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Consecuencias de una traición premeditada por Paz

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Notas del capitulo:

En este capítulo Hanamichi lo pasará muy mal... la conversación desorientada de Hanamichi, puede decirse que es real.

Durante mis vacaciones, viendo las noticias por la televisión, mostraron diferentes hospitales que recibian heridos, ya fueran por choques o agresiones, y una de los heridos, un accidente de moto, el hombre se repetía una y otra vez con las mismas preguntas. Ponía los pelos de punta..., supongo que despues del tiempo que ha pasado se habrá recuperado, pues no se le veían heridas visibles, solo la desorientación.

Uno de los efectos nefastos del uso de extasis líquido es la desorientacion mental.

Consecuencias de una traición premeditada

Basado en Slam Dunk de Inoue Takehiko, cuyos derechos de autor le pertenecen

By Paz

Capítulo 6: Comercio inhumano

La bodega era una vieja fábrica abandonada, la habían tomado como cuartel general y en ella se reunían cuando lo necesitaban. Estaba en un lugar alejado de la población y como no pasaban por ella nadie se enteraba que la estaban utilizando. Allí solían llevar por cortas temporadas, no más de una semana, a los chicos que recogían por la región con la promesa de un trabajo bien pagado y con alojamiento en casas de familia.

Les daban una opípara comida ignorando que contenía un fuerte sedante, cuando despertaban se encontraban encadenados por los tobillos a una larga cadena, en grupos de diez chicos. Era allí donde se seleccionaban los mejores para trasladarlos al "Zoo" donde el jefe elegía los ejemplares que cumplían con los requisitos, de estos comprobaba los que estaban intactos  para la subasta, los demás pasaban a ejercer la prostitución  en los locales de alterne que poseían en el país, los subastados salían del país hacia los países de sus compradores.

La subasta se llevaba a cabo por video-conferencia, nunca se conectaban dos veces en un mismo lugar, las conexiones se llevaban a cabo desde aldeas, villas o ciudades, por lo que difícilmente podían ser rastreados. Se subastaba un ejemplar cada quince días y así durante todo el año, los compradores tampoco eran los mismos, se seleccionaba de una lista de solicitudes y eran diez los interesados en ofertar por la mercancía, veían el video que duraba quince segundos y hacían sus ofertas, ni unos ni otros se veían las caras, todo se llevaba a cabo de forma anónima, al mejor postor se le comunicaba que era seleccionado para que hiciera la transferencia del pago, la mercancía le era enviada a la dirección que indicara por correo urgente, en menos de cuarenta y ocho horas podía disponer de ella.

Kawata Masashi gozaba de la confianza del jefe, además estaban emparentados, lo que le hacia doblemente valioso, por ese motivo conocía todos los entresijos de la nueva operación de su jefe que se llevaba a cabo recogiendo chicos de todos los rincones del país, porque tenían colaboradores en todas las ciudades, villas o aldeas, algunos llegaban a Tokio por su propio pie, enviados con la promesa de un trabajo, otros eran aprehendidos y llegaban arracimados en dobles fondos de camiones, si venían de lejos algunos no soportaban en viaje y llegaban deshidratados si era verano, o congelados si viajaban en invierno. Todos eran llevados a la bodega de la vieja fabrica, allí se ocupaban de mantenerles vivos porque les eran más útiles que muertos.

Y es ahí, aunque no cumple los requisitos de encontrarse entre los trece y los dieciséis años donde llevan a Sakuragi, aunque no duda que su jefe se sentirá complacido cuando le diga que le tienen en su poder. Dejará que Mikio se divierta un par de días con él antes que se descontrole porque entonces le destruirá física y mental, como suele ocurrir con todos sus amantes porque les atiborrara de drogas.

Sakuragi es un magnífico ejemplar y no duda que el jefe lo querría para él, tal vez les convenga tenerle atontado, solo para asegurarse su sumisión a las órdenes.

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Abrió los ojos perdido en sus ensoñaciones. Se vió a si mismo tumbado en un catre, pensó que estaba muerto aunque escuchaba voces a su alrededor sin conseguir identificar de donde provenían. Sacudió la cabeza intentando despejarse, los objetos a su alrededor se desdibujaron y parecieron moverse delante de él.

Escuchó un chirrido. La pared se combó ante sus ojos viéndola caer sobre él, se echó las manos por delante de su rostro en un gesto de protección.

Mikio empujó con fuerza la puerta donde había metido a Sakuragi, estaba herrumbrada y solía quedarse como clavada al piso, y aunque no tenía puesto un candado para mantener a su rehén, no lo necesitaba porque solo él era capaz de abrirla.

Vió a Sakuragi sentado en el catre, llevándose las manos al rostro.

-Has despertado -dijo con expresión satisfecha, hubiera podido cogerlo mientras le duraba el viaje, pero quería que fuera estuviera lúcido cuando lo hiciera, quería que fuera consciente de los quince centímetros de carne que le iba a meter dentro, porque iba a cogerlo por todas sus entradas y hacerle tragar su semen hasta que le saliera por el ano y luego invertiría el proceso en sentido contrario.

-¿Quién eres?

-Kawata...

-Y yo... ¿Quién soy?

-Sakuragi... -pensó que aun seguía confundido.

-¡Ah...! ¿Qué hago aquí?

-Te traje yo...

-¿Por qué?

-Porque tú yo vamos a conocernos mejor -dijo con sonrisa aviesa.

-¿Y tú quién eres? -le miró como si le viera por primera vez.

-Kawata...

-¿Quién soy?

-Sakuragi... -dijo armándose de paciencia, una virtud de la que siempre careció.

-¿Y qué hago aquí?

-Divertirte un rato...

-¿Con quien?

-Conmigo...

-¿Y tú quién eres? -le miraba desconcertado.

-¡KAWATA...!

-Déjalo estar, hermano... -se había acercado al escuchar el desconcertante dialogo- Aún esta bajo los efectos de la pastilla que le diste, te dije que no hicieras mezclas, pero nunca me escuchas. Su mente no coordina, no puede ordenar sus pensamientos ni procesar lo que le dices.

-Le haré viajar en el caballo de madera... se despertará muy pronto.

-No..., nada de artilugios, ni de juguetes, o tú o nada, elije. No olvides darme todas tus pastillas o las dosis que siempre llevas encima -ignoró la mirada aviesa que le dirigió.

-De acuerdo -se conformó, vaciando sus bolsillos y dejando en sus manos todo su surtido de drogas, ya fueran inhalantes u orales después empujó la puerta cerrándola, dejó apenas una rendija para poder meter sus dedos cuando necesitara abrirla.

Volvió a su lado soltando la bragueta de su pantalón.

-¿Quien eres? -desconcertado volteó sus ojos hacia arriba cuando le sintió acercarse y vio un tipo descomunal frente a él.

 -Quien te hará callar -dijo harto con su verborrea sin sentido y agarrándole con una sola mano del cuello le obligó a abrir la boca y al instante sus quince centímetros de longitud y con un grosor acorde a su constitución se metieron en ella hasta su garganta. Sintió los espasmos que el ahogo estremecía todo su sistema respiratorio. Mas no se compadeció de él, más aún le sentía tan estrecho y sus movimientos involuntarios tan placenteros que siguió aumentando su tamaño dentro de él- llegaré hasta tu esófago, capullo de m... -le había soltado el cuello, obligándole a bajarse del catre para adoptar una posición más favorable, comenzó a moverse con violencia- no se te ocurra morderme -le avisó cuando comenzó de nuevo a sacudirse espasmódicamente- Esto no es nada con lo que voy a hacerte, engreído de m... , te mantendrás callado y si cuando acabe contigo puedes seguir hablando, hazlo.  

Sentía su garganta dolorida y profundas arcadas le sacudían. Sentía que le estaban dando a comer a la fuerza y sin embargo nada podía tragar. Estaba obstruido por un trozo de carne que se le había atravesado en la garganta, sentía su boca llena y él se estaba ahogando y no podía hacer nada, necesitaba ayuda, más las palabras no salían de su garganta, que atorada permanecía cerrada al paso del aire, comenzó a manotear y sacudir su cuerpo, necesitaba oxigeno, necesitaba respirar, empezó aspirar con fuerza aire por la nariz, llegando a sus agotados pulmones.

Comenzó a sentir que su garganta se aflojaba y que era capaz de deglutir, al principio, casi se ahogo al llenarse su boca y garganta con un líquido pastoso y áspero de sabor, tuvo que tragarlo para poder respirar, aquello seguía llegando a su boca y él tenía que seguir tragándola.

-¿Te ha gustado, mamón...? Luego te daré más, mucho más... ahora voy a probarte, tendrás tanta leche dentro de ti que te saldrá por la boca. -dijo sarcástico alzándole con una sola mano sin esfuerzo y echando su desmadejado medio cuerpo sobre un tablón que hacía la vez de mesa. Ahí su trasero quedaba a su altura, de un tirón destrozó las perneras de su pantalón, quedando los restos como colgajos en su cinturilla, llevaba un slip de color negro- ¿A ver que guardas ahí? -se inclinó sobre su espalda para preguntárselo al oído, mientras su mano se metía entre sus piernas que separó con brusquedad, arrancándole un gemido cuando apretó sus testículos en su manaza incluyendo también su pene en el mismo tratamiento- Parece que no aprecias mi trato...-dijo como si se sintiera molesto- ¿Qué me dices de esto? -se frotó contra su trasero, haciéndole sentir su excitación a través de la fina tela, que finalmente rasgo, le cogió por las nalgas con fuerza abriéndolas y fijándose en la diminuta abertura, que tenía un color cárdeno.

Le metió su tranca de un golpe.

El aullido de Sakuragi se oyó en un amplio radio de la vieja fabrica, llegando con nitidez a todas aquellas personas que se encontraban en el recinto, alcanzando incluso a los veinticinco chicos que permanecían encadenados en sus respectivos cubículos, llenando de temor sus corazones.

Gritos que no cesaron durante más de una hora y que cuando llegaba el silencio, era más ominoso que los aullidos de dolor, solo los adultos eran conscientes del porque no se le escuchaba, los más próximos, a través de la rendija de la puerta, escuchaban los jadeos entrecortados de Kawata y sus soeces comentarios y tras el ocasional silencio volvían a escucharse los gritos y así fueron trascurriendo las horas, gritos y silencio, gritos y silencio, solo que Kawata no parecía cansarse y solo se detuvo cuando dos días más tarde, Masashi se acercó a la puerta.

-Mikio, acaba ya..., nos vamos en una hora. -le avisó.

Media hora después el chirrido de la puerta indicó a todos que había concluido.

-Llevarlo a la camioneta -dijo Masashi a dos de sus hombres, indicando con un gesto el cuerpo inanimado de Sakuragi que permanecía tirado en el suelo como un muñeco desarticulado.

Cuando le movieron solo se escuchó un débil quejido, su rostro tenía un color ceniciento cuando le levantaron agarrándole de las axilas, tuvieron tiempo de ver sus labios hinchados y partidos, con una expresión de risa continua, su mandíbula aparentaba estar desencajada de su sitio. Le llevaban arrastrando las puntas de sus pies, seguía llevando los jirones de su pantalón, todavía sujetos a su cinturilla, se veían sucios, con restos de sangre y semen y mientras le trasladaban hacia la camioneta sobre la tierra del suelo iba quedando un reguero de sangre fresca.

Mikio estaba atiborrándose de comida, después de dos días encerrado sin probar bocado, siguiendo con expresión indiferente el traslado del pelirrojo al que había cogido hasta la saciedad. Lo que pudiera pasarle después ya no le importaba, él tenía lo que había querido siempre, cogerle y hacerle saber que solo era basura.

Continúa en el próximo capítulo...

Paz

Notas finales:

La bola de nieve sigue girando...


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