Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Decadencia Divina por AkiraHilar

[Reviews - 20]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo: Asmita ha sufrido delirios al punto de salir de su templo y llegar a Cancer. Ahora que está allí y en manos de Manigoldo. ¿Qué sucederá?
Desde el lugar donde se escondía, podía ver la luz de luna dejar ambas sombras pintadas en el piso de la edificación, observando ahogado por una ira incontenible como el cangrejo aprovechaba el estado débil de su compañero para acorralarlo. Vio abrumado como Manigoldo puso una de sus manos en la cintura de Asmita, para acercarlo más a él, mientras que la víctima, en vano, intentaba alejarse, o al menos eso quería creer él en lo más profundo de su ser.

-Vamos, dime si no quieres… ¡Empújame y te dejare en paz! –dijo Manigoldo provocativamente, tentando al dorado a defenderse aunque sabía que en ese estado no podía.

-Basta… -murmuraba el rubio sofocado ante la presión del cuerpo del mayor

Asmita intento levantar su cosmos para alejarlo, solo logrando crear un leve flamazo de energía que inmediatamente se apago. Manigoldo se alejo un leve momento pensando que sería peligroso, pero al verlo extinguirse dibujo una sonrisa de placer prohibido en sus labios, conforme Asmita había quedado brutalmente indignado… ni siquiera su propio cosmos.

-Tienes idea de lo provocativo que te ves, “gran dios” siendo tan miserablemente peligroso –Manigoldo lo aplasto contra la pared, usando su propio cuerpo y sujetando su rostro con ambas manos, levantándola para estar cerca de él y besarlo –Y yo tengo una extraña fijación con los dioses… me gusta perseguirlos y demostrarles cuan basura soy ante sus ojos… tu me trataste como basura últimamente, con ese aire divino que tanto detesto… ¿qué se siente ahora estar en manos de un mortal?

Defteros veía totalmente desarmado como Manigoldo se acercaba al rostro de Asmita, mientras el rubio intentaba zafarse en vano. Lo había decidido… arriesgaría su clandestinidad para salvarlo de las tenazas de ese cangrejo que se creía lo suficiente como para manchar la divinidad de su cuerpo. Se acerco sigilosamente, con la mirada de una bestia salvaje que ha visto a su nueva presa y se le aproximaba con cuidado, buscando no ser escuchada hasta que diera el ataque final, un feroz zarpazo que le estrangulara ese cuello. Los ojos de Defteros brillaban con furia, danzando en medio de la luz de la luna. La mirada de un demonio.

-Manigoldo… -susurro Asmita cuando sintió que el mayor estaba a punto de besar sus labios - ¿… de verdad crees que así lo arreglaras?

-Estas delirando… deja de decir idioteces… -murmuro Manigoldo no dispuesto a hacerle caso – no seré duro, hare que lo disfrutes…

-No soy Shion…

-¿Crees que no lo sé o me crees tan idiota? –Grito el cangrejo herido ante esas palabras, hirviendo de deseos por devorar esos labios que no se cansaban de hablar estupideces que no quería escuchar.- Pero eso no me va a detener, ¡la carne demanda!

Manigoldo observo el rostro de lástima que le dibujo Asmita, en medio de su cuadro de salud. Que maldita expresión, la misma que enfrió inmediatamente los ánimos de Manigoldo, haciéndolo alejarse de él. Odiaba esa expresión, esa expresión de lástima que le recordaba lo débil y miserable que era. Escupió a un lado, rascando su cabeza con molestia.

-Patético… que me mires con lastima cuando estas como un saco de carbón encendido – dijo el santo con dolor, mirando hacia un lado -Sabes arruinar muy bien el momento ¿eh?

-Supongo que te entiendo… -murmuro Asmita, arrodillándose luego de perder de nuevo el equilibrio -… primeros… segundos… qué importancia tiene ese orden…

-Estas peor que yo cuando me emborracho… hablas de más virgo –le dio la espalda, para no mostrarse afectado por esas palabras que el rubio le decía en medio de su delirio

-Solo debería importar estar al lado de esa persona… aunque sea un momento… pero… saber que eres importante… debería ser suficiente…

-¡Deja de hablar o te besare en serio!

El grito de Manigoldo, desesperado, tocado a fondo por cada palabra, no fue suficiente para sacar del letargo a Defteros, quien al ver que se había alejado, había detenido su cacería y estaba escuchando esas palabras. ¿Qué significado había en ellas? Acaso, ¿se refería a él? Defteros se sintió cruelmente llevado primeramente por las corrientes rápidas de la ira y el celo, para luego caer en las templadas aguas de la duda y de cierta emoción. ¿Eso que hablaba era por él? Sentía que su pecho desbordaba de emociones.

-Pero… los humanos somos egoístas… siempre… queremos ser los primeros… los únicos…

-¡Maldición! –Manigoldo, colapsando ante esas palabras que parecían desgarrarlo por dentro, sujetó por el cuello a Asmita, levantándolo y aplastándolo ante la misma columna. De nuevo, Defteros se puso alerta. La mirada de Manigoldo, azul, tan azul, brillaba temblorosa como si dos lagrimas quisieran rodar por su rostro. No quería escuchar lo patético que era, no quería escuchar que alguien pudiera siquiera entenderlo cuando nunca ha hablado con él de eso, mucho menos soportaba ser tan transparente como para que Asmita se haya dado cuenta de que era lo que pasaba. Odiaba, odiaba que Asmita pareciera conocerlo tanto aún si sus ojos no lo vieran. Lo detestaba. -¡Te lo advierto! ¡No tendré misericordia si sigues abriendo la maldita boca!

-Ahora lo entiendo… -murmuro Asmita aturdido, con voz quebrada, atrapado entre esas manos y entre el malestar que acosaba a su cuerpo – Esto que siento… ya lo entiendo…

-¿Entender que rubia? Mejor te llevo a tu templo, ¡si sigues así te voy a violar aquí mismo con tan de callarte!

Asmita le sonrió, con una mueca escueta que caló hondo en los sentidos de Manigoldo. Como resignado, rendido, pero no por la fuerza de Manigoldo, si no contra lo que había estado peleando durante tanto tiempo, contra aquel sentimiento que el intento ver como normal, como corriente, como común. Ese que creció de forma acelerada y sin forma dentro de sí conforme los acercamientos se creaba, los roces se incrementaba, la soledad se hacía más ancha en su ausencia, la felicidad más desbordable en su presencia… Entendió al mismo tiempo… que solo era un hombre… un hombre atado a otro hombre de forma irremediable… y ese hombre estaba a su vez atado a otro… sonrío resignado, entendiendo que nada podía hacer contra lo que sentía, contra lo que lo ataba, contra todo lo que los rodeaba. Entendió también, porque deseaba con tanto ahínco, tocar ese rostro. Todo en ese momento tuvo sentido para él.

Entre tanto, Manigoldo lo miro desesperado, tratando de contener lo que se despertaba dentro de él y viéndose, irónicamente, reflejado en su figura. Verlo en ese momento, era como verse a sí mismo peleando por tener al lado a esa persona que amaba, pero viendo impotente cómo se alejaba de él, como no podía contenerlo, como no podía atraparlo… Ese desconcierto era mayor si trataba de pensar en que persona podría provocarle esas reacciones a Virgo. Aún aturdido por las palabras de Asmita, Manigoldo siente los pasos de alguien acercarse y luego llamarlo por su nombre. Defteros sintió la presencia y la reconoció inmediatamente. Asustado, Manigoldo suelta a Asmita sin aviso, empujándolo casi sin pensarlo hasta que Asmita cayo, perdiendo el equilibrio, dentro de las sobras detrás de la columna. Era Shion quien se acercaba.

Al verlo caer aturdido al suelo, Defteros se abalanzó de prisa y en silencio hacía él, mientras Manigoldo se apresuraba a la entrada para atajar al invitado imprevisto y evitar que viera al otro invitado. Luego de haberlo alcanzado, lo tomo entre sus brazos, rodeándolo fuertemente y escondiéndolo entre las sombras, tapándole la boca con una de sus grandes manos. Fue en ese momento que se detuvo a pensar que estaba cometiendo una locura. Si Manigoldo regresaba podría verlo con él en brazos y sería peligroso. Pero luego de percibirlo en ese estado y además escuchar esas palabras, la razón ya no era precisamente su aliada. Asmita, por su parte, lo detecto por su olor y el latir de su corazón tan conocido. Era él, estaba seguro que era de él, y buscándolo con sus manos, intento tocar la máscara que lo cubría, humedecida por la lluvia, pero solo alcanzo su larga cabellera gruesa.

-Asmita - le susurro Defteros agitado, viendo cómo salir en la situación en que se había metido -, has silencio, o me verán.

El rubio asintió sin decir más y se dejo llevar por la sensación de esos brazos cubrirlo y en su espalda el ancho pecho del gemelo. Por primera vez disfrutándolo sin argumentos, sin razones vanas, sin prejuicios…

-¡Shion!¿Y eso que haces aquí? –fue lo único que pudo articular Manigoldo nervioso, intentando parecer alegre por la visita

-¿Cómo que qué vine a hacer aquí? ¿Primero peleabas porque me la pasaba mucho con Dohko y ahora me sales con esto? – pregunto Shion molesto con la recibida

-Oh, ya veo, ¡entonces vienes a visitarme! – Manigoldo veía de vez en vez hacía atrás, extrañado de no ver nada de Asmita por allí y esperando que eso siguiera al menos hasta que Shion se fuera

-Estas extraño… -murmuro el ariano mirándolo de forma indagadora -¿Escondes algo?

-¿Yo? –Dejo ir casi ahogadamente el cangrejo, lamentándose por no sonar convincente –Nada, claro que nada, ¿qué puedo estar escondiendo?

-Eso podrías decirme…

Viendo que las cosas no salían bien hablando, entonces tuvo que realizar otra acción. Tomo en el brazo a Shion, obligándolo a subir un escalón más y acercándose de forma seductora hacia sus labios, cosa que Shion no pareció despreciar.

-Si quieres te muestro que escondo en mi cuarto. ¡Puede que te divierta!

-Antes de eso quiero hablar sobre ese beso a Asmita.

Manigoldo casi quedo pálido de la impresión ante esas palabras, tragando con dificultad y ladeando su rostro hacia un lado, para no encontrarse con los ojos profundos del menor.

-Bueno, pero lo hablamos en mi cuarto.

-Espera, ¡Manigoldo!

Sin pensarlo, el cangrejo tomo por el brazo a Shion, casi arrastrándolo hacía su habitación, deseando que el mismo Asmita regresara a su templo de la misma forma que llego hasta allí. Cuando vio que ambos se habían perdido en el pasillo, Defteros carga entre sus brazos el cuerpo húmedo y caliente de Asmita verificando bien el terreno antes de salir. Dio dos saltos rápidos hasta llegar a la casa vacía de Leo, volviéndose a escudar en las sombras de esa oscuridad que los rodeaba. Estando allí y sabiendo que sería mucho más peligroso que el intentara dejarlo en Virgo, decidido que dejaría ir a Asmita por su cuenta hasta el próximo templo, esperando que él pudiera hacerlo. Lo puso en el suelo, sintiendo como temblaba de fiebre y sus mejillas estaban sonrojadas, aunque aún así, le dibujó una sonrisa llena de felicidad.

-¡Que estupidez estás haciendo Asmita! –Le hablo con fuerza aunque en murmullo, mostrándole lo preocupado que estaba -¡Deja de hacer estas tonterías, debes descansar!

-Defteros… - susurro el rubio alcanzando la máscara con su mano ardiendo -… oí tus pasos, entonces te seguí… pensaba que huías de mí…

-¡No seas idiota! ¡Yo no quiero huir de ti! No hagas casos a eso, es por la fiebre ¿me escuchas? La fiebre te hace oír esos pasos. – Defteros le tomo su rostro con sus manos, intentando que Asmita se enfocara en él, sintiendo el ardor de su mejilla, intentando no encenderse con los labios que se entreabría para él -No soy yo, yo no puedo ir con tanta gente en tu templo. Así que no hagas caso de eso… ¿Me entiendes verdad?

-¿No iras a visitarme?

Defteros se veía colapsado por la imagen que Asmita le entregaba, por esas telas que húmedas se aferraban al contorno de su cuerpo, por su cabello húmedo que caía despeinado, por esas mejillas, por esos labios, por su sola forma de debilidad que él tenía entre sus manos. ¿Cómo no querer visitarlo? Acababa de arriesgar su clandestinidad por él, claro que quisiera estar cerca, que le encantaría estar cuidándolo personalmente… Que quisiera protegerlo… Que quisiera tomarlo.

-Quisiera, pero no puedo Asmita… -murmuro adolorido el gemelo, queriendo robarse ese malestar y hacerlo propio para que él no sufriera por ello. –Escúchame bien, tienes que curarte. Cuando te cures, podré ir a visitarte. ¿Sí?

Asmita asintió con agotamiento, intentando arroparse del frio que sentía, buscando que Defteros lo abrazara por un momento. El gemelo lo entendió y lo cubrió con su cuerpo, escurrió sus manos entre la tela humedecida y sintió el calor de esa piel, que ardía, con fuerza, por la fiebre que lo aquejaba. Sintió las manos calientes de Asmita sujetarlo alrededor del cuello y la espalda, buscando amoldarse a él… No lo entendía, pero se buscaban en medio de ese calor infernal, en medio de esa soledad. Defteros sabía que nada podía hacerle, pero también comprendía el deseo de sus labios aprisionados, entendía lo que su cuerpo le clamaba en ese momento. Pero se negó, se negó pensando que Asmita no deseaba lo mismo. Concluyendo que todo lo que pasaba era por la fragilidad que le producía esa fiebre. Que Asmita, en sus cabales, jamás le pediría algo así.

Su gran mano ingreso dentro de la lacia cabellera humedecida, la otra lo sujeto por la cintura. Sintió la respiración acortada de Asmita en su cuello y el fuerte agarre que este le daba a su cuerpo. Mordió sus labios detrás de la máscara, y dejo que la misma impotencia, la impotencia de no poderlo ayudar, de tener que dejarlo solo subir al templo de virgo, de no poder hacer lo que su cuerpo le reclamaba, saliera en una furtiva lágrima que vio fin dentro de esa mascara. No podía hacer nada… No podía desear nada.

Se separo de él, tomando de nuevo su rostro, echando ese cabello dorado hacía atrás para ver ese rostro sonrojado, por última vez en esa noche. Acaricio su frente tenuemente, buscando no herirlo. Asmita le tomo su mano con fuerza como si no quisiera separarse. Definitivamente, la fiebre era tal que él ya no medía lo que hacía.

-Escúchame… por favor… tienes que subir a tu templo. Hazlo con cuidado –la voz de Defteros se quebraba en su garganta -, para que no te caigas. Y cuando llegues allí, come lo que te digan, y tomas agua. Y haces caso a lo que diga Acuario. Y no me menciones. Nunca.

-Si… -murmuraba con debilidad

-Y cuando te cures, yo iré a visitarte. Serán las cosas como siempre, ¿me entiendes?

-siempre…

-Si, como siempre… tú sano, fuerte, como un dios. Y yo, yo… yo escondido, siguiéndote… yo…

Asmita dibujo en su rostro una profunda tristeza al escuchar esas palabras. No lo entendía, ¿que buscaba decirle Asmita con esas palabras, con ese rostro que le había dibujado, con ese abrazo? O ¿qué quería ver en esas señales? Defteros trago grueso y despejando su frente, se acerco a él, como si quisiera darle un beso en la frente. Un beso con una máscara maldita que no permitió que sus pieles se unieran, pero suficiente el gesto para hacerlo sentir un tanto aliviado.

-¡Kardia! –La voz levantada de Degel le hizo despertar de su sueño, asustándose en el acto y viendo a todos lados con su aguja apuntando. Lo que encontró frente a él fue el rostro de Degel, enfurecido, como nunca lo había visto antes. –¿Donde está Asmita?

Esa pregunta le hizo subir un rayo frio por la espalda. Vio hacia la cama y la vio desacomodada sin el paciente, cosa que termino de atemorizarlo. Se le había escapado el rubio de la sexta casa.

-¡Diablos! ¡Estaba aquí hace solo un segundo! – balbuceo el escorpión al borde del colapso, viendo que le había fallado a la confianza de Degel

-¡No está aquí!

-Calma Degel, no debió ir muy lejos –Murmuro El Cid seriamente, poniendo la mano sobre el hombro de acuario y viendo fijamente a Kardia como una orden en silencio que el menor entendió.

-Voy… ¡voy a buscarlo! ¡Ya lo traigo!

Degel puso los libros en la mesa de al lado y se acaricio la cabeza, tratando vanamente de calmarse. Con esa lluvia y Asmita fuera, esto era muy delicado, podría hacerlo debilitar más y terminar en un estado aún peor.

-Al menos si puede moverse es buena señal…

-Si era buena señal con esa lluvia definitivamente será lo contrario. – murmuro Degel angustiado -¿Cómo es posible que esto haya pasado?

Defteros y Asmita se quedaron en silencio luego de ese roce entre la máscara y la piel que parecía quemarlos más que la misma fiebre que el dorado tenía. La garganta de Defteros se sentía seca, ansiosa de probar al menos una vez esos labios. Pronto se vio acosado por su misma consciencia, que le reclamaba que era incorrecto. …l era el más cercano a los dioses. No podía mancillarlo de esa manera. En ese momento, sintió la voz de Kardia al bajar el templo, llamando a Asmita asustado, como si fuera a recibir una terrible reprimenda si se dan cuenta que s ele había perdido. Defteros espero que el escorpión bajara hacia Cancer, para levantarse con Asmita de su escondite, y decirle, que caminará hacía el centro de la sala del templo y esperará que Kardia viniera por él.

Virgo obedeció caminando lentamente hacia la salida de Leo, cuando Defteros le había dicho que se quedara quieto en la sala. El gemelo lo veía, no pudiendo evitar sentir ternura de verlo tan vulnerable y provoco un ruido para que Kardia volteara. Apenas el octavo santo lo vio, lo tomo por el brazo y airado se lo llevo al templo, en medio de esa lluvia que no cesaba de caer suavemente sobre ellos.
Notas finales: Kardia perdiendo al paciente!!xDDD capaz se puso a imaginar realizar esa “danza” con degel!!! xDDDD

Al final, el momento que me gusto escribir fue la conversacion Defteros y Asmita en el templo de Leo. Pobrecitos, tantas ganas acumuladas sin decir, y esas palabras… Asmita delirando esta de boca floja como Kardia cuandio deliraba en el manga! Diciendo lo que le pasaba por la mente!!! T____T

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).