Tu cuerpo tendido sobre la cama, dormías incluso contra tu voluntad. Era demasiado el cansancio mental, quizás tu corazón buscaba más que consuelo, amor. Con aquel pensamiento en mi mente no pude controlarme. Arrodillado, frente a un rostro asexuado, completamente hermoso. Ya no entendía cuando fue que este amor fraternal se transformó en algo completamente desquiciado –Enamorado de mi mejor amigo- la primera vez que lo pensé, no sonó tan mal, reí ante la idea, pero la confusión, el pánico que se comenzó a avecinar cada vez que te tenía cerca… lloré ante tales emociones. –Tan cerca… pero nunca como en este instante- pensé.
Mis temblorosos dedos entraron en contacto con tu suave rostro. Inconscientemente, te estaba acariciando. Y con ese roce –Aquel simple roce- caí en un abismo tan profundo como el azul del mar –El azul de tus ojos-.
Qué hacer, qué pensar, qué decidir, sobre todo qué decidir. Era como tirar tarros de pintura en un lienzo completamente blanco, lleno de tu pureza, pintándote de mis sentimientos, podría hacerlo, lentamente, acariciarte, imperceptiblemente, besarte. Quizás no te darías cuenta, tal vez si. Y en realidad podría haber hecho tantas cosas, podría no haberlas hecho… En aquel momento, tu respiración tan cerca, oscuridad en mis ojos, lujuria, dolor y miedo –Mucho miedo-
La cama crujió en el momento en que mis manos y rodillas estuvieron a un costado de tus hombros y caderas, mi cuerpo se estremecía. Me acerque más a tu rostro, respirábamos el mismo aire, creí sentir tu miedo –Incluso antes de que abrieras los ojos- sentí mi excitación –Incluso antes de cerrar los míos-. No pude calcular, me acerqué demasiado y saboreé tus labios.
Tus parpados se abrieron de golpe, dentro de ellos un mar enloquecido, la culpa me clavo el pecho, pero no iba a detenerme.
¿Es acaso esto posible?. Eran demasiado suaves, demasiado dulces, demasiado irreales, pero yo los había besado, aquellos labios… Mi corazón daba vuelcos, mi mente hacía corto circuito y yo… yo actuaba por instinto.
Pero…
El miedo en tus ojos me traspaso, dude… pero no me detuve.
La dosis de somníferos que habías tomado era bastante elevada y no te detuve, ¿por qué habría yo de detenerme ahora?.
Intentaste susurrar algo “¿Qué está pasando?”, “¿Qué haces?”. Continué besándote, primero tierna luego salvajemente. Mordí tus labios hasta lograr que los separaras y mi lengua exploró tu cavidad, me preguntaba cómo se sentiría explorar las otras. Me sentí en la locura absoluta.
Intentabas separarte de mi con fuerzas mediocres, capturé tus debilitadas muñecas, creí hacerte daño, en realidad no sabia si provenía del dolor o el miedo, y en realidad no sabia nada, tus gemidos me excitaban cada vez más. Simplemente abandoné mi sentido común, era una bestia en cuerpo de hombre.
Me separé de tus labios, un hilo de saliva y sangre cayó deslizándose por tu mentón y cuello, comencé a besar este ultimo dejando marcas, chupones, mordiscos, cada vez más intensos y colorados. Con la fuerza casi nula que tu cansancio nata, los somníferos y mi fuerza te permitían tener, susurrabas, “Por favor, detente”, querías que parara, pero no pude escucharte, no quise, además, en mi estado, me pareció más una súplica para que continuase. Tú sólo seguías llorando, decías tener miedo, querer que me detuviera.
Mis manos se perdieron bajo tu camisa, la desgarre con mis manos, ya no necesitaba evitar que escaparas, te encontrabas demasiado débil, frágil, y tus vanos movimientos me excitaban. Besé tu torso desnudo, me entretuve con tus pezones, mordiéndolos, lamiéndolos. Metí una mano bajo el buzo que llevabas y acaricie tu trasero sobre tu ropa interior, lo apretaba mientras gemías por el miedo llorabas, llorabas demasiado –Aquel océano iba a desbordarse-. Al intentar moverte tu rodilla rozo mi entrepierna, fue tan leve pero inmensamente erótico para mi. Me desespere tome tus caderas con ambas manos y comencé a embestirte bruscamente sobre la ropa, creo que golpeaba la cama contra la pared, pero no me importaba, ya no podía más. Nuestros miembros se rozaban sobre las prendas. Detuve el movimiento, me deshice de tu pantalón, del mío y de tus bóxers, tomé tu hombría y me lo introduje en la boca, sabía como siempre lo había soñado, caí en cuenta que en mi subconsciente se encontraban miles de fantasías ocultas respecto a tu persona, mi mente estaba llena de sombras y erotismo sin darme cuenta, fue perturbador, pero ya daba igual. Acariciaba tus testículos y te mordía, un agudo grito se escapó de tus labios despertándome de mi ensoñación, te miré y acaricié tu cabello. Me saque el bóxer, tú mirabas con desconcierto, te sonreí y metí mi excitación dentro de tu boca, “Hazlo”, dije y me sorprendí tanto cuando sentí tu débil lengua lamerme, tus labios chupando y succionando, hasta que me mordiste delicadamente, comprendí que era un desprecio, en tu mirada había odio. Me excité aun más, te volteé bruscamente, tomé tus muñecas sobre tu cabeza con tanta fuerza que gritaste. Comencé a lamer tu entrada; tan delicioso, tan caliente, e incluso mojado. Metí un dedo, luego dos e introduje mi miembro sin aviso. Gemiste de dolor y de… placer, pude sentirlo y me odiaste aún más por eso. Empecé a embestirte salvajemente, lo metía y sacaba una y otra vez, cada vez más profundamente. Embestía mis dedos contra tu boca, con mi otra mano te masturbaba, lamía tu espalda, quería embarcarte por completo. Me sentía desquiciado, demasiado llanto, dolor y lujuria. Te corriste en mi mano y tomé tus caderas enterrando mis uñas, realmente te lastimaba, pero gemías con tanta pasión. Empujé mucho más fuerte, con tu cuerpo tendido en la cama; una muñeca, yo ya llegaba al climax y me corrí dentro de ti, te volteé, te besé tiernamente, acaricié tu cabello y nuestros miembros se rozaron por última vez, caí en el sueño.
Una briza me despertó, seguramente la ventana estaba abierta. Miré a mi alrededor y de golpe se vino cada recuerdo, pero algo extraño había…
-Aléjate niño estúpido, si quieres dormir hazlo pero quita tus piernas de encima- Me miraste y sonreíste, me empujaste, te sentaste en el borde de la cama –Me prestaré tu baño- Y sin esperar respuesta saliste de la habitación. Eras tan estresantemente inocente, redeado de esa tranquilidad curiosa de la cual eras dueño.
Me desconcerté y comencé a llorar, estábamos con ropa, tu no me odiabas, y yo en realidad no había saciado ningún deseo carnal. Un sueño, un destructor sueño, ¿pesadilla?, pesadilla para él. Espero a que regreses del baño y no sé como reaccionar, mis manos tiemblan, mis ojos se nublan de lágrimas. Cómo era posible haber hecho algo tan despiadado a la persona que amo… No lo hice –No, en realidad no lo efectué- pero el simple hecho de haberlo soñado, haberlo disfrutado, y haberte ensuciado tan horriblemente –en mis sueños- era desgarrador, cubrí mi rostro, todo me daba vueltas, la amargura comenzó a devorarme, tan rápido, mis lagrimas eran fuego, mi corazón latía de ira, desde este momento tendré miedo de mi mismo. Este amor jamás podrá ser más que un sueño,-Una pesadilla- porque… es demasiado enfermo, demasiado destructor, no quiero hacerte daño, este amor podría destruirte… porque tú no me amarás… No, no podría verte sufrir de esa manera.
En el baño
-Estuvo tan cerca, estaba tan cerca de mi, a escasos centímetros. No puedo creer que… lo besé- Lágrimas caían lentamente de aquellos ojos azules. –Si hubieses abierto tus ojos sólo un poco antes… ¿Me odiarías?- aquel cuerpo débil apoyado en la puerta cayó.
- Todo fue parte de un sueño, sí, soñé que te besé, es mejor pensarlo así, tú nunca podrás saberlo ¿verdad? No, simplemente, no debo… amarte…-
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