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Persecución por LadyHenry

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Notas del fanfic:

Este one shot fue hecho para el Sesa de Runya.

Los personajes pertenecen al manga Pathos de Hirotaka Kisaragi.

 

Sus cabellos se agitaban salvajemente por la fuerza del viento, cortante y helado, que envolvía su figura. Se movía con una velocidad infernal, sorteando los obstáculos mientras calculaba la distancia que tendría que recorrer para despistar a su perseguidor.

Cada vez eran peores aquellos encontronazos, surgían en el momento más inapropiado, le hacían emprender huídas precipitadas, inventando vanas excusas, haciéndole alertar sus sentidos sobrenaturales hasta la extenuación. Estaba agotándose, sabía con certeza que no le quedaba mucho para verse obligado a afrontar la lucha, no podría evitarlo eternamente, y esa palabra en su caso se cumplía literalmente, no importaba cuánto pudiera aplazarlo, sus posibles oponentes tenían todo el tiempo del mundo para conseguir atraparlo.

Comenzaba a amanecer, sólo tenía que despistarlo un poco más, unos minutos y sería libre para poder descansar. Después de perderse por interminables callejuelas, escabulléndose entre vagabundos y prostitutas, dejó de notar su presencia, decidió no arriesgarse más, podía oler el alba amenazando con su claridad. Unos pasos más y pudo colarse por las estrechas escalinatas que daban al pasadizo del convento donde se escondía.

Sus pasos resonaban haciendo eco al chocar contra los adoquines, era un lugar frío y lúgubre, totalmente apropiado para un vampiro, sino se tratara de un recinto sagrado. Pero la herejía sólo era otro más de los encantos de ser un maldito.

Se detuvo ante las criptas, deslizando la tapa de una, no le gustaba demasiado descansar allí, pero no tenía más opciones. Antes de cerrar los ojos y caer en el sueño profundo su imagen cruzó fugaz por sus pensamientos, aún recordaba sus cabellos rubios y sedosos, su delicado aroma y esa mirada que era capaz de penetrar en su alma y descifrar todos sus miedos y anhelos. Demasiado tiempo sin verlo, sin sentirse comprendido. Ahora sólo contaba con una libertad amenazada y su independencia. Podía valerse por sí mismo, no necesitaba a nadie, nada era imprescindible, sin embargo, aunque no fuera necesario en el sentido estricto, le echaba de menos, tanto que a veces dolía.

Despertó con la nostalgia impregnada en cada célula de su vampírica anatomía, pensó que podría calmarla buscando alguna víctima. Aplacar su melancolía con el calor de la roja esencia vital le daría una pequeña tregua. Eligió un lugar lleno de gente y bien iluminado, la zona comercial estaba atestada en la época navideña, así que tendría más licencias a la hora a escoger a su víctima, y si por una lamentable casualidad se presentaban de nuevo para atraparle, lo tendrían difícil, estarían limitados por no llamar la atención ni despertar sospechas de nadie. Eso sumado a la vigilancia policial le daba más seguridad.

Después de caminar un rato divisó a una encantadora joven, de aspecto saludable y arreboladas mejillas, calculaba que debía rondar los veinte años, estaba absorta mirando el escaparate de una librería, podía leer en sus ojos la emoción de quien encuentra algo que lleva mucho buscando. Curioso por conocer lo que provocaba esa mirada y preparando su ataque seductor, se dirigió hacia el escaparate con paso firme, situándose sigilosamente detrás de su víctima. Desde allí podía escuchar el palpitar de su corazón, sentir la velocidad con la que la sangre fluía por sus venas. Su pulso estaba acelerado por la alegría, sus enguantadas manos se apoyaban en el cristal del escaparate, encuadrando un libro de elegante edición. Las tapas negras resaltaban las letras de estilo gótico en color burdeos, destacando el pseudónimo de su creador, la ilustración le golpeó como el viento de la noche anterior, de una manera punzante, fría y desgarrada. Era una pintura del puente donde se habían cruzado por primera vez, donde sus miradas se habían enganchado en mitad de una noche de tormenta. Incluso había reproducido el relámpago que cruzó el cielo iluminando sus rostros que se descubrían entre la niebla, él le sonrió mostrándole la verdad de su naturaleza, fue el primer paso de su caída en la oscuridad.

Después de tanto tiempo volvía, apareciendo en un pequeño escaparate, gritándole su existencia en el más absoluto silencio, en la escena menos afortunada, mientras intentaba apartarle de sus pensamientos él se abría paso de manera certera, convirtiéndose en el codiciado objeto de deseo de su víctima. Rindiéndose a la evidencia abandonó a la joven para hacerse con el libro, unos cuantos movimientos rápidos y ya estaba en sus manos, despertando viejas y encontradas emociones, mientras tanto el viejo dependiente encontraba en el lugar del libro, que juraría estaba allí hasta hace unos segundos, un billete que cubría los gastos de la compra y un extra por la manera de obtenerlo. La joven quedó desolada, lo había buscado mucho, era una edición limitada, había muy pocos ejemplares y estaba a unos pasos de conseguirlo, aún no se explicaba cómo había desaparecido de un momento a otro, pero como solía decir su abuela, "hay cosas que ya están destinadas a su dueño".

Se adentró en la catedral, le gustó la idea de conmemorar su primer encuentro, ambos se habían refugiado allí de la lluvia esa noche. Estaba vacía, alumbrada tenuemente por las velas. Abrió el libro después de respirar hondo, encontrándose con una dedicatoria que lo dejó sin aliento: "Para mi amada creación, estés donde estés formas parte de mí, volveré..."

¿Era eso una declaración, quizás una advertencia...? Volvió a inspirar y comenzó a leer. Como siempre sus palabras le conmovían, anulaban por un breve lapso ese resentimiento que guarda hacia él, disfrutaba de esa cercanía que la complicidad y el entendimiento ofrecen, saboreaba a fondo esa íntima compresión que compartía con el escritor, interpretando a la perfección cada palabra, recreando en su cabeza cada detalle de la narración, que había dejado de ser letra impresa en papel para convertirse en parte de sus recuerdos.

Y en medio de ese trance literario escuchó repicar las campanas a deshora, luego pasos golpeando la escalera, empezaba de nuevo la persecución. Odiaba que le interrumpieran en ese preciso instante, pero no tenía más opción que marcharse.

Tomó el libro y lo escondió dentro de la sacristía, ya volvería a por él más tarde, después de acabar con el bastardo que empezaba a cansarle, esta vez no pensaba darle tregua. Volteó para mirarlo, pero sólo vio su silueta, llevaba una capucha negra que escondía su rostro.

Empezaron el desafío saltando por los tejados, jugando al ratón y al gato, acorralándose mutuamente, mientras la lluvia comenzaba a deslizarse empapando al que encontrara en su camino. Por mucho que intentara desenmascararlo, lo esquivaba con maestría, tal era su empeño que sólo pudo evitar los golpes sin darse cuenta de que ya no tenía escapatoria, sólo habían dos paredes y su oponente, que se abalanzó sobre él con ferocidad, arrancándole la camisa y tomándolo por el cabello para reducirlo. Cuando creyó que iba a sentir el dolor de los golpes cerró los ojos con fuerza preparándose, pero en lugar de eso notó como ladeaban su cuello mientras le sujetaban por las muñecas.

Quiso gritar, desfalleciendo ante la perspectiva de que tomaran su sangre, no quería sentir algo tan íntimo en una vulgar vendetta. Pero tampoco podía oponer resistencia, y dos afilados colmillos traspasaron le tersa piel de su cuello, clavándose con fuerza mientras la lengua acariciaba la zona preparándose para recibir el ardiente líquido.

Y fue entonces cuando lo notó, el olor, el tacto, el ímpetu con el que lo estaba tomando... era King. No había podido resistirse por eso. Pronto notó el cosquilleo de los dorados cabellos en su rostro, aspirando el familiar aroma mientras la mordida se tornaba intensa despertando sensaciones relegadas al olvido, que ahora volvían con fuerza. Estaba temblando, tal vez fuera por la lluvia, por el torbellino de emociones que lo invadían... pero sus piernas flaqueaban y King lo tomó entre sus brazos, transportándolo hacia el interior de la catedral de nuevo.

-¿Eras tú?-preguntó Jay quebrando el silencio.

King lo miró a los ojos, negando lentamente con la cabeza.

-No, ellos te persiguen por un lamentable malentendido que me he ocupado de aclarar, pero tú seguías huyendo y no me dejaste otra opción que "capturarte".

-Como la primera vez...-dijo Jay rememorando de nuevo su encuentro.

-Algo así, ha sido difícil, pero va a merecer la pena-respondió King acercándose hasta juntar sus labios, desatando una batalla donde sus colmillos rasgaban la carne y sus lenguas la bebían, notando como se mezclaba la sangre, en una fusión eléctrica que los hacía enloquecer.

-Demasiado tiempo sin sentir tus besos-le regañó Jay.

-No es lo único que vas a sentir, me has tenido apartado por tanto tiempo...te he llamado de muchas maneras, pero ahora eso queda atrás, voy a resarcirme de tu olvido.

Volvió a sellarle los labios con desesperados besos, mientras iba despojándole de la ropa con rapidez y agilidad, bajando de nuevo por el cuello para probarlo, sintiendo cómo se agolpaba la sangre en su ansiosa boca. Siguió su camino por el marcado torso, admirando el cuerpo fuerte y torneado de su amante. De pronto sintió cómo le halaba de los cabellos lanzándose a su cuello con voracidad, dejándole sin aliento al sentir cómo los colmillos traspasaban la carne enterrándose con saña.

Jay bebía su sangre a borbotones, notando cómo se transfiguraba en su interior, su creador era el único que podía hacerle sentir esa plenitud, ese deseo descontrolado de tener más y más... necesitaba tenerlo por completo, así que repartiendo rojos besos que dejaban un rastro delator, tiró de sus hombros y King comprendió, sin más preámbulos separó las moldeadas nalgas y se introdujo con firmeza, repitiendo el movimiento sin piedad, disfrutando de sentir la ardiente carne de Jay rodeándolo, apretándolo con fuerza mientras imponía un ritmo frenético con las caderas, llevando a King hacia el delirio.

Cuando estaba a punto de desbordarse paró en seco, provocando que King le dirigiera una enfurecida mirada, y acto seguido se levantara, cambiado de posiciones, llevándolo hasta la pared para dejarle sin libertad de movimientos. Cuando lo empotró de forma salvaje, Jay aprovechó su ventajosa postura para volver a morderlo, una vez pasada la sorpresa King le imitó, comenzando un suave vaivén. La sangre corría en una erótica cadena pasando de un cuerpo a otro, regresando vibrante y espesa.

Pararon para besarse mientras volvían a acomodarse, y entonces retomaron el ritmo, tan frenético y apabullante que Jay creía que iba a partirse en dos, el calor les abrasaba, pidiendo ser liberado con urgencia, sentían que iban a quemarse, la sangre corría por sus venas agolpándose en sus miembros, haciéndolos reventar mientras jadeaban sus bocas entreabiertas pintadas del sobrenatural rojo que tanto habían anhelado.

Habían vuelto a reencontrarse, después de años alejados, aunque pareciese que el tiempo se empeñara en rememorar la lluvia, las ansias y la incertidumbre de su primera vez. El final de la persecución había resultado una apasionada sorpresa que les entregaba de nuevo a los abismos de lo prohibido.

 

 


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