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Consecuencias de una traición premeditada por Paz

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Notas del capitulo:

Maki tiene pensamientos soeces, respecto a Hanamichi

Consecuencias de una traición premeditada

Basado en Slam Dunk de Inoue Takehiko, cuyos derechos de autor le pertenecen

By Paz

Capítulo 8 Inesperados aliados

Entraron a la habitación y despacio se acercaron hasta el hombre que permanecía inmóvil sobre el tatami, solo su respiración lenta, les hizo saber que estaba con vida.

-Se va a desangrar... -dijo el mayor de ellos tomando el mando sobre los dos menores- Traed agua caliente, paños limpios, primero vamos a limpiarle, luego le curaremos.

-Por qué no despierta? -preguntó Jun, tenía catorce años y provenía de Hokkaido. Su sueño de encontrar trabajo en Tokio se derrumbó cuando fue aprendido por unos tipos y conducido a una fábrica abandonada, donde les retuvieron durante una semana, dejándoles en manos de sus guardianes.

-Le ha drogado -dijo mostrando el pequeño punto oscuro próximo a la articulación del codo.

Les costó moverle porque era un cuerpo inanimado, pero al cabo de una hora estaba lavado y curado, tuvieron más problemas para conseguir sacarle de su ensueño con el propósito de alimentarle.

Cuando terminaron con él, dejaron que siguiera durmiendo, echándole por encima un paño para evitar que se enfriara. Habían notado que su cuerpo se sacudía espasmódicamente, ni sabían si era consecuencia de la fiebre o por otro motivo que no eran capaces de discernir.

Tampoco sabían si hacían bien o mal, pero le dieron unas pastillas para bajarle la temperatura, todo ello a escondidas de Hokusai que se presentó allí varias veces a lo largo de la mañana y la tarde para interesarse por el estado de la nueva mascota de su amo.

Le veían apartar la ropa que le cubría, y sacudir la cabeza de un lado a otro y marcharse tan rápido como había llegado, no sabían que deseaba expresar con ese gesto, si pesar por su estado o temía la ira de su amo. Ellos harían su trabajo lo mejor que pudieran. Solo esperaban dejar satisfecho a su amo. En algunas ocasiones habían conseguido hablar con la mascota, no sabían que nombre tenía y era así como le denominaban, se le notaba como perdido y farfullaba las palabras, siendo incapaces de comprender lo que decía, a veces farfullaba palabras ininteligibles, en una ocasión mencionó un nombre con toda nitidez "Kaede".

Los adolescentes se miraron entre si.

-Debe tratarse de su novia... -conjeturó Jun.

Poco después descubrieron que cuando se mostraba más intranquilo si le susurraban ese nombre se aquietaba, por ello comenzaron a mencionarlo más seguido, sobre todo porque aquella mañana no fue la única que tuvieron que estar cuidándole y velando su inquieto letargo.

Durante la mañana del séptimo día, estaban aseándole cuando  Naoto el mayor de ellos, tenía dieciséis años y era de Aimori se percató el hombre tenía el vientre hinchado, como si hubiera aumentado de peso, sin embargo, debido a su estado no era posible alimentarle en condiciones normales y lo que conseguían que tragara no era suficiente como para que estuviera más gordo, aunque resultaba fantasioso solo encontraba una causa que explicara ese aumento de peso.

-Gen, Jun... -llamó a sus compañeros.

-Que hay? -preguntó Gen, él era de Hokkaido y había sido entregado por su hermano mayor, un degenerado que solo sabía gastar el dinero de su madre apostando, a cambio de una suma de dinero. Tenía la misma edad que Jun.

Recuerdos Gen

No quería recordar cómo había llegado a ese estado de esclavitud, porque lo llamara como lo llamaran ellos, era eso. Era esclavo de un degenerado, lo mismo que su hermano que una tarde, un año atrás sabiendo la admiración que sentía hacia él, le invitó a ir con él a jugar en un pachinko, entonces no sabía hasta donde era capaz de llegar, e ilusionado por su atención fue con él, permaneció a su lado viendo como jugaba hasta que se cansó le dijo que estaba hambriento.

-Vayamos a comer por ahí... -le dijo palmeándole el hombro.

Al salir a la calle se dio cuenta que entretenidos jugando las horas habían transcurrido y ya era de noche.

Entraron en un local que más bien parecía un tugurio, se acerco más a su hermano al ver las miradas que le dirigían algunos hombres. Se sentía asustado sin conocer la razón de su miedo.

Su hermano le agarró del brazo y le llevo hasta una mesa apartada, no sin antes hablar con el camarero, porque apenas se habían sentado llego la bebida para los dos, su hermano ya era mayor de edad y supuso que el contenido de su vaso contenía alcohol, en cambio a él le sirvieron un refresco, le notó un sabor extraño, pero tampoco entonces se le ocurrió pensar mal, era demasiado inocente y tonto como para dejarse engañar y eso fue lo que ocurrió, así lo comprendió por los sucesos acaecidos pocos minutos después.

-¿Qué te ocurre? -la voz de su hermano le sonó lejana, aún así pudo entender su pregunta.

-No lo sé..., me siento mal.

-Será porque no has querido comer.

-No es... eso.... -sentía como un revoltijo en el estomago, tenía la sensación que sus músculos eran de goma, se sentía flojo, sin fuerzas, se sentía como si él no estuviera ahí.

-Te llevaré a casa... ¿puedes caminar?

-Creo que si... -apartó la silla, más al levantarse sus rodillas se afloraron, sintió un fuerte agarrón, era su hermano que le sostenía con firmeza.

Consiguió mover los pies, aunque sus pasos no eran muy seguros, sentía al mismo tiempo que sus parpados se cerraban, era como si estuviera con ganas de dormir y por eso sus músculos se aflojaban. Se dejo llevar por su hermano aún cuando no se dirigía hacia la salida, sino más bien hacia la parte trasera, le vió abrir una puerta y empujarlo hacia el interior de la habitación, trastabilló pero no cayó al suelo, de algún modo al ver a unos tipos con aspecto de yakuzas alrededor de una mesa mientras jugaban a las cartas, le hizo recuperar el equilibrio retrocediendo buscando la protección de su hermano, cuando escuchó sus palabras supo que estaba perdido, de él no podía esperar ayuda.

-¿Cuánto me dan por él? Aunque no lo parezca tiene dieciséis años -les mintió con descaro, le agarró del brazo con fuerza cuando vió que buscaba la forma de salir de aquella habitación.

El ambiente estaba muy cargado, no solo del humo de los cigarrillos, sino por las miradas lujuriosas de aquellos hombres, al instante, supo que no podía esperar ayuda de ellos tampoco, ellos no llamarían a la policía, se equivoco y más cuando sin tapujos, su hermano rompió sus ropas mostrándole a todos.

En ese mismo instante todos ellos comenzaron a pujar, mencionando cantidades exorbitantes, hasta que uno de ellos ofreció una cantidad que dejo a todos los demás fuera de sus posibilidades y se retiraron.

-Suyo es... -dijo empujándole en su dirección y haciéndole caer entre sus piernas abiertas.

Era una posición humillante, intento apartarse, pero sus muslos se cerraron en torno a él.

-No quieras irte, muchachito.

Su hermano recogió el dinero y se marcho sin dirigirle ni una palabra, él no tenía ni fuerzas, ni energías para pronunciar palabras, su garganta parecía haberse cerrado.

Allí mismo, en aquella habitación, sin impórtale que tenía testigos, hizo uso de él, de todos las maneras posibles, luego cuando se cansó, su comprador le ofreció a todo aquel que quisiera cogerlo a cambio de una módica cantidad, de ese modo triplicó el gasto y sacó ganancia de su compra.

Cuando despertó estaba tumbado en el suelo de un camión cerrado, a oscuras, aún así las respiraciones que escuchaba a su alrededor le hicieron saber que no estaba solo. Nadie hablaba, él tampoco lo hizo, cuando se detuvo y las puertas fueron abiertas, la claridad del día les cegó momentáneamente, les jalaron haciéndoles bajar a los trompicones y les encadenaron, fue allí donde conoció a Naoto y Jun, estaban uno a su derecha, el otro a su izquierda, y aunque ninguno de ellos habló entre sí, tuvieron la suerte o la desgracia de seguir juntos cuando su nuevo amo les llevó a lo que él llamaba la "Fortaleza"

Él tono de Naoto le sacó de su ensoñación devolviéndole a la realidad.

Fin recuerdo Gen

-Mirarle... -pidió.

-¿Qué tenemos que ver? -preguntó Jun al cabo de unos minutos del mirar al hombre que continuaba bajo el sueño inducido por su amo. Solo distinguía la cantidad de pinchazos que habían aumentado en su brazo, por lo demás nada llamaba su atención.

-Parece... -Gen se calló, dudaba de lo que creía ver- Parece que ha engordado -miró a Naoto esperando que confirmara o negara su creencia. La suave sonrisa que vió en sus labios confirmó su suposición.

-Cuando mi madre llevaba a mi hermanito pequeño, tenía así su vientre. -dijo Naoto.

-¡Naoto, es un hombre!!! -Exclamó Jun- ¡¡¡Es imposible!!!

-He leído que en América un hombre tuvo dos hijos, a lo mejor en él se da el mismo caso. No sé cómo ha sido posible, pero la noticia tiene que ser cierta. ¿No os parece? -inquirió mirándoles dubitativo.

-Si es así... ¿lo sabrá él? -miró hacia el hombre tumbado en el suelo.

-No lo sé... si pudiera hablarnos..., pero esa droga le mantiene inconsciente todo el tiempo, ni siquiera despierta para hacer sus necesidades.

-Si está esperando un bebé no creéis que es peligroso mantenerle así.

-Posiblemente.

Se miraron entre si.

-Jun ve junto a la puerta y estate atento a cualquier movimiento -dijo Naoto.

-¿Que vas a hacer? -pregunto asustado Gen.

-Necesitamos que hable con nosotros y solo lo conseguiremos si sabemos que le esta inyectando.

-Es peligroso... si se entera nos matará. -estaba pensando en el mal carácter del amo.

-Tendremos cuidado..., intentemos no mover de lugar las cosas que toquemos.

Mientras Jun vigilaba ellos abrieron y cerraron armarios y cajones.

-Viene alguien.... -dijo Jun y todos dejaron lo que estaban haciendo para sentarse alrededor del hombre.

La puerta se abrió y apareció Hokusai.               

Ellos se apresuraron a ponerse de pie, como estaban obligados a hacer, permaneciendo con la mirada baja.

El hombre se acercó y dándole una patada en el costado mascullando:

-Por culpa de él la policía está vigilando los locales de nuestro amo.

Un quejido salió de entre los labios cerrados, el golpe le fue dado con fuerza, se encogió sobre sí mismo como si estuviera cubriéndose, aun estando inconsciente pareciera saber que tenía una vida nueva que proteger. Gen tomó la mano de Jun para detener su avance, al momento sintió que presionaba sus dedos haciendo saber que todo estaba bien.

-A qué ha venido esto? -preguntó Jun cuando se marchó.

-Por lo que ha dicho y hecho, deben estar buscándole -dijo Naoto.

-Entonces, debe ser alguien muy importante... -dijo Gen- Si le ayudamos, él podría... -no siguió expresando lo que pensaba.

-...sacarnos de aquí. -concluyó Jun por él.

-Si... -dijo bajito como temeroso de ser escuchado.

Gen se agachó para pasar un paño húmedo en su costado, justo donde su piel mostraba un tono rojizo.

-¿Le quedará un moretón? -preguntó Jun.

-Tal vez.

-Sigamos buscando... solo nos queda una hora -dijo Naoto.

Gen estaba en cuclillas, frente a sus ojos había un mueble con cajones, al principio parecía estar mirándolo pero no era así, su mirada estaba como perdida, luego cuando fue consciente de lo que hacía, alargó la mano y tiró de la manija, miró en su interior viendo diversos frasquitos con un líquido incoloro y media docena de inyectores, así como agujas.

-Naoto... Jun...

Al acudir a su lado, se fijaron en lo mismo que él.

-¿Es eso? -preguntó Jun bajito.

-Creo que sí...

-¿Qué hacemos ahora?

-Hoy no haremos nada... apenas si nos queda tiempo. Hay que idear un plan para llevarlo a cabo sin peligro, ni para nosotros, ni para él. Tenemos toda la noche para pensar en ello -dijo cerrando el cajón- Mañana intercambiamos nuestras ideas y veremos que hacer. -Naoto les miró y ellos asintieron.

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Cuando reconocieron los pasos de su amo, se apresuraron a quitar el paño con el que tapaban pudorosamente al hombre inconsciente escondiéndolo con premura debajo de la cama, su amo quería verlos sin nada encima, solo el collar que les identificaba como sus servidores personales, era un pervertido que disfrutaba provocando dolor, la sangre le excitaba y se regodeaba empalándose en cuerpos vírgenes, por ello, siempre había caras nuevas, si ellos continuaban allí era porque les había asignado cuidar de su maltrecha mascota.

Maki entró pisando fuerte en su dormitorio. Llevaba un par de horas en la "Fortaleza", pero había dejado para el final, a su mascota,  para no mostrar debilidad ante su propia gente, cuando terminaron sus asuntos en la planta baja, subió para verla, sabía que el barbitúrico que le estaba inyectando iba a dejar de tener efecto en pocos más de quince minutos, y aunque no era consciente de quien era, eso a él le traía sin cuidado, si quería que supiera quien le estaba jodiendo, tampoco le importaba que conociera su identidad, porque sabía que cuando se cansara de él, lo vendería a un prostíbulo para que siguieran jodiéndole, esa idea le complacía más que cualquier otra cosa, Sakuragi se creía por encima de todos porque era famoso, le había despreciado, ahora estaba en su poder y le haría sentir cada uno de sus desplantes. Que sus amigos continuaran buscándole, que creyeran que podían encontrarle, estaba tan cerca de ellos y al mismo tan lejos, la "Fortaleza" era inaccesible. Allí estaba bien seguro, y en el caso que fueran amenazados, bajo la edificación, existían dependencias en las que era imposible encontrar, cualquiera que fuera metido allí, enloquecía, porque no soportaba la oscuridad, ni el reducido espacio en el que estaba. Era como ser enterrado en vida, más de uno se había arrancado las venas a mordiscos. Allí también estaba construido su anfiteatro, donde celebraba, orgias entre los más destacados miembros de la sociedad, por supuesto que llegaban con los ojos vendados y ninguno de ellos podía salir de aquella sala hasta que él lo decidía. Se trataba de una sala circular, alrededor de las paredes había cinco filas de gradas, donde se sentaban sus invitados, abajo, en el circulo se levantaba una mesa de piedra redonda que ocupaba casi todo el espacio, en cuyos bordes sobresalían anillas con cadenas en los que solían estar encadenados media docena de jóvenes efebos, que eran ofrecidos a cambio de una generosa contribución para su causa.

Apenas posó su mirada sobre el cuerpo inerte de su mascota, vió la señal en su costado, su mirada airada se detuvo en los tres jóvenes que de pie esperaban sus órdenes con la cabeza inclinada.

-¿Quién ha sido? -su voz fue un sibilante sonido más amenazador que si hubiera gritado.

Ante su silencio atemorizado, se dirigió al teléfono y marco un número interno.

-Hokusai sube el "dragón de siete bocas" -pidió, apenas colgó se plantó delante de ellos, levantando con brusquedad sus rostro, se complació al ver el miedo en sus miradas. Se trataba de un azote cuyos extremos eran siete bolas de acero con afilas púas que con cada golpe se clavaban en las carnes, provocando múltiples heridas.

Jun sabía que su dignidad había sido tantas veces humillada que no le importó que le consideraran un delator, sin ningún rubor, cuando Hokusai entró en la cámara tras pedir permiso, levantó la mano y señaló al causante del daño que mostraba el costado de la mascota de su amo.

-Fue él, se justificó diciendo "Por culpa de él la policía está vigilando los locales de nuestro amo"

Al ver la ira en su mirada, no fue capaz de pronunciar ni un sonido, se arrojo a sus pies, humillándose a modo una disculpa.

Maki le quitó el azote que aún sostenía en sus manos.

-Nadie toca lo que me pertenece  -exclamó al tiempo que alzaba el brazo y lo dejaba caer sobre la espalda del hombre joven, una y otra vez, ajeno a los desgarradores gritos que profería su víctima que se retorcía de dolor intentando apartarse para evitar ser azotado, sin embargo, el azote caía una y otra vez, golpeando sin piedad, espalda, brazos, piernas, vientre pecho, el rostro, la furia de Maki no tenía limites y se ensañó con su víctima.

Naoto, Gen y Jun cerraron los ojos para no ver esa escena y así hubieran seguido si no fuera porque Naoto sintió que rozaban su pierna y levantó sus parpados fijándose que la mirada perdida de la mascota estaba fija en él, miró hacia su amo, dándose cuenta que no se había percatado de la situación a su espalda, estaba concentrado en marcar sistemáticamente el cuerpo de su servidor cuyos agónicos gritos de dolor y el jadeo entrecortado de su amo, le impedían fijarse en ellos. Despacio se inclinó hacia él, viendo que sus labios se movían acercó su oído para escucharle.

-Por favor... llama por teléfono... tienen que venir por mi... -y le susurró un número que intentó memorizar.

Cuando solo estaba golpeando una masa amorfa, soltó el azote, estaba cubierto de salpicaduras de sangre, solo entonces se volvió hacia los tres atemorizados jóvenes y les hizo un gesto para que se marcharan, ellos esquivaron con prontitud el cuerpo que se desangraba y dejaron rápidamente el dormitorio. Se desprendió de la bata, el olor de la sangre era embriagador, estaba muy excitado, y aunque Sakuragi estaba sentado, con los ojos muy abiertos su mirada no estaba fija en él, sino en el cuerpo que aún respiraba, recogió la cadena y tiró de ella consiguiendo que se alzara.

 -Eso es lo que les sucede a los que te lastiman, solo yo puede dejarte marcado de por vida si ese es mi gusto. -y mientras hablaba, le empujó sobre la cama, le abrió las piernas que estaba apoyadas en el piso, complacido por el aullido de dolor y la sacudida que todo su cuerpo recibió cuando le penetró con fuerza- Sigues estando estrecho, me complace mucho -se movía con movimientos enérgicos- esos chicos te están cuidando bien. Al parecer te han tomado cariño -rió mientras sus embestidas se hacían más fuerte, le apartó hacia atrás, para poder masturbarle, lo hacía con excesiva dureza, habíase dado cuenta que la voluntad de Sakuragi estaba mermada por la droga y que respondía rápidamente a su exigencias, esa noche no fue diferente a muchas otras. Se sentía delicioso jodiéndole, metiéndose dentro de él hasta el fondo, llevándole al goce a través del dolor, luego cuando sentía que estaba por venirse, no le gustaba hacerlo dentro de él, sino en su boca, por ello se apresuraba a girarle obligándole a recibirle a costa de ahogarse, porque sus manos se cerraban en torno a su cuello, apretándole hasta que boqueaba y solo entonces lo acercaba a su boca y expelía con fuerza chorros de esperma que llegaban hasta su garganta obligándole a tragar si no deseaba correr el riesgo de ahogarse.

Esa noche el olor de la sangre le mantuvo con unas energías exultantes y llevó a su mascota hasta más allá de sus propios límites, hasta que rendido cayó dormido en el lecho, aún dentro de su mascota, quien estaba recibiendo todo su peso, sin poder hacer nada por evitarlo, porque también él estaba agotado.

A la mañana siguiente cuando despertó, no quedaba rastro del cuerpo, sabedores de lo ocurrido, había pasado el servicio de limpieza. Estaba tan cansado que ni siquiera les había escuchado llegar, supo también que había sido una imprudencia por su parte, no encontrar un sustituto para que esa noche soltara los perros.

-Buenos días, amo. El baño está dispuesto.

Se levantó. Sakuragi dormía plácidamente en su cómodo lecho. Momentáneamente le ignoró. Mientras era aseado y más tarde vestido, estuvo pensando que debido a la ausencia de su intendente tenía que buscar uno, pero no podía dejar la "Fortaleza" sin alguien de su confianza cuidando del personal, así que decidió mantenerles a todos encerrados durante las horas que él permanecía fuera de ella, excepto a Sakuragi y sus cuidadores, ellos serían encadenados a la misma cadena de su mascota. Se aseguraría que tuvieran a su alcance lo necesario para cuidarle, paños, agua caliente y un botiquín con gasas, algodón y desinfectante. Lo preciso para cortar la hemorragia que tenía, esos chicos estaban haciendo un buen trabajo con su mascota, también para ellos les esperaba un final lejos de allí, no deseaba tener cerca testigos incriminatorios, cuando dejaran de serle útiles les vendería a algún jeque que gustara de jóvenes efebos, ellos ya sabían lo que podían esperar de sus nuevos amos.

Se dirigió al cajón de la mesilla y sacó una aguja y un inyector, tomo el frasquito, la aguja traspaso el tapón de goma y sacó una dosis del contenido, tras asegurarse que no quedaba aire en el inyector, busco la vena de su brazo y le inyectó el contenido, dosis suficiente para mantenerle dormido durante todo el día.

Dos horas después de levantarse, su chofer le llevaba a su lugar de trabajo, tras él quedaban veinticinco jóvenes y cinco adultos encerrados en sus salas de dormir, encadenados a sus respectivos catres, mientras que en los pisos superiores, su mascota había recibido su dosis diaria y dormía ajeno a todo, a los tres jóvenes les encadenó a los eslabones de la cadena que llevaba, el mayor tenía una cadena que le permitía moverse unos tres metros, nunca a mayor distancia, el otro su cadena era de seis metros, dándole mayor libertad de movimientos, el soplón le había proporcionado la mejor noche en mucho tiempo, por ello su cadena tenía quince metros, lo que le permitía llegar hasta el aseo o moverse en dirección contraria para recoger aquello que les fuera necesario para el cuidado de su mascota. Se había asegurado que no hubiera nada que pudiera serles útil, desconectando la línea telefónica al exterior.

No dirigió ni una mirada a su espalda. La "Fortaleza" era el lugar más seguro.

Continúa en el siguiente capítulo...

Paz


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