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Decadencia Divina por AkiraHilar

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Notas del capitulo: Kardia ha llegado con la cura y con ello la esperanza. ¿Será suficiente para la recuperación de Asmita?
La mirada de Defteros primero se enfoco en sus pies, calzados, mientras tentaban el piso de la habitación. Consecuentemente, puso su mirada en la madera de la puerta detrás de su hermano, en la mesa a su lado, luego en algunos libros viejos que reposaban en la repisa en la esquina… en fin, en cualquier lugar lejos de la mirada penetrante de Aspros que parecía traspasarlo. Aquella pregunta había sido suficiente para hacerlo temer del futuro… ¿Tendría que alejarse de Asmita? ¿Si su hermano se entera de esta mentira que tiene años ocultando, como lo tomaría? Su mente se vieron inundadas de argumentos… ¿Acaso era tan malo conocer a alguien? ¿Tan prohibido que alguien más que él conocería su existencia? ¿Por qué tenía que ser así? Sabía que su hermano no tenía culpa de ello, sabía que nada podía hacer para cambiarlo y al mismo tiempo, reconocía que no quería perder lo único que tenía, lo único valedero además de esa mascara maldita… La presencia de Asmita…

-Hermano… -finalmente hablo el menor, subiendo sus ojos ya no lleno de dudas, sino de fuerza… una que nunca Aspros había visto en ellos. Dicha mirada sacudió al mayor. -. Si el Santo de Virgo muriera, ¿no serías tú el responsable, siendo el dorado mayor a cargo?

Aspros vacilo un momento ante esa pregunta. Estaba claro que sí, Sisyphus no estaba y ahora Aspros era quien velaba por la seguridad de todos ellos dentro del santuario. Si las cosas con Asmita no mejoraban, de alguna u otra manera lo iba a afectar.

-Si… aunque no fuera lo que buscaba, tendría que tomar la responsabilidad.

-Entonces… ¿no te parece que es suficiente razón como para preocuparme? -la fija mirada de Defteros lo dejo inmóvil -. Si el Santo de Virgo muere, tú habrás fallado. Si tú fallas, tu sueño no podrás cumplirlo. ¿Debería dejar de preocuparme?

Aspros quedo sin habla antes de reaccionar y soltar una carcajada, entendiendo por fin todo. Sabía que Defteros era así, que solo pensaba en como él lograría ese sueño que era su única esperanza y salvación. Al ver que lo había convencido, Defteros no pudo evitar sentirse culpable de haberle mentido…. Aunque estaba claro que no había mentido del todo, simplemente el ocultar las verdaderas intenciones le oprimían. Era cierto que estaba preocupado por su hermano y que temía que todo esto le afectara su camino hacia el patriarcado, pero más lo agobiaba la salud de Asmita. Su seguridad.

-¡No tienes que preocuparte! -Dijo Aspros poniendo su mano sobre la cabeza de su hermano, revoloteando su cabellera espesa mientras lo miraba fijamente -¿Y qué pensabas hacer cuando Virgo ataco? ¿Hacerte pasar por mí?

-¡No! -dijo Defteros posando su mirada en los ojos de su hermano, jamás pensaría en suplantarlo -Pero pensé que si usaba tu técnica de ilusiones podría engañarlos y cuando se dieran cuenta, podrías atribuírtelo. Decir que manejaste todo desde aquí.

-¡Vaya vaya! ¿No era más fácil levantarme?

-Ya estabas cansado y…

-Lo sé… lo sé… no tienes que explicar más… solo recuerda, el Santo de Géminis soy yo -Defteros bajo su mirada, asintiendo, sin ver el brillo pulsante en los ojos de su hermano… “Me envidias” -. Tú debes quedarte aquí. Sin importar que… Al menos hasta que llegue el momento. ¿Lo entiendes?

Defteros volvió a afirmar con su rostro, sin decir más… ya había dicho suficiente… Ya había ocultado mucho… Aspros se alejó de él colocando su casco sobre la mesa, mientras partía un poco del pan que estaba servido.

-Ya lo más difícil se ha resuelto… Kardia de Escorpio llego con la medicina y ha sido un buen avance -Aquellas palabras hicieron que un reburbujeante gozo subiera desde su estomago hasta el pecho, manteniendo aún la mirada en el suelo, para no mostrarle a su hermano el extremo gozo que sentía -. Tal parece que ya se recuperará. Así que como verás, nada detendrá mi sueño. Puedes estar tranquilo…

-Gracias a Athena…

Efectivamente, conforme el ungüento y las pócimas eran bebidos por Asmita, su salud se mejoraba. Ya dos días después por fin había podio degustar un buen caldo que El Cid se había encargado de pedir a la servidumbre del santuario. Degel entretanto vigilaba día y noche su fiebre, que aunque aún tenía alta, no llegaba a los niveles preocupantes de las noches anteriores. Pronto Asmita ya podía dormir una noche tranquilo, y ya podía hablar, aunque despacio. Las cosas habían mejorado.

-Creo que ya podemos regresar a nuestros templos -Concluyo capricornio acariciando levemente su cuello, cansado pero satisfecho y tranquilo por haber cumplido su promesa a Sisyphus.

-Estoy de acuerdo. Degel, tú has estado más tiempo aquí, puedes ir a descansar -Dijo Aspros acercándose al menor y mostrándole la salida. Degel se negó.

-No, yo quiero quedarme un tiempo más. Al menos hasta que pueda ponerse de pie. Pero ustedes pueden retirarse.

-¿Seguro?

Degel asiente provocando que los mayores intercambiaran una mirada rápida antes de decidir que era hora de descansar. Luego de una leve despedida, ambos abandonan la habitación, dejándolos solos. Acuario suspiro cansado y vio el desastre que tenían en toda la habitación. Conociendo lo ordenado que solía ser Asmita, de seguro todo esto no le haría gran gracia. Alejándose un poco intento quitar las colchas sobrantes de la cama de Asmita, provocando que este despertara débilmente.

-¿Asmita? Disculpa, no quería despertarte…

-No te preocupes Degel… -dijo en un leve murmullo mientras ponía uno de sus brazos en la cabeza, producto del dolor de cabeza que aún sentía

-¿Cómo te sientes?

-Mejor… ya al menos puedo enfocar mis sentidos… -Degel se sonrió con esas palabras, sintiéndose aliviado -. Debo agradecerte mucho él que te hayas quedado aquí conmigo… Debí ser una carga para ti.

-Ni hablar… en momentos como estos no se puede pensar en cargas. Eres mi compañero y necesitabas atención. Además, no fui el único.

Asmita logro dibujar en su rostro una expresión de desconcierto ante esas palabras.

-¿Quién más? -pregunto Asmita intrigado

-El Cid, Aspros, hasta Manigoldo y Shion han estado aquí. Cuidándote. Además, Kardia fue quien trajo la medicina y Albafica no ha dejado de preguntar de tu estado. Incluso, el gran patriarca vino a verte.

-¿El gran patriarca…?-murmuro asombrado y avergonzado al mismo tiempo, buscando levantarse…

-Calma… no tienes que preocuparte. Todos estábamos preocupados.

La mano fría de Degel se poso sobre su hombro desnudo, deteniéndolo en el momento y sintiendo a través de ese toque ternura… Allí, inmediatamente su cuerpo y mente reaccionó. No se sintió en nada parecido a cuando Defteros había atajado sus manos en aquella mañana. ¿Por qué? Quedo inmóvil pensando en ello.

-Debes descansar Asmita. Has estado muy debilitado y necesitas recuperar fuerzas. ¿Quieres tomar un poco de caldo?

-Sí… tengo apetito… siento que mi estomago tiene días sin recibir alimentos. -murmuro Asmita aún sumergido en sus pensamientos.

-Y no es falso, realmente fue difícil hacerte comer en el estado que estabas. Iré a avisar para que te preparen algo… No te levantes, ¿sí?

Asmita asintió confundido, recostándose un poco en los almohadones que Degel le acomodo amablemente a su espalda y cuello, para luego sentirlo salir de su habitación. Una leve brisa había corrido por el ventanal, refrescando un poco su frente humedecida. Aún estaba algo aturdido pero ya lo suficiente fuerte como para mantener su mente enfocada en un solo pensamiento. Se pregunto cuántos días habían sido, que tantas molestias les había hecho pasar. Suspiro pensando en ello y tratando de recordar algo… Lo que vino a su mente fueron sensaciones que lo sacudió por completo. La voz de Defteros en su memoria, el tacto de su piel, de ese abrazo, de esos brazos… Asmita quedo descolocado cuando empezó a recordar, vagamente, el delirio, la alucinación, Defteros…

“Serán las cosas como siempre…”

Escucho la voz de Defteros pronunciando una frase que no podía llegar a ser más falsa… No, las cosas ya no serían para siempre. Asmita había encontrado por fin respuesta a una de sus dudas. Por fin había comprendido que era lo que pasaba en su interior. Pensando en ello y tratando de recordar los fragmentos de memorias de esos días, simplemente se dejo caer en los brazos del sueño, descansar… por un momento.

Los días corrieron rápido. Prontamente ya Degel no tenía que quedarse en la habitación de Asmita, ya este había recuperado sus fuerzas, hablaba amigablemente, pedía más alimentos y se sonreía, con ese gesto sincero y saludable que tranquilizaba a Degel y lo hacía sentir confiado. Sobre el castigo de Kardia, por el apoyo de Aspros se decidió designarlo junto a Shion y Manigoldo a ayudar a Aldebaran en la misión de llevar la medicina y atender a los afectados de Rodorio. El menor asintió sin problema, agradeciendo la ayuda de su mayor para no recibir un castigo digno a su desacato. Entre tanto, Defteros escuchaba las mejoras, las buenas noticias, los ánimos, desde la sombra. Aún el templo de Virgo seguía demasiado concurrido. De vez en cuando las doncellas, Degel y El Cid visitaban y verificaban su estado. Tendría que esperar pero, la certeza de que Asmita ya estaba mejor, le hacía regresar a su templo en paz.

Esa tarde, luego de todo un día atendiendo enfermos y aplicando la medicina, Kardia llega agotado hasta su templo. Se recostó sin demora en su cama, quitándose toda la armadura y viendo fijamente el techo frio de su habitación. Sus ojos del color azul del más profundo mar brillaban con fuerza, pero estaban empañados. Desde que había llegado, no había podido hablar con Degel. Incluso, nunca escucho un gracias de sus labios. Abrumado por la tristeza que peso en su pecho al recordarlo, se echó a un lado, viendo concentrado la punta de su uña roja derecha, larga, afilada, brillante cuan carmesí. Suspiro profundo.

Pensó que tal vez Degel aún estaría molesto por haber fallado a su confianza, por haberlo dejado en ridículo con las doncellas del templo y haber salido sin el permiso del patriarca. Quería decirle que lo perdonará, que lo de las doncellas fue un error estúpido de su parte por dejarse llevar por celos infundados (ni que Asmita pudiera hacer algo con Degel en esas condiciones) y lo de la salida… lo había hecho por él… por no verlo poner ese rostro de preocupación y espanto… para que no se trasnochara… para que no sufriera. Si, era egoísta, era Asmita quien sufría los debacles de esa enfermedad pero no era en el enfermo en quien pensaba cuando traspaso toda cantidad de terrenos para hallar la extraña planta. Pensaba era en Degel. Se sonrío a sí mismo, con un dejo de tristeza… Era patético entenderlo. Pero aunque Asmita se estaba recuperando satisfactoriamente y todos le agradecieran el gesto, sin el apoyo y comprensión de Degel no valía absolutamente nada. Necesitaba su aprobación… necesitaba su mirada, lo necesitaba a él…

La puerta se abrió a sus espaldas y al no sentir cosmos alguno pensó que era alguna doncella que tímidamente pensaba hacer sus labores sin haberse percatado que estaba allí. Espero un rato a ver si así como entro se iría, después de todo estaba tan deprimido y cansado que ni ánimo tenía de reprenderla. No sucedió, más bien sintió asombrado como unas manos frías y un cosmos conocido de repente se habían sentado a su lado. Su cuerpo se sobresalto de emoción pero se quedo quieto. No sabía cómo reaccionar, lo había tomado por sorpresa y justo cuando pensaba en él. No podía ordenar los pensamientos en su cabeza.

-Kardia…

Acto seguido, Degel, quien había escondido hábilmente su cosmos para entrar y tomarlo desprevenido, se acercó y dejo que una de sus manos rodara desde el hombro desnudo de Kardia hasta su mano izquierda, con una dulce sensación de frescura que erizo la piel del escorpiano. Luego se acerco al oído del otro, retirando con dulzura uno de los mechones con su nariz, para luego murmurar algo en francés que el perfectamente conocía. Se lo había grabado, entendía lo que decía y un frio recorría cada vertebra de su columna vertebral. Kardia no respondió, solo volteo para ver con sus pupilas azules cristalizadas a los profundos ojos de Degel, tan hondo, tan inalcanzable, extrañamente helados… tan helados que quemaban en él.

Al obtener por fin su atención, el francés se puso de pie, quitándose tranquilamente cada parte de su armadura dorada, frente a él, sin pudor, decidido. La mente de Kardia le daba vuelta, había esperado muchos días para eso, y, siendo tan inesperado simplemente dejaba que su corazón latiera mucho más rápido de lo normal.

-Aspros me conto en las condiciones que llegaste del viaje… -empezó a conversar acuario conforme dejaba en perfecto orden a las partes de su dorada envestidura en el suelo -. Dijo que fue duro, también me comento sobre cómo fue la audiencia con el Gran Patriarca.

-Degel… pensé que estabas molesto conmigo… - murmuro Kardia en un hilo de duda que llamo la atención de su compañero

-Lo estuve… pero a pesar que hiciste una locura, me defraudaste en un pedido que era importante para mí y aún así fuiste a hacer eso por una razón egoísta…-Kardia quedo sin habla, viendo cómo iba enumerando una a una las cosas que había hecho mal y provocándole mirar hacía la pared, arrepentido -, gracias a eso, Asmita está a salvo.

Se acerco lentamente a él, recostándose por encima de su cuerpo y viéndolo con sus ojos verdes, mientras Kardia se dedicaba a respirar el aire que exhalaba Degel. Se quedaron así, mirándose, estudiándose a través de los ojos, desviviéndose en el momento en que podían, de nuevo, juntar sus miradas luego de una faena de casi tres semanas. Los deseos de ambos parecieran haberse comunicado a través de ellas, pronto ambas miradas palpitadas decididas y ansiosas de continuar. Con eso, Kardia y Degel se juntaron en un largo beso que parecía saciar las necesidades de ambos, para Kardia: seguridad, para Degel: liberación. No fue en nada romántico, era desenfrenado, airoso, violento y ardiente. Parecía que Degel buscaba liberarse de la frustración que le había producido el actuar de Kardia y al mismo tiempo la presión por el estado de Asmita, mientras el otro, respondiendo ávido al movimiento de esos labios que parecían querer sacarle la vida a través de la boca, solo buscaba en esos brazos la aceptación y protección que siempre había encontrado en él. La profundidad de los besos pronto se hicieron insuficiente, y las manos entonces decidieron apoyar su cometido, acariciando con fuerza y firmeza la piel del otro que se convertía en cáliz hirviendo entre sus dedos.

Los besos tornaron otros cursos conocidos. Degel dejaba un halo helado en cada paso que daban sus labios y manos, que contrastaba con la temperatura alta de Kardia, quien sentía en su piel el calor incinerador. El hielo quemaba, y él lo sabía… porque cuando Degel estaba sobre él mas que el frió, sentía la sensación amenazante que quiere arrancar a su piel dentro del fuego ígneo de sus brazos. No le importaba, se dejaba quemar por él, mientras rasguñaba su espalda, mientras emitía su nombre con gemidos, conforme se unían, haciéndose uno. Pronto los pensamientos se evaporaron en la lluvia de sensaciones que sus cuerpos les regalaran, hasta caer, rendidos y satisfecho, uno encima del otro. No hubieron palabras, solo el respirar de ambos y la sensación de paz y unión que termino por arroparlos.

Al mismo tiempo, Defteros se retiraba de la casa de Asmita, al comprobar que efectivamente aún había muchos movimientos. Regreso de nuevo a su habitación con las manos vacías, deseoso de por fin verlo, pero sin resultado. Luego de ese último encuentro en donde Asmita se había desmayado en sus brazos, muchas cosas revoloteaban en su cabeza. “Eres importante para mi” Esa frase pareció haberse grabado con sangre y fuego en su mente y corazón. Se recostó sobre la cama, fijando la mirada en el techo mientras cubría su rostro con uno de sus brazos. Aunque estaba tranquilo sabiendo que ya había mejorado, lo extrañaba. Anhelaba volver a esconderse en ese templo mientras lo observaba meditar… necesitaba de eso. Pensó que ya no podría hacer más… que solo debía resignarse por ese día y que intentaría, de nuevo, para la mañana.

Los intentos de Defteros continuaron en vano durante toda esa semana. Sus ansias no hacían más que acumularse en su pecho, sus pensamientos apilarse en su mente uno sobre otro y aquellos sueños, frecuentarse, quemarlo, torturarlo a límites insoportable. Llego al punto de que temía dormir al lado de su hermano, temía que Aspros se diera cuenta de lo que ocurría en las horas nocturnas en su mente y cuerpo. El cómo imaginaba el cuerpo del inmaculado dios en sus manos, manchado a través de sus dedos, devorado con sus besos… como un pecador se levantaba todas las mañanas buscando el perdón divino por su atrevimiento… Como un vil mortal se acercaba a ese templo esperando hallarlo en silencio para encontrarse con la esencia de lo inmortal. Creía que al verlo, con su porte indiferente, con ese aire de supremacía que lo rodeaba, sería suficiente para hacerlo ceder de sus deseos. Confiaba que al ver que las cosas eran iguales dejaría de ser castigado por la carne que le demandaba. Que todo sería como antes…

Fue así, que esa mañana que se vio despierta con la caída de un lluvia fría, él decidió ir, de nuevo, hacía el encuentro con Asmita. El pasto recién mojado que rodeaba al templo y la brisa otoñal que recorría sin freno los escalones solo le memoraban la sensación húmeda de esa piel en sus brazos en aquella noche. Se maldijo nuevamente, tratando en vano de despejar esos pensamientos antes de encontrarse con él.

Entro en silencio y con cuidado al templo de Virgo, verificando que no hubiera nadie. Por primera vez en cuatro semanas, el templo lucia como siempre. Silencioso, vacio, intimo… Un aire de nostalgia recorrió la mente de Defteros, conforme caminaba por él y comprobaba que efectivamente no había nadie. La fascinante paz que lo embargo al saber que había llegado el momento no tenía suficiente espacio en su pecho. Camino a través de las sombras de aquel templo, el testigo de sus encuentros, de sus silencios, de la dulce compañía que el uno le profesaba al otro, de todo lo que significaba ellos. Vio el pasillo largo y con nervios camino su interior, sintiendo que su corazón se sobresaltaba con cada paso, que su garganta se secaba ante la posibilidad de encontrarlo en su habitación. ¿Cómo lo encontraría? Se detuvo a pensar en ello al quedar frente al umbral de la puerta, justo delante a la manilla que solo tenía que abrir para estar con él. Trago grueso cerrando sus ojos y tratando de calmarse, verificando de nuevo que nadie estuviera cerca más que Asmita y sujetando esa manilla, para escucharla ceder su movimiento mientras al abrirse iba mostrando la habitación.

Lo busco primero en la vista de su cama, la cual lucia aún desordenada, con varias colchas envueltas sobre ella, dobladas, como listas para ser llevadas fuera. Abrió un poco más y encontró, junto a un golpe seco en su pecho, a Asmita, sentado en el suelo, con un traje ocre y blanco que caía sinuosamente desde su hombro y su cabello dorado, trenzado en su totalidad. …l dueño de la habitación no volteo. Defteros no hablo.

Cuando sintió esa presencia acercarse, Asmita lo había identificado. La expectativa ante el encuentro lo había puesto de extraña manera nervioso. Recordaba, recordaba perfectamente los encuentros que habían tenido con Defteros tras su enfermedad, las cosas que le dijo, las acciones que tuvo, todo estaba fresco de su memoria, desenterrado de su inconsciente para hacerlo parte de su historia. Sabía que a pesar de haber sido dos ocasiones habían hecho más que en los últimos años… El tiempo que el gemelo tardo decidiendo entre sí abrir la puerta o no pareció eterno para él, quien en silencio, solo esperaba la entrada de su visitante. Su corazón latía extrañamente alterado, puso su mano en el pecho para cerciorarse de ello y luego, con un murmullo se dijo a sí mismo: “Tranquilo… ya sé que quieres decirme”.

Ya lo tenía detrás de él. Ya sintió la mirada de aquel posarse en su figura, penetrante, difícil de evadir… Ya Asmita tenía su respuesta, pero se preguntaba, aún, si ya Defteros tenía la suya.
Notas finales: ¿ahora que pasará? Espero sus comentarios. Por fin el momento de la verdad. Asmita frente a Defteros!

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