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Be my valentine por PukitChan

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Notas del fanfic:

Los personajes no me pertenecen, son de Maki Murakami

Be my Valentine



“…El amor no es tan interesante como la mayoría de las personas cree. Es más, podría llegar a decir que es bastante aburrido pues inevitablemente los humanos, sin que se den cuenta, repiten los mismos actos ridículamente rosas por esa persona…”

Miró a su alrededor buscando específicamente a sólo una persona que encontró acostado a la orilla de un cristalino lago mirando el agua como si en verdad hubiese algo muy interesante de ver.

—Eiri… —dijo y el aludido levantó su perfecto rostro, moviendo su cabello rubio y dirigiendo su mirada dorada a los ojos verdes que lo llamaban.
—Seguchi —contestó mientras la persona se sentaba en el pasto, justo a un lado de donde se encontraba él para mirar también el agua y descubrir que en ella se reflejaban imágenes de cientos de parejas en la tierra. Miles de historias de amor transcurrían frente a sus ojos en cuestión de segundos aunque para ellos, el tiempo fuera una eternidad.
—Se acerca el día, ¿No? —murmuró el mayor sonriéndole y mirando de soslayo a ese hombre que contemplaba aburrido lo que para alguien más podría parecer fascinante.
—Es estúpido —tocando el agua con los dedos de su mano derecha, haciendo que las imágenes se distorsionaran levemente.
—Es tu deber —le espetó divertido Seguchi—. Después de todo, tú eres cupido.

Eiri soltó un gruñido. Odiaba el nombre que los humanos y las tiendas departamentales con su publicidad le habían creado.

—¿Acaso me ves con pañales y con unas estúpidas flechas cuyas puntas tienen un maldito corazoncito?, ¿Acaso me ves volando de un lado a otro enamorando a las personas y volviéndolas más imbéciles de lo que ya son?

Tohma suspiró y rodó los ojos.

—Bueno, aunque las personas no entiendan que es lo que realmente haces, tienen muchas fe en ti. Tú no creaste el amor, ni mucho menos eres dueño él, solamente te encargas de unir a las personas y dejar que ellas mismas sean quienes creen su propia forma de amar. Este lago, tú ves completamente ajeno, la forma en que nace, muere o matan el amor… es como tu libro.
—Me culpan cuando todo termina —dijo molesto.
—Sabes que esa no es tu culpa, pues así como las personas conciben el amor, son ellas mismas quien lo sepultan; pero, eso es algo que no prefieren aceptar y por eso culpan a causas ajenas.
—Valla trabajo el que tengo —reprochó, salpicando agua—. Recibir cientos de maldiciones en un solo día por cada historia que termina.
—Pero también bendiciones por cada historia que permites comenzar.
—Dejemos de darle vueltas al asunto —comentó mientras se incorporaba para quedar de pie, obligando a Tohma a imitarlo—. Haz tu trabajo y escoge de una buena vez quien será el de este año.

Entre ellos, había una tradición: Seguchi Tohma, que era el vigilante de todos los espíritus de cada celebración, iba con Eiri cada catorce de febrero a elegir por medio del azar, a la persona que cupido se encargará de hacer feliz. Ya sea librándolo de una relación tormentosa, de uniéndolo con su príncipe azul o buscando a su princesa perdida por los laberintos de la casualidad.

—Bien —se agachó para recoger una piedra y divisó con sus ojos verdes las imágenes del lago que era casi imperceptibles por la rapidez con la que pasaban, todas ellas mostrando personas que en su desesperación, buscaban ayuda del dios del amor. Tohma suspiró profundamente, cerró sus ojos esmeraldas y con un suave movimiento de sus manos, arrojó la piedra al agua, logrando que por fin las imágenes se detuvieran.

Los dos hombres observaron la imagen curiosos, tratando de imaginarse quien sería el afortunado de este año.

—Shindou Shuichi —mencionó en voz alta Eiri, sabiendo de memoria los nombres de las personas que jamás en su vida se habían enamorado. Miró por breves instantes aquel chico de cabellos rosas y ojos amatistas que sonreía alegremente.
—Es él elegido —Tohma se cruzó de brazos—. Es tu deber a partir de este momento, hacerlo feliz.

El rubio soltó un resoplido de aburrimiento, sabiendo que su labor no sería difícil, después de todo, aunque ese chico aún no se hubiera enamorado abiertamente, seguramente inconcientemente su corazón ya había elegido a alguien. Dio la media vuelta para alistarse y bajar a la tierra, pues sólo faltaban dos días para el famoso festejo de San Valentín.

—Para ser el dios del amor, es bastante amargado. Valla ironía —dijo una hermosa mujer castaña que se acercó justo en el momento en el que contempló al rubio más joven alejarse.
—Te equivocas, Mika —le contradijo Seguchi con una amable sonrisa—. Nadie es más perfecto que él para este trabajo. Además, sabes cuales son las reglas que gobiernan sobre todos aquellos que se convierten en cupido.

Mika dibujo una sonrisa triste en su bello rostro.

—Lo sé…



***


Bueno, era el supuesto Dios del amor pero tampoco podía leer mentes. Mierda, el contrato debía traer especificaciones sobre que era lo que podía hacer además de “unir de la forma más ridículamente posible a la personas”, sin contar de la mala fama de la que era preso. Sí, los dioses deberían contratar a un publicista.

—¡Ya me voy! —gritó una voz a lo lejos, lo suficientemente fuerte para que a lo largo de una cuadra fuera escuchado. Eiri bajo el vidrio polarizado del moderno auto que estaba estacionado a unos cuantos metros de distancia de una bonita casa.

Sus ojos dorados se enfocaron entonces en el chico que salía de su hogar. A cada tres pasos que daba por la acera le seguía un brinquito, que sin duda iba al ritmo con la melodía que iba escuchando a través de esos audífonos negros.

Cuando lo perdió de vista, el rubio encendió su coche y no tardó mucho en encontrarlo dos cuadras más adelante, en la parada del autobús, sentando en la banca con ese uniforme negro que hacía resaltar su cabello y esos ojos amatistas que miraban algo que parecía ser demasiado llamativo en el suelo.

Yuki se detuvo a causa del semáforo rojo. Antes de que el autobús tuviera tiempo de llegar, intentó llamar la atención de ese chico cuando…

—¡Shuichi! —gritó alguien que llamó la atención de ambos. Eiri observó a través del espejo retrovisor, como una motocicleta se acercaba y terminaba estacionándose a su lado. El pelirosa se puso de pie con una hermosa sonrisa y se acercó hasta el motociclista que le ofreció un casco que enseguida Shuichi se colocó para después subirse también a la motocicleta, rodeando con sus brazos la cintura del otro al que Eiri no podía verle la cara a causa del casco pero si el cabello largo y de color rojo —. ¿Estás listo? —dijo aquel sujeto y Shindou asintió con la cabeza justo en el momento en que el semáforo cambiaba a verde—, ¡vamos! —gritaron animadamente ambos jóvenes.

Eiri reflejó un gesto de molestia. No quería perder su tiempo y le habían arrancando de las manos la posibilidad de hablar con el mocoso al que tenía que complacer este año. Furioso por tal acción, pisó el acelerador dispuesto a alcanzar esa maldita motocicleta.

Y lo hizo. Pero no contaba con que el pelirrojo parecía haberse dado cuenta de su persecución y en un momento, desvió su motocicleta por un callejón en el que obviamente el exageradamente gran auto de Eiri no podría entrar.

El rubio soltó una maldición por lo bajo, mientras golpeaba el volante. Algún día castigaría a ese pelirrojo por haberlo retado.



***



Afuera de su escuela, llamando la atención de los estudiantes a causa del discreto automóvil que había escogido para su estancia de una semana en la tierra. Pero estaba de malas. Bien podría entrar a esa estúpida escuela y localizarlo pero no quería gastar energías así que decidió esperarlo, ahí afuera mientras veía como la cajetilla de cigarros se iba vaciando lentamente. Estaba exhalando el humo del último tabaco que jugaba constantemente entre sus labios cuando en la entrada lo divisó: ahora estaba aún más despeinado que en la mañana, pero eso al parecer resaltaba más su atractivo. Por unos breves instantes se perdió completamente en los pasos lentos y como el viento jugaba con esas hebras rosadas. Ese chico representaba en toda su expresión a la palabra belleza.

Salió del automóvil, tirando el cigarro y aplastándolo con su zapato. Varias personas, que se sintieron atraídas por su presencia, voltearon a verlo ignorando completamente quien era él, pero que aún así, lo comparaban por su perfección con un dios.

Pero valla que para ser cupido, tenía muy mala suerte en esto de acercarse a un chico.

—¡Shu-chan! —un chico de cabellos castaños corría hacía el pelirosa y saltó encima de él, logrando que ambos cayeran al piso en un efusivo abrazo. Eiri arqueó su ceja molesto. ¿Y ese imbécil quien era?

Chasqueo sus dedos, haciendo que una laptop apareciera en dentro de su auto. Se agachó para tomarla y colocarla encima de su coche. Buscando entre alguno de sus miles de archivos resguardados en ese lugar, identifico inmediatamente al chico: Ryuichi Sakuma.

—¡Ryu-chan! —dijo entre risas Shindou aún en el suelo—, ¡Podríamos habernos lastimado! —reclamó pero sin algún rastro de molestia en su voz.
—¡Pero no lo hicimos, nanoda! —contestó el de ojos azules con una gran sonrisa, poniéndose de pie y ofreciendo su mano que Shuichi aceptó para levantarse. Ryuichi alborotó ese cabello rosado y Eiri se cruzó de brazos molesto. ¿Por qué rayos le habría de enfadar ese gesto?

Caminó molesto en la dirección donde ambos chicos se encontraban, pero no logró su cometido ya que una motocicleta lo obligó a detener su paso para que no fuera arrollado por el vehículo. Vehículo, que se estacionó frente a Ryuichi y Shuichi y dejó ver, tras quitarse el caso, a un hombre de cabellos oscuros y sonrisa traviesa.

—¡Hola Shu, Honey! —saludó demasiado efusivo para el gusto de Eiri, pues atrapó a ambos jóvenes en un abrazo.
—…Tatsuha, nos asfixias… —susurró muy bajito el pelirosa para escapar de sus brazos.
—Ja, ¡Lo siento! —soltándolos repentinamente, permitiendo que el oxigeno volviera a circular.
—¿Qué haces por estos lugares, Tat-chan? —preguntó curioso Sakuma a lo que el moreno sólo aumentó su sonrisa llenándola de perversión.
—Se acerca el día del amor y quería venir a convencerlos de que por fin hiciéramos un trío —dijo soltándoles un guiño. Shuichi se sonrojó intensamente y Ryuichi ladeó su cabeza en señal de que no había entendido que quería decirles.

Soltó una gran carcajada por las reacciones, pero sus gestos divertidos se trasformaron en un dolor, cuando sintió que alguien golpeaba su cabeza con una fuerza que sin duda provenía de la molestia.

—¡Auch! —lloriqueó Tatsuha, sobando la parte golpeada. Todos voltearon sus miradas al encontrarse con un rubio de aspecto elegante que ocultaba su mirada tras unas oscuras gafas de sol.
—¿Se le ofrece algo…? —preguntó con desconfianza el castaño mientras apretaba fuertemente al peluche rosado que traía entre sus manos.

Pero el rubio no se molestó en contestar. Volteó su rostro hacía los hermosos amatistas que a pesar del brillo de inseguridad que emanaba, también podía entender que mostraba fascinación, pero optó por ignorarlo pues Eiri estaba acostumbrado a que lo miraran con esa admiración.

—Vamos —dijo de repente, agarrando el brazo de Shuichi para comenzar a caminar.
—¡Suéltame! —gritó intentando zafarse, pero se quedó callado cuando el rubio se quitó sus gafas y le dedicó una penetrante y perturbadora mirada. Entonces, como si hubiera nacido una repentina e inexplicable confianza, dejó de forcejear.
—¡Shuichi…! —quiso protestar Sakuma, pero la sonrisa tierna que le esbozó su amigo logró tranquilizarlo.
—Está bien —le dijo a los desconcertados Tatsuha y Ryuichi, para después nuevamente dirigir sus ojos amatistas a los dorados—. Adelante.

Eiri lo soltó y se dedicó a caminar rumbo al automóvil seguido de Shuichi, ordenándole con la mano que se subiera. Suspirando profundamente y conciente de que lo que estaba haciendo era realmente muy arriesgado, abordó el coche y colocándose el cinturón de seguridad. Cuando el rubio contempló que estaba listo arrancó sin tener algún rumbo en particular.

—Eh… —Shuichi se sonrojó y titubeó algunas cuantas palabras—, ¿quién eres?

El mayor resopló, sabiendo la forma patética en la que debía presentarse aunque era inútil porque sólo con palabras nunca llegaban a creerlo. Por supuesto, ¿Quién sería tan idiota para creerle con decir su supuesto nombre?

—Tú me conoces como… cupido.
—¡Waaaaa! ¿En verdad eres cupido? ¡Increíble! ¡Es un honor conocerlo señor cupido!

Eiri lo miró de reojo comprobando por la mirada de Shuichi que en verdad le había creído. Bien, aquí había un perfecto idiota.

—¿Lo estás diciendo en serio? —no pudo evitar preguntar el rubio pues durante sus miles de años presentándose así, era la primera que alguien lo aceptaba tan fácilmente.
—Pero hay algo que no entiendo —dijo Shuichi en voz alta, pero parecía que hablaba más consigo mismo—. ¿Por qué cupido está conmigo si soy no tengo pareja?

Tal vez no era tan imbécil después de todo.

—Estoy aquí para de una buena vez por todas te enamores —murmuró mientras colocaba un cigarro en su boca para después encenderlo sin desapartar la vista del camino—, y no me llames cupido… dime Yuki.
—Oh…
—Seguramente muchos podrán dar su brazo a torcer —dijo por recordar que todo lo que tuvo que pasar en la mañana y cada uno de los chicos con los que su camino se cruzó.
—¡Espera! —gritó de repente el pelirosa, asustando a Eiri ligeramente.
—¿Qué pasa? —se estacionó frente a un parque, soltando un gruñido.
—¡No puedes hacer eso!, ¡obligar a una persona a enamorarse de mi!, ¡¿acaso eres estúpido?!

Yuki lo miró directamente a los ojos, casi como si estuviera clavando una daga en él.

—Yo no soy el estúpido. Los verdaderos estúpidos son las personas que se enamoran.
—No entiendo entonces porque eres cupido —murmuró de malas, haciendo un puchero, logrando que Yuki rodara sus ojos en señal de su repentino dolor de cabeza. ¡¿Por qué rayos este mocoso no podía ser como todos y enloquecer ante la idea de tener a quien quiera entre sus pequeños y flácidos brazos?!
—Tienes que decidir —dijo y exhaló humo directo en la cara del pelirosa. Maldita sea, tenía que cumplir el amor de Shuichi o si no, jamás podría regresar a su aburrida vida.
—Pero el amor… —Shuichi miró sus manos sintiéndose repentinamente ruborizado—, el amor no se fuerza. Muchas veces nace sin saber porque o que tan rápido pasó.
—Interesantes palabras para alguien que jamás se ha enamorado.
—¿Tú… amas a alguien? —inquirió curioso el menor.
—No —fue lo único que respondió mientras observaba a su alrededor.
—Valla cupido… —susurró.

En realidad, por muy extraño que eso pareciera, aquellos que se convertían en cupido no creían en el amor. Había comprobado durante demasiado tiempo que sentimiento era más una basura que otra cosa.

El rubio salió del auto para dejarse golpear por la brisa de la tarde siendo imitado por su tarea. Caminaron en silencio, cada uno sumergido en sus propios pensamientos. Shuichi miró de reojo a Yuki solamente para admirar la varonil presencia por la que era envuelto pues en realidad era alguien muy atractivo.
Shindou soltó un suspiro que llamó la atención Eiri inmediatamente pues, en definitiva, había alguien que causaba ese suspiro en el chico.

—¿Por fin decidiste a alguien? —preguntó lanzándole una arrogante sonrisa.
—Ni siquiera tú ayudar en esto.
—¿Qué acaso no recuerdas quien soy?
—No importa quien seas —le dedicó una sonrisa triste—. Me he dado cuenta que no tiene caso luchar por un amor así.

Y así fue como se dio la media vuelta, para dejar al dios del amor perturbado por sus palabras que en verdad sonaron sinceras. No dudaba que él era cupido pero dudaba de su capacidad del amor. Valla persona.



***


Abrió sus pupilas amatistas después de un descanso muy malo debido a los pensamientos que lo rondaban desde que al bendito cupido le dio por aparecer frente a él, diciéndole que para San Valentín debía enamorarse. Y el catorce de febrero era al día siguiente. ¿Acaso alguien podía enamorarse tan rápido?

Sí. Y Shuichi estaba tan seguro de eso como lo estaba de que su amor jamás le correspondería. ¿Por qué no le ponía las cosas fáciles a Yuki y a sí mismo y simplemente elegía a cualquiera?

A fin de cuentas, siempre había querido poder elegir de quien enamorarse.

Salió de su casa mirando a su alrededor para comprobar que ese enigmático rubio lo estaba esperando recargado en su coche mientras fumaba. El pelirosa se acercó hasta él, sonriéndole tímidamente.

—¿Ya escogiste? —soltó sin más Eiri.
—Sí —los ojos dorados se concentraron en el chico, sorprendido de que hubiera cambiado tan drásticamente de opinión. Shuichi era igual que todas las personas: en cuanto les ofrecían amor, sin importar quien fuera salían desesperados a recibirlo.
—Entonces, vamos. Tienes que mostrármelo.

Abordaron el automóvil rumbo a la escuela de Shindou. Se estacionó y esta vez, decidió acompañar a Shuichi en su recorrido. Entraron al lugar llevándose las miradas de varias personas por completar a dos hombres tan atractivos como lo eran ellos.

—¿Y bien? —dijo al fin Yuki—. ¿Quién es el desdichado?
—No lo digas de esa manera —le reprochó Shu al tiempo que paseaba su vista por el recinto hasta que localizó a la persona—. Es él.

Eiri gruñó. El tipo al que le estaba señalando era el imbécil aquel que tan sólo ayer había tirado a Shuichi al suelo. Ryuichi Sakuma.

—¡Hola Shu-chan! —gritó a lo lejos Ryuichi agitando velozmente a su peluche rosado.

—No.
—¿Qué? —Shuichi al oír esa palabra, volteó a ver a Yuki después de devolverle el saludo lejano a Sakuma.
—Te dije que no. De ese no te vas a enamorar.
—¡¿¿Por qué?!
—¿Acaso no te das cuenta, baka? —Eiri se dio la media vuelta caminando en otra dirección y Shuichi no le quedó más remedio que seguirlo—. Ese sujeto es un idiota al igual que tú.
—¿Qué tiene que ver eso?
—Que en una relación debe haber balance. Hago mi trabajo correctamente y no quiero unir a dos perfectos imbéciles.
—Lo dice el señor “Estoy enamorado” —dijo sarcásticamente.
—Elige a otro de una buena vez.
—Mmmm… —pero está vez, movido por su curiosidad Shuichi decidió jugar un poco—. ¡Ya sé!, ¡elijo a Hiro!
—¿Hiro?
—¡Sip! Es mi mejor amigo desde primaria. Siempre estamos juntos además de que nos queremos muchos. ¡Además siempre me ha gustado su cabello largo y rojo!

Cabello largo y rojo… ¿El tarado de la motocicleta que se burló de su coche ayer?

—¿Te recoge en la parada con su motocicleta? —inquirió con un gesto de molestia.
—¿Eh?… ¡Sip! ¡Ese mismo! —gritó felizmente.
—No.
—¡¿Qué?!
—Dije que no.
—¡¿No se supone que yo soy quien debo elegir?!
—Ese mocoso se atrevió a ofenderme y juré castigarlo. Aunque no estaría tan mal, seguramente su peor castigo podría ser enamorarse de un dolor de cabeza como lo eres tú.
—¡Entonces enamorarme de Hiro!
—No.
—¡No te entiendo!
—No me importa.

Shuichi soltó un grito, desesperándose pero a la vez sintiéndose confundido. ¡¿Nada más por ser cupido ese hombre podía actuar así?!

El siguiente elegido esta vez, fue sólo para ver que le decía.

—Entonces… ¡Tatsuha! ¡Es muy gracioso!

¿El pervertido ese?

—No.
—¡¿Acaso no sabes decir algo más que no?!
—Ese tipo es un asco como pareja. No quiero que me recriminen por hacer que te violen.

—¿Suguru?
—No.
—¿Y ese que tiene? —dijo Shuichi comenzando a divertirse porque a este paso podría pasar el día de San Valentín y él seguiría sin pareja.
—El amor debe ser un a bendición, no un castigo. Ese pobre niño no ha hecho nada malo en su vida para tener que soportarte.

Bien, ¿Se negaba con hombres? Tal vez era homo fóbico… ¿Y si probaba con una mujer?

—¿Rage? —preguntó refiriéndose a una de las chicas que conocía.
—No. Demasiado loca y no quiero hacerme responsable de tus funerales.

—¿Ayaka?
—No. Ustedes en definitiva no podrían vivir una semana juntos.

—¿Noriko?
—No. Está muy vieja.

—¿Riku?
—No. Vas a terminar en la cárcel por pedófilo.

—¿K?
—No. ¿Estás loco? ¿Salir con ese tipo que tiene complejo de rambo?

—¿Sakano?
—No. ¿Desde cuando te gustan los vejestorios?

—¿Taki Aizawa?
—No. El es estúpido.
—¿Y qué?
—Ya te dije, dos estúpidos no pueden juntarse.

Y así siguieron a lo largo de dos horas, sin importarle a Shuichi las clases ni a Eiri cuanto tiempo estaba desperdiciando.

—¡Dejen las peleas de enamorados para otra ocasión! —gritó alguien a lo lejos, pero lo único que logró fue que tanto el rubio como el pelirosa se dieran cuenta de que en definitivamente era mejor callarse porque efectivamente, ahora parecían pareja.

-Voy a venir mañana —murmuró Yuki para alejarse de Shuichi—. Y más te vale que hallas escogido a alguien decente.
—¡Tú me pones un pero a todos!
—Cállate, baka.



***



Yuki se recostó a la sombra de enorme árbol de cerezos, intentando relajarse. No lo logró porque unos pasos y una voz extremadamente familiar lo hizo abrir sus ojos.

—¿Qué quieres? —preguntó de malas al ver unas pupilas verdes.
—Sólo quería saber como te había ido —respondió Tohma con una sonrisa.
—Es un perfecto idiota y no creo que halla pareja para alguien como él —murmuró.
—Oh… —Seguchi se sentó y susurró unas cuantas palabras—. Eiri… ¿Recuerdas las reglas que se deben de cumplir para ser cupido?
—No enamorase —contestó con desden.
—¿Y que pasaría si llegarás a amar a alguien?
—Simple. Dejaría de este maldito empleo —Tohma no pudo evitar soltar una alegre risa que no entendió Yuki.
—Sé muy feliz…


***

Estaba preparando todo para ir a la escuela y festejar el maldito catorce de febrero. Miró a su escritorio donde reposaba una caja envuelta en un brillante papel dorado adornando con un moño violeta. Era los chocolates que pensaba dar a la persona que había elegido su corazón muchísimo antes de que el señor cupido dijera quien era y que le ofrecería el corazón de cualquiera.

Shuichi sonrió y levantó la caja apretándola en su pecho. Sabía que era imposible pero, ¿Qué más daba con intentarlo? ¿Qué era otro corazón roto en el día de San Valentín? Seguramente muchos se decepcionaban ese día.

—Baka… —Shuichi pegó un brinco al reconocer la voz del rubio que estaba metido en su habitación.
—¡¿Qué… haces aquí…?! —preguntó nervioso, sonrojándose al ver que Yuki notó el regalo.
—Soy un dios, ¿Recuerdas?. Puedo hacer lo que se me de la gana.
—Claro… —murmuró desviando su mirada amatista hasta el suelo.
—¿Y bien? —preguntó sin más—. ¿A quién le toca envenenarse con los chocolates?

El pelirosa tragó fuerte y dio un profundo suspiro, sintiendo el intenso palpitar de su corazón. Dio unos cuantos pasos para quedar frente a Yuki y sintiéndose ruborizado, escondió su rostro tras sus cabellos rosados mientras extendía rápidamente sus manos para ofrecerle su regalo a un consternado Eiri.

—¿Qué…? —apenas y alcanzó a decir.
—¡Me gustas! —gritó con desesperación pero sin atreverse a ver al rubio a los ojos—. ¡Sé que es imposible pero quería hacértelo saber! ¡Te escojo a ti Yuki, como la persona de la cupido debe hacer que se enamore de mi!

¡Idiota, idiota, idiota!
¡Se le estaba declarando al dios del amor que no cree en su profesión!

—Baka…

La caja de chocolates cayó al suelo mientras el frágil cuerpo de Shuichi era aprisionado por unos fuertes brazos. No tuvo tiempo de cerrar los ojos pues sencillamente no supo que reaccionar cuando la mano de Yuki levantó su rostro y se acercó hasta él para depositar un beso en esos labios que en algún momento, se habían vuelto demasiado tentadores…

Yuki Eiri, mejor conocido como cupido… ¿Había aceptado su propuesta de amor…?

¿En que momento sucedió?
¿Fue cuando lo miró por primera vez?
¿Fue cuando escuchó su voz?
¿Fue cuando comenzó a sentir insoportable la idea de ver a ese pelirosa en los brazos de alguien más?
¿O sencillamente… lo único que pasó… fue que se enamoró de ese mocoso idiota…?


“…El amor no es tan interesante como la mayoría de las personas cree. Es más, podría llegar a decir que es bastante aburrido… pero…

…pero no importa cuantas historias románticas veas, cuantos corazones rotos contemples…

… la única forma en que realmente puedes afirmar algo… es experimentándolo…”

—Te amo, Yuki.
—Baka…

Y quien mejor que cupido, para decir… que el amor existe…

FIN

Notas finales:

Espero que halla sido de su agrado este mal intento de humor y pues...

¡Feliz día de San Valentin!

Gracias por leer.


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