Algo me golpea el hombro. Supongo que son balas.
Sí... él está disparando contra mí.
No necesito identificar a mi enemigo en esta guerra. Es fácil saber quién desea que muera: todo el universo.
Hasta yo mismo.
En el lapso que demoro en caer al piso el tiempo retrocede y en sus largas arenas puedo ver qué fue de mi pasado... que es de mi presente y que será de mi futuro.
Sé que desapareceré y eso me complace.
Lo que me preocupa es que en estos momentos venga otra persona... si él viene... todo estará perdido...
No quiero que quede nada de mí.
Mi cuerpo debe ser destruido.
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Benjamin y yo nos graduamos de la misma superior luego de ser compañeros de infancia.
Él perseguía el sueño de ser ingeniero mecatrónico y por sus habilidades maravillosas estaba seguro que sería el mejor del mundo.
Yo iba tras cosas mucho más banales, como convertirme en un gran actor.
Solía imaginar que a pesar de nuestras diferencias encontraríamos la forma de estar juntos. Éramos ampliamente ascéticos y sin mediar compromisos ni palabras amorosas dábamos por sentada nuestra extraña relación. Yo era su fiel Soujiro y él era en secreto, el hombre de mi admiración.
Estaba esperando el momento adecuado para decírselo... para proponerle algo más que una buena amistad. Y luego de posponer mis deseos por mucho tiempo, elegí la fecha adecuada y las palabras correctas. No quería que la corriente de nuestras nuevas profesiones se atreviese a lanzarnos lejos.
El día de su examen de admisión a la Academia de Ciencias quedamos en encontrarnos a las puertas de un antiguo café.
Retrasado por las audiciones para mi primera película, tomé el tren más próximo y resulté con una demora de quince minutos.
Mi angustia crecía inexplicablemente mientras llegaba al punto de reunión.
Lo que ví al llegar fue el inicio de la pesadilla.
Benjamin estaba en el piso desangrándose, la pólvora aún caliente humeaba en su cuerpo...
Grité enloquecido manchándome las manos de rojo y rogándole que resistiera. Ya podía escuchar la sirena de la ambulancia acercándose.
Repentinamente, todos me señalaron gritando:
- ¡Asesino! ¡Asesino! ¡Asesino!
¿Hablaban de mí?
- ¡Al Asesino! ¡No le dejen escapar!
Ohhh sí... de hecho era yo el que le había disparado... pero no precisamente yo...
Suena confuso pero la verdad estaba cifrada en un código perfecto.
Hice lo único que me era dado hacer en ese momento de confusión.
Huir... negando absolutamente la responsabilidad por el crimen.
Fui cobarde al dejar a Benjamin solo y cobarde al abandonarlo todo... indudablemente, el asesino real me conocía bien y adivinó a la perfección cual sería mi reacción.
¿No era ese el peor error de mi vida?
Deambulé por los extramuros de la ciudad y al lado de una tienda pude ver claramente en las noticias, el video de un aficionado mostrarme de cuerpo entero, disparándole a la persona a la que me unían lazos poderosos de amor y amistad.
Qué decir...
Era yo... o por lo menos, lucía idéntico a mí.
Debía existir una explicación, pero hasta que la encontrara necesitaba el apoyo de alguien más.
Fui a casa de mis padres.
La puerta estaba abierta... se escuchó una detonación y luego otra.
Las voces desgarradoras no me dejaban lugar a dudas, alguien estaba asesinándolos en ese mismo instante.
Y al traspasar la mampara tuve que sostenerme en la columna falto de conciencia, de razón y de alma.
Quien tendía el acero asesino, no era otro que mi demoniaca copia...
Yo... con idéntica talla... color de ojos y piel... traje y gestos mínimos... yo jalando del gatillo, envuelto en el humo de cada disparo.
Soujiro...
Soujiro Narumi...
Frente a mí...