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Descentio por Ainu

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Notas del capitulo: Un pequeño fic escrito después de releerme por millonésima vez el tomo 10 del manga ^^ Independientemente de que me encanta el argumento y también el estilo de dibujo, la profundidad de los personajes tambien es bastante grande, aunque en algunos no lo parezca.

Otra vez, un Heinkel x Yumie/Yumiko, Yumie en este caso. Porque los psicópatas bipolares no tienen precio xD

Sentada en la silla de respaldo alto observa la pulida mesa sin verla. Su superficie se halla atiborrada de papeles, carpetas, archivadores, sobres, y demás cosas que son inútil papeleo según ella. A sus espaldas, la luz entra a raudales entre los cortinajes, llenando la sala de una luz blanquecina. Afuera luce el Sol, y es tapado ocasionalmente por las nubes que cruzan el cielo azuzadas por los cálidos vientos de principios del verano. Sus pupilas se contraen, fijas en un punto aleatorio de la moqueta granate. Han pasado treinta años y el despacho sigue como siempre. Clava sus iris azulados en las apenas visibles volutas de humo que danzan en el aire. Ascienden, se repliegan, se expanden y chocan contra el alto techo, cayendo de nuevo. De un golpe con los dedos, una pequeña cantidad de cenizas cae a un cenicero metálico. Llaman a la puerta, sacándola de sus cavilaciones. A pesar de estar prestando atención al joven miembro de la Sección, su mente está a unos cuantos años de distancia, ocupada con el problema de siempre.

El aire estaba cargado de azufre y de una densa humareda negra, con el olor de la sangre llenándolo todo. Aquello era un maldito infierno. Las llamas se alzaban desde las grietas del suelo abiertas por las cargas explosivas lanzadas desde el Grieft Zeppelin, lamiendo los semi derrumbados edificios. Los pocos supervivientes estaban congregados en torno a los restos del Paladín Alexandre Andersen. Tanto Integra Hellsing como la Sección XIII. El enemigo común tenía un nombre, Millenium, o más concretamente Herr Major Montana Max. Heinkel apretó los puños, observando el polvo nacarado que representaba lo poco que quedaba de su mentor y lo más parecido a una figura paterna. Tras clavarse el Clavo de Helena, había estado a punto de derrotar a Alucard, sin éxito.
Tragó con fuerza, observando sus restos. Integra Hellsing arrancó la espada bastarda de Alucard, hincándola en la tierra frente a los restos de Andersen. Ninguno de los integrantes de la Sección acababa de creerlo. En medio de tan grotesca calma, un sonido sibilante rasgó el aire, cortando las cortinas de humo. Los edificios colindantes se derrumbaron con un gran estruendo, ante el desconcierto general de los presentes. La humareda empezó a disiparse, mostrando una oscura silueta.

El novicio tose falsamente, buscando la plena atención de su superior. Alza el rostro, ofuscada. Masculla una breve disculpa, entregándole las carpetas con la información pertinente. Le despacha con un gesto, buscando la soledad de sus recuerdos. Se lleva el cigarro a los labios, aspirando pesadamente. El humo llena su garganta, para salir en finos hilos por sus labios entreabiertos y desfigurados. Aún cubiertas por vendajes, sus heridas siguen siendo desagradables a la vista. Bala de 20mm modificada. Entró por la izquierda y salió por la derecha, desfigurando su rostro. Y habría pagado cualquier cosa para que no hubiese ocurrido aquello. Pero no por su persona. Aprieta los dientes, dolida. Su corazón se encoge como si lo apretase un puño de hierro mientras un nudo se instala en su garganta, impidiéndola respirar con normalidad. Y así ha sido durante treinta malditos años.

Esos mismos hilos cortaron el aire, desgarrando la pálida carne y las negras vestiduras, cortando el afilado acero y esparciendo una ola de sangre por el aire. Su cuerpo despedazado cayó al suelo en un mar de sangre, mientras su rostro aún mostraba una expresión de desconcierto. Todo había ocurrido tan rápido. El golpe de espada había fallado por unos centímetros, los justos para acabar con su vida y permitir la de aquel mayordomo. Apretó las manos enguantadas, conteniendo la respiración. Intentó tragar saliva, pero su garganta estaba seca. Reaccionando llevada por la furia ciega, desenfundó una pistola y disparó repetidas veces, sin acertar en su objetivo. Un sudor frío recorría todo su cuerpo, temblando. Sus pupilas, dilatadas al máximo, estaban clavadas en el mar de sangre. Y en aquel jodido mayordomo. El cañón de un arma se apoyó en su mejilla. Instantes después, su portador disparó.
El impacto la tumbó a los levantados adoquines. Cayó de espaldas, golpeándose duramente contra el suelo. El impacto la dejó sin respiración, mientras un agudo y lacerante dolor inundaba su rostro. La sangre llenaba su boca y ella trataba de escupirla, sin éxito. El líquido bajó por su reseca garganta, produciéndole arcadas. Clavó la vista en el Capitán de Millenium, quien de pie ante ella la observaba sin ninguna emoción en el rostro. Arrojó un botiquín a su regazo, negando con la cabeza. Sin salir de su asombro, lo abrió con manos temblorosas.

Abre los ojos, temiendo que las lágrimas se desborden. Se muerde el labio, acongojada. Siempre que recuerda aquel episodio recuerda todos los anteriores relacionados con ella. Sus comentarios, sus risas desafinadas, sus meteduras de pata, sus bruscos cambios de personalidad, todas las misiones que habían realizado. Todo eso, oficialmente. En las noches de desvelo también recuerda sus besos, sus abrazos, sus caricias, simplemente a ella. Y que no la volvería a tener nunca. Varias lágrimas ruedan por su rostro, ofuscando y empañando su visión. Parpadea con furia, aspirando el humo de los restos del cigarro. Lo apaga en el cenicero, donde ya se amontonan tres o cuatro colillas. Expulsa el humo, cerrando de nuevo los ojos.

Sujetó el rifle Sniper con fuerza pero a la vez con manos temblorosas. Apuntó, apretando los dientes manchados de sangre. Los vendajes revoloteaban a su alrededor, cubriendo parcialmente su destrozada mandíbula. Apretó el gatillo, observando con macabra satisfacción cómo el proyectil impactaba en su objetivo. Y así una, dos, cinco, seis balas se alojaron en el interior del cuerpo del mayordomo. De aspecto rejuvenecido, sus labios se curvaron en una sonrisa, musitando dos palabras "Sólo dispara".
Heinkel sonrió aún más abiertamente, fuera de sí. Ni mayordomo, ni vampiro ni shinigami. Lo mataría allí mismo, aunque le costase la vida. Apretó el gatillo, descubriendo que no quedaba munición. Lanzó el rifle a un lado, molesta. Sacó el par de pistolas, cambiando velozmente los cargadores. Se abalanzó sobre la pequeña figura de catorce años que, ensangrentada, la miraba con sorna. "Tú puedes derrotarme, pero no serás quien lo haga". Corrió por los negruzcos adoquines, ganando velocidad. Los hilos silbaron a su alrededor, anunciando lo inminente. Que la matase, ya no tenía por qué vivir. Ni la Sección XIII, ni Dios, ni nadie.

Notas finales: Sí, el final es raro. Pero a mí por lo menos me parece acorde. Espero que no os haya decepcionado xD, esto ya parece un comentario obligado ^^
Sayonara~

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