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Estación de Trenes por valeee_iu

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Notas del capitulo: Para qe lo lea la paula :B

Estación de Trenes por valeee_iu

 

 

Había cambiado.

¿Cuando? No lo sabía.

¿Motivos? Ni idea.

¿Consecuencias? En el rubio, muchas.

Vicente ya no era el mismo de antes. No le respondía llamadas, no le abría la puerta de su casa, no le hablaba en clases. Había cortado comunicaciones con él y ni siquiera le había dicho el motivo.

¿Pensará acaso que me quedaré así? Sí claro. Mañana mismo hablaré con él, luego de clases. Y me tendrá que escuchar ¡Quiera o no! maldición... Estúpido Vicente.

 

 -Vicente... Oye Vicen..., estoy hablándote. ¡RESPONDE!

-Qué rayos quieres ahora, Crsitian, ¿Qué no te basta con molestarme todo el día?

-¿Yo... yo te molest-...?

-¡Sí, me molestas! Y mucho. 'Que Vicente ven a ver esto, que Vicente aquello...' ¡Ya me tienes cansado! Esfúmate un rato, ¿Quieres?

-¿Est-estas hablándome en serio?

-¿Qué mierda crees tú? Vete de una maldita vez. Y que sea larga.


Su corazón palpitaba a un ritmo descompasado y rápido, y de una inmensa bocanada de aire dificultosamente volvió a la realidad.

Será que... ¿Será que Vicente se canso de mí? Pensar eso le hacía sentir angustias. Por nada del mundo quería alejarse del pelinegro... ¡Por nada! Era a la persona que más quería en esta tierrra, y aunque sonase extremo, no estaría dispuesto a seguir viviendo si es que él no estaba a su lado. No, gracias. Pero, eso parecía ser lo más probable... Para Vicente, el era un estorbo del que quería deshacerce.


Llegó cabizbajo a la escuela. Estaba dudando de si preguntarle o no. Realmente con eso podía destruir el ínfimo lazo que quedaba entre ellos. Y realmente lo sentía más delgado, más débil que antes.


Entró en la sala a paso firme. ¿…l estaba triste? No, al menos no se notaba. Pasó rodeando el banco del pelinegro, no se atrevió ni siquiera a hacer contacto con sus ojos. No podría, si lo hacía corría el riesgo de derramar algo, y no. No lo permitiría.


Entiendo que no me quiera hablar. Ya se debe haber enterado.

¡Mierda Vicente! Porque siempre tienes que cagarlas. Porqué... Sí, parece qe ya lo sabe. Me siento tan culpable... ¡Cuando pille a la criatura que ha develado esa estúpida conversación, juro que la mataré! Por su culpa, por su culpa he perdido al idiota. Mi idiota.

Si tan solo pudiera hacer algo.

Sentado en su banco, puso los brazos sobre la mesa y se recosto sobre ellos. Sobre aquella fina madera, se absorvieron pequeñas gotas de agua, que nunca nadie sabrá que se derramaron.


Una rubia y una chica de cabellos rosados hablaban en una esquina de la sala.

-¿Ves como está Vicente? ¡Qué le hiciste frentuda!

-Qué rayos piensas. Yo jamás le he hecho daño a... ¡Fuiste tú!

-No... Yo ni he hablado con él... Aunque puede ser que por eso esté triste.

-Sigue soñando Feña, iré a ver que le pasa.

-¡Yo también voy!

Se dirigieron al puesto del azabache, compitiendo durante el corto tramo.

-Vicho-... -cubría su boca la chica rubia.

-Sasuke, ¿te ocurre algo? -preguntó Feña.

-No Vicente, no le digas a ella, dime a mí, yo te ayudaré...

-No frentuda, yo seré quien lo consuele.

-¡Ni hablar! ¿Tú y cuántas más?

-Yo, ¿Te quedó claro?

-¡No me hables así, idiota! ¡El Vicho es MÍO!

Pero no se habían dado cuenta que al empezar su estúpida pelea repetida, el pelinegro se había levantado y había salido del salón.

-Se ha.. ido -dijeron ambas.

-Camila, ¿Puedo hablar contigo?

-Cla-claro Cristian.

-Tú... ¿Tú sabes lo que le ocurre a Vicente? Digo, ya que eres su hermana.

-Lo siento... N-no sé lo que le pasa, él no me cuenta muchas de sus cosas.

-Ah...

-P-pero si es que sé algo, te lo diré.

-Gracias Camila, nos vemos. -hizo una pausa, y decidió contarle, para que alguien supiera -al menos- de su partida- ¿Recuerdas el papel que me entregaron aquella vez?

-Sí.

-Lo aceptaré. Aceptaré el traslado.

-¿¡Qué!?

-Así es. Si él ya no me quiere como su amigo, entonces no tengo nada más que me conecte con esta realidad.

-Cl-claro Cristian.

-Adiós Hinata, nos volveremos a ver algun día.

-Has-hasta pronto -y lo despidió, con la mano puesta en su corazón. Deseaba ser ella quién lo detuviera, pero sabía que esos ojos celestes reían y lloraban por una sola persona.


Se fue con las manos en al frente, revisando ese azulado papel que tenía entre las manos. Que más daba. Si la única persona que él quería, no le hablaba, aunque fuese para insultarle, entonces prefería partir, aun sí eso significara la perdida más grande de su vida. Porque el realmente amaba a Vicente, pero si no podía tenerlo como amante, entonces quería tenerlo como amigo.

Pero... si ni eso podía tener... si no podía volver a hablarle, verlo sonreír, sentir su aroma, entonces... esto ya no tenía sentido.

Se dirigió hasta su casa. Iría a empacar sus maletas y se iría, y no se despediría de nadie, porque estaba seguro de que lo convencerían de quedarse, y eso ya no podía ser. Elegiría no ver a nadie, para no hacerlo más doloroso de que que ya lo era.



Desde lejos había visto a Camila hablar con Cristian. Quería saber si le habría contado acerca de eso... Acerca del estúpido que subió un clip de audio, donde él decía sentir algo por el rubio. Se odiaba por alguna vez haber dicho eso... aquello que estaba poniendo en peligro su amistad.

-Camila.

-¿S-sí Vicente?

-¿Que... -miró hacia otro lado con un fino sonrojo en las mejillas- ¿Qué te dijo Cristian?

-Me dijo... Qu-que se iba.

-¿¡Qué? -ese sonrojo había cambiado por una mueca de sorpresa, acompañada de un peso en el pecho.

-Sí. Me dijo qu-que aceptaba el traslado de escuela.

-¿¡Y donde esta ahora!?

-Creo... creo que s-se fue a su casa.

-Gracias.


Y se fue corriendo, corrió como si de eso dependiese su vida.

¡Maldición! No dejaré que te vayas, sin antes, decirte que... decirte que...

Y lloró. No lo reprimió, su corazón necesitaba alivianar la carga, ese nudo en la garganta que sentía, mientras corría a toda velociadad hacia la casa de Cristian.

Llegó y se quedó espantado. Un taxi había recién partido de la casa del rubio.

-¡CRISTIAAN! ¡NO TE VAYAS POR FAVOR! -y se tiró de rodillas al suelo. Lo había perdido... perdido para siempre.

No, no se irá, no sin antes decirle lo que siento.

-¡Vicente, sube! -decía desde otro taxi una peliazul.

-¡Camila!

-Vamos, no hay tiempo que pe-perder, si es que quieres decirle a Crist-tian lo que sientes.

-Gracias Camila -y le regaló un beso en su mejilla- Rápido, a la estación de trenes.


Ya estaba hecho. Tomaría un tren, y se alejaría de aquella ciudad. Esa ciudad que le había dado los mejores momentos... con Vicente.
Al otro lado de la ventana, el cielo se tornaba gris y obscuro, se predecía una tormenta por la radio. Al menos el cielo lloraría y lo despediría.

Recordaba aquel incidente, ese incidente que le había dado la mayor alegría de su vida. La única vez que había podido rozar los labios del rubio. Tan suaves como siempre había pensado. Y la que parecía, sería, la última vez.

Se imaginaba una vida sin él, una vida sin sonrisas, una sin alegrías. ¿Y las ganas de vivir? Se desvanecían de tan sólo pensar no tenerlo más cerca, no poderlo ver más.

-¡Maldito tráfico! ¡No tengo todo el tiempo del mundo! Maldición... ¡Muevánse! -no lo pensó más y se bajo del pequeño auto amarillo. Corrió por entremedio de los autos, le quedaban tres cuadras para llegar a la estación de trenes.

¡Por favor, todavía no te vayas, por favor! Aunque sea, quiero ver esos ojos y esa cara por una última vez, aunque sea la última, para poder irme de este mundo de una vez.

Sus ojos estaban un tanto hinchados ya que nunca lloraba, su rostro enrojecido por el paso de las lágrimas... Daba un aspecto de angustia.

Por fin llegó y pasó bajo el umbral que dictaba 'Estación de Trenes'

Buscó desesperadamente entre tantas cabezas una que fuera rubia, pero no lograba distinguir nada.

Al fin luego de un rato enfocó una cabellera rubia como la de Cristian, y corrió entre la multitud, botando bolsos y empujando a personas desprevenidas, abriendose paso para llegar hasta él.
 
Lo había perdido, hasta que corrió hacia los andenes, donde el tren ya se preparaba a partir.

Lo vio, lo vio subiéndose.

-¡Cristian! ¡Espera, aún no puedes irte! -corrío al lado del tren que ya iniciaba su partida.

-Cristian... Aun no... -decía, mientras que sus ojos comenzaban a enrojecerse- debo decirte algo. Algo... muy importante -y cayó al piso, de rodillas nuevamente, con las manos ocultando su rostro.

-Tenia que decirte... que yo... yo...

-¿Que tú qué... Vicente?

-¿Cristian? -dijo volteandose y levantandose. Allí estaba él, con los ojos humedecidos y sus manos apretando fuertemente las asas de las maletas.

-Sí Vicente... Se que no querías estar más conmigo, que no querías verme más. Que ya... Que ya no me soportabas -dijo girando su rostro, y dejando escapar cristalinas lágrimas de esas orbes azules -por eso decidí irme, porque... Porque -la voz le temblaba y temía con no poder seguir hablando- ¡Porque si no puedo seguir a tu lado, entonces no quiero estar más aquí! -dijo llorando como un pequeño, sollozando y dando suspiros.

-Cristian... Estas equivocado -dijo él, a lo que saladas gotas corrían por sus mejillas.

-¿Cómo dices?

-Yo... yo pensaba que tu sabías... bueno...

-¿Saber que? -preguntó secándose el rostro.

-Pensé que tu habías escuchado ese vídeo, donde yo dije que...

-Vicente -dijo volviendole las lágrimas a los ojos, temiéndose algo que no le gustara- que dijiste.

-Yo, dije que... ¡Dije que te amaba! Y todavía te amo y te lo digo, te amo más que a nadie, pero no quería que supieras... porque... porque si sabías, nuestra amistad se acabaría, y es lo último que quiero, pero si te vas, entonces no puedo hacer nada, pero ya no tengo razón para estar aquí... si tu no est- y Cristian se había acercado, y había juntado sus labios, aún sin moverse y esperando la reacción del otro.

El pelinegro sólo atino a sonreír y devolverle el agradable y dulce beso. Se separaron y se miraron a los ojos.

-Vicente, yo siempre te he amado, pero... también por miedo a que te alejaras de mí, preferí ocultar este amor y conformarme con ser tu amigo.
-Cristian, yo ya no quiero ser tu amigo.

-Yo tampoco. -y volvieron a juntar sus labios, en un tierno y largamente ansiado beso. Aquel que al fin sellaba lo que sentía el uno por el otro, aquel que al fin sellaba aquella amistad, y la convertía en amor puro, en ese amor que exige y que da.

-Te quiero y te amo, Vicente idiota

-Y yo -dijo, besándole dulcemente la mejilla.

Se voltearon, se tomaron de la mano y caminaron, caminaron hacia un destino que les deparaba obstáculos, pero que siempre con amor y voluntad, lograrían sobrepasarlos.




Y ese fue el día, es que dos amigos confesaron, por fin, lo que sentían por el otro.

Notas finales: :)

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