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El coleccionista de almas por Cassiel

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Notas del fanfic:

Para la Inés del alma mía... y para Baby fuck you, que sugirio una segunda parte para mi primera historia, el coleccionista de historias, Aquí la tienes, aunque en realidad se trata de algo que sucedio antes...
Espero que les guste. Si les gusta comenten... Para entenderlo mejor, por lo menos la parte final, recomiendo leer también la otra historia, el coleccionista de historias.

Notas del capitulo: el titulo no es muy imaginativo y original la verdad, pero creo que es el adecuado. espero que disfruten de la historia de Cassiel.
1
Como una sombra que recorría aquella ciudad maldita, Cassiel camino por las calles laberínticas que conformaban la zona comercial. Una larga capa negra ocultaba su rostro, siempre al acecho a pesar de la perenne sonrisa que lo adornaba. Su mente permanecía alerta a cualquier movimiento sospechoso mientras sus pies lo guiaban a su destino: una callejuela sembrada de edificios antiguos y semiderruidos, que crujían ante el mas mínimo atisbo de viento o se inclinaban hacia los lados en busca de soporte, como si les resultase insoportable la tarea de mantenerse en pie por sus propios medios.
Volvía la cabeza en cada esquina para asegurarse de que no lo seguían. Sabía que alguien estaba buscándolo. Se sentía un poco paranoico por los acontecimientos de los últimos días. En esos momentos, incluso su propia sombra le habría parecido un enemigo al que debía abatir.
Aquel pensamiento se le antojo ridículo. Eran los demás quienes debían temerle.

Pronto estuvo frente a las puertas de una antigua librería, cuyos escaparates estaban llenos con centenares de volúmenes milenarios y bizarros, colocados sobre una manta de terciopelo morado y acompañados por pétalos de rosas, arrancados como si una mente envilecida y furiosa se hubiera dedicado a golpear las flores contra las paredes. Sobre la puerta, un ostentoso letrero negro satinado con letras doradas rezaba: librería Tausiet.
Cassiel lo contemplo convencido, ante la evidencia, de que los gustos decorativos de Monsieur Tausiet no había cambiado ni un ápice.

La campanilla de la puerta anuncio alegremente su presencia. Sin embargo el mostrador estaba vacío, lo que aprovecho para incursionar escaleras arriba. La segunda planta del decrepito edificio permanecía como auguraba su memoria, a excepción de un fajo de papeles dispuestos sobre un amplio escritorio, que estaban envueltos por una cinta escarlata y llevaban impreso un curioso dibujo. En el margen superior de cada hoja se podía observar aquel dibujo, que consistía en dos letras en mayúscula entrelazadas, la C y la M, rodeadas de un montón de florituras.
Cassiel suspiro.
Su tranquila contemplación del dibujo fue interrumpida por el movimiento de una figura que emergió de las sombras. Creyendo en una inminente amenaza, giro y se lanzo contra ella. Ambos cayeron contra la pared. Le pareció escuchar como crujían unos huesos y un débil alarido de dolor escapaba indeciso de una boca.
La noche ya casi había caído, y aunque aún había algo de claridad ésta no resultaba ser útil para distinguir un rostro en medio de la penumbra que se aproxima silenciosa y lenta, pero inexorable.
-Maestro Cassiel suélteme, por favor-Rogó una voz conocida.
Se aparto de inmediato para liberar al chico y lo ayudo a llegar hasta una silla que reposaba junto a una vieja mesa.
-Deberías tener mas cuidado, hubiera podido matarte.

Lian asintió en silencio. Su cabeza palpitaba de forma dolorosa debido al fuerte golpe. Desde la silla observo al recién llegado ¿Hacia cuantos años que no pisaba ese lugar? ¿dos? ¿Cinco? ¿Cien? Para él el tiempo no era algo realmente importante, mucho menos para Cassiel.
-A Monsieur Tausiet no le gustara saber que volviste-Sentenció el muchacho.
Cassiel lo contemplo con una sonrisa socarrona.
-Te sorprendería saber lo impredecible que es nuestro pequeño Tausiet.

Ambos intercambiaron miradas cómplices veladas por la oscuridad. En realidad Lian estaba muy contento de verlo de nuevo. Cassiel busco una silla y se sentó a su lado luego de haber encendido una pequeña vela. Iluminados por aquella precaria luz comenzó el relato de sus numerosas anécdotas. Lian se permitió escapar por aquellos preciados minutos de sus deberes y, sumergido en las fantásticas historias que narraba su amigo, gozar de una libertad que le había sido arrebatada desde el momento en que nació.
-¡Cuánto me gustaría ser como tú!-Proclamo de repente, lleno de fervor y con mágicas ideas revoloteando en su cabeza-Has visto y oído tantas cosas. Ojala yo no tuviera que servir a ese caprichoso mago ¡Un demonio al servicio de un mago! ¡Qué bajo hemos llegado! Tú si que tienes suerte de no estar atado a nadie.
Cassiel levanto una ceja de forma inquisitiva, como preguntando “¿Eso crees?”, luego la dejo caer y sonrió con algo de melancolía. Paseo su mirada por la estancia fijándose en cada detalle. Lian se removió incómodo en la silla, pero se mantuvo totalmente inmóvil cuando el frío azul que descansaba en los ojos de Cassiel se posó sobre él y lo escruto sin piedad.
-A veces me gustaría tener un lugar o una persona a la que atarme-Comento distraidamente, jugando con sus dedos sobre la superficie sucia de la mesa, sin mirar a Lian a la cara.
La amarga certeza de haber errado de la peor forma con su comentario invadió de súbito a Lian. Alarmado busco una forma de desviar la conversación a planos mas seguros, sin embargo la curiosidad recorría su ser como una araña de metal incandescente que inyectaba desmesuradas dosis de preguntas en su cuerpo.
-Pero...-Balbuceó. Cassiel lo miro directamente a los ojos. Lian tembló y se juro que algún día descubriría por qué le provocaba tanto terror y fascinación al mismo tiempo.

-¿Decías?-Alentó Cassiel al comprobar que Lian parecía aturdido.
De repente la voz aterciopelada de Cassiel se torno para él inquietante, daba la sensación de ocultar tras su suavidad algo torvo y maligno, agazapado en silencio esperando el momento de devorarlo. Con un hilo de voz continuo:
-¿No te gusta la libertad?-El semblante de Cassiel se ilumino como si durante el rato que llevaban juntos hubiera estado esperando que le hiciera esa pregunta y por fin, por casualidad, hubiera atinado a formularla.

-Siempre he sido libre-Proclamo después de un dilatado silencio, que para Lian fue perturbador y para él divertido.-Y hubo una época en que todos los demonios lo fueron.
-¿Acaso no eras siervo del abuelo de Monsieur Tausiet? ¿Acaso no somos todos los de nuestra especie siervos de algún mago?-Inquirió Lian, azorado ante tal descubrimiento. Su voz sonó como un agudo alarido, que se lanzó contra el silencio reinante y lo acuchillo hasta desangrarlo y convertirlo en ecos que golpeaban las paredes.

Cassiel lo miro con gravedad y con una sonrisa ladina escudando sus secretos.
-Querido Lian, entenderás que mi naturaleza demoníaca es diferente a la tuya, por lo tanto también mi posición-Declaro con sumo descaro. Lian se sintió profundamente humillado, pero no tenía argumento para protestar ante esa verdad incuestionable. Cassiel espero a que el joven demonio se recuperara y desistiera de sus elucubraciones.

-Lo cierto es que si estuve con el abuelo de Jean.-Dijo. Lian se extraño al oír el nombre de su amo, él nunca se había atrevido a pronunciarlo-Pero nunca he sido esclavo. El abuelo de Jean gustaba de fanfarronear y se dedico a difundir el rumor de que yo me había puesto a sus servicios. Tan solo hicimos un trato: yo era su protector y el mi amante, como lo serán por siempre todos los varones de cada generación que de su familia. Yo le otorgue poder y el a mí diversión.-Lian tenía los ojos desorbitados y el rostro desencajado-. Son todos míos; su sangre me pertenece, sus almas, sus cuerpos y a aquel a quien yo escoja sera el que herede todo el poder que le concedí al abuelo de Jean alguna vez. Y no miento cuando digo que antaño eramos libres.-Agrego con un fiero brillo en la mirada, dando a entender que no estaba dispuesto a que cuestionaran sus palabras.
Lian se encontraba embelesado por el movimiento de los sensuales labios del otro demonio, casi ni escuchaba sus palabras, y aunque lo hubiera hecho dudaba haberlas comprendido.

-Eso significa...
-No significa nada en especial-Atajo Cassiel.-No te preocupes por eso y si tanto anhelas la libertad, tomala. Nada te lo impide. Ni a ningún demonio. Tan solo sois demasiado cobardes para luchar contra los magos, aunque los podéis vencer fácilmente. Y todo por que esperabais que alguien mas lo hiciera. Yo fui tras lo que quería, los demás nunca me han interesado ¿Quieres oír una historia, Lian?

El joven demonio asintió desbordado por las palabras del otro ¿Por qué le contaba todos eso? ¿Por qué en ese instante? ¿Y por qué a él? ¿Quién era en realidad Cassiel?

-Hace muchos años, tantos que es difícil recordarlos, incluso para mi, los magos era a penas una raza incipiente, débil y anodina. Sin embargo nosotros, los demonios, teníamos tanto poder que nadie osaba desafiarnos. Tierras, dinero... todo lo que puedas imaginar, sumándole una larga vida y unos talentos notables. Por aquel entonces había un nuevo rey. …ste rey no anhelaba el trono, ni el poder, ni las riquezas, no le interesaba nada aparte de coleccionar almas. Un día se canso de que súbditos corrieran a todas horas tras él para que les solucionara todos sus problemas y decidió desaparecer. Después de eso hubo grandes guerras entre nosotros, debilitados buscamos apoyo en los magos, que tras largos siglos pasaron de ser nuestros aliados a nuestros amos-Cassiel guardo silencio y torció el gesto con desprecio- Y todo porque un día, un rey se marcho y sus siervos se sintieron incapaces de dirigir sus vidas sin su presencia.

Al terminar el relato Cassiel permaneció pensativo, mirando el techo de la habitación pero sin verlo en realidad. Lian había escuchado muchas veces esa historia, sin embargo su versión era diferente. En ella, el rey se había ido llevándose con él la fuente del poder de los demonios, los había abandonado y solo cuando él regresara el esplendor volvería a todos ellos.

-Me echan la culpa y a la vez reclaman mi vuelta-Dijo Cassiel-Pero jamás regresaré, cada quien que lleve su vida como pueda. No os dais cuenta de que ahora deberíais ser mas libres que antes. Ya no hay nadie que os gobierne.

Lian se quedo mudo. Siempre había sospechado que Cassiel no era demonio cualquiera, que poseía algo especial y misterioso que le hacia querer mirarlo siempre y cumplir todos sus caprichos, casi como si fuera una necesidad, a la vez que se sometía a él con la mas sumisa obediencia. Algo en su ser, algo muy profundo, escondido bajo mil capas, ubicado en un remoto lugar, en un lugar secreto protegido por un potente sello, algo que le pertenecía, que siempre había estado con él y que desconocía, palpitaba en su pecho al encontrar en Cassiel al soberano perdido. Quiso enfurecerse con él, exigirle respuestas y obtener una venganza por el sufrimiento de todos los suyos, pero la fidelidad inherente en su naturaleza hacia ese ser se lo impedía. Solo pudo sentirse profundamente triste.
-Su majestad-Dijo conteniendo el llanto y la emoción.
Cassiel lo miro con severidad y enojo. Intimidado guardo silencio.
El Demonio se relajo y miro al muchacho con lastima.
-Hace mucho tiempo que deje de serlo-Dijo sin pesar ni nostalgia, había satisfacción en su voz. Esto hizo sentir a Lian mas dolorido, como si le estuviese clavando un cuchillo y lo dejase agonizar lentamente.

-Majestad, ¿Por qué me contó eso, si era su secreto?-Cassiel arrugo la nariz ante el titulo con que lo había llamado.
-Para que sepas que nadie va a venir a rescatarte-Dijo. Luego se giro hacia la ventana.
-Creó que Jean ha llegado por fin-Anuncio muy animado. Lian lloraba en silencio. El Demonio se acerco a él y le beso dulcemente los labios y sin que el muchacho lo notara puso algo en el bolsillo de su ajada camisa.
-Me amas, al igual que todos los que una vez fueron mis siervos ¿Acaso no te alegras de mi felicidad? ¿Me pedirías que hiciera algo que no deseo? ¿Me rogarías que volviera a ser rey cuando eso me llena de amargura?

Lian pensó que si sus ojos hubieran reflejado aquella felicidad que decía tener, hubiera dejado de sentirse triste y se habría inmolado para protegerla de ser necesario, pero en ellos solo había cansancio y melancolía. Quizás Cassiel estuviera tan perdido con él.

2
El tiempo se precipitaba a alcanzar las diez de la noche cuando Monsieur Tauseit arribo a su hogar. Descendió con agilidad del carruaje en que viajaba y se interno en las sombras que danzaban sobre los libros dormidos en estantes profanados por el polvo. Sin demora cruzo el mostrador y subió las escaleras despacio, para no tropezar en los escalones que se mostraban ante él como difusas lineas camufladas por la negrura.
Le sorprendió escuchar la trémula voz de Lian, su sirviente, resonando entre los muros del pequeño salón del segundo piso. Pero no solo podía escuchar su voz, estaba seguro de que alguien mas se encontraba allí, aunque esa segunda voz fuera un eco apenas audible.

Monsieur Tausiet, mago de profesión y librero por convicción y aburrimiento, sintió que el mundo lo aplastaba bajo su enorme peso al cruzar la mirada con el inesperado visitante.
Se apoyo en la pared en busca de soporte. Jadeo intentando conseguir algo de aire y gimió cuando este entro en su cuerpo rasgándole dolorosamente la garganta.

Cassiel contemplo con curiosidad su mirada. Tuvo la sensación de que en ella afloraban toda clase de sentimientos, tan deprisa que Monsieur Tausiet no tenía tiempo suficiente para acostumbrarse a ellos y demostralos de forma adecuada.

-Hola-Dijo.
Jean aulló y se llevo las manos a los oídos.
-¡No estas aquí!-Grito. se sintió asqueado al ver lastima asomar a los ojos de Cassiel. Gimió desesperado-No eres real.
-Soy real-Explico el Demonio acariciándole la mejillas para que pudiera sentirlo. Jean parecía enloquecido, como si aquel roce frío contuviera una macabra maldición. Comenzó a golpearlo fuera de si. Cassiel lo acorralo entre la pared y su cuerpo.

-Lo siento-Susurro posando sus labios mentirosos y esquistos en el cabello castaño del mago.-Lo siento.

Jean se revolvió con furia entre sus brazos, hasta que el cansancio y el dolor fueron superiores a él y lo obligaron a reposar exánime en el pecho Demonio.
-¿Por qué?-Pregunto-¿Por qué te fuiste?
Sin esperar una respuesta enredo sus brazos alrededor de él.

Lian, a su modo, estaba tan confundido como el Mago. Se retiro en silencio arrastrando los pies sobre el entramado de madera; le pesaban demasiado, era como si en el derecho cargara todos los siglos que Cassiel llevaba rehuyendo su responsabilidad y en el izquierdo tuviera atado el odio hacia Jean al verlo reposar tranquilamente en los brazos fuertes del Demonio. Les dirigió una última mirada y pudo comprobar que el lazo roto, una delgada linea que salia del pecho de cada uno y brillaba con un resplandor inmaterial, etéreo y en el peor de los casos fantasmagórico, empezaba a temblar y agitarse en el vació con los extremos elevándose en busca unir de nuevo lo que antes había estado junto y ahora permanecía separado. Era el vinculo que los unía derivado del trato de Cassiel con un ancestro de la familia Tausiet. Deseo con todas sus fuerzas que nunca volviera a atarlos ¿Envidia? No, era angustia. El Mago no era de fiar y el Demonio no quería saber de ello, se entregaba sin dudar a la dulce sonrisa y las promesas de un cariño que ansiaba desde tiempos ancestrales.

Antes de salir de la estancia Cassiel se giro a mirarlo. Sus labios se movieron para decir algo, pero no articulo ningún sonido. Lian creyó entender que decía: “Tu mano debe ser regía y justa, alzate sobre ellos sin pisarlos. Ellos darán su alma por ti.”

3
Una a una cayeron en sus manos la cuentas de cristal. Algunas tenían vivos colores que brillaban entre sus dedos como un arco iris de tibios resplandores. Otras eran translucidas y permanecían opacas y tristes, como lágrimas derramadas en medio de la nieve que se hubieran congelado antes de chocar contra el suelo, que además eran frías al tacto. Pero sin duda las que llamaron su atención fueron una diminutas bolas de color negro que quemaban su piel como hierro al rojo vivo, y que sin embargo no dejaban ninguna marca.

Jean Tausiet las observo durante varios minutos, sin ningún pensamiento mordiéndole la consciencia. Aún no se reponía de la impresión inicial que había supuesto encontrarse a Cassiel charlando con Lian en el salón de su casa. Ni si quiera creía que fuera una buena idea permanecer a solas con él.

-¿No te gustan?-Interpeló Cassiel ladeando la cabeza para analizar mejor su expresión. Jean lo contemplo desconcertado. Aun le resultaba abrumador el sonido de su voz. Intento recordar como responder de forma adecuada, pero el hechizo que ejercían sobre él las cuentas de cristal sumadas a la penetrante mirada azul clavada en sus ojos impedían que sus neuronas hicieran sinapsis y transmitieran la información que exigía.

Cassiel suspiro desalentado.
-No te gustan-Dijo-Es una pena, he tardado mucho tiempo en reunirlas.
Una triste sonrisa asomo a sus labios y una sombra de decepción empaño el azul de sus ojos. Jean pensó que de esa forma cualquiera se olvidaría deliberadamente de que era un demonio cruel. Incluso él. Apretó las cuentas contra su pecho ignorando el contraste entre frío y calor que castigaba su piel.
-Me encantan-Acepto finalmente, con una torpe sonrisa.
Cassiel estiro su mano y acaricio con ternura la mejilla del Mago. Jean se estremeció.
-Tengo algo que hacer, vuelvo enseguida.

Cassiel contemplo divertido como trataba de huir con esa excusa. Jean corrió con la gracia que la caracterizaba en busca de un lugar seguro donde guardar el regalo. El Demonio lo siguió con la mirada mientras ponía en un pequeño cofre de nácar las cuentas y escondía entre una pila de libros los papeles con la cinta escarlata y el dibujo. Luego fue a las escaleras y se volvió a mirarlo antes de descender al primer piso.
Lo despidió con una sonrisa. Cuando se quedo solo en la habitación abrió la maleta de viaje que cargaba y extrajo un libro en rustica, viejo y ajado. Como su alma.

4
Lian estaba tendido en su cama, pensando en el sentido de las palabras de Cassiel. La puerta se abrió de imprevisto y Jean entro a su diminuta habitación con la misma fuerza destructora de un huracán, casi le pareció sentir como temblaban los cimientos del vetusto edificio.

El mago aun estaba nervioso y profundamente conmocionado. Sus movimientos torpes le hicieron recordar la palabras de Cassiel al revelar que su relación con él mago iba mas allá de la de amo-sirviente. Eran amantes y por lo visto a Jean no le había sentado nada bien que se hubiera marchado sin dar explicaciones o decir a donde iba.

El Mago le entrego un sobre.
-Lleva ésto-Ordeno.
Lian torció el gesto al ver la cinta escarlata y el dibujo. Y se negó a tomarlo.
-Llevalo-Repitió pretendiendo resultar amenazador, pero solo logro verse mas patético y diminuto de lo que era. Lian se pregunto una vez más por qué no lo había destruido hace ya mucho tiempo.

-¿Qué piensas hacer con él? ¿Lo vas a entregar a los tuyos?
Jean palideció.
-Cassiel es mío, no se lo daré a nadie-Afirmo con decisión. Luego, mas suavemente dijo-:Por favor, necesito que lo lleves. Lo mas probable es que ya sepan que esta aquí. Si quieres protegerlo haz lo que digo.
El muchacho lo miro con desconfianza. Sin embargo, su instinto protector hacia Cassiel lo empujo a tomar el sobre.

-Si algo le sucede te haré a ti responsable-Amenazó Lian antes de marcharse al edificio donde trabajaban los magos pertenecientes al Concejo de Magos de la ciudad.

Mientras recorría las calles, que en la oscuridad se tornaban siniestras, se repitió una y otra vez que Cassiel era demasiado poderoso, que un grupo de magos no podría hacerle ningún daño, que al fin y al cabo, aunque no lo quisiera, seguía siendo el rey de los Demonios y no sería fácil para un grupo de mortales estúpidos acabar con él. Lo decía como si tratara de un mantra, de algún tipo de conjuro. Sin embargo sentía un vacío enorme contraer su estomago y todo a su alrededor parecía presagiar desgracia.

5
Jean regreso con una botella de vino del almacén ubicado en el sótano y una copa de plata.
-¿Qué es eso?-Inquirio señalando el libro que tenía Cassiel en sus rodillas.
-Mi alma-Respondió el demonio sin ignorar el brillo suspicaz que apareció en los ojos del mago.

Jean se encogió de hombros dando a entender que no le interesaba. Luego vertió una generosa cantidad del líquido violeta en la copa y se la entrego a Cassiel. Un cosquilleo se extendió desde su brazo a todo su cuerpo cuando rozo por casualidad la fría piel del Demonio. Sus labios temblaron ansiosos al ver la sugestiva boca posarse en el borde de la copa en un gesto casi obsceno. Y diez mil demonios de la lujuria lo invadieron cuando vio que la inclinaba para que el vino pudiera deslizarse por su lengua y descender por su garganta. También él quería ser recibido por la húmeda calidez de esa boca, que sus labios pudieran refugiarse en ella; descansar allí para siempre. Residir en los ecos mas profundos de su memoria, arraigarse en ese lugar donde pudiera estar seguro de que él jamas lo olvidaría.

La mirada azul estaba fija en él, intensa, dulce, enigmática, hipnótica.
“¿Qué escondes bajo esa mirada, Cassiel? ¿Acaso es la puerta velada a un paraíso del que tu eres guardián, o debería creer, con más acierto quizás, que lleva al infierno de tu alma?” se pregunto en silencio, deseando que pudiera leer sus pensamientos, que se apiadara de él y le abriera esa puerta que conducía a las insondables profundidades de lo desconocido ¿Qué habría allí? ¿Serpientes que le inyectaría sin piedad el veneno de la esencia de Cassiel, para verlo morir retorciéndose mientras conjuraba ante él cada segundo que habían compartido?

El Demonio apretó su mano y sonrió. Jean tuvo la sensación de que abría unos cuantos centímetros la puerta que custodiaban sus misteriosos ojos, hechos con dos trozos robados al mar de aquel brillo cristalino, que cabalga en su superficie cuando un resplandor lo alcanza en esa zona donde se une con el cielo.
Por eso su mirada poseía el tranquilo letargo del cielo y la fuerza arrolladora de las olas cuando el viento fornica con el mar y lo empuja con violencia. El mago pensó que ante él era como un acantilado que solo podía ver impotente como su cuerpo inerte, forjado en la roca, era golpeado por furiosas olas que lo devorarían poco a poco, hasta hacerlo desaparecer.

Jean gimió desesperado y se lanzo sobre él intentando dejar de ser un acantilado y convertirse en una playa. Así podría recibirlo entre sus brazos arenosos y mantenerse suspendido dentro de él cuando se desatara con brío su fuerza.

Se sentó en las piernas de Cassiel y se pego todo lo que pudo a su cuerpo retando a cualquiera que quisiera ir a separarlos. …l echaría fuego por lo boca de ser necesario, pero nadie, jamás se lo arrebataría.

El Mago enredo con delicadeza sus dedos entre el cabello castaño del Demonio. Estaba mas largo que la última vez que lo había tocado; ese día que habían jugado a amarse entre los muros de la biblioteca de su padre, con centenares de libros como mudos y sabios testigos de la pasión sombría y abisal que calcinaba hasta la misma raíz de su alma; porque en ese tiempo aún tenía una, Cassiel no se había adueñado de ella. Miró al Demonio sosteniendo su rostro entre sus manos. En las profundidad de sus pupilas todavía ardía ese deseo, de una forma casi incontrolable y eso lo gusto, el no quería controlarlo, solo contagiarse y sentir de nuevo que encendían una pira de fuego inagotable sobre su piel. Recordó que en aquel entonces los libros parecían tiritar de miedo y terror ante la idea de ser rozados por sus cuerpos tórridos y que sus entrañas de pergamino ardieran.

Cassiel puso las manos en su delgada cintura. Las deslizo con lentitud hasta la espalda. Jean tuvo la sensación de que los dedos se fundían sobre su piel. Su columna se arqueo cuando empezaron a recorrerla, echo la cabeza hacia atrás y gimió de placer. Ahora era él quien temblaba, en parte por las caricias, en parte por la siniestra mano de la nostalgia cerrándose sobre él. Le entristecía pensar que no estaba en todos los recuerdos de Cassiel, que no aparecería en cada imagen que pudiera evocar.

Cassiel sonreía. Jean seguía tal como lo recordaba. Puso sus labios en el cuello del mago y lo sintió estremecerse, se lleno de la calidez de su cuerpo. Dibujo con la lengua el recorrido de la vena azul que se extendía por el esbelto cuello recreándose en el leve latido de la sangre, viéndose invadido por su efluvio de vida. El deseo comenzó a rasgarle las entrañas.

-¿Donde has estado?-Pregunto el mago, con lo ojos cerrados, concentrado en el movimiento de los labios y la lengua. El demonio guardo silencio y se aparto clavando de nuevo su mirada turbadora en él. Jean odio el poder que ejercían en él sus ojos. Incluso el silencio, si provenía de él, le afectaba. Una sonrisa fue la única respuesta que le otorgó. Empezó a aborrecerla también ¿Qué pretendía con ella? ¿Burlarse? ¿Enloquecerlo? ¿Ambas cosas?

-Aquí, allá. En todas partes-Contesto llevando las manos a la cadera de Jean.
-¿Dónde es todas partes?-Insistió el mago.
Cassiel suspiro.
-No te gustara saberlo.
Jean reflexiono.
-No importa. Quiero saberlo. Todo. Hasta el mas ínfimo detalle.
Cassiel suspiro de nuevo.
-Esta bien. Trae las cuentas de cristal que te dí.

Jean se aupó de sus piernas tras pensarlo unos minutos. No le gustaba la idea de alejarse. Agarro el cofre de nácar y se lo llevo a Cassiel, que se había ido al sofá, y lo puso sobre sus rodillas.
-¿Y bien?-Preguntó cruzando los brazos sobre el pecho. El Demonio sonrió de forma calculadora, busco su mano y tiro de él haciéndolo caer sobre su boca. Jean creyó que se derretía entre sus labios.
Aturdido se sentó a su lado.
Cassiel abrió el cofre y le entregó una de las cuentas de cristal. Jean la analizó.
-¿Qué son?
Jean se sintió intimidado ante la penetrante mirada. Una asfixiante angustia le oprimió el pecho .
-Almas-Respondió el Demonio.

De pronto las angustias de Jean se transformaron en miedo. La palabra alma reboto numerosas veces en su cabeza, como una pelota de ping pong que se lanzaban entre si las neuronas.

“Almas. Almas. Me ha traído almas.” repitió sintiendo aversión ante la cuenta de cristal que reposaba en su mano ¿Así que se trataba de eso? Mientras Jean dilucidaba macabras y acertadas conclusiones las manos gélidas de Cassiel se internaron bajo su camisa blanca y cual serpientes reptaron por su piel. Jean gimoteo y se sonrojó por lo que veía en las pupilas del Demonio. La lujuria empezaba a emerger incontenible. Cassiel ya no sonreía, lo que solo podía significar que no tardarían en encontrarse, en chocar sus cuerpos desnudos y calentarse frotándose contra él. Por eso ¿Qué importaba que su pasatiempo fuera el de embaucar a humanos incautos para robarles el alma?

Cassiel extrajo dos bolitas rojas y se las enseño.
-En Tiro encontré a dos huérfanos que alquilaban su cuerpo. Accedieron a seguirme a cambio de unas monedas-Algo le apretó el pecho a Jean, como si hubieran dejado caer sobre él una tonelada de hierro. Escondió su cabeza entre el cuello de Cassiel, puso los labios sobre la piel y succiono hasta que salio una marca rojiza, su marca.

“¿Qué hiciste con ellos, Cassiel? ¿Los consolaste entre tus brazos y les enseñaste un placer que rebasa las fronteras de lo imaginable, como hiciste conmigo?”

-Eran a penas unos niños y aún así eran expertos en otorgar placer a extraños. Ellos me enseñaron la ciudad, bebieron vino a mi lado, dejaron morir la soledad que los atormentaba en mi pecho. Los ame durante años. Robe lo que les quedaba de pureza. Ellos permanecieron siempre conmigo. Cuando llego el momento de partir no pude soportar la idea de tener que dejarlos, por eso decidí que me acompañarían.
Jean intento relajarse y desatar el nudo que tenía en la boca del estomago. Estaba alterado, la habitación daba vuelta a sus pies y nada parecía tener sentido.

-Jean.
El Mago dio un respingo al escuchar su nombre, se giro lentamente hacia Cassiel, desconcertado.
-Jean.-El Demonio tiro de él. Sus labios chocaron sacándolo del letargo. Se contagio del sabor del otro, intento resistirse, pero fue eso, un intento nada mas ¿Qué importaba que robara un par de almas si siempre regresaba para expiar sus culpas entre fogosos besos?

Cassiel se aparto de él, incapaz de soportar el temblor de la boca de Jean, de saborear su amargura y su dolor, pero ¿Qué podía hacer? …l no había nacido para ser fiel a una persona. Entonces fue Jean quien busco sus labios firmes que sabían a secretos profanos, a mentiras sin disimulo, a opio que se inyectaba en sus venas y tornaba su mundo una cálida sucesión de felicidad, que, aunque falsa, era felicidad después de todo; un vocablo que rara vez dejaba caer algo de miel en su paladar. Mientras la lengua de Cassiel se abría paso entre sus labios y acariciaba su propia lengua y los brazos fuertes y bien formados rodeaban su cintura, Jean decidió convencerse de la absoluta perfección de aquel momento.

-¿Qué mas hiciste?-Pregunto temeroso de conocer la respuesta.
-En Cartago entre en la tienda de un muchachito de piel morena capaz de enloquecer a cualquier hombre con los movimientos de sus caderas-Prosiguió Cassiel, con una sonrisa pintada en su rostro que indicaba que él también había sido victima, probablemente de forma voluntaria, de aquel embrujo-Su cabello olía a jazmines y gemía con una voz aguda, muy parecida a la tuya, cuando le hacia el amor sobre las mantas traídas de Egipto que le regalaban sus admiradores.

-¿Cuál era su nombre?-Inquirio el Mago fingiendo una fortaleza y serenidad que no sentía. Cassiel se inclino sobre él y volvió a besarlo, con un roce suave y tierno.

-Su nombre no importa.
Jean lo miro con ira y desesperación.
-Deberíamos detenernos aquí-Aseguro el Demonio.
-No. ya te dije que quiero saberlo todo.

Cassiel cerro los ojos y continuo su relato.
-En Bizancio compre dos esclavos para que me sirvieran durante mi estadio en esa ciudad. Eran grandes y fuertes. Me seguían a todas partes. La terquedad que reflejaba sus ojos era muy parecida a la tuya. Me gustaba ver sus torsos desnudos bañados en sudor cuando trabajaban bajo el sol. Nunca tenía suficiente. Esperaban la noche con ansiedad para que los llamara a mis aposentos. Yo los invitaba a ducharse y cuando salían con sus cuerpos perfumados con las mejores esencias los tomaba con la luna como testigo. Estaban echos de fuego y de una pasión casi animal.
Cassiel se detuvo y permaneció pensativo unos instantes, ajeno al dolor que sentía Jean.

-Camine por las calles de Alejandría de la mano de un muchacho que se dedicaba al comercio. Siempre estaba sumergido en cuentas y discutiendo precios con los compradores. Tenía una sonrisa ingenua y le gustaba dormir a mi lado, acunado entre mis brazos y sosegado con mi suave respiración. A mi me gustaba pasar las noches en vela mirando su rostro.
>>Luego fui a Damasco, durante tres días y tres noches bebí con el dueño de una posada. En En el Cairo el hijo de un faraón me entrego su amor. En total son ocho, es mi ofrenda a ti. Ocho almas.
Jean se sintió profundamente herido de que Cassiel hubiera entregado a otros lo que quería para él.
-¿Por qué los buscaste? ¿Es que yo no soy suficiente?
-Jean, yo nunca tengo suficiente.

El Mago se aupó del sofá y contemplo dolorido a su Demonio. Luego se acerco a él para derramar en sus labios la hiel que le envenenaba la boca. Fue recibido con una dulzura que le hizo querer llorar. Poso las monos sobre los hombros firmes y las deslizo por el pecho deleitándose con la sensación de ser deseado. Cassiel le saco la camisa y acaricio con la yema de sus dedos uno de los rosados pezones. Jean gimió en su oído y supo que cualquier rastro de sensatez había desaparecido.
-Te deseo, te deseo, te deseo...-Repitió.

Jean se arrodillo en el suelo, entre las piernas de Cassiel y puso en practica los mil tipos de caricias que él le había enseñado ha hacer con la lengua. Lamía la carne inhiesta y dura, recibiendo como pago la aterciopelada voz rota en gemidos, que caían sobre él fragmentándose en miles de trozos que se dispersaban por la estancia como polvo de diamante.

Una ráfaga de viento se colo por la ventana. Agito los rizos castaños de Jean, elevo los papeles que encontró a su paso, hizo bailar hojas secas en medio de la estancia y apago todas las velas que encontró a su paso.
En medio de la penumbra los ojos de Cassiel seguían resplandeciendo como dos antorchas que iluminaban el camino al infierno.

-Basta-Dijo el demonio, lo agarro por la muñeca y lo ayudo a ponerse de pie. Jean fue conducido hasta una otomana de terciopelo rojo que había pertenecido a su madre¿Qué pensaría la mujer si pudiera saber que sobre ella su hijo se entregaba a la fornicación con aquel ser de mirada azul? Le resto importancia al asunto. Los muertos a descasar en sus tumbas, los vivos a satisfacer sus instintos.

-Te deseo-Dijo el Demonio una vez mas-Solo a ti.
La ropa, que en ese momento estorbaba, cayo al suelo y su cuerpo, cubierto únicamente por la oscuridad circundante, fue abrazado por el terciopelo de la otomana y la fría piel de Cassiel. Abrió las piernas y comenzó su cabalgata a la gloria a través de un camino que se agitaba y desvanecía por momentos, justo cuando las caderas de Cassiel golpeaban contra su cuerpo y su columna se agitaba, sus interior ardía, todo su ser temblaba, los sentidos se embotaban y era devorado por la mas negra de las pasiones. Gimió sin miramientos, riéndose de sus antepasados que llorarían en sus tumbas al descubrir su pecado. Dio la bienvenida a todas las fantasmagóricas sombras que los observaban con lujuria.

-Mas... mas fuerte-Grito con desespero al comprobar que ver el mundo difuminarse delante suyo no era suficiente. Quería dejar de existir y renacer dentro de Cassiel.
-Cassiel... ah, Cassiel...
Mientras ambos hacían el amor la luna se elevo sobre las casas iluminando las figuras de un puñado de hombre que observaban con desprecio el segundo piso de la antigua tienda de libros. Por la ventana abierta escapaban las voces de Jean y de Cassiel.
-¿Cómo es posible que uno de los nuestros, un mago de los mejores linajes, se atreva a yacer con un vulgar demonio?-Preguntó uno de esos hombres.

6
Cassiel espero hasta que los magos se fueron. Mientras esperaba recogió los papeles que el viento había diseminado. Movido por la curiosidad comenzó a ojearlos bajo la escasa luz plateada que proporcionaba la luna. Uno de ellos llamo poderosamente su atención. Se trataba de una notificación del Consejo de Magos de la ciudad en la que indicaban que Jean Tausiet, por sus capacidades excepcionales y su prodigioso dominio de la hechicería, había sido nombrado para realizar la búsqueda, cacería y posterior destrucción del demonio Cassiel, un peligroso ser que se dedicaba al contrabando de almas.

Cassiel no pudo evitar reía ante la ridícula notificación.
-Así que eres tú quien está buscándome-Afirmo mirando el cuerpo desnudo de Jean tendido en la otomana-¿Te cansaste de esperar mi llegada y decidiste vengarte?-Pregunto besando su cabello-Es una lastima que tú tampoco seas el humano correcto.

Suspiro con tristeza.
-Quizás soy yo el que no es el indicado. Tal vez debí nacer siendo humano y no un demonio. Supongo que deberé arreglar todo ¿Verdad? Me pregunto cómo piensas matarme, no es algo que sea precisamente fácil-dijo-Yo lo habré intentado un centenar de veces ya. Y mirame, aquí sigo.

Llevaba mucho tiempo vagando por el mundo, maldito por la misma mano que lo había creado, conociendo un humano tras otro y arrastrándolos bajo su sombra. Morir constituiría un alivio. Cogió de entre sus cosas el libro encuadernado en rustica. En él solía escribir acerca de todos los muchachos, casi niños, a los que robaba el alma. La última historia que plasmaría sería la de ambos: un joven mago, engañado por un demonio, en busca venganza. Aunque no pudo terminarla porque no estaba seguro del final, eso le correspondía a Jean. Dejo el libro en el escritorio, fue a sentarse en el alfeizar de la ventana y contemplo unas veces la luna, otras la calle, y siempre el sueño del mago.

7
Jean despertó casi al alba. Estaba acurrucado en la otomana con la camisa de Cassiel cubriendo su cuerpo desnudo. Se levanto despacio. Cassiel estaba junto a la ventana, con la vista y la conciencia perdida en un lugar remoto del horizonte.

-¿Por que te fuiste cuando te di la libertad?-Cuestiono.
Cassiel se giro hacia él y le sonrió.
-Acercate-Dijo.

Jean fue a su lado y se dejo caer en su pecho. Le pareció ver algo colgando del pecho de Cassiel, miro hacia abajo y vio que de su pecho también salia algo: un hilo translucido con destellos rojizos.
-Creí que si te daba la libertad, que si rompía el contrato que te unía a mi tal y como me pedías te darías cuenta que en verdad te amo. Pero en lugar de eso te fuiste sin decirme nada. Me abandonaste y me cambiaste por otros-Jean se aferro con fuerza al demonio-Si lo hubiera sabido no te hubiera dejado ir.

-No tenías elección.
Jean contrajo el ceño.
-¿De qué estas hablando?
-Mi libertad nunca ha sido tuya. ¿Ves este hilo?-Dijo tomando entre su mano ambos extremos, el que pendía de su pecho y del de Jean-Este es el trato. Lo que nos unía.

Cerró la puño sosteniendo aun los dos extremos. Cuando volvió a abrir la mano estaban unidos formando un hilo conector entre ellos.

-Los puedo juntar si es mi voluntad.
Luego corto el hilo con la uña.
-Y también puedo romperlo. Puedo hacer lo que quiera si así lo deseo, y no hay nada que tu puedas hacer para impedirlo.

Jean se apartó furioso sin saber que le enojaba mas, si el hecho de no ser tan importante para Cassiel como quería o el de haber sido engañado. Se dejo caer en el sofá. El cofre donde guardaba las cuentas se volcó y estas salieron rodando. Jean las cogió y las volvió a guardar. Al hacerlo se dio cuenta de que en realidad eran doce bolas de cristal y creyó estar mal. Hizo cuentas mentales. Los dos huérfanos de Tiro, el bailarín de Cartago, los dos esclavos de Bizancio, el comerciante de Alejandría, el posadero de Damasco, el príncipe del Cairo... solo eran ocho.

-Estas cuatro-Dijo el demonio tomando las cuentas negras-No las robe a nadie interesante.
Jean se sobresalto al sentirlo a su lado.
-¿De quién son?
Cassiel jugo con ellas entre sus dedos.

-Las robe en Ur, una ciudad preciosa que descansa entre dos poderosos ríos, el Tigris y el Eufrates. Pertenecían a tres magos, como tú, que guardaban milenarios secretos que ya nunca podrán trasmitir a la siguiente generación. Fueron unos necios, no me interesaban para nada, pero insistieron en meterse en mi camino-Jean sintió que el pulso se le aceleraba-Querían atraparme, les pagaron para que lo hicieran. Me atacaron y no tuve mas remedio que quitarles el alma. Son estas de aquí-Cassiel deposito en las manos de Jean las cuentas negras-Me odian, por eso arden. ¿Te sucede algo? Estas pálido.
Jean negó con la cabeza. Recorrió la habitación en busca de algo, que encontró sobre el escritorio. Se puso de pie y camino hacia allí fingiendo normalidad.
-Al parecer hay alguien que me persigue-Dijo, Jean noto que sus entrañas se hacía de acero en una dolorosa trasmutación-Lo que no esperaba es que fueras tú.

Esas palabras lo golpearon con fuerza. Se quedo paralizado unos instantes, luego reacciono y corrió hacia el libro. A penas lo tuvo en sus manos pronuncio el conjuro que había preparado en el instante que supo que el demonio guardaba allí parte de su alma, que ese era su único punto débil y también la única posibilidad que tenía de salir indemne de un enfrentamiento con él y se tiro al suelo esperando el violento estallido de la ira de Cassiel. Que nunca llego. Al levantar el rostro del suelo lo vio tranquilamente recostado junto al alfeizar de la ventana.

-Es una pena, a ti sí quise amarte-Susurro el demonio.

Entre lágrimas vio como la figura de Cassiel se transformaba lentamente en una espesa niebla negra, como una nube de tinta suspendida en el aire.

-¡No! ¡No!-Grito. Se enderezo rápidamente y corrió hacia él. Cassiel lo recibió con los brazos abiertos, lo apretó contra su cuerpo y beso por última vez sus labios. Luego su esencia se expandió por la estancia y termino por ser absorbida por las paginas del libro.

Cuando Cassiel desapareció por completo Jean se abrazó al libro y dejo que su cuerpo cayera a tierra, mientras permanecía tirado en un rincón de la estancia su mirada vago sin cesar por cualquier parte.

8
Lian empezaba a desesperarse. Los magos lo había encerrado en un especie de celda diminuta, fría y húmeda. Le habían dicho que lo liberarían cuando Monsieur Tausiet hubiera terminado su trabajo.

La claridad comenzó a filtrarse por las grietas de la pared. En un rincón, a ras del suelo, había un boquete grande. Lian se arrodillo a su lado y trato de escapar por él, pero no era del tamaño suficiente para que pudiera deslizar su cuerpo hasta el exterior. Suspiro abatido, con la mejilla rozando el suelo. Mientras estaba así un objeto se deslizo de su bolsillo.

Lian pudo ver que se trataba de un medallón de cobre con unas figuras grabadas en relieve. Sobre la superficie metálica dos serpientes enroscaban sus cuerpos escamosos alrededor del tallo de una rosa con exuberante pétalos. ¿De qué la conocía? ¿Por qué estaba en su bolsillo?

La tomo entre sus dedos y se la acerco al rostro. Al verla de cerca pudo apreciar unas pequeñas letras escritas en la base de la rosa en el lenguaje de los demonios.

-”Soy... vuestra razón de … existir”-Leyó.

Mil imágenes comenzaron a brotar en su mente, como un caudaloso río que amenazaba con desbordarse. El techo de su diminuta prisión desapareció para dar paso a un cielo encapotado. Lian sintió que comenzaba a flotar muy cerca de ese cielo plomizo y amenazador que castigaba la tierra con rayos. Desde arriba las imágenes se tornaron mas nítidas. Todas eran rostros de personas, rostros jóvenes y viejos, pero siempre bellos. Todas las personas tenían la mirada fija en él y se inclinaron con respeto a sus pies.

Lian no había terminado de sobreponerse a eso cuando una voz se levanto sobre el ruido ensordecedor de los rayos y logro sosegar todo. Era calmada y suave. Conocida.

-“Tu mano debe ser regía y justa, alzate sobre ellos sin pisarlos. Ellos darán su alma por ti.”

A lo lejos, subido sobre una montaña, pudo divisar a Cassiel. Llevaba una capa roja con bordados en oro, el cabello castaño le llegaba hasta la mitad de la espalda y su rostro mostraba la única sonrisa sincera que le Lian le había visto.

Al llegar junto a él Lian se sintió triste, tenía la vaga sensación de que era una despedida. Cassiel le puso el medallón en el cuello y su boca firme se poso sobre sus labios. Creyó que se derretía, que moriría en brazos del demonio.

- “Se un mejor Rey que yo”-Dijo Cassiel dándole la espalda. Lian intento perseguirlo, pero cuando iba a rozarle con los dedos la visión desapareció y estaba de vuelta en su celda.

Confundido, gimoteo golpeando con los puños la puerta.
-¡DEJADME SALIR! ¡DEBO SALIR!-Grito aferrándose a los barrotes de la pequeña ventanilla de la puerta.

Le llegaron gritos desde el interior del edificio. Había caos y la gente comenzaba a correr en todas direcciones huyendo de algo. Una explosión hizo temblar las paredes y una espesa capa de polvo se elevo del suelo. Por el pasillo, entre la capa de polvo, aparecieron varias figuras. Lian supo de inmediato que eran demonios. Había un humano con ellos, lo traían arrastrándolo de la nuca y aullando de dolor.
Los demonios tumbaron la puerta de la celda y se inclinaron ante él.
-Su majestad...
Lian los ignoró y comenzó a correr en dirección a la librería. Los demonios del Consejos de Magos lo siguieron y igual que todos los que encontraron en el trayecto. Al llegar, Lian les ordeno que esperaran fuera.

El sol empezaba a revelarse sobre los techos. Ayudado por la claridad Lian buscó al mago y a Cassiel, pero solo pudo hallar al primero tendido en el suelo, con los ojos rojos y las lágrimas secas sobre las mejillas.
-¿Donde esta?-Pregunto.
El mago no se movió. Siguió abrazando con denuedo un libro que tenía en el pecho. Lian se lo arrebato con dificultad, al tenerlo en las manos pude sentir la esencia de Cassiel comenzando a enfriarse, entrando en letargo.
-¡Devuélvemelo!-Chillo Jean agarrándose a su pierna. Lian lo sacudió y lo empujo con el pie. Su mirada destilaba tanto odio e ira que el mago se hizo un ovillo y permaneció en el suelo temblando y sollozando.
-Yo te maldigo Jean Tausiet, a ti y a toda tu familia.
Al oír esas palabras Jean sintió un agudo dolor en el pecho y un hálito frío envolviéndolo. Cerro los ojos y nunca mas volvió a abrirlos.

Lian salio a la calle con el libro guardado en su capa. Los demonios lo esperaban. Al verlo lanzaron vítores. Lo llevaron en brazos y se devanaron en halagos. ¡Tenía un nuevo rey después de tantos siglos!
Lian, por su parte, solo podía pensar en la calidez de los labios de Cassiel.

Epílogo

Era una mañana clara. Un carruaje se movilizaba rompiendo el encanto de la niebla sobre la ciudad. Un niño asomo su cabecita por la ventana y vio una suerte de sombra que los seguía, pero en lugar de temer la saludo con el brazo. La sombra también agito su brazo oscuro y el niño tuvo la certeza de que le había sonreído.

Pronto llegaron a un edificio tan viejo que daba la sensación de que siempre había estado allí. Estaba devorado por el polvo y las telarañas. El niño vio un letrero desconchado sobre la puerta. Solo podían leerse algunas letras. Parecía que antaño era una librería.

El mago rodeo los hombros del niño con el brazo.
-¿Qué te parece Joseph? ¿No es fantástica?
“No, se caerá en cualquier momento”, estuvo tentado de decir el niño. Pero no podía, si lo decía las probabilidades de que se derrumbaran era del cien por ciento. Se lo habían explica una vez, sus palabras estaban malditas y se hacían realidad siempre, como si él fuera el oráculo mas fiable sobre la tierra.

El mago entro muy animado en la tienda y comenzó a dejar cajas en todas partes. Joseph permaneció de pie en la acera. Por el rabillo del ojo vio que alguien se aproximaba. Era la sombra.

Le ofreció una sonrisa como saludo. La sombra comenzó a tomar consistencia y pronto se transformo en un hombre joven de cabellos dorados y ojos azules. El extraño estaba cubierto por una capa negra y de su cuello colgaba un medallón con dos serpientes y una rosa.
-Hola-Dijo.

Joseph espero que continuara, sin apartar la vista del medallón. Había una letras en lenguaje demoníaco, que pudo leer por que el era mitad demonio, un híbrido. “Yo soy vuestra razón de existir”. Le pareció un lema curioso y un tanto arrogante.

El demonio le acaricio la cabeza y casi perdió el aliento cuando los ojos verdes del niño se posaron en él. Era hermoso, de rasgos suaves y delicados, era perfecto. Sin embargo le inquieto esa profunda melancolía y soledad que mostraban sus ojos. Le recordaba demasiado a Cassiel.
-Me llamo Lian-Dijo-¿Y tú?
El niño vacilo un momento, pero finalmente dijo:
-Joseph.
-Muy bien Joseph. Voy a darte algo que ha pertenecido a la familia Tausiet por muchas generaciones. Todos y cada uno de los miembros lo ha tenido en sus manos, pero que sin embargo ellos no han sabido apreciar y por eso guardo yo. Es momento de que lo tengas tú.
Joseph parpadeo sorprendido. El demonio extrajo un libro de su capa y se lo entrego.

Joseph lo analizo. Parecía muy viejo y frágil. Lo abrió por una página cualquiera y leyó mentalmente. Al acabar la primera frase el libro empezó a calentarse y a palpitar como si tuviera un corazón dentro. Fascinado, levanto la cabeza para preguntar al demonio, pero éste ya no estaba. Miro en todas direcciones y no pudo encontrarlo. Se guardo el regalo bajo el brazo y entro en la librería con su propio corazón palpitando alegremente.

Lian lo observaba sonriente desde el tejado de enfrente.
-Así que él es el escogido. Espero que pronto volvamos a vernos, Cassiel-Dijo, se dio la vuelta y convertido en una sombra se marcho.
Notas finales: Comenten!!!!!!!!!!!!!!!!

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