Dark innocence.
No está bien. Es lo único en lo que Iruka está cien por ciento seguro. Aunque le dé mil y una vueltas al asunto, aunque lo niegue, aunque intente ignorarlo. No puede, no hay manera. Haga lo que haga, Naruto siempre está allí.
Al principio, el maestro había optado por ignorar el asunto. Era lo mejor. Ignorar que esa sonrisa encantadora y esos ojos azules provocaban en él algo más que simple ternura o cariño. Pero Uzumaki, de alguna manera u otra, siempre lograba derribar sus defensas, aplastar su resistencia; ganarse su atención a la fuerza. Iruka sabe que Naruto logra despertar en él algo más que su instinto paternal.
Definitivamente no está bien.
Lo peor es que Naruto ya no es un niño. No, ya no. Su cuerpo es el de un hombre y, aunque sigue siendo tremendamente descuidado e impulsivo, Iruka nota orgulloso cuanto ha crecido. Aún así, el rubio sigue teniendo un carácter infantil, cariñoso, inocente. Allí está. Cuando Uzumaki se acerca a su sensei y le regala un despreocupado beso en la mejilla, lo hace con una inocencia extrema, natural, propia de él. Eso vuelve loco al chûnin.
A veces, Umino se pregunta qué pasaría, cómo reaccionaría el muchacho si se enterara de sus verdaderos y prohibidos sentimientos. ¿Le causaría asco? ¿Se enfadaría? ¿Se alejaría de él? ¿Le correspondería, tal vez?
Iruka piensa que, como están las cosas es mejor. De otra forma, Naruto podría salir lastimado, y eso es algo que el maestro no quiere. Aunque, si bien esa es la verdad, la realidad es que Iruka es egoísta. Porque Iruka quiere que esa inocencia, que tanto le gusta y fascina de su ex-estudiante, siempre esté intacta. Iruka sabe que no está bien. Pero es lo que más le atrae, al fin y al cabo.
-Finitto-