo sensualmente. Eché la cabeza hacia atrás, dejándome llevar por la placentera sensación y permitiendo que los profundos suspiros abandonaran libremente mi garganta.

 

Se sentía tan...

 

...increíblemente real.

 

¿Y qué más podía pedir? Sino otra noche a su lado, otro eterno instante juntos, donde todos los pecados fueran absueltos al fin y la culpabilidad fuera acallada con cada uno de sus besos y con cada caricia entregada. Sólo así podría tocarle, sentirle y amarlo plenamente.

 

—Cometemos el mismo error una y otra vez— susurré en lo bajo, aferrándome con fuerza a su espalda.

 

Pero como respuesta no recibí más que una mirada silenciosa y un tenue roce que comenzaba a deslizarse a través de mi cuerpo, provocando que mi piel se erizara entera. Entonces, aquellos labios suaves y provocativos se posaron, moviéndose sobre los míos lenta y tortuosamente, introduciendo su lengua, recorriendo hasta el rincón más ínfimo de mi boca y embriagándome con ese sabor que me llevaba al borde del abismo y del descontrol.

 

Mis dedos se hundieron en los cabellos rojizos, atrayéndolo y profundizando aún más el beso, entrelazando nuestras lenguas y ahogando aquellos leves gemidos, mientras mis manos se aventuraban a explorar más detenidamente ese cuerpo que me resultaba el peor de todos los tormentos.

 

¡Ah!, y era el delirio y la pasión tomando control sobre los últimos vestigios de mi cordura, porque nada más importaba, ni tenía significancia en aquel momento, porque lo deseaba y lo amaba con una locura y una desesperación que alcanzaban los límites de lo impensable.

 

Cuánto había aguardado y ansiado tenerlo entre mis brazos, pertenecerle una vez más, cuántas veces le había necesitado y había llorado durante las largas noches su dolorosa ausencia hasta desgarrarme el alma y ahora, me creía a punto de enloquecer, de no soportar otro segundo ese suplicio al que mi consciencia y la perfecta visión me sometían. 

 

—Gaara... —solté en un jadeo al sentir su húmeda lengua delineando uno de mis pezones.

 

No pienses.

 

Y fue justo en ese preciso instante cuando lo vi acomodarse entre mis piernas y mi mente pareció colapsar, cuando la irrealidad se desfiguró hasta convertirse en parte de una verdad, en una de las realidades más tangibles y veraces que jamás pudieron existir; y cada sensación abarcó cada pensamiento y pensar siquiera se volvió algo totalmente imposible e innecesario. Entonces se movió en mí y esta vez, lo sentí más intenso, más fuerte, arrancándome el aliento y un agudo gemido.

 

Era el éxtasis y el placer palpitando en mi carne, en una nueva embestida, en otro movimiento erótico de caderas, adentrándose y llegando hasta lo más profundo de mi ser. Era el modo también en que sus ojos turquesas se clavaban sobre los míos y me atravesaban, la manera en la que el sudor descendía y perlaba su cuerpo, el calor en el que nos consumíamos.

 

De cuenta nueva, una estocada me estremeció y sus manos se incrustaron con firmeza en mis caderas. El sensual vaivén se incrementó y me perdí en un mar de lujuria y placer desmesurado que creí que no volvería a experimentar.

 

Los excitantes gruñidos brotaron de sus enrojecidos labios e inundaron la estancia, siendo ecos de mis propios gemidos.

 

Y el desenfreno y el éxtasis se acrecentaron, y de repente, no hubo nada ni nadie más, ni pasado ni futuro, sólo él y yo, sintiéndonos mutuamente, entregándonos y amándonos hasta el fin de los tiempos.

 

Mis dedos se crisparon y se aferraron a las sábanas ante la potencia y la velocidad cada vez mayor de las embestidas. Escasamente podía respirar, escasamente tenía control sobre mí cuando me hallaba a su merced y me había visto reducido a tan sólo un manojo de sensaciones deliciosas y abrumadoras que recorrían mi cuerpo por completo.

 

¡Y entonces enloquecí de agonía!

 

Sí, una agonía sublime al sentirle dentro, presionando en lo más hondo, justo en aquel punto donde el placer se intensificaba exquisitamente y me hacía perder la noción del tiempo y de todo cuanto me rodeaba.

 

Pero todavía necesitaba un poco más, y me percaté de las lágrimas que se deslizaban por mis mejillas y me encontré suplicándole por más, rogándole desesperadamente que no se detuviera, porque deseaba fundirme en él, en su alma y en su corazón, sentir sus brazos rodeándome y que todo regresara a ser como una vez lo había sido.

 

Y casi llegaba al límite.

 

Podía sentirlo tan cerca.

 

Ante una estocada certera mis ojos se cerraron con fuerza, ante otra excitante estocada mis labios profirieron y saborearon su nombre con lujuria, y ante un nuevo movimiento profundo y frenético el infinito placer se sobrevino, nublando todo a mi alrededor durante segundos extáticos, al mismo tiempo que me corría en mi vientre y sentía la esencia de Gaara derramándose en mi interior.

 

Entonces, mientras buscaba calmar mi agitada respiración, mi mirada se enfocó completamente en él, y sus ojos, de improvisto, vacíos y líquidos revelaron lo que tanto había temido. Porque aunque mi cuerpo se negaba a abandonar el último vestigio de su calor, el débil rayo de sol que traspasaba los cristales de la ventana anunciaba la llegada de un nuevo mañana, y cada amanecer era el ocaso de mi delirio, en el cual la ilusión se desvanecía hasta volverse sólo un deseo insano y una obsesión que me mantenía atado al pasado.

 

Cuán patético era añorando y trayendo de regreso de las sombras de mi mente a un fantasma que me atormentaba incansablemente día tras día, siempre estando presente, siempre burlándose y jugando cruelmente con mis sentimientos.

 

Pero aun así, aguardaba impacientemente que la noche llegara y me envolviera en su manto de penumbras, sólo para creer y revivir aquella mentira con la que adoraba engañarme en las madrugadas solitarias bajo los efectos del alcohol.

 

Y es que sólo deseaba caer en sus brazos y amarle como antes.

 

—Cometemos el mismo error una y otra vez— susurré en lo bajo, indefectiblemente.

Notas finales:

Gracias por leer x)

¡Saludos!


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