Abrí los ojos. Miré al techo y una boba sonrisa se dibujó en mis labios. Tus besos aún estaban presentes en todo mi cuerpo y aquellas caricias aún seguían más que presentes en mi piel…
Llamaron a la puerta, me dirigí rápidamente a abrir. Estabas recargado en el marco de la puerta, tus bellos ojos y tu linda sonrisa me esperaban en el umbral.
-A… Asagi kun
-Buenas noches –Saludaste con elegancia
-¿Qué haces aquí, a estas horas?
-Nada, sólo pasaba por aquí. Bueno, en realidad quise pasar a saludarte. ¿Está bien?
-Sí, sí…. Pasa por favor
Te adentraste en mi departamento. Escogiste el sofá más amplio y te sentaste, cruzaste las piernas y sacaste un cigarrillo. Por Dios, ¡Te veías tan endemoniadamente sensual!
Con cierto temor, me acerqué. Me quedé parado frente a ti como un tonto, admirando ese aire de vampiro elegante que portas.
-¿Qué? ¿Tengo algo en la cara? –Preguntaste aún con el cigarrillo en los labios, tocándote la cara
-No, no es nada –sonreíste- Es sólo que… Me preguntaba si tú…
-¿Yo?
-Si ya habías cenado
-Eh, no…
-Ven, estaba a punto de hacer algo para cenar –Dije tomándote de la mano y llevándote a la cocina- ¿Se te antoja una hamburguesa de pollo?
-No tengo hambre la verdad… Pero ahora que lo mencionas, sí, sí se me antoja
-Bueno, entonces hamburguesas serán…
Te pedí que aguardaras en la mesa, mientras iba de un lado a otro con los ingredientes. Me mirabas curioso, queriendo meter las manos, pero te lo impedí
-¡Vamos, Ruiza! Déjame ayudarte un poquito
-¡Que no! No es correcto que siendo mi invitado tengas que hacerlo tú
-Sólo será una pequeña ayudita voluntaria
-Mmm…
-¿Qué dices?
-Está bien –respondí cerrando los ojos y suspirando- Contigo nada más no se puede
Empezaste a quitarle tranquilamente las hojas a la lechuga. Tenías una expresión de satisfacción en tu rostro que hasta ese momento no pude descifrar. Cuando terminamos, nos sentamos a la mesa y disfrutamos de aquella comida tranquilamente, platicando de nuestro día, como una pareja lo haría.
-Rui…
-¿Mmm?
-¿Me puedo quedar a dormir?
-Eh, sí, claro…
-Gracias –Dijiste tomando con suavidad mi cálida mano sobre la mesa
-Cuando gustes, Asagi. …sta es también tu casa
Acomodamos los platos y vasos en el fregadero y nos dirigimos a la habitación. Debido a tu terquedad, no me permitiste dormir en el sofá. Y debido a mi cortesía, no te permití dormir a ti en el suelo.
Sin cambiarme la ropa que traía puesta, me acosté en la cama. Una vez que te quitaste la chaqueta, te colocaste a mi lado, mirándome con ternura
-Ruiza
-¿Sí?
-Tienes la piel suavecita –Comentaste como si nada, acariciándome la mejilla con dulzura
-¿A qué viene eso?
-A nada…
-Te quiero tanto, Rui
-No juegues
-Es en serio… Te amo, Ruiza. Siempre te he amado
-No lo hagas
-Demasiado tarde. Lo hago con todas las fuerzas de mi corazón
No sé porqué no quería admitirlo, yo también te amaba. Acerqué tu rostro al mío y besé tus labios con toda la delicadeza del mundo. Enredé mis dedos en tu negrísimo pelo, y dejé que mi aliento se confundiera con el tuyo…
-También te amo, Asagi –Confesé por fin
Bajé mi cabeza hasta tu pecho y me acurruqué entre tus brazos. Acariciaste mi cabello con dulzura. “Esto está bien, no necesito nada más” Me susurraste dulces palabras de amor mientras tus manos empezaban a recorrer mi cuerpo de una manera tan limpia
-Mis sentimientos jamás cambiarán. Siempre te amaré
Te pusiste a la altura de mi rostro, y empezaste a besarme con desespero. Nuestros cuerpos comenzaron a desearse, empezaron a desear sentirse. Las caricias eran cada vez más íntimas, los besos cada vez más apasionados, los abrazos cada vez más profundos, las promesas cada vez más eternas. Te adueñaste de mi cuerpo como nadie y deseé que nos fundiéramos en uno mismo, que ese no fuera un momento, que fuera algo eterno
-Te amo Ruiza… -Dijiste tomando mi mano. Entrelazaste tus dedos con los míos y la apretaste con fuerza
-Asagi…
Y abrí los ojos. Miré al techo y una boba sonrisa se dibujó en mis labios. Tus besos aún estaban presentes en todo mi cuerpo y aquellas caricias aún seguían más que presentes en mi piel…
Todo no había sido sino un sueño. Un dulce sueño. Sólo en mi sueño, fui capaz de amarte como te amé y de decírtelo de frente.
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