En la casa de este humilde joven hacía frío para ser verano, sus padres no volverían, y aunque no fueran sus padres biológicos el los amaba como tal, había sucedido un terrible accidente. Ellos eran mercaderes y estaban de viaje por una cuestión de negocios, no eran muy importantes apenas estaba creciendo su negocio, y este podía ser el trato más importante que hicieran, pero las lluvias de verano no favorecieron a la ruta y su carruaje se descarriló llevándoselos a un terrible final. Edmund Fithery se había quedado solo por segunda vez, pero al contrario que la primera, ahora tenía a donde ir, aunque no quisiera. Su padre había sido precavido desde un inicio, le dejó una carta, el joven estaba cansado y no podía creer lo sucedido así que la leyó de nuevo:
"Mi estimado duque Stephano Sytonnio:
He dejado esta carta permitiéndome hacer uso de su gran amistad a pesar de las diferencias sociales, sé de antemano que no será posible recibir a mi estimado Edmund como si fuera uno de sus hijos, pero también sé por experiencia propia que usted es un buen hombre y no se negaría a darle asilo a este joven. Me permito solicitarle que lo acoja como uno de sus sirvientes, ya decidirá usted en qué cargo. No es necesario que se fuerce, si no es posible, ya encontrará este ingenioso y hábil muchacho la manera de salir adelante él nunca ha sido un inútil y nunca lo será. Le informo como último que es hábil en las cosas del hogar, ya que siempre tuvo que ayudarnos, sino no hubiésemos podido darle toda la educación que ha recibido. Sin más, me atrevo a presentarle mi última y más sincera petición, me gustaría que siguiera estudiando, por supuesto al nivel que usted gran hombre considere pertinente.
Se despide por última ocasión,
Maurice Fithery"
Una lágrima traicionó la entereza del chico y se resbaló por su mejilla, tener solamente 17 años y haber sufridos dos pérdidas no debía ser nada fácil. Se despidió por última vez de su acogedora casa y se dirigió al exterior donde un carruaje lo esperaba para cumplir la petición del fallecido Maurice, sin poder evitarlo giró una última vez "los extrañaré... pero prometí sonreír siempre y eso haré" pensó soltando el último sollozo que se permitiría y subiendo al carro. Jamás se imaginó el tener que dejar su pequeño y pintoresco hogar de esta manera, como puedes decir adiós a aquellas cosas que prácticamente te vieron crecer, pero no había vuelta atrás, cumpliría la última petición que le hizo su padre. El carruaje comenzó a avanzar y Edmund por su frágil estado mental cayó rápidamente en los brazos de Morfeo.
Despertó a las pocas horas y se dispuso a mirar por su ventana, divisó el cambio tan radical que había sufrido el paisaje, de estar en su hermosa ciudad pasó a un campo repleto de bellas flores, a lo lejos se escuchaba el arrullo de una ribera que lo invitaba a quedarse dormido otra vez, de repente se alzó en todo su esplendor una enorme mansión la cual supuso sería del duque amigo de su padre. A los pocos segundos el carruaje se detuvo y el cochero le abrió la puerta permitiéndole observar completamente la inmensa estructura.
-joven hemos llegado, por favor permítame escoltarlo, y no se preocupe por su equipaje ya lo llevaré yo, usted debe estar muy cansado- dijo amablemente aquel hombre que parecía rondar los 40 años
-muchas gracias- fue lo único que logró articular el sorprendido muchacho, además le dolía horrores la cabeza
Se acercaron a la puerta, y después de haber tocado, se abrió, como si se tratara de un cuento aparecieron varias mucamas para ayudar con el equipaje, y detrás de este grupo apareció un hombre que rondaba los 50 años
-supongo que es usted de quien he oído hablar- hablo con voz profunda aquel señor
-y-yo... s-sí, señor- Edmund estaba aturdido, pero continuó -le traigo esta carta de parte de mi padre- dijo sacando la mencionada de una pequeña cartera
El hombre recibió la carta y enseguida la abrió. Al terminar de leerla miró con ojos escrutadores al joven "tez clara, baja estatura, ojos grises, cabellos dorados, rasgos finos y delgado sin llegar a ser un palo... bien no está mal" eso es lo que pensó el duque Sytonnioal observar al nervioso chico
-su padre menciona que lo acoja como un sirviente, y yo he decidido que usted se encargará de atender las necesidades de mis hijos- mencionó con orgullo en la voz -pase para conocerlos ellos se encuentran en la sala-
El duque desapareció por un pasillo y Edmund tuvo que correr para poder darle alcance. Entró a una habitación enorme llena de libros y retratos, en el centro de una de las paredes había una chimenea y esparcidos por el cuarto se encontraban cuatro jóvenes. Estos dejaron de hacer sus cosas al notar que entraba su padre a la habitación y fueron a recibirlo, cuando los cuatro estuvieron cerca el duque comenzó a hablar
-hijos míos, este joven es Edmund Fithery, hijo de un hombre que fue sirviente de esta casa y que se convirtió en amigo mío, falleció hace poco y me ha encargado a su hijo- cuando dijo esto todos miraron a Edmund con curiosidad mientras Stephano continuó -el los atenderá en lo que necesiten, será su sirviente personal, así que haced el favor de presentaros-
El mayor los jóvenes dio un paso al frente -buenas tardes Edmund me llamo Yulio, tengo 21 años y soy el hijo mayor de esta familia- después empujó a su hermano sabiendo que el no se presentaría solo
-¡ey! quieto no me empujes- dijo sobresaltando al pobre joven -como sea, me llamo Jasper tengo 19 años- luego de eso avanzaron riendo divertidos al frente dos muchachos, lo único que los diferenciaba eran sus ojos uno los tenía azules brillantes como zafiros y el otro verde como el color de la esmeralda
-hola nosotros...- dijo el ojiazúl -tenemos 15 años...- completo el ojiverde y agregó -el es Sebastian...- luego el ojiazul siguió -y el es Andreu-
-buenas tardes... Edmund Fithery a su servicio- contestó observando cuidadosamente a los jóvenes. Todos tenían la cabellera color azabache, el mayor tenía los ojos azules pero oscuros como el anochecer y rasgos fuertes y varoniles, Jasper los tenía color miel como los de su padre y era de rasgos fuertes y rectos, los gemelos que estaban en desarrollo ya empezaban a tener sus propios rasgos pero aún conservaban ese toque infantil.
-bien aquí se acaban las presentaciones, Yulio por favor acompaña a este joven a la habitación contigua a la tuya, ahí es donde se quedará por si necesitas de sus servicios- dicho esto se retiró
-por aquí por favor- dijo Yulio señalando el camino que debía tomar Edmund, este solo asintió y se dedicó a seguir al que de ahora en adelante sería uno de sus amos
Recorrieron varios pasillos antes de llegar a la habitación, sin decir nada el mayor abrió la puerta y con un gesto de la mano le indicó que pasara. El joven hizo lo que se le indicó y divisó en una esquina de su habitación el equipaje
-bien, supongo que estarás cansado, así que duerme y nos vemos en la mañana- después de decir esto desapareció por la puerta dejando a Edmund solo
-supongo que así comienza mi nueva etapa de vida- susurró para el aire estas palabras sacando su pijama y entregándose a la comodidad de su nueva habitación.
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