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Gracias al alcohol por avalon123

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Notas del fanfic:

¡Disfrútenlo!, es mi primera obra.

Buenos Aires, 27 de Mayo de 2010

 

 

 

GRACIAS AL ALCOHOL

 

 

Si, es cierto. ¿Por qué, para el amor, tienen que existir uno o más límites? Este es un caso típico, objetado y cuestionado por no pocas personas.

 

Estaba Marina, una empleada de ventas en un local comercial del sector textil en un empleo que le permitiera ganar lo suficiente para costearse los estudios en la universidad pública de la ciudad, y Micaela, su inmediata superiora en la cadena de mando. Tenían dieciocho y cuarenta años respectivamente y, como se podrá adivinar fácilmente, los seudo límites en este caso son la edad (veintidós años de diferencia) y el vínculo jefa- empleada. Más aún, eran dos mujeres. Era como todas las historias de su tipo: habían empezado siendo solo eso, jefa y empleada en relación de dependencia, sin nada interesante para decir o contar ni ninguna atracción fuera de lo común por parte de una hacia la otra.

 

Por esos días Marina estaba en pareja con un hombre de su edad al que había conocido por pura casualidad camino a la universidad. Un viaje en el subterráneo local donde un hombre había querido hacerse el gracioso y el langa diciendo piropos para ver si alguna caía. Y una lo hizo: Marina. En el caso de Micaela, por otra parte, se había sospechado desde su adolescencia que le gustaban las mujeres, cosa que nunca pudo comprobarse o negarse, habiéndose casado dos veces, siempre con personas del sexo opuesto, a los veintiséis y treinta y tres años.

 

Cierta noche, al llegar a su fin la jornada laboral diaria, la historia de ambas había empezado a dar el salto al paso siguiente. Eso pudo lograrse gracias al efecto de unas copitas demás por cada una. Sentadas a ambos lados del mostrador en el negocio de ropa para mujeres, a la espera de la llegada del repartidor con su pedido, mataban el tiempo bebiendo ginebra (uno de los gustos que compartían). Allí se habían quedado para hacer el inventario de las ganancias y las ventas del día. Como era de esperarse, antes y durante la comida principal esa bebida alcohólica había hecho efecto en ambas, aunque más en la empleada, ya que no era amiga siquiera de la idea de vivir abrazada a la botella. Pero una copa la había conducido a la otra y como resultado terminó por hacer un breve escándalo por nada a la vista de las pocas personas que aun pasaban por esa galería comercial, antes de empezar a sostenerse el estomago por ambas manos. Era y no era lo que quería. Por un lado estar junto a una mujer a quien no hace mucho había empezado a ver no solo como jefa ni como amiga, y por otro el papelón que estaba haciendo delante de ella y de las últimas personas que quedaban allí, entre clientes y comerciantes.  Así que terminó yendo al cuarto de baño para mujeres en el piso superior del local, con una tremenda sensación de vomito que termino convirtiéndose en un hecho. Apenas si podía pronunciar claramente dos o tres palabras seguidas, veía doble y le estaba dando trabajo mantener el equilibrio.

 

_ ¿Estás bien?, le preguntó desde el otro lado de la puerta Micaela, a quien se le notaba la preocupación en la voz.

_ No, claro que no estoy bien_ respondió Marina desde dentro_. Estoy hecha un desastre de mujer. Vaya forma esta para declarar… para salir con una amiga. Pero si querés entrar hacelo. No me vendría mal un poquito de ayuda, sobre todo para volver a la mesa.

Micaela ingresó y halló a Marina limpiándose las manos en el lavabo. Dijo:

_ Así es imposible seguir con esto.

_ ¿La cena?

_También.

_ ¿Por qué también?_ reaccionó Marina. Desconociendo tal cosa en un principio, luego cayó en la cuenta de ella. Sin embargo, hizo la pregunta, solo para estar segura_. ¿En qué otra cosa es imposible seguir?

Tenía las manos apoyadas contra el lavabo y se esforzaba por mantenerse seria y no cometer ninguna locura.

_ En eso que vos sentís por mi… que es lo mismo que yo siento por vos, Marina. ¿O acaso me estoy equivocando?

_ No se en que…_dijo Marina, hablando bajo ante la posibilidad de que la gente abajo se preguntara a que se debía el ruido y las voces alarmadas_. ¿Qué sentimiento es ese?

 

 

¿Por qué le costaba tanto aceptar lo que pasaba? Ella lo deseaba tanto como su profesora, pero aun así una parte de ella se resistía a admitir que le gustaba su profesora como mujer.

_ El que tenés por mi, Marina. Y no digas lo contrario, por favor_ anunció Micaela, desesperada y al borde del llanto. No sabía que le gustaban las mujeres hasta el día en que conoció a su más flamante empleada_. Se que te gusto, y el amor es algo maravilloso como para dejarlo pasar. Yo siento eso por vos_ derramó una lágrima. Parecía que llevaba tiempo guardando ese sentimiento_.  ¿Es o no es así?

_ Si, lo es., reconoció finalmente su amiga, empleada y…

_Entonces, ¿por qué el esfuerzo en negarlo, o aceptarlo sin decirlo?

_ Porque no se si es realmente lo que quiero, Y en el supuesto caso de que lo fuera no es el momento para hacer otra cosa que ir a mi casa. Si tenía pensado declarar lo que siento por vos con esta cena improvisada en este local, pero no en estas condiciones tan lamentables, no se si me explico_ Marina… yo te amo, me gustás mucho y eso no se puede cambiar.

Marina dio un giro de ciento ochenta grados y enfrentó a Micaela mirándola a los ojos, sin pestañar.

_ Si te amo, ¿de acuerdo?, pero no puedo decir nada respecto a eso estando como estoy ahora.

_ ¿Segura?

 

Hubo un momento de duda, que la sensual jefa aprovechó para exhortar a la empleada a hacer esa confesión. Y Marina, ante el incómodo momento, pidió:

_ No quiero seguir con esto ahora, Micaela. No puedo así, no insistas_ se resistió Marina, aunque estaba cediendo_. En otro momento, cuando me halle sobria, vos y yo vamos a…

_ ¡Basta ya! exclamó Micaela., tomando por la cintura a Marina y acercándola a su cuerpo.

_ ¡Si, basta ya!

 

Le dio un beso bastante cargado de pasión en la boca, que continuó brevemente con caricias por la parte que estaba al sur de su cintura. Brevemente porque estaban en el baño de un lugar público, y porque podía entrar gente a ver por que tardaban tanto en salir, estando la galería a punto de cerrar, aunque era posible, por la forma en que se miraron y hablaron durante el transcurso de la jornada, que ya lo hubieran adivinado. Las mariposas en el estómago de ambas habían dejado de aletear y ahora se sentían más tranquilas, habiendo confesado sus sentimientos y cedido a sus deseos.

 

El regreso al barrio en el que vivían las dos. Otro factor que pudo posibilitar que la amistad primero y el amor ahora crecieran. La casa de una estaba separada de la de la otra por menos de un kilómetro. Micaela también era un as conduciendo, resultando la excepción a aquel dicho popular “mujer al volante, peligro al instante”. Marina viajaba a su lado, media dormida a causa del cansancio y el alcohol. Sin embargo, tenía los reflejos suficientes como para agarrar la mano derecha de  Micaela y llevar el dedo índice a su boca (“¿Qué hago?”, pensó, reparando en el aliento a alcohol, aunque parecía que a la conductora no le importaba). Marina supo sacarle provecho a la ausencia de otros transportes automotores y ciclomotores en ese camino, como era de esperarse dado el amor y el efecto de la ginebra. La noche estrellada, el frío del ambiente con la ventanilla baja, el acondicionador funcionando a pleno y el perfume dulzón que usaba su amiga, jefa inmediata en el mando y ahora también compañera eran sus musas de inspiración.

 

Micaela desvió el vehículo de su recorrido y tomó por una calle apenas iluminada. Fue allí mismo que llevaron a la práctica lo que hacen todas las parejas en sus noches de boda. Solo cuando se cumplieron ciento veinte minutos de ello retomaron el camino original camino a sus casas.

 

 

Todo lo que deseaba Marina, después de haberse despertado tras más de seis horas de sueño corrido, era que ese fantástico momento de la noche anterior no haya sido justamente eso. Un sueño.  

 

 

 

FIN

 


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