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Entre Sábanas «Reforzando Lazos» por AkiraHilar

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Notas del fanfic:

Dedicatoria: Primeramente a Yebin, que es fans de esta pareja y me regaló hermosos arts Defmita ¡¡Espero que te guste el resultado linda! A Karin San, Athena, Ale-chan y Stardust por su apoyo con mis fics Cruce. Se los agradezco muchísimo, son lindas personas xD La manishionada es especial para Karin. ¡Fanservices para ti!

Idea: Luego de ver un art de Yebin algo hot, vino la idea. Como no me gusta el shota lo puse como si fuese un sueño húmedo xD

Notas del capitulo: Después de encontrar a Manigoldo y Shion haciendo “cosas” en el templo de Cancer, Regulus tiene un sueño que lo hace avergonzar y termina contándoselo a Asmita, creyendo que estaba meditando y no escucharía.
Para Asmita, no sólo sentir que el santo dorado de Leo estaba en su templo, sino que se sentó muy cerca de él mientras meditaba le causo una extraña sensación. Curiosidad, tal vez, ya que el joven dorado por lo general no se acercaba mucho a él, tal vez influenciado por los comentarios de Aldebarán de Tauro, quien era uno de sus mentores. Al menos, el que más merecía el titulo si lo pensaba mejor.

El hecho es que el dorado cachorro de león estaba frente a él y por sus sentidos lo podía sentir muy inquieto. No hizo movimiento alguno, se quedó fingiendo que no estaba allí, de esa forma tal vez se iría. Quería que se fuera porque ya Defteros había llegado hacía pocos minutos antes de que el león llegara a su templo y ansiaba estar a solas con él. Lo gracioso del asunto es que Regulus no se fue.

-El Señor Aldebarán dice que cuando usted esta así es porque no está aquí-empezó diciendo el menor, mirándolo fijamente-. Que usted viaja por otros lados y es raro. Yo también creo que usted es raro, casi nunca habla con nadie-prosiguió, acercándose hasta tocar el flequillo que bailaba ante el cosmos que rodeaba al mayor-. ¿No está aquí verdad? -preguntó, verificando mientras tanteaba con uno de sus dedos la mejilla blanca del rubio.

Asmita por un momento se vio tentado a decirle al joven Regulus que si estaba, que necesitaba meditar y él le estaba robando la concentración. Pero al sentir que los latidos de Defteros se aceleraron, de seguro por los celos, le pareció algo mucho más excitante. Generarle celos a Defteros era algo sensual para él, porque sabía que cuando estaba así era más… como decirlo… cruel en la cama. Así que pensando en eso, no dijo nada y siguió fingiendo que no estaba allí.

-Parece que no está. ¡Bien! Necesito contar un secreto…-dijo el menor alejando su mano y sentándose, con las piernas flexionadas, a sólo un paso de él.

Defteros observaba todo comido por los celos. Había ido esa mañana aprovechando que Aspros pasaría todo el día con Aldebaran en Rodorio para poder tener un tiempo a solas con Asmita y se consigue con semejante panorama. Sabía que Asmita estaba allí y eso le exasperaba. ¿A qué estaba jugando con hacerse el que no está? ¿Sobre todo sabiendo que él ya había llegado? Y además, ¿cómo permitía que ese niño le acariciara el rostro de esa forma? En definitiva apenas el niño se fuera le haría unas buenas preguntas a su rubio, le haría ver lo molestó que estaba y que no debía permitir que nadie, además de él, lo tocara con esa confianza.

-Le voy a contar un secreto que me da pena-continuó moviendo sus dedos con nerviosismo entre sus piernas-. Porque soñé algo raro y aunque Manigoldo dice que así se hacen los lazos, me siento… raro por el final…

Y en ese punto, ambos mayores no pudieron evitar sentirse interesado en la confesión. Conocían que si esas palabras vinieron de labios de Manigoldo no podía traer nada bueno y notar el nerviosismo con el que hablaba Regulus les generaba mayor expectativa. Defteros se quedó quietecito dispuesto a escuchar el secreto y Asmita se preparó para hacer un esfuerzo sobrehumano por no dibujar en su rostro expresión alguna que lo delatara.

-Ayer, yo iba a…

Aquella noche, Regulus no podía dormir. No estaba seguro si fue por el entrenamiento tan agotador que tuvo con el Señor Aldebaran, o por la nostalgia que tenía al ver que su maestro no estaba y había partido, de nuevo a viajar. De nuevo, dejándolo. No entendía porque su maestro no se lo llevaba a los viajes y eso le entristecía un poco, ya que pensó que estaría siempre con él, a su lado, sin embargo, todo fue muy distinto en la realidad.

El asunto fue que Regulus, al ver que no podía conciliar el sueño y ya era más de medianoche, quiso ir hasta el templo de Tauro para ver si Aldebaran estaba dormido o no. Quizás iría a dormir con él, ya que cuando eso pasaba, el toro siempre le permitía acostarse a su lado y la compañía le reconfortaba. Pensando en eso bajó de su templo sigilosamente, buscando no despertar a nadie y bajando su cosmos a lo más mínimo. Fue así, que llegó al templo de Cáncer y al entrar unos ruidos llamó su atención.

-¡HA!… ¡HA!… Mani… ¡Más!… ¡Más! -escuchó jadear a la voz de Shion. Se notaba agotada, casi no le salía la voz y era como si le costara respirar.

-¿Quieres… más? ¡TOMA! -y esa era la voz de Manigoldo quien gritó y luego hizo gritar a Shion muy ahogadamente.

-¡AHHHHH!…. ¡Por Athena! Mani… ¡HA! ¡HA!

Regulus estaba por demás curioso. ¿Qué estaban haciendo? Parecía ser un tipo de entrenamiento especial porque por las voces estaban muy cansados. Así que curioso y bajando su cosmos lo más que pudo, se acercó hasta las columnas de donde provenían la voces con la astucia y cuidado de un león a la caza. Cuando pudo visualizar lo que pasaba, se quedó estático, con los ojos bien abiertos para ver la escena.

Shion estaba contra la pared del templo, con parte de la armadura en el suelo, específicamente una de las piernas y el faldón. Sus piernas colgaban de la cintura de Manigoldo, quien sólo se quito el faldón y sujetaba ambas piernas del ariano con sus antebrazos. Shion sostenía con sus manos el cabello del italiano mientras gemía con sus mejillas totalmente sonrojadas y su cabello pegado a la cara por el sudor y la excitación. Manigoldo empujaba fuertemente al primer guardián contra la pared y en respuesta, recibía jadeos y gemidos sonoros, junto con un fuerte jalón de cabello que más que dolerle parecía gustarle. Regulus observaba la escena absortó, sintiendo que en su pecho algo hervía, algo en el estomago le producía cosquilla y… si… su parte especial estaba reaccionando de una forma rara. Pronto sus mejillas estaban sonrojadas, su respirar algo agitado y su miembro adolescente más que dispuesto a unirse al agradable ejercicio que por lo que se veía era bastante difícil. Al menos, el sudor que corría atestiguaba que se requería muchas energías.

-¿Qué hacen? -preguntó Regulus ya demasiado interesado en saber qué era eso para también practicarlo, sin darse cuenta que estaba llegando en un muy mal momento.

Los dos se detuvieron en el acto y el primero en actuar fue Shion, que rojo de la vergüenza al verlo se teletransportó a dos columnas más atrás para cubrirse y Manigoldo, al ver que había quedado literalmente libre, volteó con un rostro de muy malos amigos hacía el visitante.

-¿¡QUE MIERDA HACES AQUÍ, REGULUS!? -le gritó, sin el mínimo decoro de cubrirse, dejándole ver a Regulus su gran erección. El joven se lo quedó mirando, viéndolo tan inflado, rojo y mojado. Al italiano le pareció rara tanta atención del chiquillo en sus partes nobles-. ¿Y QUE DIABLOS VES? ¿TE GUSTA ACASO?

-¿Te duele? -preguntó Regulus con cara de preocupado. Manigoldo lo miró incrédulo y Shion más atrás estaba muerto de la vergüenza, con su cara toda roja.

-¡¡¡Claro que sí, mocoso!!! -siseó molestó con la interrupción, deseando que Shion no se moviera y esperara a que Regulus se fuera para continuar-. ¿No ves que no me dejaste terminar?

-Yo… yo me voy a mi templo…-murmuró Shion mientras terminaba de vestirse.

-¡Tú no vas a ningún lado! ¡Debo terminar!

-¡Hazlo con tus manos! -gritó molesto el tibetano, rojo de la vergüenza.

-¡¡¡Yo quiero hacer ese ejercicio!!!

Manigoldo y Shion le dirigieron la mirada entre sorprendidos, incrédulos y curiosos al joven que se veía emocionado. Tal parecía que Regulus no entendía lo que realmente estaba ocurriendo y eso, le dio al italiano una idea especial. Se sonrió con malicia, y se le acercó aún medio desnudo.

-Este ejercicio sólo se puede hacer con las personas con las que tengas mayor “lazo”. Pregúntale a tu maestro y él te va a enseñar.

-¡Pero mi maestro no está!

-¡Tendrás que esperar a que venga! -espetó el mayor con una mueca de fastidio-. Mira, sólo se puede hacer con esa persona porque requiere mucho… cosmos-y Shion miraba al italiano totalmente sorprendido ante la locura que estaba diciendo- y concentración. Pero se ejercita todo el cuerpo y al final, te muestra la base del cosmos.

-La base del cosmos…-repitió Regulus totalmente seducido con la idea. Manigoldo hizo un esfuerzo para no reírse allí mismo ante la inocencia del menor.

-Eso sí… debes esperar que te lo enseñe Sisyphus. Si le preguntas a alguien más de lo que vistes aquí, se van a reír porque ¡no es posible que un Santo de Oro no conozca la base del cosmos! -siguió el mayor con un dramatismo en sus manos y una mirada inquisitiva. Shion todavía no creía que el asunto le estaba funcionando.

-¡Yo no quiero que nadie se ría de mi! -se quejó Regulus haciendo una mueca de enojo-. Si te ríes, te golpeo.

-¡No me reiré si te largas ahora mismo a tu templo y me dejas terminar! -exclamó el dueño de la casa con sorna-. Vamos, vete y déjame terminar de hacer el ejercicio para… ¡reforzar los lazos!

Regulus acató el pedido y después de echarle un último vistazo al incrédulo Shion se fue, regresando a su templo con una extraña energía recorriendo su cuerpo. Y entonces, pensando en eso pudo dormir.

Para cuando el relato en el sexto templo estaba en esta parte, las reacciones de los mayores eran un tanto peculiares. Defteros hacía un esfuerzo para no reír ante lo escuchado y al mismo tiempo, imaginando toda la escena que Regulus no dudo en describir con todo detalle, se sintió excitado. Vaya forma de encontrar a dos personas teniendo sexo y reconocía que Manigoldo había sido muy astuto al engañar a Regulus de esa manera. Sólo pensar en la cara de Sisyphus cuando se enterara de semejante “ejercicio” le provocaba esbozar una sonrisa detrás de la máscara.

Por otro lado, Asmita estaba muy atento al relato, realmente interesado y obviamente también creo todo el escenario. Le era difícil mantenerse sin expresiones y su cuerpo de igual forma había reaccionado. Por fortuna, sus conocimientos le permitían controlarlo bastante bien y así no ponerse en evidencia ante el joven león quien todavía no había terminado de contar su historia.

-Entonces mientras dormía…

Cuando pudo dormir, tuvo una extraña visión… Más bien, no fue una visión sino un sueño. El estaba en el templo con su maestro Sisyphus. Siempre lo había admirado, le parecía una persona fuerte, loable y de buenos sentimientos. Era el escudo de muchas personas, no dudaba en dar un abrazo, en entregar palabras de ánimo, en proteger a los necesitados. Sisyphus producía una sensación de paz y sosiego para él y si había alguien con quien decir que tenía fuertes lazos era precisamente con el Santo de Sagitario, Sisyphus. Muchas veces lo recuerda con su cabello rizado ondeando por el viento, dibujando el sol reflejos dorados que se acompañaban con la reluciente armadura de oro y grandes alas. Su mirada cálida y llena de afecto le llenaba y quisiera, siempre, estar cerca de él. Gracias a él dejó de vivir al lado de una tumba y gracias a él había alcanzado el puesto como Santo de Oro. Simplemente, lo admiraba.

Dentro del templo de Sisyphus, se vio a sí mismo contando lo visto en el templo de Cancer y preguntándole como se hacía el ejercicio. Entonces, su maestro le esbozó una tierna sonrisa y destinó una caricia entre sus cabellos.

-¿Quieres que te enseñe? -le preguntó, con una mirada fraternal. Regulus asintió con sus ojos brillando de emoción porque ahora si conocería la base del cosmos.

El mayor le extendió la mano y lo invitó hasta su habitación pidiéndole que se recostara en la cama quitándose la armadura dorada. El mayor empezó a despojarse de su atuendo dorado, dejándolo de lado para sentarse en la cama. Ayudó a Regulus a desvestirse por completo y se acercó con dulzura, acomodando los bucles castaños con ternura.

-Relájate y concéntrate. Cierra los ojos Regulus.

El menor obedeció y al encerrar sus pupilas verdes sintió el cálido roce en sus labios. Al principio se asombró aunque al poco tiempo se dejó llevar. Era cálido, muy reconfortante ese beso, sintiendo que su maestro tocaba de forma delicada cada uno de sus labios por separados y luego los succionaba con algo de fuerza. Regulus sintió sensaciones extrañas recorrer su cuerpo. Era como un cosquilleo que iba desde su boca hasta su garganta y se asentaba al llegar a la boca del estomago, haciéndole sentir como mariposas revoloteando dentro de él. La temperatura de su cuerpo empezó a incrementarse y poco a poco sintió el calor que se agolpó a sus mejillas. En algún momento, el roce de la lengua del mayor en sus labios le arrancó un leve gemido y provocó una corriente electrizante en toda su piel. Abrió los ojos absortó ante la nueva sensación y observó esas esmeraldas fijas, brillantes, con el cabello que rozaba su piel. La mano de Sisyphus volvió a acariciar su cabellera y le regaló una nueva sonrisa, de calma.

-No te asustes… no te haré daño.

-Siento corrientes en todo el cuerpo-le dijo el menor curioso con la sensación.

-Es normal… es el cosmos que empieza a moverse por las venas. Déjalo que corra, Regulus.

De nuevo lo besó y esta vez el león siguió los pasos de su maestro, respondiendo al beso y sintiendo que se intensificaba al paso de los segundos. Por inercia abrió sus labios y sintió escalofríos cuando el dorado de grandes alas ingresó su lengua y empezó a inspeccionar los rincones de su cálida cavidad. Su garganta ahogaba gemidos y sus manos empezaron a recorrer tímidamente el hombro de Sisyphus, sintiéndose bien al palpar los fuertes músculos de esa piel bronceada por el sol y los ejercicios. La mano de su maestro también empezó a recorrer su joven cuerpo, bajando de su cuello hasta los hombros para luego posarse en su pecho y acariciar sus tetillas rosadas. Ante el contacto el sonido de su garganta fue aún mayor pero silenciado al paso de los besos que no terminaban de entregarse. Era extraño, pero era hermoso, Regulus sentía que el lazo con su maestro se afianzaba cada vez más conforme dejaba que las manos recorrieran y reconocieran el otro cuerpo. Eso y todo lo que sentía en su interior, las corrientes del cosmos que manaba por sus venas, el calor, la ansiedad y el cosquilleo en su estomago lo hacía sentir feliz y querido. No sabía que estaba pasando pero se trataba de él, de Sisyphus, y si era de él, definitivamente no era malo.

Los besos de Sagitario empezaron a bajar, dejando sensaciones húmedas a su paso. Todo era nuevo y excitante para Regulus, quien sentía emocionado y aturdido como cada fibra de su cuerpo se electrizaba ante su presencia, sobre todo cuando esa lengua caliente se posó sobre sus tetillas y las hizo estremecer con el leve contacto. Sisyphus lamió y besó cada una de ellas, mordiendo sólo un poco, evitando lastimarlo, hacerle hervir la sangre pero con todo el cuidado que merecía su joven edad. Las manos del mayor bajaban hasta su vientre y con delicadeza apresó la creciente hombría del muchacho, la cual ya estaba palpitando, respondiendo al tacto. Esa caricia hizo que el menor se contorsionara en las sábanas y emitiera un jadeo sonoro, abriendo sus ojos desorbitados ante la corriente de su cuerpo.

-¡Maestro! -exclamó Regulus convulsionando por todo lo que sentía-. Me siento… ¡raro!

-Tu cosmos está despertando cada parte de tu cuerpo, Regulus- le dijo acariciando su mejilla, con ternura. El joven lo observaba sonrojado, sintiéndose extrañamente despierto por todos lados-. Deja que el cosmos te guie.

Regulus le sonrió y volvió a cerrar sus ojos, para concentrarse en todo el cosmos que conforme Sisyphus tocaba su cuerpo se acrecentaba. Era maravilloso, una sensación increíble que le provocaba arquear la espalda a cada paso de esos dedos expertos y cuando sintió la humedad que abrazó a su miembro, Regulus rugió de placer, abriendo sus ojos con emoción y tomando las sábanas con fuerza. La sangre estaba hirviendo en sus venas. No había forma de escapar al hormigueo que se sentía en todo su vientre y aquella necesidad de abrir más sus piernas. Las manos acariciaban con ternura su tórax y pecho, mientras la boca del dorado mayor engullía con dulzura su hombría. Era impresionante, el cosmos parecía agolparse en esa precisa parte y Regulus no podía soportarlo más hasta que mordiendo sus labios y cerrando sus ojos se dejó ir, sintiendo en ese momento que su mente abandonó a su cuerpo y se fue a volar, muy lejos, quizás al infinito…

Su respiración estaba agitada y el rubor en su mejilla era evidente. Cuando Regulus abrió los ojos vio a su maestro, con esa expresión dulce y el sonrojar en su mejilla que delataba que también estaba conectado a lo mismo. Es allí que notó que él también estaba desnudo, y ver su poderosa hombría le provocó una extraña sensación de impaciencia. Los ojos del mayor lo veían, admirándolo y el joven al sentir esa mirada observarlo con tanto ahínco terminó sintiéndose avergonzado, tapándose los labios con sus manos y mirando hacía un lado. Se sentía mojado por toda sus piernas.

-Regulus… ¿Qué ocurre? -le preguntó con ternura, pasando sus dedos entre los bucles castaños.

-Me da pena… que me mire…-le contestó temblando aún todo su cuerpo.

-No debería. Eres hermoso, Regulus-sintió que las manos del mayor recorrió toda la parte húmeda-. Ahora, quiero darte un poco de mi cosmos-el menor lo observó expectante, viendo esa mirada esmeralda fijamente-. ¿Confías en mí?

Regulus lo miró, sonriéndose, respondiendo así la petición de su maestro. Sisyphus entonces volvió a besarlo tiernamente, mientras que con su mano abría espacio dentro del cuerpo del joven. La sensación al principio fue de dolor, tanto que el león mordía sus labios para sobreponerse a ello, pero el arquero supo consolarlo con besos y caricias en sus piernas para ayudarlo a relajarse. Todo su cuerpo volvió a encenderse, las corrientes debajo de su piel corrían cuan lava bajo la placa tectónica y se vio inmerso de nuevo en ese coctel de sensaciones que hacía burbujear su cabeza. Todo era hermoso, era poderoso, sentía que todo su cuerpo se entregaba y no, no quería detenerlo.

Allí, aquello que invadió sus entrañas empezó a palpitar a su mismo ritmo, al ritmo de sus latidos, de su respiración, de su ser entero. Regulus abrió sus ojos y vio la imagen de Sisyphus, sudado, sonrojado, mordiéndose sus labios mientras lo miraba con adoración. Era hermoso y sentía que al paso de él en su interior, sus lazos eran cada vez más fuerte y verdaderos. Con cada embestida donde sentía el poder del cosmos el mayor, Regulus abrazó con fuerza su espalda y se entregó, por entero, intentando tomar todo en cuanto podía de él, sintiendo todo, experimentando todo, superando los límites de su propio cuerpo para sentirse uno con el de aquel, con cada arremetida que él respondía con el movimiento de su cuerpo, que guiado por su fuerza e instinto interior, lo llamaba a arquearse y moverse a su antojo. Y finalmente… lo vio… algo tan maravilloso que no podía describir… las estrellas, el universo que se expandía y estallaba como una supernova en su cuerpo, en su mente… todo… todo…

La base del cosmos…

-Para cuando abrí los ojos, me di cuenta que era un sueño y…-seguía relatando el menor en el templo de virgo con su rostro sonrojado y avergonzado. Vio de nuevo a Asmita y este seguía inmutable. Definitivamente no estaba allí y eso lo relajaba-, me di cuenta… que estaba mojado. Me da pena, ¡hace mucho tiempo yo dejé de mojar la cama! Si le cuento esto a alguien se van a burlar de mí… así que, usted nunca se lo dirá a nadie ¿verdad? -preguntó, con una sonrisa antes de aspirar hondo-. Ojala mi maestro regrese pronto para reforzar los lazos y sentir su cosmos así como en el sueño. Hablando de eso… usted tampoco debe saber porque ¡no tiene lazos con nadie! Pero, si quiere, yo puedo ser su amigo-el silencio proseguía inmutable en toda la estancia. Viendo que ya lo había contado, Regulus vio que ya era hora de irse-. ¡Ahora sí! ¡Ya lo conté! El Señor Aldebaran dice que cuando hay algo que nos asusta lo mejor es hablarlo, pero ¡no iba a decir que volví a mojar la cama soñando con hacer ejercicios de cosmos!

Se rió triunfante frente al dorado protector de la sexta casa y marchó, ya más tranquilo consigo mismo. Esperaron unos minutos más hasta cerciorarse que el jovencito no regresaría y al estar convencido de eso, Asmita por fin detuvo su concentración para revelar el sonrojo en su mejilla ante semejante relato. Se sonrió pícaramente, al notar el estado de excitación en que estaba su compañero, guiado por el sonido de su corazón y su respiración.

-Interesante relato, ¿no Defteros? -preguntó con su voz melodiosa, al percibir con sus sentidos que el moreno se le acercaba por la espalda.

-Es un cachorro inocente… estaba más apenado por pensar que había mojado la cama que por todo lo que soñó-siseó al oído, con su voz gruesa, ronca, su aliento caliente que daba evidencia del estado de su cuerpo. Asmita dejó espacio para sentir la nariz del mayor que buscaba con deseos su piel blanca debajo de la armadura dorada.

-Veo que te quitaste la máscara… ¿Quieres que te dé un poco de mi cosmos?-indagó provocativamente, antes de darle un beso profundo que reveló a su compañero que también estaba de acuerdo con sus intenciones.

-El cosmos del más cercano a los dioses… ¿Cómo no querer recibirlo? -puso su mano sobre la nuca del dorado y profundizó su beso, intenso, ardiente, hasta quedarse sin aire en los pulmones, jadeando y gimiendo ahogados entre el paso de sus lenguas que sedientas se buscaban y guerreaban por el dominio.

-Entonces, vamos a mi habitación-mordió el labio inferior con pasión, sonriéndose por la travesura. Defteros al verlo así y tan excitado no pudo más que temblar de la emoción ante lo que estaba a punto de ocurrir-. Vamos a “reforzar los lazos”.

Se sonrieron cómplices como señal para continuar. Asmita se levantó de su posición y camino, con la elegancia que posee hasta perderse en el pasillo y Defteros, primero revisó que nadie estuviera cerca, tomó la máscara que había dejado detrás de la columna y saltó, hasta el otro lado del templo para perderse detrás de Virgo, seducido con el movimiento de sus hebras doradas hacia la habitación, donde al final, con sus cuerpos ya calientes, se entregaron…

Porque al final Manigoldo no estaba equivocado, para ellos unir sus cuerpos, almas y mentes era reforzar el lazo que los unía desde hace años…

El amor…
Notas finales: Espero sus comentarios. Este Fic pertenece a la serie Entre Sábanas. Si quieren leer más lemons de este tipo pueden ubicar la serie en la categoria de Saint Seiya. Gracias y espero les guste.

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